Capítulo 5: Furor
Michelle amaneció como si tuviera la ligereza de una pluma.
Había llegado algo tarde a casa, pues había estado la noche anterior estudiando
con Myo.
Así que la ley de Hess permite combinar cada una de las
etapas para obtener la reacción total en un paso y con eso calculamos la
dichosa entalpía…-murmuró mientras se rascaba la cabeza por detrás tras apagar
el despertador.
Se levantó de la cama. Contempló durante unos segundos una
foto que tenía al lado de la cama en la que salían sus padres con él en medio.
Papá, mamá…-Michelle se entristeció un poco.
Sus padres habían sufrido un accidente de carretera y se
encontraban ingresados en el hospital. Les costaría mucho recuperarse completamente.
Ese día le tocaba ir a verlos, por lo que pronto se le pasó el pequeño arrebato
de tristeza. Se sentía en una nube de algodón, en un trono en medio del
paraíso. Había logrado superar sus dudas de clase gracias a Myo, había hecho un
entrenamiento genial la tarde anterior y, lo más importante de todo…se había
coronado en la gloria con ese momento de sexo oral tan intenso con su amigo.
Aún recordaba cada segundo, cada caricia, cada intercambio de calor, cada
intercambio de fluidos, cada lengüetazo, cada sabor, cada movimiento. Empezó a
sentirse apretado. Miró hacia abajo. El recuerdo de su encuentro con Myo le
estaba causando una buena erección.
Bueno…-dijo Michelle para sí mientras iba a hacerse el
desayuno-…dicen que hay que empezar el día con alegría.
Introdujo una taza de medio litro llena de leche en el
microondas, dejó un plátano encima de la mesa de la cocina y volvió a su
cuarto. Se tumbó en la cama y se quitó lo único que llevaba, la ropa interior.
Myo…-dijo mientras empezaba a tocarse el pene para aumentar
su erección.
Separó las piernas, alargó el brazo con el que no se estaba
masturbando y apoyó la cabeza en la almohada para ponerse lo más cómodo
posible. Se retiró el prepucio con un rápido y hábil movimiento. Comenzó a
masajearse y a pensar en lo sucedido ayer. Además, en su mente se dibujaba la
imagen de Myo y él sentados juntos en
una mesa con los libros abiertos. Le inspiraba una gran ternura. En cuestión de
décimas de segundo, su pene quedó duro como una piedra. Sin darse tregua, se lo
agarró bien fuerte y comenzó a masturbarse a un ritmo frenético. Pronto empezó
a agitarse, a arquear las piernas y a convulsionarse. El éxtasis de su fantasía
lo invadía. Mientras casi quemaba su robusto y enorme pene, el microondas pitó. Justo en ese instante, el chico vio que se
había puesto perdido. El chorro de semen le había llegado casi hasta el cuello.
Se levantó con una sonrisa, fue a lavarse las manos y se tomó el vaso de leche
tras añadirle generosas cantidades de cacao en polvo. Después se dio una ducha,
se vistió, hizo la cama, agarró su cartera, con otra mano cogió el plátano que
había dejado antes en la mesa y salió de casa, cerrando la puerta con llave,
tras lo que devoró el plátano en dos bocados, tiró la piel al cubo de basura y
comenzó a caminar a paso firme hacia el instituto.
Cuando había avanzado dos manzanas, algo tiró de él hacia un
callejón sombrío y lleno de contenedores.
¿Qué demonios…-preguntó mientras se sacudía a quien lo
estuviera agarrando.
La fuerza de Michelle era demasiada para cualquier
transeúnte promedio que quisiera forcejear con él.
¡Ayúdame!-le dijo la persona que lo había agarrado.
Vestía de blanco completamente. Tenía el cabello de color
castaño claro recogido en dos coletas dobladas sobre sí mismas haciendo la forma
de gotas de agua. Sus ojos eran del color del café. Los símbolos rojos de su
indumentaria delataban que era una enfermera.
¡Ven, por favor!-le suplicó a Michelle-¡Un paciente se ha
caído de la ambulancia y ha rodado hasta esa esquina!-señaló a la negrura del
fondo del callejón-¡Pesa mucho, no puedo levantarlo y la ambulancia no puede
aparcar en esta manzana!
