lunes, 14 de agosto de 2017

[TY] Episodio 90: Eléctrico

TAIMANIN YAMIYUKI
Episodio 90: Eléctrico

Por uno de los pasillos de las inmensas instalaciones de los Neo-Nómadas caminaban dos mercenarios.

¡Qué pringados esos militares estúpidos!-comentaba uno de ellos-Esta noche vamos a acabar con todos y nos vamos a divertir a su costa. Si lo hubieran sabido, habrían confiado en los Taimanin antes que en nosotros, ¿te lo imaginas?

¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!-rió el otro-Una coalición entre Taimanin y militares… ¡menuda mezcla! En fin, vamos a trabajar un poco. ¿En qué sala está el que nos toca?

En la siguiente puerta a la derecha.-contestó el primer mercenario que había hablado-Nos han pedido que por favor le demos su merecido a uno de estos críos antes de matarlo.

¿Quién de ellos es el nuestro?-le preguntó su compañero.

El pequeñajo.-contestó el otro mercenario-Christian Miller. Pequeñajo en comparación con el resto de sus compañeros, claro.

¿El que sólo se distingue de un niño pequeño por la altura?-el segundo mercenario se estaba frotando las manos con malicia-¿Ese chavalín con cara de corderito degollado? ¡Me va a encantar ver su rostro desfigurándose del dolor!

Los dos mercenarios llegaron a la puerta, abriéndola a su paso. Dentro estaba Christian tumbado en una camilla y atado de pies y manos. No le habían quitado la ropa, pero le habían desabrochado la chaqueta, dejando ver su tronco, así como los pantalones, quedando al descubierto sus calzoncillos. Eran de un tejido similar a la microfibra y de un color rojo rosado.

La tranquilidad dura poco.-pensó Christian al ver a aquellos mercenarios entrar en la sala-Si es que esto se puede considerar una posición tranquila, claro.

Veo que estás despierto, Christian Miller.-dijo uno de los mercenarios a modo de saludo-Eso está bien. Sería una pena enorme que estuvieras dormido y no pudieras sufrir de primera mano.

Más os vale que os dejéis de tonterías, malditos demonios.-dijo Christian entre balbuceos.

O, si no, ¿qué?-le espetó el otro mercenario-Estás muerto de miedo. No eres más que un niño.

Prefiero ser un niño antes que un monstruo como vosotros.-el soldado intentó plantarles cara a los dos Mazoku, pero sabía que no tenía la actitud de sus compañeros-¿A qué habéis venido?

A darte muerte.-respondió uno de los mercenarios-Deja de hacerte el valiente: ni sabes ni puedes.

He sido entrenado como un militar de élite.-dijo el soldado en voz alta para tratar de tranquilizarse-Incluso si estoy desarmado y mi cuerpo se halla inmóvil, tengo más herramientas para defenderme de vosotros.

Sé realista, ¿quieres?-intervino el otro mercenario-No vas a hacernos nada. ¡No hay manera de que lo hagas!

Tienen razón.-pensó Christian presa del agobio-No hay mucho que pueda hacer ahora mismo. Si al menos no estuviera atado, podría defenderme. Son dos, pero yo sé combatir.

Se va a mear encima, ¡JAJAJAJAJAJAJA!-comentó entre risas uno de los mercenarios al ver la cara de estrés del soldado.

Creo que nos han encargado hacer que se moje con otras cosas…-le contestó su compañero.

Sin que Christian pudiera hacer nada, los mercenarios comenzaron a prepararse para la tortura: en un carro de quirófano colocaron varios instrumentos y algunos frascos llenos de líquidos de diversos colores.

Esto es lo primero que hay que inyectarle, ¿verdad?-le preguntó un mercenario a otro agarrando un frasco.

Sí, eso es.-respondió el otro mercenario mientras encendía unas máquinas de la sala.

Para disgusto del soldado, el mercenario sacó una jeringuilla de una caja y la llenó con el líquido del frasco. Acto seguido, se acercó a él con ella en la mano.

¿Qué pretendes hacer?-preguntó Christian sin poder apartar la mirada de la jeringuilla.

Drogarte un poco para que pruebes nuestra máquina en condiciones.-respondió el mercenario buscando las ingles del soldado.

Instintivamente, Christian cerró las piernas  en la medida que los grilletes de sus tobillos se lo permitían.

No voy a dejarte que me claves eso en la ingle.-dijo con rebeldía-Estoy despierto y en funcionamiento.

Qué ingenuo es este chico…-suspiró el mercenario mientras buscaba con la mirada a su compañero-¡Eh! ¡Activa los grilletes adicionales!

Sin mediar palabra, el otro mercenario pulsó un botón de una consola de control. De la camilla de Christian salieron dos placas metálicas que le separaron las piernas y se cerraron en forma de grilletes a la altura de sus rodillas, dejándole ambas extremidades inferiores separadas. En sus codos aparecieron dos grilletes similares para impedir el movimiento de dichas articulaciones.

Recuerda que después habrá que desactivarlos para poder ver y filmar cómo se retuerce.-dijo el mercenario que estaba a cargo de las máquinas-Órdenes de arriba, así que ponle la inyección rápido.

¿Qué?-pensó Christian mientras notaba sus ojos abiertos como platos.

Ahora está chupado.-se limitó a decir el mercenario que estaba con Christian mientras le ponía la inyección en una ingle.

¡Ngh!-se quejó el chico.

Notó que el líquido se mezclaba con su sangre. Sin ningún tipo de deseo subyacente, su pene comenzó a endurecerse. Asustado, el soldado vio el creciente bulto en sus calzoncillos. En muy pocas ocasiones había tenido una erección tan fuerte y rápida. Su ropa interior se rompería si aquello seguía así.

Como si le hubiera leído la mente, el mercenario le arrancó los calzoncillos de un tirón. Su pene salió a relucir, erecto y vigoroso, describiendo un elegante abanico hacia arriba en señal de liberación por la presión de la tela de la ropa interior.

. . .-Christian se enrojeció sin saber qué decir ni qué hacer.

El soldado tenía un miembro viril muy estilizado. Era delgado como el resto de su cuerpo, pero no en exceso: mantenía una figura elegante y armonizada con las demás partes de su anatomía. También era muy largo y no se inclinaba hacia ningún lado en especial, por lo que se mantenía en una vertical solemne y poco frecuente, casi totalmente perpendicular al suelo. Tampoco tenía casi ninguna curvatura hacia arriba, por lo que permanecía recto como un mástil. Como la inmensa mayoría de los hombres estadounidenses, estaba circuncidado, pero no tenía una cicatriz notable, sino un degradado suave de tonos en la piel, creando una especie de mosaico irisado junto con las líneas azuladas y violáceas de sus vasos sanguíneos. El tamaño de aquel pene estaba fuera de lo común, pero se veía aún más grande por la chocante disonancia entre su gran desarrollo y el aspecto suave y aniñado en el rostro del chico. Sus testículos no eran excesivamente grandes y no tenían demasiada caída, se mantenían bastante recogidos a ambos lados del pene, formando un triángulo isósceles casi perfectamente trazado con el glande como tercer vértice.

Esto será interesante.-comentó el mercenario-Hay mucha superficie para “tratar”.

Los dos Mazoku se miraron y comenzaron a reír.

¡Dejadme en paz!-chilló Christian tratando de soltarse-¡Dejad a un lado vuestras perversiones!

Con pena, el soldado comprobó que sus extremidades no se movían. Estaba fuertemente inmovilizado, y sólo su abdomen, marcado y cuadriculado, se contraía.

Tranquilo.-dijo uno de los mercenarios-Nosotros no vamos a hacerte nada. Sólo vamos a grabar los hechos y a reírnos un rato.

¿Cómo que no van a hacerme nada?-se preguntó el militar-Esto me da muy mala espina.

El mercenario que estaba más cerca de los aparatos de control pulsó un botón. Del techo bajó una estructura ligera pero de aspecto amenazador. Su aspecto recordaba al de una araña con las patas dobladas, pero tenía más de ocho apéndices. Parecían estructuras articuladas de barras y en sus extremos había electrodos. Como si aquella cosa tuviera ojos para ver, desplegó sus apéndices articulados y rodeó el pene de Christian, fijándole los electrodos.

¡Dale!-pidió el soldado que había inyectado la droga en el cuerpo del militar, que estaba más lejos de los mandos-¡Vamos a ver cuánto tarda en llorar y buscar a su mamá!

Con una sonrisa perversa, el mercenario pulsó un botón verde. Por la máquina que había rodeado el pene del soldado comenzó a pasar corriente, haciendo que sintiera una sensación incómoda, molesta y dolorosa.

