VIII: El show de
Saito
Saito se despertó con dolor de cabeza aquella mañana. A la
primera nota que reprodujo el despertador, lo apagó y saltó de la cama.
Rápidamente se quitó el pijama y la ropa interior y se puso bajo la ducha. Tras
ducharse en tiempo récord, se fue a la cocina envuelto en una toalla a hacerse
el desayuno. Mientras llenaba su estómago por primera vez en el día, pensaba en
todas las cosas que tenía que hacer: ir a clase, estudiar, renovar libros en la
biblioteca, entrenar en el polideportivo, una posterior clase de barra que
habían adelantado por motivo de un día festivo y, después, noche en el club
nocturno, donde se ganaría el pan. Tal vez cualquier otra persona caería
víctima del estrés, pero él estaba más que acostumbrado. Mientras, ya con el
estómago lleno, se vestía en su cuarto, le daba vueltas a la cabeza. El más
difuso y leve recuerdo de la noche anterior con Izaya lo enardecía locamente y
despertaba al semental de su interior, pero no dejaba de sentirse algo apenado
y culpable. Se había esforzado mucho en que Izaya no lo notase antes de irse
del apartamento, pero algo le decía que su esfuerzo no había dado el fruto que
él esperaba. Sin permitirse gastar un segundo más en autoalimentar su dolor de
cabeza, cogió su mochila e introdujo en ella varios libros, una carpeta, dos
cuadernos, un ordenador portátil, un estuche y dos calculadoras científicas. Se
la colgó, tomó el manojo de llaves que tenía en la mesita de noche y abandonó
el piso, cerrando la puerta con dos vueltas de llave tras de sí. Echó a andar a
paso muy ligero, casi trote, a la universidad, donde le esperaban arduas horas
de clase de las asignaturas que más le estaban costando. Antes de darse cuenta,
entre las imágenes de Izaya, los extraños individuos trajeados y la sucesión de
ideas de todo lo que tenía que hacer en ese día en el que sólo iba a pasar por
su casa para dejar la mochila de la universidad y coger la del gimnasio, llegó
a la entrada de su facultad, donde encontró a dos chicos y una chica de su
clase.
¡Buenos días, Saito!-lo saludó uno de los chicos-¿Y esa cara
de autodestrucción que traes?
Anoche follé.-respondió sin darle más importancia-¿Qué tal?
Ah, pues bien…-respondió el chico-…estamos esperando a que
se haga la hora de entrar. Oye, ¿nos podrías echar una mano con esto?
El otro chico, que tenía un cuaderno abierto en las manos,
le enseñó un ejercicio de clase.
Hay algo mal en esas líneas de código y no tengo ni la más
remota idea de qué es.-dijo el segundo chico-Estoy por jugar al fútbol con el
compilador, ¿sabes?
Saito agarró el bolígrafo que la chica tenía en las manos,
guiñándole un ojo, y le apuntó a su compañero un par de palabras y símbolos en
las líneas que le había señalado.
Listo.-dijo-Oye, vengo un poco destemplado, me voy dentro a
coger sitio, ¿vale?
Despidiéndose, por poco tiempo, de sus tres compañeros de
clase, entró en el edificio. A los pocos minutos, entraron sus compañeros y el
profesor, el cual llegaba dispuesto a dar una clase muy intensa y llena de
complicaciones.
. . .
Salió de clase corriendo en dirección a la biblioteca
universitaria, donde presentó una tarjeta en el mostrador para renovar el
préstamo de unos libros y, acto seguido, buscó una mesa donde sentarse y
repasar lo que había dado esa mañana para, después, poder estudiar las cosas
que más complicadas le habían resultado en esa semana. Miró su reloj de
pulsera: disponía de dos horas y media para poder salir corriendo en dirección
a su casa, dejar sus cosas y coger otras para pasarse el resto del día en el
polideportivo antes del show nocturno. Tras rellenar una considerable cantidad
de folios de extensa formulación matemática y dejar su portátil bien caliente,
recogió sus cosas, se volvió a cargar la mochila y corrió hacia su piso de
nuevo. Llevaba toda la mañana fuera, pero no había tenido la oportunidad de movilizarse,
así que estaba deseando dar utilidad a sus musculosas y bien entrenadas
piernas. Tras una fulgurante carrera, dejó su mochila sobre la cama, cogió una
bolsa grande, la llenó de ropa deportiva, toallas y demás objetos que
necesitaría para entrenar, así como una cartera con documentación y el traje
que llevaría a la actuación de aquella noche. Después de coger una lata de
bebida isotónica de la nevera, salió de nuevo del apartamento a buen ritmo
mientras se la bebía. Llegado al polideportivo, comprimió la lata vacía con una
mano y la tiró en la papelera de la entrada. Volvió a mirar su reloj.
