miércoles, 18 de marzo de 2015

[TY] Episodio 37: Hotel Rakuen

TAIMANIN YAMIYUKI
Episodio 37: Hotel Rakuen

Los días pasaban. Después del exorcismo del túnel de Benibatsu, Gokuruma volvía a gozar de una tranquilidad absoluta y unas defensas inexpugnables. Aunque Inuhito seguía pasando una mala racha y Rito seguía estando condolido por lo que aconteció con sus padres, los seis chicos ya habían empezado sus estudios de doctorado, sus tesis y sus actividades formativas para aprender nuevas habilidades de combate. Entre estudios y entrenamiento, podría decirse que el equipo Yamiyuki gozaba de una excedencia. Si Estados Unidos había llegado al Reino de Tokyo, lo cierto era que estaban muy calmados. No había ningún atisbo de actividad. Asimismo, Kuroageha estaba teniendo dificultades para encontrarlos y anticiparse con lo que fuera.

. . .

Hotel Rakuen. El edificio más lujoso en lo que alojamientos respectaba en el Reino de Tokyo había sido comprado por Layla Phoenix con fondos facilitados por el ejército a tal efecto. Los cinco chicos gozaban de una planta entera para ellos solos, mientras que la sargento se había adjudicado la planta de encima sólo para ella. A veces parecían estar de vacaciones, pues no habían participado aún en ninguna pelea. Necesitaban localizar a los Taimanin, pero no podían encontrar Gokuruma. Tras la expulsión de los Mazoku, aquella aldea parecía haberse borrado de todos los mapas a la vez que cambiaba su localización. Ni siquiera con la información que recibieron días atrás de los labios del tal Nioiko Fuuma les fue suficiente. Conocían a sus principales enemigos, pero no sabían cómo llegar hasta ellos. En la última reunión estratégica habían decidido causar un revuelo lo suficientemente fuerte como para hacerlos salir…aunque de eso se encargarían en otro momento. Hacía una noche preciosa y calmada, perfecta para dormirse mirando el cielo a través de la ventana tumbado en la cama. Émile sabía hacer esto muy bien. Inteligentemente, se había adjudicado una de las habitaciones más grandes y lujosas. Tumbado en una cama de tamaño matrimonial con sábanas moradas, contemplaba el cielo estrellado. El enorme ventanal estaba cerrado, pero con las cortinas separadas.  Le gustaba mirar al cielo mientras se tumbaba y disfrutaba de pequeños detalles: la aromatización de su cuarto era impecable, con una mezcla de esencias florales calmantes que le inspiraban una gran tranquilidad y paz interior. Las paredes, pintadas en colores pastel, estaban oscurecidas por la coloración de la noche. Los muebles eran lujosos. Él yacía desnudo. Le encantaba desnudarse para ir a la cama, sentir la suavidad y la frescura de las sábanas rozando su cuerpo, sentir su larguísimo cabello, desprovisto de lazos, acariciando su piel y, en definitiva, sentirse en armonía con el aire de su alrededor. Su delicada figura era bastante huesuda y provista de curvas, y tenía una belleza innegable. Sus finas piernas estaban estiradas y separadas, así como también lo estaban sus brazos. Su melena regaba las sábanas. Sus testículos colgaban con naturalidad y elegancia y su pene lo hacía por encima de ellos. Estaba solo y no le importaba estar así en su cuarto. No se sentía especialmente somnoliento, pero sí se encontraba a gusto tumbado y contemplando el cielo. Pensó que tarde o temprano se quedaría dormido, pues ya no tenía nada mejor que hacer…o eso pensaba hasta que llamaron a su puerta.

¿Émile?-escuchó la voz de su compañero Leon-¿Estás despierto?

Con sigilo y prontitud, Émile se levantó de la cama y caminó hacia la puerta sin ningún calzado en sus pies. No se preocupó por que lo vieran desnudo, simplemente se limitó a abrir la puerta.

¡Leon!-Émile sonrió a modo de saludo-¿Qué te trae por aquí?

El otro chico también parecía estar dispuesto a acostarse en la cama, pues sólo llevaba una camiseta interior blanca de manga corta y unos bóxers negros, imprimiéndole un estilo muy clásico. Su cabello estaba recogido en una trenza.

