Capítulo 4: Calor
Myo había logrado dormir mejor aquella noche. Lo había hecho
en su cama, con tranquilidad, en un horario normal y con menos pesadillas,
aunque aún bastante revuelto e intranquilo. Al levantarse, lo primero que se
dibujó en su mente al oír el despertador fue la imagen de su mano expulsando
una pequeña corriente de viento. La tarde anterior se había corroborado a sí
mismo que su poder permanecía. Mientras esperaba el sonido del tostador y el
pitido del microondas para poder desayunar, hacía la cama. Acto seguido, se
paró en seco antes de sacar su ropa del armario. Pensó de nuevo en el tema de
su poder. Cerró la mano derecha fuertemente y la volvió a abrir. La daga no
apareció, por mucho que hubiese pensado en el aspecto de la misma. Decidió no
darle más vueltas por el momento y se tomó el desayuno. Había recuperado el
apetito, y eso era bueno. Una vez hubo
terminado de desayunar, asearse y prepararse, cogió la cartera y echó a andar a
buen ritmo hacia el instituto. Quería contarles a sus amigos lo que había pasado
con su mano la tarde anterior. Aceleró el paso a fin de llegar cuanto antes a
su destino. Personas y grupos de personas de lo más heterogéneo surcaban las
calles de Tokyo: era hora punta de desplazamientos.
Cuando por fin llegó al instituto, se dirigió al vestuario.
Dentro estaban varios compañeros de su clase, algunos de las clases adyacentes
y, en el fondo, en una esquina, distinguió a un pensativo Priscille.
¡Priscille!-exclamó Myo sonriendo mientras se acercaba a
él-¡Buenos días!
Priscille estaba en ropa interior, supuestamente poniéndose
el uniforme, pero sentado en un banco, con una pierna cruzada sobre la otra y
un libro muy grueso apoyado.
¡Buenos días, Myo!-respondió Michelle mientras se ajustaba
las gafas y se apartaba la melena para vislumbrar bien a su amigo-¿Estás mejor?
Mucho mejor.-respondió el chico de ojos amarillos-Sigo muy
nervioso e intranquilo, pero esta noche he podido dormir un mínimo y esta
mañana he desayunado.
Me alegro mucho, de verdad.-Michelle asintió con una
candorosa sonrisa-Creo que tendría que vestirme…
Sí, no es habitual leer en calzoncillos en el vestuario.
-Myo le sacó la lengua a su amigo mientras se quitaba su ropa de calle.
Priscille se puso en pie y se miró. Sólo llevaba los
calcetines y unos bóxers algo anchos de color blanco con líneas rosas. Comenzó
a ponerse el uniforme con mucho ánimo.
Me he quedado encantado esta mañana con este libro.-explicó
el estudioso chico-Lo he encontrado en la estantería de mi madre. Me encantan
los temarios de estructuras...
No tienes remedio.-dijo Myo mientras se anudaba la
corbata-¿Cuánto llevas leído?
Hasta la página por la que está abierto.-respondió su amigo
mientras se abrochaba la camisa.
Myo observó que llevaba más de la mitad del libro leído.
¿Y lo has empezado esta mañana?-preguntó Myo.
Sí…-respondió Priscille sonriente-¡es apasionante!
Yo no sería capaz de entender ni los títulos de los temas,
supongo…-dijo Myo-…pero me alegro de que te guste.
¡NO!-oyeron detrás de ellos-¿Ya leyendo de buena mañana? ¿Y
en el vestuario? ¿No te puedes esperar?
Podría decir lo mismo de ti y las bandas de no quiero ni
imaginarme cuántos kilogramos que llevas en los tobillos y en las
muñecas.-respondió Priscille, quien no había tardado en reconocer la voz de
Michelle.
Buenos días a todos…-Alice apareció detrás de la ancha
espalda de Michelle. Habían llegado juntos.
¿Qué hay?-preguntó Michelle mientras se quitaba las pesas de
encima de los botines-¿Alguien a quien partirle las piernas, Myo?