Menos mal…-suspiró-…no me hacía ni puta gracia pensar en la
idea de que Ayashi y Ririka me cortaran las pelotas por llegar tarde cuando
habíamos quedado para entrenar.
Subió corriendo al vestuario, se cambió el uniforme de
camarero que llevaba por algo de ropa deportiva ligera y, tras dejar sus cosas
en una taquilla, bajó hacia la sala donde había quedado con sus compañeras, con
una toalla alrededor del cuello y una botella de agua en la mano.
¡Hola, chicas!-las saludó al ver que ya estaban allí.
¡Buenos días, Saito!-lo saludó Ayashi-¿Y esa cara?
Hola…-saludó Ririka con timidez.
Joder, ya es la segunda vez hoy…-dijo Saito rascándose la
nuca-…cansancio, supongo, llevo toda la mañana en clase, después me he puesto a
estudiar y luego he venido aquí corriendo.
¡Guau!-dijo Ayashi-Yo he tenido dos horas de clase solamente
esta mañana, aunque tengo prácticas de laboratorio después de comer…voy a
llegar a barra con olor a reactivos, o algo.
Aunque te embadurnases en formol…-dijo Saito con una
sonrisa-…tu aroma de mujer seguiría pegado a tu piel.
No sé ni para qué pelotas me preocupo.-respondió Ayashi-Eres
el mismo de siempre. Bueno, ¿les metemos manos a esas pesas?
Yo le metería mano antes a otras cosas, pero me parece
bien.-respondió Saito cogiendo una barra del estante y cargándola con discos.
Se miran pero no se tocan.-dijo Ayashi poniéndose el brazo
delante de los pechos-Bueno, lo normal sería que tampoco se mirasen, pero, no
sé por qué, me da igual.
Y yo que me alegro.-respondió Saito-Ririka, ¿por qué nunca
hablas? ¡Ya hay confianza!
Realmente…-respondió la chica mientras colocaba una pequeña
carga a su barra de peso-…no tengo mucho que aportar a esta conversación.
Vamos, tía, da igual.-dijo Saito-Puedes decir lo que
quieras, estamos aquí para pasar un rato juntos. Lánzate, en serio, puedes
hablarnos de lo que quieras. ¿Cómo llevas las clases?
Tengo un par de sesiones esta tarde…-respondió la chica
rubia-…voy a tener que patinar rápido para llegar a clase de barra.
Saito recordó lo distinta que parecía la noche en la que
fueron atacados. Pateó a varios hombres armados sin miedo. ¿Realmente eran la
misma chica? A pesar de que Izaya lo atrapó en su red de lujuria y Ayashi
llevaba excesivamente poca ropa para entrenar ese día, el chico no podía parar
de pensar en aquella noche. Entonces, reparó en lo que había dicho de los
patines.
¡Ah, sí!-sonrió el chico-Cuéntanos algo de lo tuyo con los
patines. Aquí somos todos unos locos por el deporte, estamos para compartir
conocimientos y experiencias en este mundillo, ¿no? Ya que nos dijiste que las
artes marciales no eran lo tuyo, que empezaste Karate y lo dejaste porque no te
gustó…cosa que aumenta mi intriga por saber cómo das esas patadas tan brutales,
¿por qué no nos cuentas tus vivencias de patinadora? Lo haces francamente bien,
yo nunca fui bueno en eso, y mira que, cuando era niño, mis padres me regalaron
unos patines en línea parecidos a los tuyos y
lo único que logré fue hacerme polvo contra el suelo una y otra vez…
Y así, mientras hacían varios ejercicios de musculación con
pesas y discos, pasaron una entretenida mañana.