¡Qué desagradable!-pensó el chico-¡Es horrible! ¡Quiero que se acabe cuanto antes!

Parece que lo está tolerando.-dijo el mercenario que estaba más cerca del soldado-Tiene cara de asco, pero poco más. No lo veo sufrir debidamente.

Lo hará.-respondió el otro mercenario-Quiero que su cuerpo se acostumbre a las corrientes lo suficiente como para que se mantenga consciente para poder hacer que sufra largo y tendido sin preocuparnos por si se desmaya o se muere antes de tiempo.

Eso no suena nada bien.-Christian se encontraba muy asustado y sólo dialogaba consigo mismo.

El mercenario Mazoku que había encendido el aparato se giró hacia el militar.

Este invento es una joya.-explicó-Hemos modulado la emisión de corriente eléctrica para que no sea letal pero conserve todas sus capacidades para causar dolor. La parte en la que se colocan los electrodos actúa como conductora, transmitiendo la energía al resto del cuerpo y dando lugar a una tortura integral.

De manera súbita y dolorosa, el chico notó un aumento en la intensidad de corriente. Comenzó a dolerle el pene y, a su través, se le empezó a entumecer todo el cuerpo.

¡NNNNNNNNNGHHH!-gimió.

¡Es más duro de lo que parece!-comentó sorprendido el otro mercenario.

No lo será por mucho tiempo.-el mercenario que controlaba las máquinas se encontraba muy tranquilo-La electricidad afecta más que notablemente al corazón humano. Cualquier evento que suponga una subida de pulsaciones verá su efecto cardíaco multiplicado, provocando una explosión.

¿QUÉ?-chilló Christian mientras trataba de resistirse a las corrientes eléctricas.

Digamos que tu tiempo de vida depende en cierta manera de ti.-explicó el mercenario-Si te pones nervioso, si tratas de resistirte, si forcejeas, etcétera, tus pulsaciones subirán, y esta energía multiplicará tu frecuencia cardíaca hasta hacer que tu corazón reviente. Esto no excluye la eyaculación. Como te dejes llevar por la estimulación, eres hombre muerto.

Christian empezó a sudar. Necesitaría un milagro para salvarse. La corriente era cada vez más intensa. Su vista se nublaba, pero, entre parpadeos, distinguió una cámara de vídeo en una de las esquinas de la sala. Se preguntó desde cuándo estaría allí.

¡Suéltale los grilletes de los codos y las rodillas!-pidió el mercenario que estaba más cerca de la camilla-¡Vamos!

El militar notó que sus ataduras se reducían, pero deseó que no le hubiera sucedido aquello, pues ahora sus instintos no encontraban represión alguna y sus brazos y piernas comenzaban ahora a bambolearse dentro de las restricciones que encontraba en sus muñecas y tobillos. Si no lograba calmar su cuerpo, sus pulsaciones comenzarían a subir y moriría: ya notaba cómo se le aceleraba el corazón peligrosamente. No paraba de sudar, por lo que su ropa se humedecía y se sentía cada vez más incómodo.

¡Un momento!-pensó Christian.

El ver que su ropa se manchaba de sudor le dio una idea. Tal vez si manchaba los electrodos, éstos perderían su adhesión a la piel de su pene y se vería libre de aquella tortura, al menos el tiempo suficiente como para dejar que su corazón descansase.

No me puedo creer que esté pensando esto ahora mismo, pero es una estrategia más.-pensaba el joven militar-Por la forma de mi pene, si eyaculo en esta posición, el semen caerá hacia abajo por acción de la gravedad. Mojaré los electrodos y dejaré de estar en peligro. Es mi única opción: conozco mis eyaculaciones y sé que ahora mismo expulsaría un chorro lo suficientemente caudaloso como para dejar inservibles esas cosas sucias y asquerosas. Hace varios días que no me masturbo y parece ser que va a suponer una ventaja en esta guerra.

¿Qué coño le pasa?-preguntó uno de los mercenarios-¡Se está relajando!

¡No lo entiendo!-añadió el otro-¡Las corrientes no paran de intensificarse!

¡No hay mayor tranquilidad que la de un ingeniero que encuentra la solución al problema al que se enfrenta!-pensó Christian, envalentonado por primera vez desde que aquello empezó-Si relajo todo mi cuerpo y aguanto el dolor, mi corazón podrá aguantar la subida de pulsaciones de mi eyaculación el tiempo suficiente como para acabar con esos electrodos. A juzgar por la forma que tienen los mecanismos de fijación, no aguantarán la humedad y la temperatura del semen humano sin deformarse y despegarse, pues son de un tipo especial muy sensible que he visto en otro tipo de máquinas. Jamás me explicaron durante mis estudios ingenieriles que iba a verme derrotando las creaciones de otros ingenieros con un chorro de semen. Me parece ridículo, arriesgado y descabellado, pero, si van a matarme, ¿qué menos que luchar hasta el final?

¿Por qué está cada vez más tranquilo?-los mercenarios estaban desquiciados y no paraban de escandalizarse.

Relájate.­-se dijo el militar-Cuanto menos tenses tu cuerpo, menos te dolerá. La electricidad contrae los músculos, así que, si los contraigo yo también, sólo me haré más daño. Esto duele como el demonio, pero tengo que aprovechar la oportunidad que me he brindado. Liberarme de los grilletes será otra cosa, pero, al menos, se acabará este dolor horrible.

El corazón de Christian no se ralentizaba, pero, al menos, no había seguido acelerándose. El chico trató de oponerse al dolor y concentrarse en las sensaciones de su pene para buscar, entre el dolor, un pequeño atisbo de placer para eyacular y destrozar los electrodos.

¡Oigo voces!-el soldado estaba tan concentrado que creyó oír una voz fuera de la sala-¡Aquí está pasando algo! Creo que están hablando de una tortura. ¡Vamos a entrar!

De acuerdo.-respondió secamente otra voz.

¡ESA VOZ!-Christian se sorprendió muy positivamente.

La alegría de haber escuchado esa voz hizo que su corazón se acelerase. Al estar contento, pudo encontrar, incluso habiendo perdido el deseo de buscarlo, un cosquilleo placentero en su pene.

¡No, ahora no!-pensó el militar apretando el suelo pélvico.

La puerta se abrió de un golpe. Sólo asomó una pierna por ella, dando a entender que la habían desencajado de una patada. Christian pudo reconocer perfectamente ese tacón tan característico, propiedad del dueño de la voz que acababa de brindarle esperanza. Émile había irrumpido en la sala. Lo seguía Hagane Kurobara, un Taimanin, su enemigo.

¡Chris!-gritó Émile horrorizado-¡Chris! ¿Qué te están haciendo?

¡QUÍTAME ESTO!-chilló Christian-¡ESTOY EN PELIGROOOOOOOO!

¡Aguanta, Chris, ya voy!-gritó Émile mientras corría hacia la camilla.

¡No tan rápido!-los torturadores le salieron al paso-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Asustados, los mercenarios Mazoku vieron cómo sus pies se despegaban del suelo: estaban flotando sobre burbujas de aire.

Molestáis.-siseó Hagane mientras hacía que las burbujas se movieran siguiendo las líneas que dibujaba en el aire con sus manos.

¡NGHHHHH!-gimió Émile al tratar de arrancarle los electrodos a Christian.

¡Apaga la máquina!-gritó la víctima, presa de la emoción-¡ME DARÁ UN INFARTO SI NO TE DAS PRISA! ¡LA TIENES AL LADO, VAMOS!

Émile se giró hacia la consola de control y pulsó todos los botones de parada que encontró, haciendo que la estructura se replegara y la tortura de Christian cesase.

Los mercenarios reventaron las burbujas de aire con fuego azul, cayeron de pie en el suelo y corrieron hacia Émile, quien corrió hacia ellos, saltó, giró sobre sí mismo dos vueltas completas, en la tercera embistió a uno de los dos con una patada giratoria y en la cuarta embistió al otro con una patada similar, aterrizando elegantemente tras ello. Sin perder tiempo, ambos se levantaron y volvieron a cargar contra el soldado, quien los rechazó a base de patadas y consiguió separarlos.

¡Os mataré, traidores hijos de puta!-chilló el joven rubio.

