Capítulo 3: Conmoción
¿¡QUÉ!?-exclamaron los tres amigos de Myo a coro mientras se
ponían de pie de un salto.
Alice se llevó las manos a la cara como si fuera a llorar.
¿Có…-se lanzó a preguntar Michelle mientras se le hinchaba
la vena del cuello.
¡Esperad!-dijo Priscille alzando la voz-No debemos
acribillarlo con preguntas ni con cosas que podemos decirle después de hablar.
Nos acaba de decir sin tapujos que la víctima del ataque de ayer fue él. No
podemos agobiarlo.
Se agachó y cogió a Myo por los hombros.
Myo, tranquilo.-le dijo con tono suave-Dinos lo que quieras
contarnos, y no te sientas obligado a contarnos lo que no quieras. Adelante, no
te vamos a agobiar.
Me caí al suelo del susto…-dijo Myo tiritando. Los nervios y
el frío lo habían destemplado-…y ella se abalanzó sobre mí…contra la columna…
Michelle se desató la gabardina y se la echó a su amigo por
encima, pero no medió palabra.
…empezó a tocarme…a hacer movimientos de seducción…me quitó
la bufanda…-Myo sentía que las palabras lo iban a desbordar y se iba a
desmayar, pero el calor de la gabardina, que había sido calentada por la amplia
espalda de su amigo, que siempre estaba a buen tono a pesar de que se acababa
de duchar-intenté negarme, pero enloqueció y se convirtió en una de esas…súcubos
que aparecen en la mitología...se puso a chillar y dejó claras sus intenciones
de violarme y matarme…
Myo tiritaba violentamente. Priscille se sentó a su lado y
lo abrazó contra sí. Michelle se sentó al otro lado y también lo abrazó. Alice
puso sus manos en su regazo y se acercó a él como si quisiera protegerlo con su
cuerpo.
…no dejaba de manosear mi pene por encima de mi ropa…-las
lágrimas de Myo habían empezado a brotar-…intentaba masturbarme a pesar de mis
forcejeos.
¿Por qué nadie me pregunta por qué sigo vivo?-pensó Myo-No
me atrevo a decirlo en frío, es demasiado…me cuesta decirlo en voz alta y tengo
miedo…
¿Cómo pudiste librarte de que te matara?-le preguntó
Priscille mientras le guiñaba un ojo. La empatía de ese chico rozaba lo
paranormal.
Eso es lo que me lleva reconcomiendo todo el día.-dijo Myo
con total seriedad. Había dejado de tiritar y se sentía momentáneamente
envalentonado-Me libré de ella. Si no os digo cómo, me sentiré fatal porque
habré traicionado nuestra confianza absoluta. Si os lo digo, me sentiré fatal
porque creeré que pensaréis que me estoy intentando quedar con vosotros. Ha
pasado algo muy extraño. Sobrenatural.
Dilo sin ningún tapujo.-dijo Michelle poniendo la mano en el
aire.
Escucharemos lo que tengas que decirnos y te tomaremos en
serio.-Alice puso la mano sobre la de Michelle.
Te queremos, Myo, eres nuestro amigo. -Priscille se unió a
la montaña de manos-No vamos a dejarte.
