sábado, 31 de agosto de 2013

[SSS] Capítulo 5: Furor

Capítulo 5: Furor

Michelle amaneció como si tuviera la ligereza de una pluma. Había llegado algo tarde a casa, pues había estado la noche anterior estudiando con Myo.
Así que la ley de Hess permite combinar cada una de las etapas para obtener la reacción total en un paso y con eso calculamos la dichosa entalpía…-murmuró mientras se rascaba la cabeza por detrás tras apagar el despertador.
Se levantó de la cama. Contempló durante unos segundos una foto que tenía al lado de la cama en la que salían sus padres con él en medio.
Papá, mamá…-Michelle se entristeció un poco.
Sus padres habían sufrido un accidente de carretera y se encontraban ingresados en el hospital. Les costaría mucho recuperarse completamente. Ese día le tocaba ir a verlos, por lo que pronto se le pasó el pequeño arrebato de tristeza. Se sentía en una nube de algodón, en un trono en medio del paraíso. Había logrado superar sus dudas de clase gracias a Myo, había hecho un entrenamiento genial la tarde anterior y, lo más importante de todo…se había coronado en la gloria con ese momento de sexo oral tan intenso con su amigo. Aún recordaba cada segundo, cada caricia, cada intercambio de calor, cada intercambio de fluidos, cada lengüetazo, cada sabor, cada movimiento. Empezó a sentirse apretado. Miró hacia abajo. El recuerdo de su encuentro con Myo le estaba causando una buena erección.
Bueno…-dijo Michelle para sí mientras iba a hacerse el desayuno-…dicen que hay que empezar el día con alegría.
Introdujo una taza de medio litro llena de leche en el microondas, dejó un plátano encima de la mesa de la cocina y volvió a su cuarto. Se tumbó en la cama y se quitó lo único que llevaba, la ropa interior.
Myo…-dijo mientras empezaba a tocarse el pene para aumentar su erección.
Separó las piernas, alargó el brazo con el que no se estaba masturbando y apoyó la cabeza en la almohada para ponerse lo más cómodo posible. Se retiró el prepucio con un rápido y hábil movimiento. Comenzó a masajearse y a pensar en lo sucedido ayer. Además, en su mente se dibujaba la imagen de Myo y  él sentados juntos en una mesa con los libros abiertos. Le inspiraba una gran ternura. En cuestión de décimas de segundo, su pene quedó duro como una piedra. Sin darse tregua, se lo agarró bien fuerte y comenzó a masturbarse a un ritmo frenético. Pronto empezó a agitarse, a arquear las piernas y a convulsionarse. El éxtasis de su fantasía lo invadía. Mientras casi quemaba su robusto y enorme pene, el microondas pitó.  Justo en ese instante, el chico vio que se había puesto perdido. El chorro de semen le había llegado casi hasta el cuello. Se levantó con una sonrisa, fue a lavarse las manos y se tomó el vaso de leche tras añadirle generosas cantidades de cacao en polvo. Después se dio una ducha, se vistió, hizo la cama, agarró su cartera, con otra mano cogió el plátano que había dejado antes en la mesa y salió de casa, cerrando la puerta con llave, tras lo que devoró el plátano en dos bocados, tiró la piel al cubo de basura y comenzó a caminar a paso firme hacia el instituto.
Cuando había avanzado dos manzanas, algo tiró de él hacia un callejón sombrío y lleno de contenedores.
¿Qué demonios…-preguntó mientras se sacudía a quien lo estuviera agarrando.
La fuerza de Michelle era demasiada para cualquier transeúnte promedio que quisiera forcejear con él.
¡Ayúdame!-le dijo la persona que lo había agarrado.
Vestía de blanco completamente. Tenía el cabello de color castaño claro recogido en dos coletas dobladas sobre sí mismas haciendo la forma de gotas de agua. Sus ojos eran del color del café. Los símbolos rojos de su indumentaria delataban que era una enfermera.
¡Ven, por favor!-le suplicó a Michelle-¡Un paciente se ha caído de la ambulancia y ha rodado hasta esa esquina!-señaló a la negrura del fondo del callejón-¡Pesa mucho, no puedo levantarlo y la ambulancia no puede aparcar en esta manzana!
Michelle observó que toda la manzana estaba llena de coches aparcados. En el fondo del callejón podía distinguir algo moviéndose.