Michelle observó que toda la manzana estaba llena de coches
aparcados. En el fondo del callejón podía distinguir algo moviéndose.
Está bien, te ayudaré a llevarlo hasta la
ambulancia.-Michelle era muy justo y altruista para estas cosas, además de que
intentaba ser un caballero y aquella joven enfermera le recordaba a las de sus
revistas…pero no lograba excitarse con ella, tal vez por la gravedad de la
situación o tal vez por lo de Myo.
Muchas…-dijo la enfermera sonriendo pícaramente-¡GRACIAS!
Cuando Michelle se hubo lanzado al callejón, la enfermera le
clavó, por detrás, una jeringuilla en el cuello. Le inyectó el contenido,
causando que se desplomase.
. . .
¡Qué raro que Michelle no esté aquí, con lo trabajador y lo
persistente que es siempre!-se extrañó Priscille en el recreo-No nos avisó de
que tuviera nada especial que hacer…y no nos ha llamado por si está enfermo o
algo…
Myo pensó si había alguna relación entre lo del día anterior
y la ausencia de su amigo. ¿Y si no podía…o no quería…mirarlo a la cara tras el
pasional intercambio de felaciones que hicieron?
Es absurdo.-pensó-Después de eso, vino a mi casa y estuvimos
hablando de cosas totalmente distintas. No obstante, no puedo evitar
preocuparme…
¡Myo!-dijo Priscille-¿Estás bien?
Sólo estaba…-dijo él-…preocupado por Michelle.
Al parecer lo habían llamado por su nombre varias veces y no
había contestado.
No pasa nada, chicos, Michelle es demasiado fuerte para
cualquier cosa que le pueda pasar.-dijo Alice con confianza-Le mandaré un
mensaje en nombre de todos y saldremos de dudas.
Alice cogió el móvil y comenzó a escribir un SMS.
Buena idea.-concedió Priscille-Suele llegar justo de tiempo,
pero nunca tantas horas tarde…debe de haber tenido un imprevisto.
. . .
Cuando se despertó, Michelle se encontró en la azotea de un
edificio. Había un enorme rótulo luminoso publicitario cuya cara trasera podía
ver. También había una puerta, aparentemente cerrada, que daba al interior del
edificio por, supuestamente, unas escaleras de bajada. Y también estaba la
enfermera, con una bata negra larga encima de la ropa de trabajo y descalza.
Veo que ya te has despertado…-dijo mientras caminaba hacia
el chico, que seguía tumbado-…buenos días.
Michelle no era un gran pensador, pero no tardó en darse
cuenta de que estaba corriendo la misma suerte que Myo. La enfermera le estaba
intentando acariciar la entrepierna con el pie…
¡NO!-dijo Michelle-¡No te dejaré que hagas lo que quieras
conmigo!
El chico se levantó con brusquedad, desestabilizando a la
mujer.
¡POR CULPA DE VUESTRA DEMONÍACA ESPECIE, MI AMIGO, MI GRAN
AMIGO, UNO DE MIS HERMANOS, HA SUFRIDO LO INDECIBLE Y SU VIDA HA DADO UN
VUELCO!-gritó-¡ALÉJATE, DIABLO! ¡ESTOY DISPUESTO A VENGAR SU PENA AQUÍ Y AHORA!
¡SI ERES VALIENTE, MUÉSTRAME EN LO QUE SEA QUE TE TRANSFORMES, PERO TE ASEGURO
QUE SOY DURO DE PELAR! Has tenido que drogarme para traerme aquí…si llego a
estar en mis cabales, no habrías podido moverme.
Insolente.-dijo la enfermera con asco-Voy a hacer que te
lamentes de tus palabras…
¿Tú y cuántas más?-preguntó Michelle-Eres bastante guapa,
pero eso será lo único que realmente tengas.
Te equivocas, humano…-respondió la mujer mientras su voz se
volvía aguda, estridente y molesta, como si graznase-¡ESTÁS MUY EQUIVOCADO!
