Capítulo 1: ¿Me ayudas?
“Hola,
me llamo Myo, tengo 16 años, me he registrado en este foro porque he visto que
participáis muchos bisexuales y homosexuales. No tengo muy clara mi orientación
sexual, desde siempre me he fijado en las chicas, pero creo que me empiezan a
atraer mis compañeros de clase, amigos íntimos desde la infancia. Llevo así
cosa de un año, y, desde los últimos sucesos que han aparecido en las noticias,
esta atracción se ha acentuado, lo que tal vez demuestre que,
independientemente de vivir bajo una u otra orientación sexual, soy un cobarde.
Me preocupa más el hecho de que sea un cobarde que el de no tener claro lo que
me gusta. ¿Me ayudas? Gracias.”
¿Qué
estás haciendo?-preguntó Alice.
¡Na…nada!-respondió
Myo.
Borró
todo el mensaje y cerró el portátil de golpe.
Intentaba
resolver un problema de clase, pero no me sale…-dijo Myo con cara de
pesadumbre-empiezo a creer que soy un negado en Física.
Devolvió
la mirada a Alice. Era uno de sus mejores amigos, presente en su vida desde su
infancia. Era más bien bajo, tenía un cuerpo extremadamente delgado y se le
marcaban todos los huesos. Su piel era brillante y tersa. Tenía unos brazos y
unas piernas muy delgados que le daban un aspecto débil y enfermizo, pero su
rostro siempre reflejaba serenidad. Sus ojos, de un color azul claro plateado,
eran brillantes y estaban llenos de empatía y bondad. Llevaba su larga
cabellera de color azul claro mate recogida en una cola de caballo recta que le
llegaba hasta casi la cintura, mientras que lo tenía suelto y en corte de cazo
por los lados de la cara.
No
te preocupes, Myo, el examen es dentro de un mes y medio.-lo tranquilizó Alice
con su voz suave y dulce, algo afeminada en armonía con su rostro-Además, no
eres ningún negado. Todos los años has estado aprobando todas las materias.
Física no será una excepción, ya lo verás.
Myo
bajó la cabeza.
Sí,
he aprobado todas, pero, ¿en qué situación?-se lamentó-Nunca subo del 6, muchas
veces apruebo por los pelos, me quedo al borde del suspenso y lo paso muy
mal…ya me gustaría tener una media de 10 con Matrícula de Honor en todas las
asignaturas, como Priscille.
Alice
se plantó frente a Myo y le estiró de las mejillas, forzando una sonrisa en su
cara.
¡Myo!-le
dijo con cariño y una tierna sonrisa-¡Esto no te corresponde, tú no eres así!
¿Dónde está el Myo alegre, animoso, fuerte y valiente al que todo el grupo
quiere tanto?
El
joven Myo sintió un escalofrío cuando las manos de su amigo comenzaron a tocar
su piel. Un escalofrío que hizo que sus preocupaciones se aliviasen…un
escalofrío de placer, tal vez. Alice siempre tenía las manos frías. Era un
chico gélido en todos los sentidos. Siempre aislado, intercambiando las mínimas
palabras posible, sin inmutarse ante nada ni nadie…sólo abierto ante sus
amigos. Un manojo de timidez y delicadeza.
Está
bien, está bien, Alice…-Myo cogió las frías manos de su amigo y las dejó sobre
la mesa, volviendo a sentir ese dulce escalofrío-…por cierto… ¿has visto las
noticias?
Hubo
otro ataque anoche.-dijo Alice con preocupación.
Sí,
tío…-Myo estaba muy preocupado por las noticias de su barrio-…cuesta creer que
haya una especie de enfermedad, mutación o lo que Dios quiera que sea que
afecte únicamente a las mujeres y las convierta en monstruos devoradores y
asesinos de hombres…
Menos
mal que éste es un colegio privado masculino.-dijo Alice-Por lo menos, aquí
dentro estamos a salvo.
Sí,
pero…-se quejó Myo-es muy arcaico. Que sólo tengamos profesores y ninguna
profesora…que no podamos relacionarnos con chicas…es como si nuestra vida
estuviese incompleta.
¿Tan
interesado estás en las chicas ahora mismo?-preguntó Alice con un esbozo de
timidez.
Pues…-Myo
daba vueltas a su cabeza-como todos a esta edad, ¿no?
Ya…-dijo
Alice sonrojándose levemente-bueno…
Myo
miró la hora.
¡Eh,
Alice, mira qué hora es!-dijo Myo-¡Vamos a cambiarnos y larguémonos a casa ya!
Alice
se fijó en el reloj de pared que estaba mirando su amigo y le dio la razón con
la cabeza.