Querría hablar contigo…-dijo Leon.

Pasa, pasa.-lo invitó el dueño de la habitación.

Leon entró y cerró la puerta tras de sí. El tenue pero notable y constante aroma floral le hizo sentir bastante familiaridad, pues era muy común en Émile.

Tú me dirás…-dijo el joven rubio.

No puedo evitar sentir que algo no va bien.-dijo Leon-Ese Nioiko no me pareció trigo limpio. Es cierto que hemos estudiado mucho japonés para misiones como ésta, pero no es la barrera idiomática, sino la que ponen sus intenciones la que me da que pensar. Además, no sé hasta qué punto nuestros contratistas son quienes dicen ser…

¿Por qué dudas tanto?-preguntó Émile-Somos operarios de primera línea de batalla, sólo tenemos que pelear.

¿Es ésa razón para no pensar las cosas?-Leon se sentía incómodo.

¡Por supuesto que no, Leon, no era eso lo que quería decir!-respondió Émile en tono tranquilizador-A lo que me refiero es al hecho de que sólo en nuestra primera lucha entenderemos realmente las cosas. La barrera entre la teoría y la práctica la pone la experiencia, y estamos en una situación en la que ni siquiera la teoría está bien cincelada. De todas maneras, por muy encantado de ayudarte que esté, ¿por qué no consultas estas cosas con James? Es nuestro líder, al fin y al cabo.

James está dormido…-dijo Leon-…Christian no está en su cuarto…y sólo quedáis despiertos Grant y tú. Cualquiera le dice nada a Grant con la mala leche que gasta desde que nos graduamos… además…contigo siempre he tenido la sensación de que toda la confianza que pueda haber es poca…me pareces un tío legal y siempre me lo has parecido.

Me alegra oír eso.-dijo Émile-La confianza es muy importante entre soldados. Precisamente por eso, porque sé que entre nosotros hay confianza, no me importa que me veas desnudo aun habiéndome pillado en cueros en la habitación…

Por favor…-Leon se sonrió-…como si no nos hubiéramos visto nunca en las duchas y en los vestuarios…eso es una tontería. Lo que quiero decir es que siempre me has escuchado…

Émile sonrió con picardía.

Éste cae esta noche.-pensó.

. . .

¡Yamiyuki!-exclamó Kuroageha.

Iban por la calle. El chico se dirigía hacia su casa después de un día entero estudiando Matemáticas y, por casualidad, Kuroageha dobló una esquina y apareció de detrás de él.

¡Llevo todo el día queriendo encontrarme contigo!-exclamó la chica cuando su amigo se hubo parado para recibirla-¿Mucho que hacer?

Estamos con los doctorados y la segunda formación…-dijo Yamiyuki-…a ver si enterrándolo todo bajo ocupaciones y esfuerzos conseguimos que Inuhito y Rito sanen definitivamente.

Yo también estoy liada…entre todo lo que tengo que enseñar a los nuevos, los trámites para reabrir el bar y las clases que tengo que impartir, no tengo demasiado tiempo.-dijo la chica-Y tendré aún menos cuando vuelva a ser camarera, como llevo deseando desde que me hundieron el negocio. En fin…quería decirte que por fin he encontrado a la avanzadilla de Estados Unidos.

¿Sí?-preguntó Yamiyuki con expectación-¿Dónde están?

En el hotel Rakuen.-dijo la chica-Me ha costado localizarlos, pero allí están…después de haber comprado el hotel para ellos solos. La encargada de la operación es Layla Phoenix, una militar de altísimo rango y con CERO derrotas en su historial. Según he leído, es increíblemente fuerte, más incluso que un demonio de alto rango. A su cargo están cinco soldados recién graduados con unas notas impecables y unas capacidades que desbancan a los más experimentados. La única razón por la que todavía no han venido a por nosotros debe de ser el hecho de que no pueden encontrarnos. Si en lo político han interceptado nuestro hilo comunicador con la ONU, está claro que en el ámbito del combate han venido a por nosotros, a por los Taimanin.

Iré a echar un vistazo.-dijo Yamiyuki-Pásate por mi casa y explícaselo a los demás.