No, hoy estoy mejor.-respondió Myo inclinándose cortésmente
ante su amigo-No sé cómo puedo estar tan tranquilo, en realidad estoy de los
nervios, pero bueno…
Eso es una buena señal.-observó Alice antes de cerrar la
puerta de la cabina para cambiarse.
Priscille cerró el libro y lo guardó en su cartera, que
estaba mucho más hinchada que las de sus tres amigos.
¿Cuántos libros llevas ahí dentro?-preguntó Myo-Por
curiosidad.
Todos los de las clases de hoy…-contó Priscille-…el de mi
madre…y cuatro novelas que tengo que devolver a la biblioteca.
Y luego soy yo el chico raro por llevar un disco de cien
kilos entre los libros.-dijo Michelle con aires de indignación.
Los tres se rieron. Alice terminó de cambiarse. Nada más
verlo salir, Myo recordó lo que quería decir.
¿Podemos ir afuera?-preguntó-Ahora que estamos los cuatro, necesito
que hablemos a solas un momento.
Asintieron y salieron al pasillo. Buscaron un rincón sin
gente y esperaron a que Myo contara lo que tuviese que contar.
Ayer…-dijo un poco nervioso-…por la tarde…intenté hacer
algún ademán con las manos…y sopló viento. Creo que tengo, de verdad, ese
poder. Esta mañana, por otra parte, he intentado hacer salir las dagas y no lo
he logrado…
Cuestión de tiempo.-supuso Priscille-Tal vez requiera más
concentración…
Puede ser que sólo aparezcan en situaciones de riesgo…-aportó
Michelle.
Ése también es un buen enfoque…-opinó Alice.
Sea lo que sea, el tiempo nos ayudará.-especuló
Priscille-Con el tiempo podrás aprender a ejercer control sobre esa capacidad…o
eso supongo.
Gracias por escucharme, chicos.-Myo se sintió aliviado-Me
gustaría enseñároslo, pero es muy arriesgado hacerlo por aquí y no sé si voy a
poder hacer que se manifieste cuando quiera…
No has de preocuparte.-dijo Alice-Ya surgirá la oportunidad.
Ahora, es mejor que vayamos a clase. Pronto sonará el timbre.
Los demás le dieron la razón y, juntos, se dirigieron al
aula. Las clases transcurrieron con total normalidad hasta la hora del recreo.
Cuando iban a salir del aula para almorzar en algún hueco del pasillo, Alice se
paró en seco.
Acabo de recordar una cosa.-dijo-Hoy tengo que ir a la
oficina de correos a firmar unos impresos para corregir el envío de unos
leotardos que pedí por Internet. Priscille me va a acompañar porque está de
camino a la biblioteca y hoy tenía que devolver unos libros, ¿no es así?
Sí, así es.-respondió Priscille-No vamos a poder quedarnos a
charlar después de las clases. Myo, Michelle, lo sentimos.
No pasa nada, chicos, que se os den bien vuestras
gestiones.-respondió Michelle con una sonrisa.
Lo mismo digo.-dijo Myo mientras buscaba algo para comer en
su cartera.
El recreo transcurrió sin mayores incidencias, y las
siguientes clases se sucedieron de la misma manera. Una vez en los vestuarios,
Priscille y Alice se cambiaron muy rápido, se despidieron y se fueron a su
largo paseo. Entró con prisa entonces un chico con la equipación de baloncesto.
¡Shimazu-san!-dijo cuando vio a Myo-Tú que eres buen amigo
suyo, ¿has visto a Sakurai-taicho por algún lado?
Está aquí detrás…-dijo señalando a los bancos del fondo.
Michelle se asomó con la cabeza cubierta por la camisa del
uniforme.
¿Qué pasa, Yamada-chan?-preguntó con preocupación al verlo
tan agitado.