Se encaró a uno de los mercenarios y lo arrolló con una elegante y poderosa cadena de patadas. Cuando por fin lo tiró al suelo, levantó amenazadoramente su pierna derecha y la dejó caer sobre su cabeza, astillándole el cráneo. Acto seguido, saltó hacia el otro soldado y lo desarmó con unas cuantas patadas giratorias. Al ver que tenía la pared cerca, lanzó un puñetazo contra el abdomen de su enemigo, colocándole la espalda contra dicha pared y aprovechando la presión para dislocarle el cuello con un pie.

Así aprenderéis…-siseó el soldado entre jadeos.

Tras matar a los dos torturadores, Émile se giró hacia Christian y corrió hacia él.

¡Chris!-exclamó-¿Estás bien?

Digamos que estoy fuera de peligro.-respondió el otro soldado mientras se recuperaba.

Nunca me había llamado “Chris”.-pensó-Lo noto demasiado cariñoso y cercano para lo que es él. ¿Quizás esta experiencia cercana a la muerte le ha hecho valorar su vida y las de los que le rodean? Sea como sea, me agrada que se refiera a mí así.

¿Qué te han hecho?-preguntó Émile mientras palpaba el cuerpo de su compañero en busca de heridas-¿Estás ileso?

Digamos que “sólo” ha sido la corriente.-explicó Christian-No tengo más que el dolor y la angustia que esto me ha hecho pasar.

Mientras asentía, Émile acarició el pene de su compañero con la mano. Lo notaba perjudicado y muy caliente, por lo que trató de atemperarlo y relajarlo con el contacto de su mano.

¡NO!-gritó Christian enrojeciéndose-¿Qué haces?

Sin poder evitarlo, el soldado eyaculó. Un enorme y majestuoso chorro de semen cayó en vertical hacia el techo, deformándose y cayendo antes de tocarlo, lloviendo sobre el pecho de su dueño. Nunca había eyaculado así: parecía que su cuerpo cantaba un himno de victoria. Tras ese chorro siguieron varios más, también cargados de fuerza. Sentía mucha vergüenza, pero no pudo evitar disfrutarlo, pues su cuerpo le estaba recordando el placer de estar vivo.

¿Estás contento?-preguntó Christian con el rostro ruborizado mientras notaba cómo caía más semen sobre su pecho y su abdomen.

¿Lo siento?-se preguntó Émile, sorprendido, sin poder camuflar una expresión de extrañeza y alegría-Sólo quería que te relajaras antes de que tu corazón sufriera.

¿Por qué no me quitáis los grilletes y me dejáis que me limpie?-preguntó el otro militar, aún sin poder mirar a la cara a su compañero.

Lamento interrumpir vuestra reunión familiar.-terció Hagane-Christian Miller, vienes con nosotros.

¡Por supuesto que voy con vosotros!-respondió el soldado-¡No voy a quedarme aquí solo!

Me refiero a que vienes con nosotros, con los Taimanin.-explicó el ninja-Sois nuestros rehenes y cumpliréis lo que os pediremos a cambio de la vida de Margaret Johnson, quien se encuentra presa en manos de nuestros camaradas.

No me importa, de verdad.-respondió Christian con una humildad sincera-Es nuestra culpa que todo esto haya pasado. Haremos lo que esté en nuestras manos por salvarnos y ayudaros.

Émile, que había ayudado a Christian a levantarse tras quitarle los grilletes, se volteó hacia él con ira.

¿Es así lo rápido que traicionas a la patria?-preguntó.

¡No, Émile!-exclamó Christian-¡La tierra que nos vio nacer no querría vernos morir tontamente! ¡Apoyando a los Taimanin nos salvamos a nosotros mismos! ¡Hemos estado equivocados todo este tiempo! Desde que esto empezó me he sentido engañado y utilizado, y no ha habido ni un solo combate que no me haya hecho sentir culpable.

¿Te estás oyendo?-preguntó Émile sin dar crédito a las palabras de su compañero.

Émile, para.-respondió Christian sin levantar la voz-Me has llamado “Chris” por primera vez en tu vida. ¿No te das cuenta de que hasta en tu frío y duro corazón han hecho mella? Nunca hemos sido los héroes de esta historia. Si te consideras todo lo inteligente que un soldado puede ser, entenderás esto y aprenderás de la experiencia para mejorarte a ti mismo. No serás un peor efectivo por ello, sino todo lo contrario.

¿Cómo lo has hecho?-preguntó Émile furibundo girándose hacia Hagane-¡Le has lavado el cerebro!

Yo no he hecho nada.-contestó el Taimanin encogiéndose de hombros.

¡Te voy a…-le amenazó Émile apretando el puño y dirigiéndose hacia él.

¡Basta!-exclamó Christian agarrando a su compañero del hombro para que no avanzara-Hagane es un buen hombre.

¿Acaso lo conoces?-preguntó Émile.

¿Acaso lo conoces tú?-Christian rebatió a su compañero de manera tajante.

Émile bajó el puño.

Nos ha salvado la vida.-dijo Christian-Y no trates de argumentarme que a mí me has salvado tú. Claro que lo has hecho, ha sido un gesto precioso y heroico, pero lo has podido hacer porque él te ha salvado. Un mal hombre no habría salvado a quien estuvo a punto de matarlo. ¡Hagane es un buen hombre!

Lo que vosotros digáis.-Émile se dio por vencido-Tápate un poco y vámonos de aquí.

Christian echó mano del agua que había en la sala para limpiarse el semen, se abrochó los pantalones y la chaqueta y se dispuso a salir con su compañero y Hagane de aquel lugar.

Gracias por tu colaboración, soldado.-dijo Hagane al ver al chico pasar por su lado-Veo que has recapacitado. ¿Estás seguro de que vas a hacer lo que te pidamos?

No creo que sea peor que lo que estos demonios tenían pensado para nosotros.-respondió Christian mirando solemnemente a los ojos a quien hasta hacía unas horas fue su enemigo-Tampoco creo que sea peor que andar sin calzoncillos hasta nueva orden.


El joven soldado esbozó una sonrisa tras ese último comentario. Hagane se rió levemente. Los tres chicos abandonaron aquella sala en busca del resto de los militares.

domingo, 13 de agosto de 2017

[TY] Episodio 89: Recirculación

TAIMANIN YAMIYUKI
Episodio 89: Recirculación

Émile se despertó con la cabeza muy dolorida. Apenas podía seguir el hilo de los hechos, pero recordaba que había sido derrotado a manos del Taimanin Hagane Kurobara y que, como resultado del combate, había perdido su cabello y el conocimiento. Un rato después había sido levemente reanimado y unos soldados Mazoku lo habían vestido con lo que quedaba de su ropa. Tras ello, los demonios los habían traicionado, habían causado la muerte de la sargento Layla Phoenix y se los habían llevado a sus instalaciones con objeto de acabar con ellos. Fue en ese trayecto en el que cayó inconsciente de nuevo hasta aquel segundo momento de despertar. Toda la sucesión ordenada de hechos que estaba recordando daba vueltas constantemente por su cabeza como si fuera una película repitiéndose constantemente en el proyector de su mente. A pesar de que había sentido el rozamiento de sus párpados al replegarse y que, por tanto, sabía que tenía los ojos abiertos, no alcanzaba a ver nada. Su vista estaba borrosa, probablemente a causa de todo el estrés físico y mental de aquella noche. Sólo alcanzaba a captar la circunstancia de que se encontraba en una sala muy bien iluminada, pues la nube borrosa que percibían sus ojos tenía un sólido fondo blanco. Poco a poco comenzó a sentir el resto de su cuerpo. Se estaba desentumeciendo lenta pero eficientemente. A la vez que volvía a ubicar su cuerpo, su vista se iba aclarando. Por un segundo quiso animarse por ello, pero, al ganar verdadera consciencia de su situación, se arrepintió de haberse despertado. Se encontraba totalmente inmovilizado en una camilla. Sus piernas estaban separadas al doble de la anchura de sus caderas con los tobillos bien fijados a la superficie, y sus brazos estaban separados, subidos por encima de la cabeza, extendidos y separados al doble de la anchura de sus hombros, unidos a la camilla por las muñecas con unos grilletes metálicos muy duros. Su cuello no estaba atado a la camilla, por lo cual pudo mover la cabeza para mirar a su alrededor. Se vio completamente desnudo y solo en la estancia. Cuando miró hacia abajo para ver sus piernas, no pudo concentrarse en ellas, pues sus ojos se volcaron, llenos de sorpresa y angustia, en un enorme aparato que estaba en su entrepierna y dentro del cual descansaba su pene, el cual prácticamente no podía sentir. Torció el gesto en señal de asco y, al hacer eso, notó algo en su nariz. Trató de girar los ojos para buscar de qué se trataba y, cuando vio una conducción con forma de tubo que se alejaba de ambos lados de su cabeza hacia otro aparato que prefirió no mirar con detenimiento, entendió lo que llevaba puesto en sus fosas nasales. Como médico, no le costó reconocer que era un catéter nasal parecido a los que se usan en los centros médicos para suministrar oxígeno a los pacientes que así lo requieren.