Se
dirigieron juntos a los vestuarios, donde colgaron sus uniformes escolares y
comenzaron a ponerse sus ropas de calle. El uniforme escolar no gustaba a
nadie. Era una horrible camisa blanca genérica, un pantalón negro muy incómodo,
unos zapatos marrones nada juveniles y una corbata obligatoria, pudiendo elegir
el color de la misma. La de Alice era de un color azul helado y la de Myo,
amarilla. Por vergüenza de Alice, cuando los chicos se cambiaban juntos para
volver a casa, lo hacían en mamparas separadas en lugar de en medio del
vestuario como cuando estaban los demás. Myo lo agradeció. No sabía cómo reaccionaría
si viese a Alice en ropa interior, con ese cuerpo tan estilizado y ese porte…
Terminaron
de vestirse y se miraron. La verdad es que los cuatro amigos eran un grupo muy
peculiar a la hora de vestir. No se parecían en nada, y eran todos unos
extravagantes de cuidado, con modas propias. Alice llevaba un extraño mono azul
brillante muy ajustado, sin mangas y sin perneras, con pelo artificial de color
blanco en los hombros y las ingles, con unos guantes a juego hasta la mitad del
antebrazo y unas botas de suela casi plana hasta la mitad de la espinilla.
Cuando salía de clase, se soltaba la coleta y se le quedaba marcada y suelta en
disonancia con su corte de cazo. Myo no se parecía en nada, parecía un héroe de
videojuego, con su camiseta sin mangas ajustada de color naranja con dibujos
tribales negros, unos pantalones de campana negros con forro interior rojo,
zapatillas deportivas de suela gruesa, en color negro y con cordones amarillos
chillones, varias pulseras en ambas muñecas y una larguísima bufanda naranja,
amarilla, verde y negra formando extraños patrones tribales. Su cabello verde
engominado y sus ojos amarillos y felinos le daban el toque final de
vistosidad. Así, ambos amigos salieron del vestuario, tras cerrar sus
taquillas, con sus uniformes dentro, con llave. Un chico enseñándolo
prácticamente todo y otro con una bufanda por los tobillos. Total disparidad
bajo la que hay una irrompible amistad. Caminaron hacia la salida del instituto
mientras cargaban con sus carteras y conversaban. Al salir a la calle, un
viento escalofriante y algo ominoso los azotó levemente. El cielo estaba un
poco nublado, parecía que se avecinaba una tarde deprimente.
¿No
vas a tener frío así?-preguntó Myo al fijarse en el ya familiar y común atuendo
de su amigo.
Yo
nunca tengo frío…-dijo Alice mientras miraba hacia el cielo.
Oye,
esta atmósfera me da pena…-dijo Myo-parece que hoy va a reinar el aburrimiento.
Tengo que estudiar Física, Priscille y Michelle no están por los temas de los
clubes y la semana cultural, hace mal tiempo…
Venga,
Myo, deja de torturarte.-repuso Alice-Ve a casa, relájate y haz lo que tengas
que hacer. Mañana será un día mejor. Volveremos a estar los cuatro juntos, como
siempre.
Myo
forzó una sonrisa.
Tienes
razón.-le respondió-¡Nos vemos mañana!
Alice
se despidió con una sonrisa y un movimiento de su cabeza y echó a andar en
sentido contrario a Myo. Sus casas estaban diametralmente opuestas en la
céntrica ciudad de Tokyo. Lo miró una última vez. Se alejaba, con sus andares
apesadumbrados y la impresión de que el viento lo arrastraría. Parecía anémico,
y su trasero era totalmente plano. Pero estaba sano como una manzana.
Myo
vivía solo. Sus padres estaban trabajando en Tel Aviv, la capital israelita,
como médicos. Rara vez podía comunicarse con ellos: la telefonía móvil era muy
cara entre Japón e Israel, y la conexión vía Internet era difícil debido a las
diferencias de franjas horarias, la poca disponibilidad de los padres y el
ajetreo que el propio Myo se imponía. Se mataría a estudiar. Aprobaría ese condenado
examen de Física. Y haría cientos de abdominales y flexiones hasta caer dormido
en el suelo. Quería ser tan listo como Priscille y tan fuerte como Michelle.
Eran lo más importante que tenía en la vida, junto con Alice y sus padres, y
quería estar a su altura. Los admiraba mucho. Las dudas de su sexualidad, el
revuelo de las mutaciones de mujeres en Tokyo, los exámenes, sus
auto-imposiciones, la soledad y la ausencia de dos de sus mejores amigos
durante, hasta ese momento, cuatro días, lo tenía alicaído. Andando sin ganas,
llegó a su apartamento. Abrió la puerta, cerró con llave tras de sí y se
dispuso a dejar la cartera encima de una silla cuando, del susto, se le cayó y
dio un golpe contra el suelo. Había una persona allí.
