VI: Hacia la
boca del lobo
Y eso ha sido todo por hoy.-dijo la profesora-Buen trabajo a
todo el mundo. Nos vemos en la próxima sesión.
La sensual y voluptuosa joven descolgó su barra y se dirigió
al almacén a guardarla. Mientras recogían sus cosas, los participantes de las
clases charlaban entre ellos, fragmentados entre pequeños grupos. Aunque, en
general, todos se llevaban bien, cada
uno tenía a su pequeño círculo de personas con las que intimaba más.
Joder…-dijo Ayashi mientras plegaba la barra-…se me hace tan
raro no verlo aquí.
No, por favor, Ayashi…-dijo Izaya-…no pongas esa cara. Ni
que se hubiera muerto…
Pero…-respondió Ayashi.
Tenemos que confiar en él.-la rebatió su compañera-Se
arriesgó por nosotros y por Sanagi.
Cualquier día volverá.-dijo Saito-Es normal que tarde tanto
en recuperarse, piensa en lo que le hicieron…ese engendro lo rajó con bisturíes
y mucha saña...me parece una eternidad el periodo de tiempo que lleva sin venir
a clase…mañana hará una semana ya…pero, a la vez, me parece poco teniendo en
cuenta la situación en la que está.
No estés triste, Ayashi.-añadió Izaya-Todos estamos
preocupados por Xing Yi, pero lamentarnos sólo aumentará nuestro dolor. Los
médicos dijeron que estaba fuera de peligro, ¿no es así? Sólo es cuestión de
tiempo…
Intercambiaron muy pocas palabras más. Ririka se limitó a
seguirles cuando salieron de las duchas. Una vez en la calle, llegaron al punto
donde siempre se despedían y se iban cada uno por un lado.
Bueno, pues…-dijo Ayashi algo más animada-…nos vemos mañana.
¡Claro!-dijo Saito con una sonrisa.
Hasta mañana…-se despidió Ririka en voz baja.
¡Hasta mañana, chicos!-dijo Izaya mientras se iba con
Saito-Hoy voy a acompañar a Saito un par de calles, tengo que ir a una tienda
que le pilla de paso.
Saito e Izaya caminaron juntos por la calle durante un rato.
Ambos llevaban sendas bolsas de deporte bastante llenas. Cuando vieron que
Ririka y Ayashi ya se habían alejado lo suficiente, rompieron el silencio.
¿Y bien?-preguntó Izaya.
Creo que tengo algo.-dijo Saito-Pasado mañana por la noche
tengo un show, podré corroborarlo o desmentirlo. De todas maneras, sigo
pensando que estás siendo demasiado lanzada…
Escucha, Saito, esto no es ninguna broma.-respondió la
chica-Nos vimos sumidos en el ataque de una especie de mafia que no dudaba en
disparar aun con gente inocente de por medio. Nos secuestraron, aun cuando no
teníamos nada que ver con ellos. Querían matarnos. Son un peligro público.
Tenemos que averiguar quiénes son.
Sí, pero…-respondió Saito-¿pretendes luchar contra ellos?
¡No hablo de eso!-contestó una obstinada Izaya-Claro que no
me voy a plantar en su sede con los brazos abiertos para que me acribillen,
pero…si logramos ponerles nombres y apellidos, podremos tirarles a la policía
encima…o a quien haga falta.
Está bien, tú ganas.-concedió el joven-Seguiremos
investigando quién coño es esa gente, pero créeme cuando te diga las cosas y
recuerda que quien avisa no es traidor: meterse donde no se es llamado en
situaciones como ésta es muchísimo más peligroso que lo del otro día, ¿sabes?
No soy tonta, Saito, gracias.-saltó la chica de cabello
azul-No tengo ganas de que, si voy a hacer un show, vaya con la sapiencia de
que unos granujas, por llamarlos de alguna manera, me lo van a arruinar.
Tampoco tengo ganas de que nuestra ciudad se vea sumida en la entropía…así como
tampoco me apetece dejar que salgan impunes después de lo de Xing Yi. Sé que
nos conocemos poco, pero nos hemos acercado bastante los unos a los otros y
creo que podríamos ser, con el tiempo, grandes amigos. La vida de una persona
inocente es algo con lo que no pienso bromear, y ellos casi se cobran una.
Se han cobrado miles, Izaya.-respondió su musculoso
acompañante-No has visto nada. A saber qué hagan cuando no los vemos…tal vez
ahora mismo están cortándole los dedos a alguien. Pero, como ya he dicho, tú
ganas. Pasado mañana indagaré…además, estoy deseando poner en práctica la
barra, así que espero con los brazos abiertos la hora del show…y, por supuesto,
¡dinero fresco!