¿Tienes planes para ahora?-preguntó el chico-El
entrenamiento del jueves que viene se va a tener que cancelar porque el
gimnasio del centro cerrará por limpieza. Todos estamos aquí y no tenemos nada
que hacer, así que me preguntaba si te vendría bien hacerlo ahora mismo para
que el número de horas mensuales de práctica se mantenga.
Michelle se quitó finalmente la camisa y miró a Myo.
Myo, ¿te importaría quedarte un par de horas?-le preguntó
con cara de estar en un aprieto-No podemos perdonarnos un entrenamiento y
necesito que me expliques el problema de Química de anteayer. Ya le he dado
mucho trabajo a Priscille esta semana y vi en clase que sabías hacerlo bien.
Por favor…
Después de todo lo que ha pasado últimamente, eso ni se
pregunta.-respondió Myo sonriente-Estudiaré un poco en el aula de libre acceso
y te vendré a buscar al vestuario dentro de dos horas, ¿te parece?
¡De acuerdo!-Michelle levantó el dedo pulgar-¡Muchísimas
gracias, enano!
Os dejo que habléis.-dijo Myo mirando al chico-¡Quiero verte
en el próximo partido! Nunca fui bueno en el baloncesto, pero tú lo serás por
mí.
Michelle le dedicó una sonrisa y empezó a ponerse la
equipación de baloncesto.
Al llegar al aula de libre acceso, Myo se sentó, sacó sus
libros de clase y se puso a repasar lo que habían dado ese día, intentando
entenderlo todo bien y memorizar los conceptos clave. Había pocas personas en
la sala, unos cuatro chicos más, dispersos, cada uno en su mundo, haciendo sus
tareas o chateando en los ordenadores.
. . .
¡TRIPLE!-exclamó uno de los chicos del equipo-¡Capitán, eres
el mejor! ¡Imbatible!
¡Gracias!-Michelle sonrió-Vamos, chicos, hay que moverse, no
quiero que ninguno de vosotros se quede frío. ¡Al primero que me quite el balón
lo invito a un menú XXL de la hamburguesería de la estación!
Todo el equipo se abalanzó sobre Michelle. Éste los fintó a
todos y volvió a tirar un limpio y perfecto triple.
¡Más reflejos esta vez!-animó Michelle-¡Al primero que me
quite el balón lo invito a un menú XXL de la hamburguesería de la estación Y si
lo lográis antes de que os haga una finta a cada uno, os enseño las revistas
que me compré ayer en oferta!
Los chicos prorrumpieron en vítores y se volvieron a lanzar
a por su capitán. Las largas piernas de Michelle bailaban en la cancha,
esquivando a sus compañeros.
¡TRIPLE!-exclamó Michelle al lanzar-Os quedáis sin ver mis
revistas.
El entrenador pitó.
Es hora de que practiquéis las nuevas estrategias de pases y
entradas. ¡VAMOS!-los animó.
. . .
¡Oh, no!-exclamó Myo mientras corría por el pasillo-¡Se me
ha ido el santo al cielo! ¡He estudiado tanto que Michelle estará harto de
esperarme! Eso sí, me sé las lecciones bien…
Al abrir la puerta del vestuario, se encontró a Michelle de
espaldas, que se había vuelto a cambiar y llevaba los shorts ajustados negros y
la camiseta blanca ceñida.
¡Michelle!-exclamó Myo-¡Lo siento, lo siento, lo siento, me
he concentrado demasiado estudiando!
¡Myo!-se alegró Michelle-¡Creía que te habías ido! Me he
motivado tanto entrenando que, tras dejarlos en las duchas, me he cambiado otra
vez y me he bajado al gimnasio de nuevo a hacer un poco de pesas…
Vaya, ¡qué coincidencia!-Myo se alivió-Podemos volver
juntos, ninguno hemos sufrido por la impuntualidad del otro. Te esperaré
mientras te cambias.
Sí, voy a adecentarme un poco.-dijo Michelle-Una buena
ducha, una buena masturbación, me cambio y nos vamos.