¿Qué coño está pasando aquí?-pensó el joven, aún con dolor de cabeza.

Apoyó la cabeza en la camilla, la cual, como no esperaba que fuera de otra manera, era bastante incómoda. Al quedar sus ojos mirando al techo, el soldado se dio cuenta de que la sala era muy alta. A varios metros por encima de él, un trozo de pared se abrió como si fuera un biombo, revelando una ventanilla tras él que comunicaba con otra sala.

Buenas noches, soldado.-el chico oyó una voz.

¿Quién demonios eres?-preguntó Émile.

Tranquilízate.-respondió la voz-He venido simplemente a hacer mi trabajo. Relájate, todo irá bien.

Desde la sala que acababa de dejarse ver había un torturador que le estaba hablando a través de megafonía. Por lo que el soldado podía comprobar, su voz también llegaba a la sala donde estaba su actual enemigo.

Has venido a putearme, ¿verdad?-insistió el soldado-Bien alejado de mí y desde la protección de una pantalla que seguro que está blindada. ¡Sois TAN valientes!

Lo importante en la guerra es doblegar a tus enemigos.-se limitó a responder el torturador-A nadie le importa ser valiente o tener honor.

Mira, tu discurso está empezando a darme asco y sólo acabas de empezar.-lo cortó Émile-Haz lo que has venido a hacer y cállate. Supongo que no tengo mucho más que perder. Hemos sido derrotados a manos de nuestros enemigos, traicionados por nuestros aliados y hemos sufrido bajas importantes. Además, he perdido mi pelo. ¿Crees que voy a ponerme exquisito ahora? Esta forma de morir es un asco, pero creo que mi vida ha sido más que satisfactoria.

¿Dices que estás dispuesto a morir?-el torturador se sorprendió-¿Que no te importa siendo tan joven?

No me importaría seguir viviendo, pero no creo que eso vaya a suceder.-se limitó a responder el soldado-He sido un capullo toda mi vida, es normal que muera joven y de mala manera, o eso nos han enseñado desde pequeños. Es probable que nadie llore mi muerte, pero estoy tan contento de haber sido un capullo que no puedo quejarme de mucho.

Te voy a dar AHORA MISMO motivos para quejarte, ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!-respondió macabramente el torturador.

El aparato que Émile tenía entre las piernas comenzó a desplegarse, dejando ver que realmente era una bomba de vacío enorme. Al estar completamente formada y sin el armazón metálico que anteriormente la recubría, el soldado por fin pudo ver su pene a través de las paredes transparentes de la misma. Estaba totalmente flácido, por lo que se preguntó cómo habían conseguido introducirlo ahí.

¿Quieres ponerte cachondo una última vez antes de perecer?-preguntó el verdugo.

Quiero que te vayas a la mierda.-respondió el soldado taimadamente.

Consideraré esa respuesta como un “sí”.-el torturador se encogió de hombros y pulsó unos botones del ordenador con el que estaba trabajando.

La máquina que había detrás de Émile se activó. Parecía una especie de bombona gigantesca de la cual salían unos tubos que se unían al catéter nasal que llevaba el soldado. Una pequeñísima cantidad de gas comenzó a salir hasta introducirse, gracias a los tubos, en la nariz del soldado. Sorprendentemente, éste sólo notó un aroma muy agradable.

Una mezcla de esencias de vainilla, nuez de Macadamia y clavo.-mentalmente, el soldado identificó rápidamente lo que llegaba a su nariz-Huele realmente bien. No entiendo nada, pero no voy a quejarme.

Como consecuencia del fragante, dulce y envolvente aroma de aquella mezcla, el cuerpo de Émile comenzó a relajarse. De pronto, el flujo se cortó, haciendo que el chico notara cómo circulaba rápidamente un gas incoloro e inodoro a presión para aseptizar el tubo y prepararlo para su reutilización. De manera inmediata, al acabar el flujo de ese gas limpiador comenzó a fluir otro perfume que no tardó en oler profundamente.

Rosa de Bulgaria y almizcle.-pensó Émile-Qué rico…

A pesar de que el cuerpo del chico se estaba relajando, su mente, que quería despegar, se tropezó de nuevo contra la dura realidad: entendió entonces lo que aquel demonio quería hacer con él. Notó cómo su sangre entraba en su pene: estaba teniendo una potente erección.

¡Qué fácil ha sido prepararte para usar la bomba!-se sorprendió el torturador-Tu sensibilidad a los aromas, que ha sido siempre un arma de combate para ti, va a costarte la vida esta noche. No puedes hacer nada para que tu erección baje: ¡estás seducido por unas fragancias de las que no te podrás liberar!

¡Hazlo, lo estás deseando!-exclamó el soldado, que se negaba a mostrarse débil.

El torturador activó la bomba. Émile notó una fuerte e incómoda succión. Pronto empezaría a dolerle el pene.

Qué incómodas son estas mierdas.-pensó Émile-No sé quién coño se puede comprar una para usarla en su casa.

Durante unos minutos, el militar aguantó en silencio la succión de la bomba mientras era acribillado con diferentes fragancias que anulaban sus intentos de resistencia.

¿Tantas ganas quieres de que me crezca la polla?-preguntó-¿Me estás diciendo que la tengo pequeña? ¿O es que necesitas lo de cuatro tíos como yo para llenarte?

No es para mí.-se limitó a responder el torturador-Es una forma original de acabar con tu vida.

Las bombas de vacío se las compra la gente para agrandarse el miembro.-respondió el soldado-No sé cómo me vas a matar con esto. ¿Por qué no bajas aquí y combatimos?

Qué ingenuos sois los humanos.-el soldado Mazoku intensificó la potencia de la bomba mientras hablaba.

Ngh…-gimió Émile.

El chico vio que su pene estaba hinchado, enrojecido y más lleno de sangre que de la cuenta. También vio que dentro de la bomba se empezaban a desplazar en el sentido longitudinal, enroscándose en su pene, unos anillos muy suaves que se deslizaban acariciando todo el miembro. Aquella atípica y gigantesca bomba de vació llevaba incluidos unos anillos deslizantes masturbadores que mezclaban el dolor de la succión con el placer de un masaje, causándole una sensación muy rara y explosiva que sólo generaba un deseo irrefrenable de librarse de ella.

Esto no me gusta nada.-pensó el joven militar.

¿No te da gustito?-preguntó el mercenario Mazoku con sorna.

Me da ASCO.-contestó Émile-Verdadero asco. ¿Qué tratas de hacer con esto? Me estás hinchando las partes en el sentido más literal de la palabra.

No te hagas el gracioso, no te servirá de nada.-le espetó su torturador-Tienes poco que hacer ahora mismo. Por desgracia para ti y por suerte para nosotros, tu hora está a punto de llegar.

Sois más repetitivos que un disco roto.-Émile se mostraba estoico-Si vas a hacer algo, hazlo ya. ¿Acaso estoy ante un perro ladrador y poco mordedor?

Estoy haciendo lo que debo.-se limitó a contestar el torturador-Tu cuerpo tiene que reaccionar para que mis máquinas sigan funcionando. Voy a incrementar levemente la concentración de los perfumes para ver qué tal te sienta.

Émile notó que los aromas que le llegaban eran más fuertes, pero no dejaban de ser agradables. A causa de esto, su pene comenzó a humedecerse, pues la excitación de los olores lo había hecho más sensible.

¡Llegó el momento de la fiesta!-gritó el torturador-¡A chupar con la aspiradora!

¿Qué?-preguntó Émile extrañado.

La bomba de vacío estaba dotada de una potente aspiradora en el extremo superior. El líquido del pene de Émile comenzó a ser succionado y transmitido a través de un tubo. Los anillos masturbadores estimulaban el pene del chico para que se mojara más, la bomba lo apretaba y la aspiradora lo obligaba a salir disparado, por lo que, en cuestión de segundos, el militar estaba lubricando más por física pura que por placer o estimulación. Sentía un fuerte dolor en el pene y se encontraba cada vez más mareado e incómodo.

Esta basura está haciendo efecto.-se planteó el joven soldado-¿Qué será lo siguiente?

El torturador, como si le hubiera leído la mente a su víctima, activó el siguiente mecanismo.