Está bien.-concluyó la chica-Gracias, Saito. No olvides la
otra parte también, ¿de acuerdo?
Sí, mi ama.-respondió el joven con sarcasmo-Tiraré de
contactos y sitios de mala muerte de Internet para ver qué encuentro…reventaré
contraseñas si es necesario, hackearé alguna cosa…lo típico. Aunque, no me
jodas, no sé quién es peor, si tú por tener estas ideas o yo por hacerte caso.
En el fondo no somos tan distintos.-dijo Izaya sonriente.
Muy en el fondo.-respondió el chaval-Bueno, me voy a mi
casa… ¡buenas noches!
¡Hasta mañana!-se despidió Izaya doblando la esquina
contraria a su compañero.
. . .
¡JAJAJA!-rió Xing Yi-¡Trágate tu penitencia por cabrón! ¡Te
la voy a embutir hasta que te salga por un ojo!
Stracciatella agarró una de las manos de Xing Yi y se la
retorció. Aprovechando el dolor provocado, se soltó y se puso en pie, momento
en el que sacó una especie de tira rectangular bastante ancha de los jirones de
su vestido, lanzándola contra el coreano como si fuera un látigo. El chico de
pelo verde recibió el impacto, que le causó un ardiente y agudo dolor, como si
hubiera sido atravesado por algo. Bajó la mirada y vio que el interior de
aquella tira estaba sembrado de afilados y finos pinchos: no era una tira
cualquiera, sino un cilicio. El despiadado asesino lo enrolló fuertemente
alrededor del abdomen y la cadera de Xing Yi, haciéndolo sangrar y chillar de
dolor mientras caía hincado de rodillas.
¡AAAAAAAAAAAARGH!-gritaba el joven, que acababa de ser
atravesado con cientos de agujas.
Entre risas, Stracciatella rescató sus armas arrojadizas de
entre lo que era su atuendo. Saltó hacia Xing Yi, lo rodeó por la cintura con
las piernas, clavándole aún más el cilicio y, cogiendo un considerable puñado
de bisturíes con cada mano, hundió sus armadas manos en el pecho de su
contendiente, cortándolo por todos los lados y haciéndolo sangrar y chillar aún
más, causándole el dolor más inimaginable…
¡NO, POR FAVOR!-gritó Xing Yi.
Miró a su alrededor. Seguía en la camilla, en su habitación
del hospital, con la ventana abierta y una agradable luz solar entrando por
ella mientras las cortinas se agitaban grácilmente con el viento. En la mesilla
de al lado de la cabina estaban los bombones que le habían llevado sus
compañeros de barra la última vez que fueron a visitarlo. También había un buen
taco de revistas eróticas de temática gay, también regalo de los chicos del
polideportivo.
¿Te encuentras bien, Xing Yi?-preguntó una voz masculina
familiar para él.
Oh, perdón…-respondió el chico-…debo de haber gritado mucho.
Lo siento, ha sido una pesadilla muy mala.
Es normal, no te preocupes.-respondió el enfermero-Cuando se
sufre tanto dolor, se altera el sueño. Además, la intranquilidad y las secuelas
psicológicas son terribles. No obstante, creo que tengo algo que te animará.
Ah, ¿sí?-preguntó el joven-¿De qué se trata?
Alguien quiere decirte algo.-dijo el enfermero-Tardará un
rato en venir, pero, hasta entonces, ¿por qué no echas un ojo a lo que te han
traído esta mañana?
Xing Yi vio que en el reposadero de debajo de la mesita
había una pequeña caja con un sobre encima. A pesar de que llevaba varias vías
en el cuerpo y tenía muchos vendajes, pudo levantarse, cogerlo y volver a la
camilla perfectamente. Su aspecto hospitalizado agravaba visualmente su
situación, pues, realmente, estaba casi totalmente recuperado, pero no querían
descuidarlo en el hospital.
Abrió el sobre. Había una pequeña nota que rezaba “Me salvaste la vida. Muchas gracias. Espero
poder hablar contigo frente a frente. Mirumi.”. Con mucha alegría, el chico
abrió la caja y vio que había una horquilla con un adorno metalizado en forma
de flor: una brillante y vistosa margarita blanca.
¿Cómo lo ha…-se preguntó Xing Yi.
Luego ató cabos. Siempre llevaba cosas parecidas en el pelo
para ir a las clases, y también las llevaba en la noche fatídica.
Se ha fijado…-pensó Xing Yi.