Está bien, te ayudaré a llevarlo hasta la ambulancia.-Michelle era muy justo y altruista para estas cosas, además de que intentaba ser un caballero y aquella joven enfermera le recordaba a las de sus revistas…pero no lograba excitarse con ella, tal vez por la gravedad de la situación o tal vez por lo de Myo.
Muchas…-dijo la enfermera sonriendo pícaramente-¡GRACIAS!
Cuando Michelle se hubo lanzado al callejón, la enfermera le clavó, por detrás, una jeringuilla en el cuello. Le inyectó el contenido, causando que se desplomase.
. . .
¡Qué raro que Michelle no esté aquí, con lo trabajador y lo persistente que es siempre!-se extrañó Priscille en el recreo-No nos avisó de que tuviera nada especial que hacer…y no nos ha llamado por si está enfermo o algo…
Myo pensó si había alguna relación entre lo del día anterior y la ausencia de su amigo. ¿Y si no podía…o no quería…mirarlo a la cara tras el pasional intercambio de felaciones que hicieron?
Es absurdo.-pensó-Después de eso, vino a mi casa y estuvimos hablando de cosas totalmente distintas. No obstante, no puedo evitar preocuparme…
¡Myo!-dijo Priscille-¿Estás bien?
Sólo estaba…-dijo él-…preocupado por Michelle.
Al parecer lo habían llamado por su nombre varias veces y no había contestado.
No pasa nada, chicos, Michelle es demasiado fuerte para cualquier cosa que le pueda pasar.-dijo Alice con confianza-Le mandaré un mensaje en nombre de todos y saldremos de dudas.
Alice cogió el móvil y comenzó a escribir un SMS.
Buena idea.-concedió Priscille-Suele llegar justo de tiempo, pero nunca tantas horas tarde…debe de haber tenido un imprevisto.
. . .
Cuando se despertó, Michelle se encontró en la azotea de un edificio. Había un enorme rótulo luminoso publicitario cuya cara trasera podía ver. También había una puerta, aparentemente cerrada, que daba al interior del edificio por, supuestamente, unas escaleras de bajada. Y también estaba la enfermera, con una bata negra larga encima de la ropa de trabajo y descalza.
Veo que ya te has despertado…-dijo mientras caminaba hacia el chico, que seguía tumbado-…buenos días.
Michelle no era un gran pensador, pero no tardó en darse cuenta de que estaba corriendo la misma suerte que Myo. La enfermera le estaba intentando acariciar la entrepierna con el pie…
¡NO!-dijo Michelle-¡No te dejaré que hagas lo que quieras conmigo!
El chico se levantó con brusquedad, desestabilizando a la mujer.
¡POR CULPA DE VUESTRA DEMONÍACA ESPECIE, MI AMIGO, MI GRAN AMIGO, UNO DE MIS HERMANOS, HA SUFRIDO LO INDECIBLE Y SU VIDA HA DADO UN VUELCO!-gritó-¡ALÉJATE, DIABLO! ¡ESTOY DISPUESTO A VENGAR SU PENA AQUÍ Y AHORA! ¡SI ERES VALIENTE, MUÉSTRAME EN LO QUE SEA QUE TE TRANSFORMES, PERO TE ASEGURO QUE SOY DURO DE PELAR! Has tenido que drogarme para traerme aquí…si llego a estar en mis cabales, no habrías podido moverme.
Insolente.-dijo la enfermera con asco-Voy a hacer que te lamentes de tus palabras…
¿Tú y cuántas más?-preguntó Michelle-Eres bastante guapa, pero eso será lo único que realmente tengas.
Te equivocas, humano…-respondió la mujer mientras su voz se volvía aguda, estridente y molesta, como si graznase-¡ESTÁS MUY EQUIVOCADO!
El cuerpo de la enfermera empezó a agrandarse, reventando su ropa. Agitó los brazos, que empezaron a deformarse y a convertirse en una especie de alas muy plumosas en cuyos extremos había afiladas garras. Sus piernas se hicieron más largas, grandes y escamosas, terminando por transformar sus pies en las patas de un ave, con afiladas garras. Creció en estatura, su piel, su plumaje y sus escamas se tornaron de un color verdoso y su cabello se volvió verde a la vez que sus ojos enrojecían, sus orejas se hacían puntiagudas y sus dientes se afilaban. Al terminar, podría decirse que medía dos metros o incluso más.