¡Esto te va a encantar!-se jactó.

A Émile dejó de llegarle perfume. Notó otro chorro de gas limpiador y, acto seguido, por el catéter comenzó a pasar un líquido que entró forzosamente en su nariz, haciéndole toser y convulsionarse. Como no podía mover las extremidades, su espalda se arqueó  hacia arriba.

¡PUAJ!-escupió Émile-¿Qué demonios es…

El soldado se paró a pensar. Aquel líquido tenía un olor muy familiar. Entendió que se trataba de los fluidos de su propio pene, que estaban siendo recirculados en el interior de su cuerpo.

¡Maldito seas!-gritó el soldado entre toses y regurgitaciones.

El pene de Émile estaba siendo obligado a producir líquido preseminal de manera aumentada y continua y, conforme salía, era aspirado y reconducido a su nariz, filtrándose por su garganta y causándole incomodidad, toses y necesidad de escupir constantemente, costándole cada vez más respirar. Su cuerpo no paraba de convulsionarse y sus músculos comenzaban a dolerle por el deseo irrefrenable de oponerse a los grilletes.

¿A que es genial?-preguntó el torturador-Vas a morir con tu propia baba. ¡JAJAJAJAJA! Y esto es sólo el principio.

Con fruición, el verdugo pulsó otro botón de su aparato de control e hizo que en el catéter comenzase a mezclarse líquido preseminal con perfumes, causándole al cuerpo y a la mente de su víctima gran confusión y malestar. Presa de una mezcla de dolor y placer muy indeseable, Émile sentía que iba a morir en una explosión de locura.

Te queda un tiempo de vida variable.-anunció el verdugo-Cuanto más retengas el orgasmo, más vivirás, pero, cuando te corras, gracias a estos aparatos vas a soltar tanta leche que, al recircular, te va a encharcar las vías aéreas hasta que mueras ahogado. ¡JAJAJAJAJAJAJA!

Émile, que trataba de mantener la cabeza fría para resistirse, terminó de entender el objetivo de aquella extraña combinación de máquinas. Ese hombre llevaba razón: si llegaba al orgasmo, su propia eyaculación lo mataría. La angustia empezó a apoderarse de él. Se trataba de una muerte muy dolorosa, asfixiante y asquerosa.

¿Qué está pasando?-preguntó el torturador, dejando de prestarle atención a Émile.

Por una fracción de segundo, el joven soldado se sintió un poco más lejos de su inminente muerte. A través de la megafonía oyó un grito de guerra y un golpe. La voz le resultó familiar, aunque no estaba en condiciones de tratar de identificarla. Sólo vio al torturador estampado contra la ventana que lo separaba de la sala donde se encontraba. Estaba demasiado ocupado contrayendo todo su cuerpo para no eyacular.

¿Quién te ha dado permiso para entrar aquí?-preguntó con furia el torturador mientras se incorporaba.

Aquel verdugo no tuvo más oportunidades de responder. Mientras trataba de contener su orgasmo, Émile vio cómo su enemigo era asesinado con cuatro cuchillos kunai: dos de ellos fueron lanzados contra sus ojos, otro contra su boca y otro contra su cuello. Tras ello, una mano que no alcanzaba a ver agarró su cuerpo del cuello de la túnica, estampándolo repetidas veces contra la ventana, provocando así un macabro desparrame de sangre. Después de varios golpes, finalmente el desconocido que acababa de irrumpir allí logró romper la ventana con el cuerpo del verdugo muerto, dejando que cayera libremente y de cabeza al suelo.

Me encanta el sonido de los cráneos y las vértebras de los Mazoku rompiéndose al caer al vacío.-dijo la voz familiar que había oído antes el soldado.

Émile vio cómo desconocido saltó hacia la sala en la que se encontraba. Al acercarse al suelo, sus ojos pudieron distinguir que se trataba de Hagane, su mayor enemigo, que había caído de pie elegantemente en el suelo.

¡MIERDA!-gritó Émile al notar el orgasmo que no había podido reprimir por la captación de atención que había supuesto la caída de Hagane desde lo alto.

Su semen comenzó a entrar por su nariz, pero, a pesar de que era incómodo y molesto, no llegó a ahogarse: Hagane había saltado ágilmente hacia la camilla y había destrozado todos los tubos con sus abanicos. Sin mediar palabra, cortó también los grilletes y le arrancó de la nariz el trozo de catéter que le quedaba puesto, dejando suelto un hilo de semen que goteaba de la nariz del maltrecho soldado.

¿Estoy salvado?-se preguntó Émile incrédulo-¡¿Por un Taimanin?!

Mientras su cabeza trataba de ordenarse, Émile se dejaba arrastrar por Hagane, quien lo había levantado de la camilla y lo había puesto de pie sujetándolo de los hombros. Las miradas de los dos jóvenes se enfrentaron.

De nada.-se limitó a decir el Taimanin.

Con suma alegría, Hagane le propinó un potente rodillazo en el estómago a Émile, haciéndole escupir todo el semen que le había entrado, liberando sus vías aéreas. Tras ello, le dio la espalda y dobló con fuerza sus brazos contrayendo sus bíceps y rotando sus hombros, clavándole los dos codos debajo del esternón, terminando de limpiar su nariz y su garganta a la vez que hacía que cayera al suelo.

¿La maniobra de Heimlich era mucho pedir?-se quejó Émile llevándose las manos a su dolorido abdomen sin levantarse.

No, claro que no. Es muy fácil.-respondió Hagane-No obstante, el que tengas que agradecerme de por vida que te haya dado las hostias más fuertes de toda tu carrera es para mí un motivo de alegría, algo así como que te olvides de lo que son las botellas y tengas que beber de mi polla el resto de tu vida.

¿Y se supone que esto es mejor que morir?-preguntó Hagane mientras respiraba con fuerza.

¡De nada, de verdad!-insistió el Taimanin-Por cierto, vaya pedazo de rabo, ¿no?

¿Te gusta?-inquirió el soldado con sorna.

Si no le faltara el trozo más bonito, probablemente sí.-explicó el ninja-Pero así no.

Sin hacer caso del malherido soldado, Hagane se acercó hasta los armarios de la sala. En uno de ellos encontró la ropa de Émile y en otro había sábanas, toallas y agua. Pensó que serían para mantener vivos a los presos de aquella sala de tortura mientras les hacían maldades.

Con esto puedes limpiarte todo el cuerpo y vestirte.-explicó Hagane-Si vas a venir conmigo, no quiero que vengas con la boca llena de saliva y con la entrepierna chorreando. Un mínimo de higiene, ¿no?

¿Quién ha dicho que voy a ir contigo?-inquirió Émile.

Yo.-contestó el Taimanin-Si aprecias mínimamente a la teniente Margaret Johnson y no quieres que muera por tu culpa, vendrás conmigo. Tu vida puede no importarte, pero no es la única que está en juego con tu decisión: las de tus compañeros también lo están. Como no os portéis bien con nosotros lo vais a lamentar. No hemos venido a salvaros por piedad, sino para que nos debáis la vida, para que sea la última vez que nos dificultáis las cosas y para que paguéis por todos vuestros errores garrafales. Forma parte de nuestros principios como Taimanin el evitar al máximo posible las muertes humanas en la guerra contra los Mazoku. Levántate, mancha todas las sábanas y las toallas que quieras limpiándote y aprovecha que hay agua en abundancia. Tu ropa está ahí, así que no tendrás que pasar vergüenza arrastrando ese obelisco en el que el verdugo ha convertido a tu pene. ¿Te digo algo para animarte? Tus tacones están aquí guardados e intactos. No se han partido.

Está bien.-el soldado se resignó.

Hagane le dio la espalda durante unos minutos para que no se sintiera observado mientras se limpiaba y se aseaba. Émile notó que dolor en el pene apenas le dejaba moverse, pero estaba haciendo acopio de fuerzas para evitar verse en una deuda mayor con una persona a la que había llegado a odiar. Al terminar de vestirse, arrancó un cable de la bombona de los perfumes, provocando un escape. Dejó que el aroma lo impregnara, tratando de limpiar todo lo que le habían ensuciado aquella noche. Tras ello, el Taimanin señaló la puerta.

Probablemente te hayan metido aquí por esa puerta.-dijo-Por donde yo he venido no hay ni rastro de los tuyos. Dado que habrás llegado aquí inconsciente, es mejor que salgamos por donde tú has entrado y busquemos a los demás.

Vale.-respondió Émile sin ni siquiera mirarlo.