¿Has cogido como costumbre masturbarte después cada sesión
de ejercicio?-le preguntó Myo.
Sí.-Michelle sonrió como un niño pequeño ante un caramelo-Me
encanta hacerlo y, además, relaja un montón. Tras eyacular, todos los músculos
se sueltan y el cuerpo queda laxo y en mejores condiciones para recuperarse de
los esfuerzos. Mira que les digo a los chicos que lo hagan después del
baloncesto, pero yo creo que no me hacen ni caso…
¿Les dices eso?-Myo se sorprendió-¿En serio?
Por supuesto, no obligo a nadie.-Michelle se excusó-Sólo se
lo recomiendo. Tal vez sean pudorosos en ese tema…pero creo que a más de uno le
gusta el jueguecito.
Myo se rió.
Como nunca hay nadie más que yo en mi casa, puedes pasarte
ahora a mirar lo de Química.-ofreció Myo.
Michelle asintió. Tragó saliva. Ya era bastante tarde. Todos
los chicos se habían ido. Necesitaba ayuda con esa asignatura, así que no le
importaba estar un rato en casa de Myo.
Oye, Myo…-Michelle se llevó las manos a las caderas y separó
un poco las piernas.
¿Sí?-respondió inmediatamente su amigo.
He pensado que…-Michelle empezó a trabarse-…sería
divertido…bueno, me gustaría…
¿Ajá?-Myo estaba interesado en saber cuál era ese plan tan
divertido.
…tener sexo contigo.-concluyó Michelle contundentemente.
¿Qué?-Myo sintió un calambre.
No quieres, ¿no?-Michelle se rascó el pelo-No pasa nada, olvídalo.
Yo no he dicho eso…-Myo estaba pensándose cada palabra-…sólo
me has cogido de sorpresa. Supongo que…no hay nada malo en ello, ¿no? Aunque es
un poco súbito…pero no pasa nada, ambos somos amigos, estoy dispuesto a
ayudarte en lo que necesites y a tu lado no tendré miedo.
Myo tenía ante sí la oportunidad de comprobar qué era lo que
le gustaba. No podía negarse, por descabellado que pareciese. ¿Sexo con su
mejor amigo? Podría ser inconcebible para otras personas, pero él necesitaba
probar. Además, Michelle era muy guapo y tenía un buen cuerpo.
Y…-se aventuró Myo-¿aquí mismo?
No hay nadie nunca a estas horas.-le aseguró su amigo
tendiéndole la mano-Nadie podrá interrumpirnos.
Myo tomó su mano y se dejó levantar del banco en el que se
había sentado para hablar.
Cierra la puerta.-le pidió Michelle.
Myo fue hasta la puerta del vestuario y la cerró. Cuando
volvió a girarse, Michelle se había quitado la camiseta, las zapatillas, los
calcetines y los pantalones. Llevaba unos bóxers muy ceñidos de un color rojo
tan saturado que hacía daño a la vista. Tenían unas palabras aleatorias
escritas en blanco en el lado izquierdo, y una flecha de color gris oscuro
apuntando hacia arriba en la pernera del mismo lado. Se leía en ellos una
creciente erección. Myo nunca había visto completamente desnudos a sus amigos,
pero pudo ver que el pene de su pelirrojo amigo era bastante grande, más que el
suyo como mínimo. Se lo esperaba dada su corpulencia, por otra parte.
Sin saber qué decir, el joven de cabello verde se quitó la bufanda
y se levantó la camiseta. Cuando se la hubo quitado, Michelle se acercó a él y
lo agarró dulcemente por la cintura.
Quiero probar tu pene.-le pidió-Es algo con lo que llevo
fantaseando algún tiempo. Nunca he probado uno, quiero saber lo que se siente.
Quiero que nuestros cuerpos se unan, que mi cuerpo proteja al tuyo y te haga
olvidar lo mal que lo pasaste con esa mujer…
Myo se conmovió con aquellas palabras. Le gustaba abrazar a
Michelle porque solía guardar muy bien el calor, lo que era de agradecer en un
otoño tan frío. Además, entre el entrenamiento que acababa de hacer y la
excitación, se encontraba tan caliente que pensó que podría quemarse.