. . .
Llegó la hora de colocar las barras. Saito había comido un
plato de ensalada en la cafetería más cercana al polideportivo y se encontraba
en un estado de cierta hiperactividad.
¡Hola, gente!-saludó alegremente Xing Yi al llegar-Es una
pequeña putada esto de dar dos días seguidos de clase, vamos a morir, lo
sabéis, ¿no?
Es de imaginar.-respondió Saito-Esa mujer no se cansa nunca,
joder…
Venga, pequeño, ni que llevaras todo el día fuera de casa
matándote a currar.-le dijo Ayashi sacando la lengua mientras hacía
abdominales.
Y lo que me queda, ¿sabéis?-contestó el chico mientras
estiraba la espalda con la barra-Esta noche tengo un show.
Me encantaría ir a verlo.-respondió Izaya, que estaba al
lado del grupo estirando los glúteos-No obstante, tengo una cena familiar. Hace
mucho que no veo a mis padres.
Oh, ¡qué guay!-comentó Xing Yi.
Ay, vaya, lo siento…-se disculpó Izaya.
No te preocupes, Izaya.-dijo el chico sonriendo-Tengo
pensado volar a Corea una vez al mes en un fin de semana si saco algo más de
dinero con la barra…
¡Eso es genial!-comentó Izaya-¡Me alegro por ti!
Esto…-Ririka iba a hablar, pero llegó la profesora.
Buenas tardes.-saludó, con su seriedad y puntual
características, mientras cerraba la puerta tras de sí.
Dejó sus cosas en el banco, se quitó la blusa que llevaba
encima del vestido y se desató el pañuelo que llevaba en el cuello. Acto seguido,
se encaró a sus alumnos y se acercó a su barra.
Bienvenidos un día más a clase de baile de barra.-saludó
educada y taimadamente-La clase de hoy la vamos a dedicar a la introducción al
agarre de tobillos…y bien me habéis oído decir introducción, porque no es nada
fácil. No es preciso ser un genio de la palabra para saber que nos referimos a
esto…
La chica se sujetó con las dos manos en la barra, se abrió
de piernas algo más de doscientos grados en vertical y, alejándose de la barra
estirando los brazos, cerró las piernas sobre ella, sujetándola entre sus
tobillos. Tras ello, soltó los brazos y se estiró, quedando completamente
horizontal en el aire, con su enorme melena regando lacia el suelo y haciendo
leves movimientos con los pies para girar sobre sí misma sin variar su altura.
Tras la demostración, se abrazó a la barra, soltó las piernas y descendió hasta
el suelo serpenteando por la misma, tras lo cual quedó de pie con las piernas
cruzadas y rozando la barra con una mano, como si la acariciara.
Todos estaban boquiabiertos.
Joder…-susurró Saito-…yo no puedo ver esto y pretender que
el proceso sea isotérmico.
Izaya rió por lo bajo.
Yo quiero hacer eso…-dijo Xing Yi en voz baja con cara de
admiración.
Seguro que lo consigues en tiempo récord…-le dijo Mirumi con
una sonrisa.
Hora de que os lancéis a la aventura.-dijo la joven
chasqueando los dedos.
Todos intentaron hacer el movimiento. Algunos no lograban
agarrarse con los tobillos y, para no caerse y parecer novatos, agarraban la
barra con los gemelos para excusar su falta de habilidad. Otros lo intentaban y
caían libremente conforme soltaban los brazos. Se oían los suaves golpes de la
gente cayendo a las colchonetas, así como algunos gritos involuntarios al notar
que se caían.
Bien.-dijo la instructora-Como siempre, un buen trabajo. Lo
habéis intentado muy bien. ¿Qué creéis que os falta para dominar este
movimiento cuando más de la mitad de vosotros podéis poneros la barra justo en
la entrepierna y girar en ella sin usar las manos?
Fuerza.-se oyó decir por el fondo de la sala.