Está bien, allá vamos. -Myo puso su mano sobre las de sus
amigos- Creo que estaba sufriendo pequeños delirios, pues me daban ramalazos de
valentía para gritarle que me dejara en paz y, al segundo, volvía a tener
miedo. Temí estar en el inicio de un trastorno bipolar. Me abrió el pantalón de
golpe, de hecho, me lo rompió por la bragueta. He venido cosiéndomelo mientras
andaba. Comenzó a masturbarme con una habilidad que jamás pensé que sentiría en
mi cuerpo. Sé que os habéis masturbado más de una vez a lo largo de vuestra
vida, -Alice se contoneó un poco- y yo también, pero aquello no tenía ni punto
de comparación. Jugaba con mi prepucio como si fuera el control de una máquina
de precisión. Cambiaba el ritmo como si me leyera la mente, me acariciaba los
testículos con sus uñas…era brutal. No sé si atribuirlo a que era prostituta o
a que la mutación les confiere ese poder. Sabía que, si eyaculaba, se tragaría
mi semen…o haría lo que fuere con él, pues decía que iba a tener una hija
conmigo…y, después, me mataría. No me gustaba nada que tocaran mi pene contra
mi voluntad, y menos para hacer algo tan malvado. No estaba disfrutando. La
masturbación era buena, pero la situación no podía ser más horrible. Es
incomprensible el hecho de que, por mucho que me tocara o se contonease, no
fuese capaz de provocarme una erección, incluso cuando su vulva se deslizó por
mi torso. La erección me vino cuando pensé en que no quería acabar así, en que
quería vivir. No sé cómo, pero, a raíz de la erección, fui sintiendo una fuerza
creciente en mí que me daba la valentía…o temeridad, como queráis llamarla…para
contestar a sus sucias palabras. No podía retenerme más, mi pene estaba muy
hinchado, me dolía, notaba la presión en él, estaba tan caliente que pensé que
mi cadera se quedaría helada por el desplazamiento de la sangre. Tenía los
testículos a punto de reventar, como si me hubiera golpeado contra una pared.
El suelo a mi alrededor empezaba a verse verde…creo que eran efectos ópticos.
Intenté forcejear una vez más y, por ello, eyaculé fuertemente, como nunca
había hecho, ni tras haberme masturbado por primera vez en un mes, y me empapé
entero. Entonces…sucedió la magia.
¿Magia?-preguntó Alice.
Ante todo, sabed que respetaré que no queráis creerme.-dijo
Myo-Me está costando mucho deciros esto, pero lo siguiente es aún peor. Esto va
a ser chocante, pero, si os lo cuento, tal vez me quite un peso de encima.
Veréis…al eyacular por todo mi cuerpo, saqué fuerzas para levantarme y gritarle
de nuevo a esa cosa. Me vi de reojo un segundo en el espejo de la pared de mi
apartamento. Mi cuerpo brillaba…en un tono verde muy saturado… ¡del verde que
sabéis que a mí me encanta! No sé cómo, pero, de mis manos lancé una masa
extraña de esa luz verde, reventó contra el pecho de esa criatura y formó un
viento muy fuerte que sopló por toda la sala y empujó a la criatura contra el
techo. Lo único que quería hacer era ponerme el prepucio en su sitio, que su
aspecto dejase de recordarme que había sido tocado por las manos de ese ser
abominable. Tras hacerlo, se lanzó a por
las gotas de semen que se me habían quedado pegadas en los dedos. Mi miedo se
convirtió en rabia y, de pronto, de mis manos salieron dos dagas descomunales
con las que no dudé en apuñalarla, tras lo que se desvaneció.
Hubo un silencio absoluto. Myo miró, una tras otra, las
caras de sus amigos. Alice estaba llorando y murmurando que lo sentía.
Priscille se había quedado pensativo y con las gafas caídas, con un aspecto
triste. Michelle tenía cara de rabia, pero todos sabían que era una rabia por
no haber podido proteger a su amigo de semejante tortura.
Y no es sólo eso…-Myo siguió desahogándose ya que nadie
decía nada-…aparte de que ahora soy…o, por unos minutos, he sido un mago…o algo
así…está el hecho de que soy un asesino. He matado a mi vecina Mikoto,
chicos…-Myo comenzó a llorar como si fuera a morir-…la he matado…tenía un hijo
pequeño… ¿qué va a ser de él? He dejado a un niño sin su madre. Soy
horrible…merezco la cadena perpetua…
¡Ya es suficiente!-susurró Priscille-No te tortures más,
Myo. No eres un criminal. Eres la víctima. Mikoto sólo fue otra víctima.
Tú no has matado a nadie, Myo…-dijo Alice-…ella ya estaba
muerta. En el momento que fue elegida para mutar, perdió su vida.
Este país tiene medios para encargarse de los menores en
situaciones adversas.-dijo Michelle-El hijo de esa mujer no morirá de hambre.
Lo sustentarán como es debido. Se lo llevarán de ahí y no tendrás que mirarlo a
la cara. Crecerá con las necesidades cubiertas y aprenderá la verdad sobre su
madre cuando llegue el momento.