¿Qué
hace aquí?-preguntó entre jadeos-¿Cómo ha entrado?
Se
giró. Era una mujer alta, con los labios pintados de rojo, el cabello rubio y
rizado y un vestido negro y rojo muy rococó con tacones de aguja: su vecina de
al lado. Todos sabían que se dedicaba a la prostitución para mantener a su hijo
ya que su padre los abandonó.
¡Myo-kun!-dijo
la mujer sonriendo cordialmente-¡Buenas tardes!
Mikoto-san…-Myo
seguía sin entender qué hacía ahí esa mujer ni cómo había entrado a su
apartamento-… ¿puedo…puedo ayudarla en algo?
El
corazón de Myo se aceleró. Pensó que moriría de un infarto. Su mente dibujó el
esquema de golpe. La forma de actuar de Mikoto no era la habitual. Iba a ser
atacado. Lo iba a matar en su propia casa…sin poder despedirse de sus padres.
Cayó de rodillas sin darse cuenta y su cara empezó a mojarse.
¿Por
qué lloras, cielo?-le preguntó con un tono muy dulce-¡Claro que puedes
ayudarme!
La
mujer se lanzó ágilmente hacia él y lo estampó contra una columna. Comenzó
entonces a quitarle la bufanda lentamente.
¡No,
Mikoto-san!-suplicó Myo aterrorizado-¿Por qué hace esto?
Eres
un hombre, ¿no es así?-preguntó una iracunda Mikoto-¡HAZME TUYA AHORA!
La
ramera se contorsionó y comenzó a frotar sus pechos contra el pecho de Myo.
¡PARE,
POR FAVOR!-Myo estaba desesperado.
Mikoto
comenzó a acariciar el cuello de Myo y siguió bajando por su torso, sin
quitarle nada de ropa. Pronto llegó a su cintura entre movimientos obscenos,
gemidos y risotadas aterrorizantes.
¡Ahí
no, por favor!-el joven era incapaz de moverse.
¡NINGÚN
HOMBRE ES CAPAZ DE RESISTIR LA TENTACIÓN DE UNA MUJER!-gritó Mikoto a la vez
que su voz se desfiguraba y adquiría un tono metalizado y animal-¡NINGÚN HOMBRE
ES CAPAZ DE RESISTIR MI TENTACIÓN!
La
señora Mikoto comenzó a acariciar el pene del chico por encima de sus
pantalones mientras su ropa ardía y se caía a trozos. Su piel se hacía
grisácea, sus ojos negros se volvían rojos, su pelo se volvía negro y adquiría
una textura rala. Le salían alas de la espalda. Su dentadura se tornó afilada.
Desnuda, histérica y enloquecida, Mikoto se había convertido en una fea súcubo
de pechos caídos. Según la cultura popular, todas las súcubos eran guapas…
¡NOOOOOOOOOOOOOO!-gritó
Myo esperando que alguien lo oyera y entrase en la casa-¡SOCORRO!
¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!-la
mujer prorrumpió en gritos y risas mientras hacía ademán de masturbar al joven
por encima del pantalón.
Myo
lloraba desconsolado y gritaba como un niño. Veía su vida pasar por
diapositivas. Iba a morir ahí y en ese instante. Su llanto se hizo aún más
fuerte cuando se dio cuenta de que, además de de sus padres, tampoco se había
despedido de Priscille ni Michelle. Sólo de Alice. Alice…
¿POR
QUÉ NO ESTÁS ERECTO TODAVÍA?-gritó la impaciente súcubo mientras frotaba su
lampiña vulva contra las costillas del chico.
Alice…
De
pronto, un ramalazo de fuerza inundó su cuerpo, haciéndole desear gritar.
¡Porque
no me gustas!-le espetó el joven, sin creerse lo que estaba diciendo.
¿CÓMO
TE ATREVES?-gritó la sádica criatura mientras le crecían afiladas garras en las
manos.
¡No
me gustas, eres fea, malvada y asquerosa!-gritó Myo, aún sin creerse dentro de
sí lo que estaba diciendo y el riesgo que ello suponía.
Una
brutal y casi súbita erección se marcó en sus pantalones.
¡HAS
SUCUMBIDO, HOMBRE DÉBIL!-gritó el monstruo-¡INSEMÍNAME Y PREPÁRATE PARA MORIR!
¡MI HIJA BASTARDA ME AYUDARÁ MIENTRAS ESCUPE SOBRE EL CADÁVER DE SU PADRE!