Sí.-respondió la maestra-Pero no. He dicho, y repetiré
cuanto sea necesario, que no hace falta ser una persona musculosa para bailar
en la barra con maestría. Si bien es cierto que una persona que de entrada sea
forzuda podría dominar este agarre con más prontitud que alguien con poco tono
muscular, no es estrictamente necesario tener unos músculos de competición. El
posicionado de cada músculo determina acusadamente la distribución de tensiones
y cargas aplicadas sobre el cuerpo. Imaginaos esta técnica como si fuera una
viga en voladizo. Los voladizos se pueden tratar de muchas maneras y se puede
controlar la eficiencia en su uso a la hora de la construcción, por lo que…
¿Esta mujer nos ve cara de especialistas en construcción?-preguntó
alguien del grupo.
Me da en la nariz que su trabajo principal está relacionado
con estas cosas.-respondió una chica-Siempre hace símiles que sólo entienden
los que tienen estudios relacionados, como esa chica gigantesca del pelo azul…
. . .
Me duele todo.-dijo Saito-Creo que esos estiramientos que
nos ha puesto antes de terminar me han desplazado un testículo, o un huevo,
propiamente dicho.
¡Venga ya!-dijo Ayashi-Eres muy flexible y lo sabes.
¿Hola?-dijo Saito entre risas-Vosotras lo sois mucho más y
os veo unas caras de dolor tremendas.
Lo de esta chica no es normal.-dijo Izaya-No sé cómo puede
dar tanto de sí… ¿es de goma?
¿Os habéis fijado bien en sus piernas?-preguntó Saito-Me
recuerdan a los documentales de fauna…cuando una leona corre para cazar, se le
marcan bien los músculos de las patas…
Eres un puto salido.-dijo Ayashi con una amplia sonrisa.
Gracias.-dijo el chico-Vosotras no os quedáis atrás.
Je…-rió Ririka.
Bueno, gente, me voy corriendo a la ducha.-dijo-Tengo que
llegar a tiempo para cambiarme en el antro. ¡Nos vemos, pasad buena noche!
¡Hasta la próxima!-dijo Xing Yi, que acababa de llegar de
recoger su barra.
. . .
Tras ducharse por tercera vez, corrió al club nocturno. Al
llegar, el gorila de la puerta lo dejó pasar, pues ya se conocían. Una vez
dentro, se coló en el despacho del gerente, que estaba fumándose un puro
mientras con la otra mano sujetaba un vaso lleno de licor y hielo y dos chicas
muy ligeras de ropa le daban masajes en el cuerpo.
Buenas noches, señor.-saludó-¿Tienen la barra lista?
Ya lo creo, muchacho.-dijo el hombre con su áspera voz-Te
hemos traído una barra de calidad. Es la primera vez que vas a hacer baile de
barra aquí, y espero que te salga bien. Sabes que no nos gustan los fallos,
Hakuroku…un mal espectáculo y estás en la calle.
No le voy a defraudar, señor.-dijo Saito educadamente-Voy a
cambiarme.
El gerente le hizo un gesto para que se fuera. Tras unos
minutos en el vestuario, salió, vestido con unos pantalones negros muy
ajustados en los que se podía leer perfectamente la forma y la orientación de
su pene, aun en estado normal, unas botas altas negras, un chaleco del mismo
color sin ninguna camisa debajo, un alzacuellos blanco del que colgaba una
corbata negra y unos puños de tela blanca en las muñecas cerrados con gemelos
de azabache. Se había atado en su largo mechón lateral una cadena de
resplandeciente plata que terminaba en un coletero del mismo material que le
ataba el mechón por la parte baja. Vio que, en la tarima donde iba a actuar,
había perfectamente fijada a suelo y techo una barra metálica y brillante. Las
luces de colores de la estancia, donde bailaban y bebían multitud de mujeres,
se centraron en la tarima.
Con todas ustedes…-dijo el DJ con un micrófono-…una noche
más…nuestra estrella más brillante, la estrella negra… ¡SAITO HAKUROKU!
Mientras el público gritaba, aplaudía y vitoreaba, el chico
se abrió paso y subió a la tarima de un salto. Acto seguido, agarró la barra
con una mano.