Con sus enormes manos, Michelle apoyó a Myo en el suelo
apretándole levemente sobre los hombros, dejándolo sentado con la espalda
apoyada en la pared. Comenzó a besar y a lamer su cuello. Bajó por su torso,
besando su plano abdomen. Cuando llegó a la cintura, le hizo un gesto para que
estirase las piernas. Enrojecido y extasiado, Myo las estiró. Se encontraba muy
excitado.
No te pongas nervioso…-dijo Michelle en voz baja al ver que
su amigo tiritaba.
Le desató las zapatillas, se las quitó con delicadeza, las
dejó en el suelo e hizo lo mismo con los calcetines. Besó sus pies y, acto
seguido, se deslizó entre sus piernas hasta tener la cabeza entre sus piernas
mientras le acariciaba el tronco superior con las manos. Estiró un brazo para
desabrocharle el botón del pantalón y bajarle la bragueta. Volvió a colocar sus
dos brazos en el pantalón y se lo quitó lentamente. Procedió entonces a
quitarle de golpe la ropa interior. El pene de Myo, erecto, se vio liberado y
emergió. No era demasiado grande, aunque tampoco excesivamente pequeño. Estaba
ligeramente curvado hacia la derecha y no tenía mucho arco hacia arriba. Michelle
lo miró unos segundos. Lo tocó, humedeciendo sus dedos en el líquido preseminal
que estaba segregando. No lo dudó más: lo agarró, le retiró el prepucio con
lentitud y delicadeza y bajó su cabeza hasta abarcar su glande con los labios.
Movió la lengua haciendo círculos, deteniéndose en el frenillo en cada vuelta.
Myo se convulsionaba. Michelle volvió a levantar la mirada. Sus ojos se
cruzaron con los de su amigo, que estaba sonrojado y con cara de éxtasis.
Siendo consciente de su propio calor corporal, Michelle volvió a bajar la
cabeza y comenzó a lamer el pene de Myo de manera uniforme. Tras ello, se lo
introdujo entero en la boca y se lo fue sacando y volviendo a introducir de
manera lenta y medida. Con una mano le sujetaba la base del pene y con la otra
jugaba con los testículos de su amigo.
…-Myo emitía sonidos de placer, pero no podía mediar
palabra. Se sentía en el paraíso. Su amigo lo hacía muy bien para ser
primerizo…aunque tampoco tenía mucho de donde comparar, pues nunca le habían
hecho una felación.
Siguieron así unos minutos. En su baño amniótico, Myo no se
dio cuenta de que iba a eyacular…hasta que lo hizo. Sintió cómo su, en
comparación con el de Michelle, modesto pene bombeaba varios chorros de semen
en la cálida y experta boca de su amigo.
¡Lo…-se intentó disculpar Myo-…lo siento! Te tenía que haber
avisado…espera, buscaré la papelera…
El joven hizo ademán de levantarse, pero Michelle se lo
impidió poniéndole las manos en las rodillas. Se miraron. El pelirrojo tragó
sin cerrar del todo la boca. Mientras tragaba el semen de Myo, un chorro salió
de las comisuras de sus labios.
Es tan…-dijo Michelle en su sopor-…dulce…
Myo sintió una atracción prácticamente magnética al ver ese
chorro de semen caer entre las marcadas clavículas de Michelle. Sin poder
evitarlo, se lanzó a lamer su torso de arriba hacia abajo recorriendo el camino
del semen. Todo el cuerpo de su amigo estaba caliente y muy sudado. Sintió
familiar el olor a sudor y semen, aunque, esta vez, le gustó más: el sudor era
de Michelle. Mientras saboreaba su propio semen y el sudor de su amigo,
disfrutaba pasando su lengua por el cuadriculado abdomen. Sin darse cuenta, tenía ambas manos amasando
el cubierto pene de su corpulento compañero.