El cuerpo de la enfermera empezó a agrandarse, reventando su
ropa. Agitó los brazos, que empezaron a deformarse y a convertirse en una
especie de alas muy plumosas en cuyos extremos había afiladas garras. Sus
piernas se hicieron más largas, grandes y escamosas, terminando por transformar
sus pies en las patas de un ave, con afiladas garras. Creció en estatura, su
piel, su plumaje y sus escamas se tornaron de un color verdoso y su cabello se
volvió verde a la vez que sus ojos enrojecían, sus orejas se hacían puntiagudas
y sus dientes se afilaban. Al terminar, podría decirse que medía dos metros o
incluso más.
¡¿Una arpía?!-Michelle se sorprendió-Sí, eso es lo que sois
todas las asesinas que estáis aflorando esta última temporada. ¡Difamando a
nuestras ciudadanas con vuestras fechorías! ¡Y aún pretendes aprovecharte de
mí! ¡Jamás, y menos después de lo que, por vuestra culpa, ha sufrido una de mis
personas más queridas!
Eres demasiado necio para permitirte hablar tanto.-gruñó la
arpía.
Batió sus enormes alas, creando una corriente de viento y
plumas tan fuerte que arrastró al chico y lo estampó contra la chapa trasera
del rótulo.
¡Argh!-gimió Michelle.
El viento tenía que haber sido muy fuerte para arrastrar a
un chico tan pesado: sus músculos eran muy grandes.
¡PROCREEMOS!-gritó la criatura alzando el vuelo-¡CUANTO
ANTES ME DES A MI HIJA, ANTES PODRÉ MATARTE!
Michelle se despegó de la chapa y saltó, esquivando el
placaje aéreo de aquella enorme bestia.
¡Sueñas!-le gritó-¡Sueñas si te crees que te voy a dejar!
¡Viviré! ¡Tengo amigos a los que proteger! ¡Unos padres a los que hacer sentir
orgullosos! ¡Una vida por delante! ¡No eres quien para decidir mi futuro! ¡TE
GOLPEARÉ SI ES NECESARIO!
Un resplandor rojo empezó a bañar el cuerpo del chico. Su
cuerpo comenzó a calentarse como cuando comenzaba a entrenar cada día.
La arpía se rió y se volvió a lanzar a por él, esta vez con
intención de lacerar su hombro de una patada. Michelle apretó el puño y todo el
brazo, haciendo sobresalir su robusto bíceps. Movió el brazo como si quisiera
lanzar un fuerte puñetazo para desviar la patada de esa cosa. Se le marcó mucho
el tríceps en ese momento. El tiempo pareció ir a cámara lenta durante unas
décimas de segundo y, cuando alargó el brazo, no fue un puñetazo lo que
proyectó, sino un chorro de fuego que hizo retractarse al monstruo.
¿Qué ha sido eso?-preguntó, histérica.
Michelle se sintió muy sorprendido. ¿Tendría él también el
poder? ¿Sería un elegido? No era como el viento del que Myo hablaba, pero miró
sus manos y vio que estaban rodeadas de un aura roja de aspecto etéreo. Había
visto fuego salir de su puño.
Veo que sólo ha sido un golpe de suerte, ¡no eres capaz ni
de moverte!-la arpía se jactó y volvió a lanzarse en picado, esta vez de
cabeza.
El chico probó suerte. Agitó las manos con mucha fuerza. No
podía parar de pensar en sus amigos y en sus padres. Como él quiso, un muro
rectangular de fuego se alzó ante él, impidiendo el choque con la arpía, que
tuvo que echarse hacia atrás para no atravesar el muro y quemarse.
¡Cobarde!-gruñó la criatura.
Eres tú la que no se atreve a tocarme si hace
calor.-Michelle se envalentonó y pensó que podría acabar con ella y salir
ileso.
¡CÁLLATE, ESCLAVO!-la gigantesca arpía corrió hacia Michelle
apuntándole con las garras.
¡Eres tú quien nunca debió empezar a graznar!-exclamó el
joven mientras lanzaba un golpe al aire con la palma de su mano.