El rítmico y penetrante sonido de los tacones de ambos jóvenes cruzó y abandonó la sala a través de aquella pesada puerta.

miércoles, 9 de agosto de 2017

[TY] Episodio 88: Dureza

TAIMANIN YAMIYUKI
Episodio 88: Dureza

Los seis valientes Taimanin aparecieron en las instalaciones de los Neo-Nómadas tras despedirse de sus compañeros y cruzar el portal. Su objetivo era rescatar a los soldados que hasta ese instante habían sido sus enemigos en aras de desbloquear las comunicaciones con la ONU como pago por la vida que a partir de esa noche les iban a deber.

Esto es enorme.-comentó Hagane mientras miraba a su alrededor-¿No os da la impresión de que cada vez que nos colamos en las instalaciones del enemigo hacen algún tipo de obra de ampliación?

No me extrañaría lo más mínimo.-respondió Rito con una media sonrisa-Lo que más me mosquea no es que esto sea grande, sino que no haya ni rastro de los tiparracos a los que hemos venido a buscar.

Saben que queremos sacarlos de aquí con vida.-terció Aoi-No querrán ponérnoslo nada fácil. Seguro que están separados. No se arriesgarán a que podamos agarrarlos a todos a la vez y, por supuesto, nos quieren separados a nosotros también por si entramos en combate.

Creo que está claro que tenemos que ir cada uno por un sitio.-sumó Shirubei encogiéndose de hombros-Estaba encantadísimo de volver a verme rodeado de vosotros, pero parece ser que nos tenemos que dar otro paseo solitario.

No será tan duro como lo que llevamos hecho.-Inuhito trató de infundir ánimos-Los soldados están fuera de combate. Las más peligrosas eran las dos mujeres, una de ellas está muerta y la otra es nuestra rehén. También sabemos que los Fuuma no vendrán a joder porque ya no existen, por lo que todo queda entre los Mazoku y nosotros. Esas alimañas también tienen que estar agotadas por la batalla de esta noche.

Está claro entonces, mis queridos aliados y amigos.-sentenció Yamiyuki en tono solemne-Nos separaremos aquí y trataremos de encontrar a todos nuestros objetivos. Tenemos que hacer lo posible por rescatar con vida a los soldados James Silver, Leon Fitzgerald, Émile Delacroix, Grant Steeler, Christian Miller, Andrei Kagami-Volkov y Gordon Powers. Nos veremos antes de lo que imaginamos. ¡Buena suerte a todos!

Los chicos asintieron con la cabeza y se separaron, yendo cada uno por un pasillo de los muchos a los que se podía acceder por el punto en el que habían aterrizado desde el portal. Al verse solo de nuevo, Yamiyuki comenzó a reflexionar.

Son siete objetivos y nosotros somos seis.-pensó el chico-Tendremos que emplearnos a fondo. Hay que encontrarlos, acabar con quien ose separarnos de ellos y después convencerlos para que nos acompañen o, en su defecto, cargar con sus cuerpos tras noquearlos de manera preventiva. Noto una presencia demoníaca cerca. Espero que haya suerte. Jamás pensé que me vería con tantas ganas de encontrarme a un demonio.

El chico clavó sus brillantes y místicos ojos en el extremo final de un pasillo. En algún punto de aquel segmento se estaba filtrando una energía demoníaca que invitaba al acercamiento, una trampa obvia, una señal de avance. Con sigilo y agilidad, surcó el pasillo de un salto. Apoyando la espalda en la pared a la que acababa de llegar, inspiró y exhaló de manera taimada. Sentía la presencia demoníaca más cerca. Delante de él había otro tramo de corredor, pues había parado en un codo. En el nuevo tramo había bastantes puertas a ambos lados.

No tengo tiempo para abrir todas las puertas.-Yamiyuki hacía cábalas para sí-Y, aunque lo tuviera, no necesitaría disponer de él de tal forma. Las rosas me acompañan en todos mis viajes.

Tocó un punto de la pared con los dedos índice y corazón de la mano derecha. De debajo de sus dedos comenzaron a brotar unas finas ramas de rosal que crecieron hacia cada una de las puertas, colándose por las rendijas y dejando que floreciera una rosa roja en el extremo que había conseguido entrar en cada sala.

Las rosas están tranquilas.-observó el joven-No hay nada de interés tras estas puertas. Tendré que pedirles un favor extra. ¡Rosas, mostradme el camino, por favor!

Las ramas de rosal salieron de las puertas y se enroscaron entre sí, formando una rama gruesa que comenzó a recorrer la estancia como si fuera inteligente. Su invocador perdió pronto su extremo de vista, dejando que explorara libremente las instalaciones hasta que, de pronto, se paró.

Creo que he encontrado algo.-Yamiyuki se sonrió-Bueno, no lo creo: lo sé. Si la rosa que despertará tras este parón me da un indicio sabré lo que hacer.

Lejos de la vista del Taimanin, de la punta de la rama, que se había detenido, brotó una hermosa rosa roja. Comenzó a sufrir espasmos con una energía de color azul: estaba disonando con la energía demoníaca, transmitiéndole a su dueño una valiosa información. Obviando totalmente la forma y la longitud del camino, así como el tiempo que podría tardarse en recorrerlo, Yamiyuki brotó del extremo de la rama con un pequeño estallido de pétalos, cayendo de pie frente a una puerta reforzada al lado de la cual la rosa estaba brillando, alternando su rojo natural con el azul de la energía Mazoku.

Ya es hora de que te relajes, preciosa.-susurró Yamiyuki cogiendo la rosa con sus manos, apartándola de la energía que la estresaba-Necesitaré tu ayuda en breves instantes.

El chico trató de escuchar a través de la puerta. Al haberse separado por completo de la pared, la rama de rosal se había esfumado como si nunca hubiera estado ahí. Como Taimanin, aquel joven podía presumir de que sus sentidos estaban muy desarrollados, pero no estaban vastamente amplificados como los de Inuhito. No captó la totalidad de lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta, pero sí escuchó alguna voz familiar que le dio la pista definitiva.

Ahora, mi bella flor,-susurró Yamiyuki-abre la puerta.

Colocó la rosa en el cerrojo. Como si de ganzúas hechas a medida se tratase, las ramas que hizo brotar la rosa en el interior de la cerradura abrieron la puerta de manera completa, limpia y silenciosa. Haciendo honor a su sigilo como guerrero ninja, Yamiyuki se coló sin ser visto ni oído, tras lo cual se colgó del techo, permaneciendo como un observador en el rincón más oscuro de aquella sala que, por suerte para él, estaba poco iluminada.

No hay que ser muy inteligente para inferir lo que pretendéis hacer conmigo.-dijo la voz que había dado la pista a Yamiyuki desde el centro de la estancia.

Grant Steeler estaba allí. Sólo unos calzoncillos lo separaban de la desnudez. Su atlético cuerpo estaba montado en una máquina de aspecto amenazador que le unía los brazos por las muñecas con un pesado grillete hidráulico que se sujetaba del techo. Sus piernas estaban cruzadas a la altura de los tobillos, separadas a la altura de las caderas y levantadas hasta dejar el punto medio de sus nalgas apuntando al suelo. Al igual que con sus brazos, también sus piernas estaban sujetas con un grillete que se cerraba en torno a sus tobillos y se sujetaba al suelo mediante un pilar metálico. En el cuello le habían puesto un collar metálico con una cenefa de púas en su cara interna amenazando con clavársele en la piel. De la cara externa de aquel sádico accesorio colgaban cables de diferentes colores y eran muy largos, llegando a conectarse a máquinas que estaban muy alejadas dentro de la extensión de la sala. Bien fijado al suelo se erguía, perpendicularmente a él, un mástil muy rígido y duro que apuntaba directamente a la zona anal del soldado, que había sido estratégicamente expuesta con aquella máquina.

Estás jodido, humano.-Yamiyuki oyó otra voz.

Se fijó entonces en el resto del escenario: al soldado lo rodeaban mercenarios Mazoku que parecían ser especialistas en tortura.

Te escupiría, pero no honro a traidores.-se limitó a responder Grant.

Está descalzo, pero lleva las botas bien puestas en espíritu.-pensó Yamiyuki mientras observaba-Le van a dar bien fuerte. No sé por qué me da en la nariz que ese palo que le van a meter por el culo es algo más que un simple mástil muy largo.

Se te castigará con un empalamiento prolongado hasta que mueras.-sentenció otro de los mercenarios haciendo caso omiso de la insolencia de su presa.

No estoy acabado, escoria.-respondió Grant con estoicismo-En cuanto me libre de estas ataduras, daros una paliza será una tarea sencilla.