La
súcubo le destrozó la bragueta de un mordisco e introdujo su áspera mano en su
ropa interior. Comenzó a retirarle el prepucio lentamente.
¡NO!-Myo
volvió a su estado de shock, dándose cuenta de que iba a ser violado antes de
morir.
¡MIS
MANOS SON HÁBILES, HUMANO!-gritó la súcubo mientras agitaba rítmicamente el
pene del chico sin aumentar la velocidad a la que le retiraba el prepucio. Con
un dedo que tenía libre, comenzó a acariciarle los testículos con la uña,
provocándole escalofríos.
No
podía acabar así. Con una insulsa despedida con su amigo, sin ver a su familia
ni al resto de sus seres queridos, sin afrontar el examen que lo atormentaba,
sin nada…
¡No
vuelvas a tocarme!-Myo volvió a cambiar, su voz se agravó levemente y espantó a
la súcubo.
¿Se
estaría volviendo bipolar?
El
monstruo comprendió que Myo no estaba erecto por ella. Comenzó a inquietarse.
El joven pudo leer sus pensamientos en cierto modo. Lo que él no veía era que
su cuerpo estaba brillando con un tenue resplandor verde.
No…-Myo
comenzó a jadear y sonrojarse.
La
súcubo comenzó a masturbar al chico frenéticamente, sacando su pene al
descubierto.
NO…-Myo
sintió que no podía contenerse.
¡CAERÁS!-gritó
el persistente demonio
¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!-Myo
gritó para contradecir a su acosadora y se mezcló con un orgasmo. Mientras el
semen brotaba de su glande a medio descubrir y manchaba su ropa y sus brazos,
la luz verde que lo envolvía se intensificó hasta hacer que el monstruo se
retrotrajera.
¡Atrás,
criatura infernal!-gritó Myo mientras agitaba sus manos.
Un
brillante proyectil verde impactó entre los senos de la súcubo, liberando una
corriente de viento que la estampó contra el techo. El chico seguía sin creerse
nada de lo que estaba pasando. Tenía… ¿poderes? Una criatura que sólo había
visto en videojuegos y libros le había provocado un orgasmo involuntario. No
obstante, algo le hizo disfrutarlo y aprovecharse de su energía.
¡Seres
como tú dais mala fama a las mujeres!-le espetó el joven, envuelto en una luz
verde aparentemente mágica, con el pelo moviéndose como si hubiera un fuerte
viento, empapado en semen y con el pene de fuera, todavía erecto.
Myo
se llevó la mano al pene, se volvió a cubrir completamente el glande con el
prepucio y apuntó con los dedos a la súcubo. Sus dedos tenían un casi
transparente pero visible resto de semen a punto de gotear contra el suelo. El
monstruo sacó la lengua y se dispuso a lamer los dedos de Myo cuando, de
pronto, volvió a emanar ese resplandor verde de sus manos, esta vez
convirtiéndose en dos enormes dagas plateadas de empuñadura dorada con las que,
sin pensarlo dos veces, ensartó y descuartizó a la criatura maligna, quien,
entre gritos y maldiciones, se deshizo hasta explotar en partículas negras que
fueron esparcidas por la corriente de viento creada por la manifestación tan
paranormal del cuerpo de Myo, hasta salir por la ventana y perderse en el
cielo.
La
corriente cesó, el brillo se apagó y la erección del chico comenzó a bajar.
Miró su pene, mancillado por una criatura lujuriosa y macabra. Estaba muy
enrojecido y le dolía un poco por el orgasmo tan intenso que había tenido. Aún
le goteaba semen del prepucio. Cayó de rodillas y, posteriormente, al suelo,
mientras los pensamientos acelerados le ponían la cabeza como un bombo. Volvió
a meter su pene en sus boxers negros con una cruz invertida verde en la
entrepierna. Le asaltaban todo tipo de
temores y dudas. Había matado a una mujer. Había dejado a su hijo solo. Había
hecho… ¿magia? Lo habían cuasi-violado. Le habían robado el primer orgasmo a
manos de una persona que no fuera él al masturbarse. Se sentía sucio, dañado y
triste, pero, a la vez, aliviado por su salvación. Comenzó a ver la Física un
juego de niños mientras se preocupaba por todo lo que había pasado. ¿Qué
sucedería con el hijo de Mikoto? ¿Cómo les contaría esto a sus amigos? O, lo
que era más inmediato… ¿tendría que contárselo? El mal tiempo, la creciente
oscuridad, la humedad y tacto pegajoso en toda su ropa por la eyaculación y el
concentrado olor a semen lo abrumaban mientras cavilaba en el suelo sin poder
dejar de llorar por una mezcla de sentimientos con tanta entropía que le estaba
causando un dolor inimaginable.
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