No hagas nada que pueda delatarte, por favor.-le advirtió Kuroageha-Si te haces pasar por un potencial huésped, harán ver que es un hotel normal que no ha sido privatizado y te darán largas de alguna manera, pero, si muestras tus intenciones…incluso esa mujer podría salir a recibirte en persona. Según tengo entendido, hablan un perfecto japonés, así que no habrá problemas de comunicación.

No pasa nada.-afirmó el chico-Estás invitada a cenar, diles que te sirvan un plato cuando llegues.

Yamiyuki echó a andar rumbo al hotel Rakuen.

. . .

Émile, ¿qué te pasa?-preguntó Leon algo incómodo.

Nada…-dijo el otro joven-…es sólo que la ropa interior que usas para dormir te hace un tipo muy atractivo…realza tus músculos.

Leon tenía el cuerpo fibroso y su musculatura empezaba a ser prominente, pero no tenía una complexión ancha ni excesivamente corpulenta. Lo cierto era que su camiseta y sus bóxers estaban bastante ajustados y marcaban las líneas naturales de su cuerpo que habían nacido fruto de un buen entrenamiento. Émile lo miraba con lascivia.

No, Émile…-dijo Leon-…por favor…sabes que te respeto, pero… no quiero.

Los cinco soldados constituían un grupo muy unido, muy bien coordinado y, a la vez, muy heterogéneo. Cada uno tenía una serie de rasgos que lo diferenciaban de los otros cuatro. Émile, a diferencia de James, Leon, Grant y Christian, era homosexual, y no se amedrentaba para nada a la hora de exhibir sus marcadas tendencias carnales. Incluso sabiendo que sus compañeros no gustaban de otros hombres, Émile los seguía viendo como a objetos de sus fantasías eróticas…trataba de respetarlos como ellos lo respetaban a él, pero a veces perdía los estribos y se excitaba sexualmente con mucha facilidad. Así era el auténtico Émile Delacroix: egoísta y desvergonzado.

No pasa nada…-dijo Émile poniendo una de sus manos sobre el hombro de su compañero para pegarlo a la pared-…no voy a hacer ningún movimiento que pueda dolerte.

Como el dueño del dormitorio estaba desnudo, podía verse con total claridad que tenía una erección. Su pene no era demasiado grande, estaba levemente curvado hacia arriba como un gancho y tenía un ángulo de erección muy marcado. La piel de sus testículos, que eran de tamaño mediano, estaba bastante tersa y cuidada, y totalmente depilada. Como gran parte de los hombres estadounidenses, estaba circuncidado. La cicatriz le quedaba a la altura de la mitad de su miembro. La zona que antes había sido el prepucio tenía una coloración rosada y su glande compartía más o menos el mismo color, fruto de la cornificación y la pérdida de humedad que suponía haber pasado por dicha operación quirúrgica. Estaba tan excitado que del orificio de su pene ya brotaba un brillante y goteante hilo de líquido preseminal.

Émile…-dijo Leon-…por favor…no quiero discutir contigo…

Si quisieras salir de ésta por las malas, lo habrías hecho ya.-pensó el excitado joven-En el fondo quieres que te seduzca...

Christian, James, Grant, joder, ayuda…-pensó Leon-…soy más fuerte que Émile, pero no quiero darle un puñetazo. Esto es…

Notó algo húmedo y salado en sus labios. Émile había capturado el gotero de líquido preseminal con el dedo índice de su mano derecha y lo había llevado hasta los labios de su amigo, donde lo untó como si fuera un bálsamo labial. Una catenaria de fluido masculino unía el pene de Émile con su dedo y, por ende, con los labios de Leon.

Ugh…-pensó Leon mientras miraba con repugnancia a Émile-...esto sabe a rayos. Se ha pasado de la raya…

Leon golpeó a Émile con su puño y lo lanzó lejos de él gracias a lo ligero que era.

Tendría que pedirte perdón por lo que acabo de hacer…-dijo Leon mientras escupía y se limpiaba los labios con su camiseta-…pero pídemelo tú a mí antes, ¿no?

. . .-Émile lo miró con ira.

Escucharon el timbre de la recepción. Decidieron dejar su rencilla para otro momento.

¿Quién coño será?-preguntó Émile-Voy a bajar. Sal de mi cuarto, por favor.