Llamaron a la puerta. El joven reconoció rápidamente a la
doctora de planta. Esa mujer le había salvado la vida: desde que sus amigos lo
dejaron en urgencias, estuvo con él, ella misma lo operó y le hizo la
transfusión de sangre que necesitaba. Además, cuidó sus dietas y le dio una muy
buena rehabilitación.
Buenos días, doctora.-dijo Xing Yi-He tenido una pesadilla
horrible, pero no me duele nada, ¿sabe?
De eso quería hablarte.-respondió la amable mujer-Verás,
tienes unos amigos estupendos que te han salvado la vida. Si no te hubieran
traído aquí tan rápido, no se habría podido hacer nada. Además, has tenido la
suerte de que en nuestro banco de sangre hubiera grandes cantidades de tu grupo
y Rh. Por último, quiero decirte que me sorprende mucho lo bien que funciona tu
cuerpo en lo que a cicatrización respecta. La sutura que te hice funcionó bien
y tu piel y tus músculos están en buen estado. Tampoco es lo más habitual ver a
gente tan perseverante que, aun sufriendo un gran dolor, no abandone la idea de
hacer todos los ejercicios de rehabilitación posibles para acelerar su
recuperación. En resumen…estás de alta, Xing Yi. Tus amigos me contaron que vas
al gimnasio y haces baile de barra y artes marciales. Si quieres hacer algo de
ejercicio para recuperar el hábito, consulta con tus monitores y ve a lo más
suave y elemental durante dos semanas. No te recomiendo seguir con las artes
marciales hasta pasadas tres semanas y, respecto a la barra…habla con tu instructora
y cuéntale lo que te he dicho…sabrá asesorarte.
¡Eso es genial!-dijo Xing Yi-¿Cuándo podré irme?
En cuanto te quitemos las vías y los vendajes.-dijo la
doctora.
. . .
Quedaba todo el mediodía y buena parte de la tarde para la
clase de baile de barra. Xing Yi entró al polideportivo a paso suave. Saludó en
la recepción y se adentró en las instalaciones. Deseaba hablar con la profesora
para poder ponerse al día cuanto antes. Además de objetos para la actividad
física, el chico llevaba en su mochila un enorme montón de apuntes que sus
compañeros de clase le habían pasado y que contenían todo lo que habían dado en
todas las asignaturas durante su semana de hospital. Estaba deseando ponerse al
día con todo: ya había ido a la universidad a hablar con profesores y
compañeros y ahora quería dejarlo todo claro con el círculo social del
polideportivo. Asimismo, se sentía afortunado de que su familia no se hubiera
enterado: no quería que sufrieran por él. Sabía que, con las horas que eran, la
sala de barra iba a estar cerrada, pero quería pasarse por si acaso. No
obstante, no le fue necesario: en una de las salas de musculación vio a una
persona levantando con suma facilidad una barra cargada con cientos de
kilogramos en ambos extremos. Su complexión, curvas, estatura y melena la
hacían inconfundible: era la profesora. Llevaba un sujetador deportivo de color
negro con algunos adornos blancos y violetas que recogía sus descomunales senos
a presión, así como una minifalda deportiva del mismo color y unas enormes botas
negras de boxeo. Con sus manos, enguantadas en mitones negros con ribetes
blancos, ejercitaba los bíceps con aquella enorme barra con una pasmosa
facilidad. Era la primera vez que veía los brazos de la profesora de esa forma,
y la primera vez que le veía la espalda y el abdomen. Su cuerpo era una caja de
sorpresas.
Hola, buenos días…-dijo Xing Yi acercándose cuidadosamente,
pues le resultaba imponente aquella mujer.
Buenos días, Xing Yi.-lo saludó la profesora girándose hacia
él sin soltar la barra-Los chicos me han contado lo que pasó. Espero que estés
mejor.
Lo estoy, gracias.-respondió el chico-Verás…venía
precisamente a hablar contigo. La doctora me ha dicho que consulte aquí cómo
podría reincorporarme…
Si lo dices por el ritmo de las clases, no tienes que
preocuparte.-dijo la profesora mientras seguía haciendo bíceps-Esta noche, al
acabar la clase, no te vayas. Repasaremos lo dado esta semana, te haré un
examen físico superficial y te pondré unos ejercicios de rehabilitación
aplicados al baile de barra que podrás hacer en tu casa perfectamente.
¡Muchas gracias!-respondió el chico-Tengo pensado hacer algo
ahora antes de irme a casa a estudiar hasta la hora de la clase. Siento ser
pesado, pero, ¿me recomiendas algo?
