miércoles, 25 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!

¡Hola a todos, queridos lectores! Ya que llevo (ya sé que demasiado) tiempo sin publicar, voy a aprovechar que tengo algo más de tiempo para acercarme un poco más a vosotros y, ¿qué mejor momento que en el día de Navidad?

La verdad es que entre la autoescuela, las "vacaciones" (por llamar a esta temporada de alguna manera, ya que para mí es estudio no presencial) y los exámenes de enero, se me han ido juntando una tras otra varias rachas de tiempo en las que o no puedo o no deseo escribir: antes de terminar las clases no tenía tiempo y en periodos no lectivos directamente no escribo, pase lo que pase, me gusta tomarme ese tiempo para descansar de la publicación y refrescar, aclarar y ampliar mis ideas: si os gustan mis textos, os aseguro que merecerá la pena la espera, pues, en rachas inactivas, suelo tener (y, de hecho, ahora mismo estoy teniendo) ideas bastante buenas para mis historias. Con esto, ya podréis inferir que no voy a publicar nuevas historias antes de febrero, con casi total seguridad: depende también en parte de si apruebo a la primera o no la prueba práctica de conducción, para la que todavía me queda bastante.

Dejando todos los líos de la cotidianidad aparte, quiero centrarme en la idea que traigo para este texto, que no es ni más ni menos que felicitaros las fiestas. Espero de verdad que hayáis disfrutado todo este tiempo de la Navidad y que sigáis haciendo lo propio con el que queda, que os esté yendo bien, que cenaseis muy bien anoche, que os ataquéis a dulces tanto o más que yo, que paséis unas semanas tranquilas y felices y que os ayuden a recuperaros de todo lo negativo que os haya podido traer este último periodo del año 2013.

Dicen que la Navidad es una fiesta de hipocresía, de consumismo, de comercio emocional...y yo no voy a entrar en eso, porque no es mi idea al respecto. Quitando tanto las connotaciones religiosas como las del consumismo, lo que para mí es especial de la Navidad es que sucede al final del año. Claro que del 31 de diciembre al 1 de enero no sucede ninguna disrupción anómala que cambie nuestras vidas, claro que la vida sigue como cuando nos dormimos un domingo y nos levantamos un lunes, claro que no pasa nada...pero, por muy común y corriente que sea, el final de un año es un momento estratégicamente bueno para aprovechar y reflexionar: pararnos un momento, acompañados de nosotros mismos, y pensar en todo lo que ha sucedido en el año que va a terminar...hacer un balance de lo bueno y de lo no tan bueno y tomar la férrea determinación de inclinar, a lo largo del próximo año, la balanza hacia donde deseemos. Es momento para disfrutar y para recuperar energías, para volver a la rutina con el espíritu luchador excitado y enardecido, para mirarnos en un espejo y solapar mentalmente la trayectoria que deseamos seguir con la que estamos siguiendo, estudiar las desviaciones y luchar por minimizarlas. En nuestras manos está el poder seguir adelante y, lo que es más importante, hacerlo según nuestra voluntad, nuestros ideales y nuestros sueños. La vida puede traernos negatividad, puede ponernos dificultades, puede hacernos sufrir...pero, al final, es uno mismo el que decide si se deja dañar y destrozar o se niega a dejarse arrastrar y sigue su camino. Por todo esto debemos aprovechar esta época en la que todos están ocupados comprando, comiendo, viendo las películas navideñas que ponen todos los años y llamando a familiares a los que nunca ven para felicitarles las fiestas, pues todos los que nos rodean están demasiado ocupados como para obstruir nuestro camino: es el momento de arreglar el trazado de nuestra ruta y prometernos a nosotros mismos que vamos a mejorar todo aquello con lo que no estemos satisfechos.

Por supuesto que suena a anuncio de Navidad, a palabras que un publicista pondría en un anuncio porque es lo que todos quieren oír, pero, contra todo pronóstico, es lo que pienso realmente, y puedo decir muy orgulloso (lleno de orgullo y satisfacción, vaya) que me funciona y me va muy bien: no suele darse mucho el caso, pero, a veces, los dichos masificados son tan prácticos y certeros como socorridos. Si no me creéis, os invito a probarlo. Creedme cuando os digo que todos podemos cambiar lo que no nos guste, sed fuertes, valientes y pacientes y, por largo y tortuoso que sea el camino, tendréis vuestra deseada recompensa al final.

Con todo, es una época para invertir todo el azúcar de los polvorones, el turrón, los mazapanes y demás delicias en ejecutar en nuestro día a día todos nuestros propósitos, voluntades, deseos y sueños, así que disfrutad, disfrutad mucho, relajaos, comed muy bien, aprovechad que es la época del año en la que más dulces, comida, refrescos y demás alimentos distintos, golosos y, a veces, caros hay en casa y, lejos de temer los kilos de más, invertid todo lo que comáis en seguir disfrutando con la máxima energía y dedicar vuestras fuerzas a amoldaros a vuestros deseos. ¡Feliz Navidad a todos! Porque la vida es lo que nosotros hacemos de ella. Tened un muy buen día; próximamente volveré con más escritos.