Con una mano tiró de la tela de los bóxers y, con la otra,
sacó a relucir el pene. Era muy ancho y musculoso, con los vasos sanguíneos
bastante marcados. Era también bastante largo y con un pronunciado arco hacia
arriba. Sus testículos eran también muy grandes. De la gran erección que tenía
se le había bajado solo el prepucio. Volvieron a cruzar sus miradas. Michelle
se soltó la coleta y Myo intentó hacerle una felación a su amigo. Encontró
dificultades, pues el pene era muy grande. Intentó hacerlo todo lo cariñosa,
lenta y consideradamente que pudo. Lamiendo en todas las direcciones y
sentidos, introduciendo buena parte de él en su boca, saboreando cada segundo
ese pene tan fuerte como los brazos de su dueño, que tanta seguridad y
confianza le inspiraban. El sabor que le daban el sudor y el líquido preseminal
a ese pene tan caliente lo estaba volviendo loco.
Michelle gemía entrecortadamente. Sintió un fuerte calambre
en los testículos. En medio de un grito que no parecía de su voz, soltó una
caudalosa eyaculación en un chorro que pareció una marea. Le retiró el pene de
la boca a su amigo. Ahora que había eyaculado, su erección comenzaría a bajar y
su miembro quedaría lacio por su peso. Por su parte, Myo estaba mirando hacia
arriba, con la boca abierta y sin saber qué hacer. El semen le chorreaba por
ambos lados de la boca. Su sabor lo estaba haciendo indescriptiblemente feliz.
¿Te…te gusta…?-preguntó Michelle descansando en el suelo.
Myo hizo ademán de asentir con la cabeza, pero seguía sin
saber si tragárselo.
Oye…-volvió a hablar Michelle-ya que tú has probado el tuyo
propio y el mío…yo también quiero probar mi semen para que ambos estemos
completos.
Se levantó e introdujo su lengua en la boca de Myo,
llevándose todo el semen que pudo. La saliva de la boca de su amigo goteaba por
su barbilla mezclada con la suya propia. Mientras intercambiaban fluidos con la
boca, comenzaron a masajearse el pene el uno al otro. Estaban húmedos,
envueltos en saliva y semen. Tras este último acercamiento, los dos se miraron,
ya un poco recuperados del profundo éxtasis. Coincidieron en que estaban
exhaustos. Se ducharon juntos en la misma ducha. Ambos se sentían complacidos y
revitalizados, y muy contentos. Charlaban alegremente de varios temas mientras
se duchaban y se vestían, pero, sobre todo, comentaban lo que acababan de hacer.
Me lo has hecho tan bien…-Michelle se sentía profundamente
agradecido.
Tú también.-respondió Myo-¿Alguna vez antes habías hecho
esto con alguien?
No, nunca…-contestó Michelle.
¿Cómo sabías cómo hacerlo así de bien?-preguntó Myo-Me has
dejado seco.
Me fijo mucho cuando lo hacen en el porno…-respondió
Michelle-…si quieres, puedo enseñarte a hacerlo.
Si repetimos esto alguna vez…-dijo Myo-sentiré que es mi
obligación complacerte bien. Tu pene es realmente grande y es difícil de
chupar…aunque me parece sumamente bonito. Me costará aprender, pero me
esforzaré.
El tuyo también tiene su atractivo, Myo.-concluyó
Michelle-¡Oye, mira la hora! ¿Me vas a ayudar con Química o ya es muy tarde?
Myo se rió.
Tenemos todo el tiempo del mundo, no pasa nada si esta noche
nos acostamos tarde…-dijo el chico de cabello verde-…ven a mi casa y te lo
explicaré. Pero no hemos de tardar, tus padres se preocuparán si se enteran de
que llegas tarde a casa.
Descuida…-respondió Michelle-…saben que tengo unos amigos
maravillosos con los que no me pasará nada si estoy con ellos.
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