Leon asintió y se fue sin mediar palabra. Émile se colocó un albornoz de raso de color rosa irisado con las mangas muy cortas y que apenas le tapaba hasta la mitad de sus muslos. Abierto de tal forma que se veía su pecho, se ató suavemente el cinturón para esconder sus partes íntimas y bajó a la recepción.

¿No hay habitaciones libres?-oyó que preguntaba un chico que todavía no veía porque no había doblado la esquina del pasillo-Oh, mire, tengo una pequeña urgencia esta noche y…

Lo siento.-dijo el recepcionista tembloroso y con nervios-De verdad, últimamente han venido muchas eminencias y han ocupado todo el hotel…lo lamento profundamente.

Yamiyuki estaba dispuesto a insistir cuando vio llegar a un chico bastante afeminado con un albornoz que parecía comprado de un sex-shop.  Pensó en lo que le había dicho Kuroageha: a juzgar por la edad que aparentaba, podría ser uno de esos jóvenes recién graduados, un enemigo en el campo de batalla al que todavía no se había enfrentado.

Buenas noches.-saludó Yamiyuki con educación para aparentar que era un simple visitante.

Buenas noches…-dijo Émile mientras se acercaba a él.

Pasó por al lado de Yamiyuki y siguió avanzando.

…Taimanin.-susurró cuando estuvo a la altura del visitante.

Émile siguió su camino, probablemente hacia unas instalaciones deportivas cubiertas que había tras recorrer el pasillo en el que había entrado. Algo iba mal: los conocían y no sabía por qué. Por esto, el líder de los Taimanin decidió salir de allí asegurándose de que no lo seguían: sería necesario reagruparse y hablar del tema otra vez.

. . .

En las instalaciones deportivas, Christian golpeaba un saco de boxeo. Estaba prácticamente desnudo, sólo llevaba unas calzas de boxeador blancas con ribetes negros. Los pies y las manos los llevaba atados con vendas negras. Había recogido todo su pelo en una cola de caballo y golpeaba al enorme saco con ágiles y vigorosos puñetazos. A pesar de su corta estatura en comparación con el resto del grupo y de su cara aniñada, su cuerpo estaba muy bien formado: era pura fibra, sin llegar al músculo, pero totalmente marcado y definido, lampiño y pálido. Su piel estaba cubierta con sudor.  Acompañaba sus golpes con respiraciones controladas y secuenciadas. En uno de los puñetazos, el saco le volvió violentamente: Émile se había colocado en el otro lado del mismo y se lo había devuelto de una fortísima patada, demasiado fuerte para su frágil y delgado cuerpo.

¡Émile!-exclamó Christian esquivando el saco con una ágil maniobra de boxeador-¡Qué susto!

Haciendo caso omiso a su amigo, el rubio lanzó una patada giratoria aérea contra el saco que logró descolgarlo del techo y tirarlo pesadamente al suelo. Su sudoroso y pelirrojo compañero se quedó anonadado.

Ese tal Nioiko que habló con la sargento no era ningún mentiroso.-dijo Émile-¿Has oído el timbre hace poco?

Sí…-respondió Christian.

Era un Taimanin.-dijo el joven del albornoz-Uno de los que aparecían en los apuntes de Nioiko. Uno de los importantes si no el más importante: el tal Yamiyuki Kuroi, líder del grupo que queremos aniquilar.

¿En serio?-Christian se sorprendió.

Sí, así es.-dijo Émile-Ya que James está dormido, aunque Leon, Grant, tú y yo estemos despiertos, será mejor que dejemos la reunión al respecto para mañana por la mañana…no hablemos de lo que nos supondría despertar a la sargento a estas horas.

Tienes razón.-dijo Christian-¿Alguna idea?

El estratega es Grant.-dijo Émile-Haremos lo que él diga. No obstante, nos conocemos desde hace mucho tiempo…y estoy tan seguro como tú…de que nos dirá que preparemos algo para mañana por la noche.

2 comentarios:

  1. AGGGGG nuevos personajes y, por una vez, Yami se podría haber quedado en su casa xDDDDDDDDDDDDDD
    No pueden ser enemigos estos dos bandos, me niego xDDDDDDDDD se aliaran, la suerte es que lo voy a leer en breve y lo sabré
    MUAHAHAHAHAHAHAHAHAHA

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