Entonces…-dijo Myo.
No hay nada más que tengas que justificar.-dijo Alice-Ya
está todo dicho.
Por supuesto que te creemos.-respondió Priscille-¿Por qué no
ibas a poder invocar armas o crear corrientes de viento si las mujeres de
nuestra ciudad se dedican a convertirse en fieras asesinas y hay incluso
grabaciones públicas de vídeo que lo constatan?
Myo, te ayudaremos a aprender a aceptar tu nueva
situación.-dijo Michelle-Mira el lado positivo. Tienes poder para defenderte de
esas cosas. Para defender a quienes tengas al lado. Puedes plantarles cara. Si
los hombres de Tokyo estamos destinados a ser violados y asesinados por una de
esas cosas tan feas, es incluso positivo que alguien pueda hacerles frente. El
fuego policial es inútil, ya lo dijeron en la prensa.
El joven de cabello verde empezó a cabecear.
No digo que te envidie, claro…-dijo Michelle-…comprendo lo
dramática que es esta situación. Pero lo malo ya ha pasado. Sólo quedas tú,
sano y salvo. Vivo. Y con fuerza para plantarles cara a esos seres.
No sé si realmente tengo esos poderes.-dijo Myo-Tal vez
hayan aparecido una vez y ya nunca más volverán. Pero lleváis razón. He
sobrevivido y estoy aquí con vosotros. Muchas gracias.
Myo lloraba de felicidad. Había sido capaz de expresarse, de
decir la verdad. Y lo habían creído. Había triunfado. Abrazó a sus mejores
amigos sin desprenderse del calor de la gabardina de Michelle.
. . .
Puede que, como él, haya más elegidos.-teorizó Priscille una
vez se hubieron levantado del banco.
Se dirigían hacia el punto donde siempre se separaban. Cada
uno vivía en una punta de la ciudad, no podían acompañarse en el camino de
vuelta.
Si alguna persona pudiera defenderse…-caviló Alice-…tal vez
habría esperanzas para solventar esta crisis nacional.
Tal vez los que tengan el poder puedan indagar, cooperar
junto con la policía y descubrir por qué está pasando esto.-dijo Priscille, a
quien le encantaba planificar, programar y elucubrar-La solución no es que
hombres y mujeres nos batamos en una guerra a muerte. La solución es lograr que
ninguna mujer mute nunca más en un ser de semejantes características.
Yo no quiero involucrarme en nada ahora mismo…-dijo Myo-…no
sé si tengo lo que decís…y quiero centrarme en los estudios y en el día a día,
como cualquier estudiante normal.
Tranquilo, Myo, no vamos a involucrarnos en nada.-dijo
Priscille-Vivirás como te lo propongas. Vámonos a casa, todos tendremos cosas
que hacer, ¿verdad?
Los otros tres asintieron.
Myo.-dijo Alice-No se te ocurra estar toda la tarde
reprimiéndote. Si necesitas algo, coge el teléfono y llámanos.
O preséntate en cualquiera de nuestras casas.-añadió
Michelle-Sin avisar. Estaremos a tu disposición.
Todos para uno y uno para todos.-parafraseó Priscille.
Gracias, chicos, sois los mejores…-Myo se sentía extenuado y
se intentaba secar todas las lágrimas.
Tras unas palabras más de despedida, cada uno se fue hacia
su casa.
Myo llegó, preparó su mesa para estudiar y pensó en lo que
hizo. Le lanzó…una especie de proyectil de energía eólica a aquella cosa. Se
miró la mano izquierda, con la que se había cubierto el glande antes de invocar
las dagas. Pensó en lo mucho que le había servido hablar con sus amigos. Ya se
sentía mucho más tranquilo. Se le ocurrió que pronto volverían a él el apetito
y las ganas de estudiar y entrenar. Mientras pensaba en el consuelo de sus
amigos, apretó el puño y lo volvió a soltar. Un soplo de viento movió su pelo y
agitó las cortinas.
¡…-Myo iba a exclamar de la emoción, pero se quedó sin
palabras.
Existía. El poder estaba allí.
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