¡¿Una arpía?!-Michelle se sorprendió-Sí, eso es lo que sois todas las asesinas que estáis aflorando esta última temporada. ¡Difamando a nuestras ciudadanas con vuestras fechorías! ¡Y aún pretendes aprovecharte de mí! ¡Jamás, y menos después de lo que, por vuestra culpa, ha sufrido una de mis personas más queridas!
Eres demasiado necio para permitirte hablar tanto.-gruñó la arpía.
Batió sus enormes alas, creando una corriente de viento y plumas tan fuerte que arrastró al chico y lo estampó contra la chapa trasera del rótulo.
¡Argh!-gimió Michelle.
El viento tenía que haber sido muy fuerte para arrastrar a un chico tan pesado: sus músculos eran muy grandes.
¡PROCREEMOS!-gritó la criatura alzando el vuelo-¡CUANTO ANTES ME DES A MI HIJA, ANTES PODRÉ MATARTE!
Michelle se despegó de la chapa y saltó, esquivando el placaje aéreo de aquella enorme bestia.
¡Sueñas!-le gritó-¡Sueñas si te crees que te voy a dejar! ¡Viviré! ¡Tengo amigos a los que proteger! ¡Unos padres a los que hacer sentir orgullosos! ¡Una vida por delante! ¡No eres quien para decidir mi futuro! ¡TE GOLPEARÉ SI ES NECESARIO!
Un resplandor rojo empezó a bañar el cuerpo del chico. Su cuerpo comenzó a calentarse como cuando comenzaba a entrenar cada día.
La arpía se rió y se volvió a lanzar a por él, esta vez con intención de lacerar su hombro de una patada. Michelle apretó el puño y todo el brazo, haciendo sobresalir su robusto bíceps. Movió el brazo como si quisiera lanzar un fuerte puñetazo para desviar la patada de esa cosa. Se le marcó mucho el tríceps en ese momento. El tiempo pareció ir a cámara lenta durante unas décimas de segundo y, cuando alargó el brazo, no fue un puñetazo lo que proyectó, sino un chorro de fuego que hizo retractarse al monstruo.
¿Qué ha sido eso?-preguntó, histérica.
Michelle se sintió muy sorprendido. ¿Tendría él también el poder? ¿Sería un elegido? No era como el viento del que Myo hablaba, pero miró sus manos y vio que estaban rodeadas de un aura roja de aspecto etéreo. Había visto fuego salir de su puño.
Veo que sólo ha sido un golpe de suerte, ¡no eres capaz ni de moverte!-la arpía se jactó y volvió a lanzarse en picado, esta vez de cabeza.
El chico probó suerte. Agitó las manos con mucha fuerza. No podía parar de pensar en sus amigos y en sus padres. Como él quiso, un muro rectangular de fuego se alzó ante él, impidiendo el choque con la arpía, que tuvo que echarse hacia atrás para no atravesar el muro y quemarse.
¡Cobarde!-gruñó la criatura.
Eres tú la que no se atreve a tocarme si hace calor.-Michelle se envalentonó y pensó que podría acabar con ella y salir ileso.
¡CÁLLATE, ESCLAVO!-la gigantesca arpía corrió hacia Michelle apuntándole con las garras.
¡Eres tú quien nunca debió empezar a graznar!-exclamó el joven mientras lanzaba un golpe al aire con la palma de su mano.
Una bola de fuego salió de la mano de Michelle, impactando en el abdomen de la arpía, que chirrió y se tiró al suelo a la vez que empezó a rodar para quitarse las llamas. Su plumaje parecía ser combustible. Cuando se hubo recuperado, se incorporó. Una mancha negruzca decoraba su vientre. Lanzó otra patada cargada de rabia.
El chico no medió palabra. El aura roja siguió creciendo, y le apuntó con ambas manos abiertas a la cara. Un chorro de fuego salió disparado y le quemó el rostro a la vez que la lanzó por los aires hasta estamparla contra el rótulo.
Despídete, ser inmundo.-dijo Michelle-Nunca os perdonaré lo que estáis haciéndole a nuestra ciudad.