Para paliza la que te han dado esta noche, cría de zorro.-terció una mujer de la unidad de tortura que también estaba allí-Has sido vapuleado por Rito Sonozaki hasta perder el conocimiento. Estás sin resuello. Incluso si te soltáramos, no podrías con nosotros. Es más, yo sola podría acabar contigo.

Mide tus palabras, arpía diabólica.-le espetó el militar.

La mujer se dispuso a responder, pero uno de sus compañeros le hizo un gesto con la mano para que se tranquilizara.

Tranquila, Marianella.-dijo el mercenario-Tendrás oportunidad de hacerle pagar por su insolencia sin malgastar tus palabras, que son siempre más sabias que las de él. Hay una ronda de latigazos antes del empalamiento. ¡Richard, Olga, traed eso!

Dos mercenarios se perdieron por la sala y volvieron con un carro lleno de látigos de cientos de tipos.

El plan está claro:-Yamiyuki repasaba mentalmente-Me río un rato de los latigazos que le van a dar y, antes de que corra peligro, saltaré encima de esos parias, me los cargaré sin despeinarme y me llevaré a ese energúmeno. No obstante, primero quiero ver algo. Reírme de los latigazos no es tan importante como convertir en una verdad objetiva una teoría que hace tiempo que tengo…

El sonido de un latigazo quebró el silencio momentáneo que se había hecho. Todos los mercenarios estaban ya armados con diferentes látigos en las manos y se disponían a disfrutar de aquella sesión de tortura. Muchos de ellos llevaban una de las armas en cada mano.

Creo que voy a llevar razón.-Yamiyuki clavó su vista con aún más intensidad en aquella deprimente y violenta escena.

Sin gritar, el soldado encajaba los fuertes y dolorosos latigazos que los Mazoku le propinaban por todo el cuerpo.

Has dedicado tu vida a conquistar a tus enemigos con el dolor.-comentó una de las mercenarias-¡Es hora de que mueras por sobredosis de tu medicina! ¡El dolor y el placer son nuestras especialidades!

¡Volved al infierno del que os habéis escapado!-bramó Grant mientras recibía decenas de latigazos simultáneos a manos de los torturadores.

Una chispa de energía brotó súbitamente en los ojos del militar, pero se apagó tan rápido como se había encendido. Yamiyuki se mostró muy atento.

¡Lo he visto!-el chico se mantenía expectante-¿Qué ha sido eso que se ha manifestado en sus ojos? No sé si ha sido por la ira, por el dolor o por mezcla de ambas, pero ha sucedido tal cual.

Los gritos de los torturadores se hicieron cada vez más intensos e incomprensibles, pues se mezclaban entre ellos.

¡Arrancadle la ropa interior!-gritó uno de los mercenarios que más alejado estaba.

Sin mediar palabra, otro mercenario le arrancó los calzoncillos a Grant de un latigazo, revelando sus musculosos glúteos, sus marcadas ingles y su miembro viril.

¡Castigad esa zona!-pidió a gritos una sádica mercenaria.

Los torturadores comenzaron a concentrar sus latigazos en los glúteos, en el perineo, en los testículos y en el pene del joven, que seguía negándose a gritar de dolor pese a que su rostro reflejaba que no lo podía estar pasando peor.

No me da nada de pena.-pensó el Taimanin-¿Soy una mala persona? ¿O acaso él es tan horrible que no puedo sino celebrar su dolor?

¡Juro que os mataré!-bramó el militar tratando de vencer la fuerza de los grilletes que lo mantenían inmovilizado.

¡Que no sangre por el culo hasta que no empiece la fiesta de verdad!-pidió un mercenario-Vamos a divertirnos bien.

Cada frase que Grant dedicaba a sus torturadores hacía que Yamiyuki se tensase cada vez más.

Tiene algo.-pensaba-¡Lo tiene! Ojalá tuviera aquí algún medio para corroborarlo o estuviera conmigo alguna persona con capacidades específicas para ello.

¡El collar!-gritó Olga, la mercenaria que había acercado los látigos a sus compañeros-¡Actívalo, Kain!

Uno de los hombres se acercó a un ordenador de la sala. Introdujo una contraseña y, tras ello, activó un programa. El collar se cerró firmemente y se enroscó con fuerza en el cuello de Grant, haciendo que se le clavaran todas las púas.

Ngh…-Grant no pudo reprimir un gemido.

¡AHORA!-chillaron todos los torturadores.

El torturador Kain pulsó un botón del ordenador, haciendo que los cables que llegaban al collar vieran justificada su existencia. Cada color tenía una función: los había que transmitían corriente eléctrica para producir dolor y los que inyectaban drogas y diferentes sustancias para doblegar a la víctima.

¿Qué le meto?-preguntó Kain desde el ordenador-Los tubos suministradores de afrodisíacos están en espera.

La última droga que desarrolló el doctor Karistus antes de morir.-pidió la torturadora Marianella-Seguro que la jefa Kuritöö estará orgullosa.

Sin mediar palabra, Kain pulsó un botón e hizo que las drogas solicitadas fuesen inyectadas en el cuello del soldado. Su pene comenzó a endurecerse violentamente. Era muy grueso y tenía una sensación visual pesada. Su longitud era considerable y su curvatura hacia arriba recordaba a la de un plátano. En el abdomen, alrededor de la base, tenía una tupida mata de vello púbico. La cicatriz de su circuncisión estaba finamente trazada y no era muy exagerada, pero la falta de brillo de su glande era evidente.

¡Agarraré mi bastón antes de que os deis cuenta y os haré sufrir hasta que deseéis la muerte de rodillas!-amenazó el soldado viéndose presa de la ansiedad.

Una de las mujeres fustigó el pene de Grant y enroscó el látigo en él aprovechando la erección. Con un mecanismo de tecnología Mazoku insertado en la empuñadura del arma, comenzó a transmitir corriente eléctrica a su través. Inspirado por el gesto de esta compañera, otro de los soldados tomó dos de los cables eléctricos del collar, les colocó agujas metálicas en los extremos y se las clavó en el perineo. El rostro del militar se desfiguró, aunque seguía luchando por mantener la expresión seria y desafiante.

Nghhhhhhhhhhhhhh…-gruñó en voz baja el joven soldado.

¿Qué es esa energía?-se sorprendió Yamiyuki-Creo que cada vez hay menos dudas. Este Grant Steeler es…

Es curioso que te acuerdes ahora de tu bastón.-comentó el torturador Richard en voz alta, cortando el soliloquio de Yamiyuki y obligándole a prestar atención-Lo hemos…reformulado.

No…-susurró involuntariamente Grant al percatarse del instrumento con el que lo iban a empalar.

¿Que no?-preguntó uno de los mercenarios entre risas-¡POR SUPUESTO QUE SÍ!

El mástil que te va a penetrar hasta que mueras está hecho con el bastón que te hemos requisado.-explicó otro torturador de la sala-No vas a poder resistirte al dolor. Conseguiremos abollar tu metálico orgullo, ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!

El mecanismo del mástil se activó. Se retrajo un poco hacia el suelo y tomó impulso para subir hacia arriba como un taco de billar, introduciéndose limpia y fuertemente en el ano del soldado.

¡HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGHHHHHHHHHH!-chilló Grant.

Finalmente, el soldado no pudo evitar gritar de dolor. Las drogas habían hecho mella en sus defensas, la corriente eléctrica y los golpes lo habían dejado muy dolorido y conocía lo que su bastón era capaz de hacer a la hora de causar dolor. Sentía que aquel mástil lo estaba quemando por dentro y estaba esparciendo magma por sus entrañas. También sentía que se partía por la mitad e incluso llegaba a desearlo con tal de acabar con aquel sufrimiento indescriptible. De sus ojos brotaban lágrimas grandes y pesadas. No podía dejar de chillar.

¡Eso es!-gritó uno de los mercenarios-¡Que sufra! ¡Haced que esa mierda se mueva!

El mástil comenzó a moverse hacia abajo y hacia arriba con cada vez más amplitud de recorrido, golpeando las vísceras de Grant una vez pasado el desgarro anal. El soldado se sentía tan dolorido que había olvidado la humillación que tanta ira le causaba. Sólo podía chillar y llorar.

Esto ha dejado de ser gracioso.-pensó Yamiyuki tensando sus músculos-Es hora de intervenir. Tendré mi oportunidad para terminar de verificar mi teoría con él a solas.

El Taimanin se tiró desde donde estaba. Cayó en medio de los torturadores, que no se lo esperaban.