Nada de actividades de alto impacto ni esfuerzos musculares
severos.-le indicó la profesora-Haz lo más suave que puedas, flexibiliza, ve
introduciéndote de nuevo en el hábito. Lo que tienes que hacer es, básicamente,
un calentamiento prolongado: la duración de una sesión normal con la intensidad
de un calentamiento te vendrá muy bien. Ah, y para inmediatamente si notas
dolores relacionados con lo que te ha pasado. Me alegro mucho de verte y nos
vemos esta tarde.
Tras darle las gracias a la profesora y despedirse, se fue
hacia el vestuario, donde dejó su bolsa y se miró en un espejo vertical.
Llevaba un chaleco negro abierto y sin mangas, una falda verde de tubo ajustada
que se degradaba poco a poco en rojo hasta llegar al final, antes de las rodillas,
donde tomaba la forma de una cadena de pétalos totalmente rojos y unas
deportivas de suela muy alta y gran anchura. Tenía puesto en el lado derecho de
la cabeza, encima de la sien, la horquilla que le habían regalado. Su sorpresa
fue máxima cuando vio salir a Mirumi de una cabina, ataviado con unas mallas
negras, unas zapatillas de deporte y una camiseta de tirantes blanca que le
quedaba grande.
¡Xing Yi!-exclamó el chico-¿Ya estás bien?
Sí.-exclamó el coreano sonriendo-¡Esta tarde vuelvo a la
barra!
¡Eso es genial!-contestó Mirumi-Ah, veo que lo llevas…
En serio, tío, muchísimas gracias.-dijo Xing Yi-Ha sido un
detallazo, aunque no hacía falta, de verdad…
¿Cómo que no hacía falta?-preguntó el esquelético
pelirrojo-¡Me salvaste la vida! Oye, ya que estamos aquí podríamos hablar, ¿no?
¡Claro!-respondió Xing Yi con una sonrisa-Dime, ¿de qué se
trata?
Verás…-dijo Mirumi-…no tengo palabras para expresar mi
gratitud. Lo que hiciste por mí aquella noche…de verdad, jamás lo olvidaré. Aun
lleno de heridas y sangre, agarraste a ese hombre que intentó matarme y…
Le di una paliza.-dijo Xing Yi sereno-No hace falta que te
calientes tanto la cabeza, hice lo que tenía que hacer. Además, no fui yo,
fuimos todos.
¡No seas modesto!-pidió Mirumi-Si no te hubieras quedado con
ese lunático, Izaya, Ayashi, Saito y Ririka no podrían haberme encontrado.
Vaya, veo que te han contado la historia entera…-dijo Xing
Yi-…bueno, de verdad, no hay nada que agradecer…fue un placer para mí. Dejemos
estos momentos tan incómodos y centrémonos en disfrutar de nuestra amistad,
celebrar que la vida nos ha unido y luchar por ser cada día mejores, ¿de
acuerdo?
¡De acuerdo!-respondió el chico de ojos color aguamarina con
una sonrisa-Oye, y si hay alguna cosa que pueda hacer por ti en agradecimiento,
casi te obligo a que me la pidas, ¿vale?
Xing Yi le sonrió. La inactividad del hospital no era lo
suyo…
¡Oh!-respondió-Pues me encantaría que me dejaras que te
comiera toda la polla de cabo a rabo, nunca mejor dicho…pero sé que eso no
puede ser, no es lo tuyo, ¿verdad?
. . .
¿Cómo pudiste fallar?-preguntó a voz en grito y dando un
golpe sobre la mesa.
Apretó un botón. Comenzó a pasar corriente por el dildo
eléctrico que le había introducido en el ano. La respuesta fue un grito mezcla
de dolor y placer.
¿No te das cuenta de lo que ha pasado?-chilló-¡Como esto
llegue a oídos de esa zorra, estamos PERDIDOS! ¿NO ERES CONSCIENTE, INÚTIL?
Giró la ruleta reguladora, intensificando el efecto del
dildo.
¡No estáis en esto para decorar mis pasillos!-siguió
gritando-¡Ninguno! ¡Cuando creía que estaba todo bajo control, vas y la jodes!
¡PRECISAMENTE TÚ, A QUIEN SUPONÍAMOS INFALIBLE!
Le dio a otro botón del mando. La camilla se giró y lo
levantó, dejándolo a merced de unas pinzas que le pellizcaron los pezones, lo
que aumentó más los alaridos.
Escúchame bien.-dijo en voz baja-Vas a arreglar lo que has
destrozado. Trabajarás el doble a partir de ahora…y creo que te imaginas muy
bien dónde…
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