Esta noche, por primera vez, nuestro gran stripper…-continuó
presentando el DJ-¡NOS DELEITARÁ CON UN BAILE DE BARRA! ¡QUE EMPIECE EL
ESPECTÁCULO! ¡DÉJALAS BIEN HÚMEDAS, TÍO!
¡EMPAPADAS!-gritó Saito con una resplandeciente sonrisa, a
pesar de que, por no llevar micrófono, no se le oía.
Las chicas le aplaudieron aún más: se creían que estaba
dando las buenas noches.
Comenzó a sonar la música, elegida personalmente por el
chico. La profesora les había enseñado a coreografiar y a elegir música y,
aunque todavía no era un experto como ella, había conseguido encontrar algo de
su gusto que pegase con el estilo. El chico se agarró a la barra levantando los
brazos, simulando estar esposado a ella. Comenzó a girar sobre la barra,
arqueando su espalda y girando su cadera. Tras varios giros, apoyó los pies en
la barra y abrió las piernas, quedando hecho un completo arco. Lanzó una patada
al aire, quitándose una bota. Mientras descendía, se quitó la otra con
vehemencia. Sujetándose a su preciado eje con una mano, comenzó a girar sobre
la barra con ayuda de sus pies mientras con la otra mano se quitaba la corbata.
Acto seguido, se arrodilló, pegando su espalda a la barra y abriéndose de
piernas, momento en el que se arrancó el alzacuellos, se desabrochó un gemelo y
dejó caer uno de los puños al suelo.
La música seguía sonando y cautivando al público. Cuando
Saito se quedó en calzoncillos, que eran negros también y muy ajustados, las
chicas comenzaron a subir a la tarima y a rodearlo. Todas luchaban por tocarlo,
sentir su cuerpo, su piel, su sudor y, a ser posible, tocarle el trasero o la
entrepierna. Dando rienda suelta a su lujuria, Saito comenzó a acariciar a las
chicas que tenía más cerca, dejándose levantar por ellas, que no paraban de
acariciarlo por todas partes mientras le introducían billetes en la ropa
interior.
¡ME VOY A FORRAR ESTA NOCHE!-exclamó el chico, encantado con
su trabajo.
Saltó hacia la barra, a la que se enganchó a una altura
considerable, descendiendo por ella mientras giraba a su alrededor cabeza
abajo. Al llegar al suelo, se abrió de piernas y echó todo su cuerpo hacia
atrás, obligando a que se marcara más su gran miembro viril, en el cual empezó
a notar el roce de grandes cantidades de billetes que no paraban de
introducirle. Mientras seguía agachado, introducía las manos en las faldas de
las chicas, les masajeaba las ingles, les introducía los dedos dentro de la
ropa interior, les acariciaba las nalgas y los labios…tras lo cual decidió
levantarse y agarrar los pechos de más de una, que ya estaban descamisadas,
sonrientes y montadas en la lascivia. Llegó entonces el momento. Con una ágil
maniobra, se quitó la ropa interior, la cual sujetó fuertemente con los
dientes: bajo ningún concepto se iba a separar de todo aquel dinero, que podría
perfectamente medirse con el que le iban a pagar los dueños del local, que eran
los que verdaderamente lo habían contratado. Al ver el enorme pene erecto del
chico, todas las asistentes lo rodearon aún más de cerca. Las más valientes
intentaron tocarlo, pero se chocaban las unas con las otras. Mientras Saito
mordía fuertemente la goma de sus calzoncillos, notaba como el sudor que los
empapaba salía y chorreaba por su barbilla y su pecho, excitando aún más a las
chicas. No paraba de entrar gente al local, y todas estaban pidiendo buenas
cantidades de bebida: esa noche iban a hacer caja gracias a Saito y éste lo iba
a notar en su sueldo. Justo cuando se iba a dejar hacer una felación por la
chica que tenía arrodillada ante él, vio algo que lo dejó pasmado: entre las
chicas, había dos caras conocidas: una mujer rubia con una larga melena
planchada, vestida de lolita y con botas altas de tacón y plataforma, y otra
con el cabello castaño, suelto, también planchado y con un vestido rojo con
zapatos de tacón a juego.
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