Una bola de fuego salió de la mano de Michelle, impactando
en el abdomen de la arpía, que chirrió y se tiró al suelo a la vez que empezó a
rodar para quitarse las llamas. Su plumaje parecía ser combustible. Cuando se
hubo recuperado, se incorporó. Una mancha negruzca decoraba su vientre. Lanzó
otra patada cargada de rabia.
El chico no medió palabra. El aura roja siguió creciendo, y
le apuntó con ambas manos abiertas a la cara. Un chorro de fuego salió
disparado y le quemó el rostro a la vez que la lanzó por los aires hasta
estamparla contra el rótulo.
Despídete, ser inmundo.-dijo Michelle-Nunca os perdonaré lo
que estáis haciéndole a nuestra ciudad.
Agitó la mano. Unas líneas de luz roja acompañaron el
movimiento, convirtiéndose en un fino y lustroso bastón negro de algo más de
medio metro en cuya punta había, incrustada en un finamente decorado cáliz
hecho a medida, una piedra preciosa roja de gran tamaño y cuidadamente tallada.
No se demoró mucho en pensar si sería un rubí o, por el contrario, algo mágico
cuya naturaleza desconocía. La arpía se lanzó de nuevo al ataque. Michelle
lanzó un golpe con el bastón agarrándolo con una sola mano como si fuese un
matamoscas. Desvió el arañazo de su enemiga, que contraatacó con un golpe con
una pata doblada que también fue desviado de un bastonazo. Finalmente, el chico
golpeó a la arpía con el arma dos veces, henchido de rabia y con el instinto
protector disparado. Le dio en la nuca, la dejó postrada en el suelo y,
agarrándolo esta vez con las dos manos como si de un bate se tratara, la golpeó
fuertemente con el bastón, lanzándola por los aires hasta que cayó en medio de
la azotea.
¡TE MATARÉ!-la arpía se enfureció al máximo-¡TE MATARÉ Y
DESPUÉS EXPRIMIRÉ TU CADÁVER! ¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Empezó a agitar las alas, causando una tremenda corriente de
un fuerte viento que arrastraba gran cantidad de plumas. Michelle reparó en
que, esa vez, quien tenía el rótulo detrás era la arpía. Si el viento lo
arrastraba, caería desde la azotea, se estamparía en medio de la calle y
moriría. Mientras hacía fuerza con las piernas para evitar irse hacia atrás, su
camisa empezó a rajarse por varias zonas, así como sus pantalones. Pronto se
abrieron algunos cortes en su piel de los que brotó sangre. Las plumas estaban
afiladas. Si no hacía algo pronto, la arpía lo sometería.
Como si obedeciera una orden, la joya de la punta del bastón
se iluminó. Michelle sintió un calambre en la mano y agitó el arma, de cuya
punta salió un gran chorro de luz roja que se refractó formando una enorme
pantalla que se oponía a la corriente de viento. El chico aprovechó para
avanzar y alejarse del borde de la azotea. La arpía se cansó de agitar las
alas, el viento cesó y el rayo rojo se dispersó por la onda expansiva de la
disipación súbita del viento.
Maldito…-la criatura jadeaba, exhausta.
Ya está.-dijo el chico-Se acabó.
Michelle apuntó con el bastón a la arpía y le disparó varios
proyectiles de aquella luz roja. Al impactar contra la arpía, se convirtieron
en brillantes llamas. El fuego se propagó entre sus plumas y acabó por prender
fuego a todo su cuerpo cuan largo era. Una violenta explosión disipó el fuego,
esparciendo por el aire partículas negras que se perdieron en la lejanía.
Magullado y manchado de sangre, Michelle sacó su móvil y miró la hora, sin
percatarse de que tanto el bastón como el aura habían desaparecido.
¡Mierda!-exclamó-¡Tengo que ir al instituto!
Como la puerta de las escaleras estaba cerrada, tuvo que
probar suerte. Agarró el picaporte con fuerza y…el calor lo fundió. Empujó la
puerta y bajó corriendo. Con un poco de suerte, podría reunirse con sus amigos
a la salida.