¡Yamiyuki Kuroi!-gritó, aterrorizado, uno de los mercenarios.

Con su orgullo como castigador recién alimentado, Yamiyuki miró al soldado que se había asustado y le sonrió.

A ti te mataré el último.-le dijo con una falsa y sobreactuada dulzura.

Sin dejar pasar ni una fracción de segundo, el ninja pateó en el cuello al mercenario que más cerca tenía, rompiéndole las vértebras cervicales y acabando con su vida en medio de un macabro crujido que se expandió con el eco de la sala.

¿Quién es el siguiente?-preguntó el hermoso joven flexionando la rodilla de la pierna con la que había lanzado la patada y quedándose en una pose amenazadora.

¡Tomad los látigos y acabad con él!-bramó un mercenario Mazoku-¡Que no se lleve al soldado!

Yamiyuki huyó de los latigazos que comenzaron a dirigirse hacia él y se acercó al ordenador en el que había visto que se controlaban los aparatos de tortura. Rápidamente, retrajo el mástil hacia el suelo, liberando el ano de Grant, y aflojó el collar, dejándole el cuello libre de tensiones, aunque con heridas sangrantes y de mal aspecto. Tras cumplir su meta estratégica de alargar la vida de su enemigo para poder interrogarlo, se dispuso a acabar con el resto de los mercenarios, que comenzaron a utilizar su fuego azul para tratar de darle caza.

¿Sabéis?-preguntó Yamiyuki ignorando soezmente los feroces ataques de sus enemigos-Desde que saqué el traje negro de la cámara sellada tengo todavía más ganas de reírme de farfolla como vosotros.

El chico sacó dos armas ocultas del traje. Se trataba de los bastones con hojas en forma de cuarto de luna que había utilizado en batallas anteriores. Con ellos, comenzó a hacer elegantes movimientos, haciendo que las cadenas internas se desplegaran y las hojas comenzaran a volar hacia los enemigos, causándoles cortes que no los mataron pero sí los incapacitaron para seguir peleando.

Hora de poner fin a esta fiestecita.-el joven les guiñó un ojo con sorna a sus malheridos enemigos.

Una vez las cadenas de los bastones se hubieron terminado de retraer y las hojas volvieron a estar firmemente unidas a los bastones, el Taimanin comenzó a pasear, decapitando rítmicamente a todos los mercenarios que encontraba en su caminada con ayuda de las hojas curvadas de aquellas armas tan versátiles. Cuando no quedó ni un solo soldado vivo, se guardó los bastones y lanzó unas pequeñas pero rígidas bolas metálicas a los diferentes interruptores de las paredes, encendiendo todas las luces de la sala.

Vaya, vaya…-el Taimanin se giró elegante y amenazadoramente hacia el malherido soldado.

¿Por qué me has salvado?-Grant parecía haber recuperado su temeridad al haber cesado las fuentes de dolor.

Tengo que preguntarte unas cuantas cosas.-respondió Yamiyuki-¿Qué te parece si te saco de ahí, te pones cómodo y hablamos?

Jamás haré una cosa así.-se negó el soldado-Mi voluntad como militar es inquebrantable.

Permíteme que no me tome en serio esa afirmación si me la dices mientras te gotea la polla.-respondió con seriedad y mordacidad el ninja señalando a la entrepierna de su enemigo.

Maldito insolente…-siseó el soldado.

Vamos, no seas inmaduro.-insistió Yamiyuki-Sé de sobra que esto no te ha gustado. Si tu cuerpo ha tenido esta reacción ha sido por la mierda que te han pinchado. Necesito tu colaboración y tú una atención médica urgente que te podría asegurar.

De acuerdo.-se resignó el militar-Sácame de esta mierda para empezar.

Lo mataré en cuanto me suelte.-pensó Grant, manteniéndose estoico.

Quiere intentar algo contra mí.-pensó Yamiyuki mientras se disponía a liberar a su enemigo-Definitivamente este tío es gilipollas.

Creo que los botones están en…-Grant apuntó con la barbilla a uno de los ordenadores.

No necesito esas cosas, no me subestimes.-respondió el Taimanin.

¿Y darte la espalda para facilitarte el intento de mierda que vas a protagonizar?-pensaba el ninja-Si quieres hacer el ridículo, voy a hacer que lo hagas a lo grande.

Con una potente patada, Yamiyuki destrozó el grillete de las piernas de Grant. Las espinilleras de su uniforme conferían a sus extremidades una dureza sin par. Tras ver cómo las piernas del soldado caían lacias con los pies colgando casi a ras de suelo, el joven ninja lanzó una patada mucho más alta que la otra para hacer estallar en pedazos el grillete que le ataba las muñecas al otro chico, dejando que cayera pesadamente al suelo. Sin pararse a recoger su pierna, interpuso la palma de su mano entre su cara y el puñetazo que vio que el chico le lanzaba.

Craso error.-le corrigió mientras le apretaba fuertemente el puño con la mano-O te relajas o te rompo la mano de manera irrecuperable.

Mierda.-siseó el soldado.

Buen chico.-dijo Yamiyuki mientras le soltaba el puño, que había perdido toda la fuerza y la intención, a Grant.

¿De qué quieres hablar?-preguntó el militar sin mirar a su interlocutor a la cara-¡No alargues más de la cuenta esta humillación o te arrepentirás! ¿Qué es lo que me quieres preguntar?

Realmente poca cosa.-le mintió Yamiyuki-Sólo quiero saber en calidad de qué podrías cooperar nosotros tras esta reasignación de bandos.

No quiero cooperar contigo.-dijo Grant poniéndose de pie, haciendo acopio de fuerzas para mantenerse erguido.

Yamiyuki, que era mucho más alto que él, se le puso enfrente totalmente estirado.

No me hagas ponerme unos tacones que hagan que llegues a hacerme una mamada sin doblar las rodillas, Steeler.-dijo el ninja con tono amenazador-Te he salvado la puta vida a pesar de que nos habéis estado jodiendo durante una buena temporada. ¿Crees que estás en condiciones de ponerte exquisito? Si ni siquiera te quedan fuerzas para mantenerte en pie… ¡sé realista!

No me gustan los Taimanin.-respondió Grant, nuevamente humillado.

Ni a nosotros nos gustan los militares corruptos y estúpidos.-respondió Yamiyuki encogiéndose de hombros-No seas ridículo. Particularmente, tú nunca me has gustado un pelo. Me has gustado mucho menos que el resto de los que habéis venido aquí a complicarnos la vida. Hay algo en ti que no encaja… y tanto tu energía como tu olor lo delatan.

¿De qué estás hablando?-preguntó Grant, quien empezaba a inquietarse.

Veo que lo sabes tan bien como yo.-respondió el Taimanin con una sonrisa sagaz-¿Qué no le has contado a nadie?

Creo que nada de esto importa ahora mismo.-el militar cortó a su interlocutor-Quieres que hagamos una tregua y que cooperemos, ¿verdad? Si cierras la boca, aceptaré. Me han torturado mucho y oírte es una tortura aún peor.

¿Aceptas, entonces, la tregua?-preguntó Yamiyuki.

Sí.-contestó Grant cerrando los ojos y suspirando-Hagamos una tregua.

De acuerdo.-asintió el joven ninja con una sonrisa de satisfacción-¡Hagamos una tregua!

Una larga tregua…-suspiró Grant.

Yamiyuki vio que los ojos del soldado volvían a cambiar de color momentáneamente. El color azul violáceo que adoptaron disipó todas sus dudas. Su sonrisa se convirtió en una expresión severa.

Largo tengo lo que me vas a comer.-dijo el ninja con furia mientras asía su nodachi.

Con un ágil movimiento de desenvaine propio del Iaido, el chico le cortó la cabeza al soldado, dejando que rodara por el suelo. Del trozo cercenado de su columna vertebral salió una criatura demoníaca con forma de ofidio que se lanzó con maldad hacia él.

Lo sabía.-dijo Yamiyuki mientras cortaba por la mitad a aquella criatura-No podía ser de otra manera.

El Taimanin se fue de la habitación tras examinar el cadáver. Había revelado la verdad sobre Grant Steeler: era un Mazoku. Tendrían que ahondar en la historia de aquel joven para comprender cómo había conseguido parecer tan humano y de qué manera se las había ingeniado para no utilizar nunca los poderes demoníacos de los que supuestamente habría dispuesto a lo largo de su vida.


Esto huele a creación de demonios a partir de humanos adultos…-pensó Yamiyuki mientras cerraba la puerta tras de sí.