Agitó la mano. Unas líneas de luz roja acompañaron el movimiento, convirtiéndose en un fino y lustroso bastón negro de algo más de medio metro en cuya punta había, incrustada en un finamente decorado cáliz hecho a medida, una piedra preciosa roja de gran tamaño y cuidadamente tallada. No se demoró mucho en pensar si sería un rubí o, por el contrario, algo mágico cuya naturaleza desconocía. La arpía se lanzó de nuevo al ataque. Michelle lanzó un golpe con el bastón agarrándolo con una sola mano como si fuese un matamoscas. Desvió el arañazo de su enemiga, que contraatacó con un golpe con una pata doblada que también fue desviado de un bastonazo. Finalmente, el chico golpeó a la arpía con el arma dos veces, henchido de rabia y con el instinto protector disparado. Le dio en la nuca, la dejó postrada en el suelo y, agarrándolo esta vez con las dos manos como si de un bate se tratara, la golpeó fuertemente con el bastón, lanzándola por los aires hasta que cayó en medio de la azotea.
¡TE MATARÉ!-la arpía se enfureció al máximo-¡TE MATARÉ Y DESPUÉS EXPRIMIRÉ TU CADÁVER! ¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Empezó a agitar las alas, causando una tremenda corriente de un fuerte viento que arrastraba gran cantidad de plumas. Michelle reparó en que, esa vez, quien tenía el rótulo detrás era la arpía. Si el viento lo arrastraba, caería desde la azotea, se estamparía en medio de la calle y moriría. Mientras hacía fuerza con las piernas para evitar irse hacia atrás, su camisa empezó a rajarse por varias zonas, así como sus pantalones. Pronto se abrieron algunos cortes en su piel de los que brotó sangre. Las plumas estaban afiladas. Si no hacía algo pronto, la arpía lo sometería.
Como si obedeciera una orden, la joya de la punta del bastón se iluminó. Michelle sintió un calambre en la mano y agitó el arma, de cuya punta salió un gran chorro de luz roja que se refractó formando una enorme pantalla que se oponía a la corriente de viento. El chico aprovechó para avanzar y alejarse del borde de la azotea. La arpía se cansó de agitar las alas, el viento cesó y el rayo rojo se dispersó por la onda expansiva de la disipación súbita del viento.
Maldito…-la criatura jadeaba, exhausta.
Ya está.-dijo el chico-Se acabó.
Michelle apuntó con el bastón a la arpía y le disparó varios proyectiles de aquella luz roja. Al impactar contra la arpía, se convirtieron en brillantes llamas. El fuego se propagó entre sus plumas y acabó por prender fuego a todo su cuerpo cuan largo era. Una violenta explosión disipó el fuego, esparciendo por el aire partículas negras que se perdieron en la lejanía. Magullado y manchado de sangre, Michelle sacó su móvil y miró la hora, sin percatarse de que tanto el bastón como el aura habían desaparecido.
¡Mierda!-exclamó-¡Tengo que ir al instituto!
Como la puerta de las escaleras estaba cerrada, tuvo que probar suerte. Agarró el picaporte con fuerza y…el calor lo fundió. Empujó la puerta y bajó corriendo. Con un poco de suerte, podría reunirse con sus amigos a la salida.

[SSS] Capítulo 4: Calor

Capítulo 4: Calor

Myo había logrado dormir mejor aquella noche. Lo había hecho en su cama, con tranquilidad, en un horario normal y con menos pesadillas, aunque aún bastante revuelto e intranquilo. Al levantarse, lo primero que se dibujó en su mente al oír el despertador fue la imagen de su mano expulsando una pequeña corriente de viento. La tarde anterior se había corroborado a sí mismo que su poder permanecía. Mientras esperaba el sonido del tostador y el pitido del microondas para poder desayunar, hacía la cama. Acto seguido, se paró en seco antes de sacar su ropa del armario. Pensó de nuevo en el tema de su poder. Cerró la mano derecha fuertemente y la volvió a abrir. La daga no apareció, por mucho que hubiese pensado en el aspecto de la misma. Decidió no darle más vueltas por el momento y se tomó el desayuno. Había recuperado el apetito,  y eso era bueno. Una vez hubo terminado de desayunar, asearse y prepararse, cogió la cartera y echó a andar a buen ritmo hacia el instituto. Quería contarles a sus amigos lo que había pasado con su mano la tarde anterior. Aceleró el paso a fin de llegar cuanto antes a su destino. Personas y grupos de personas de lo más heterogéneo surcaban las calles de Tokyo: era hora punta de desplazamientos.
Cuando por fin llegó al instituto, se dirigió al vestuario. Dentro estaban varios compañeros de su clase, algunos de las clases adyacentes y, en el fondo, en una esquina, distinguió a un pensativo Priscille.
¡Priscille!-exclamó Myo sonriendo mientras se acercaba a él-¡Buenos días!
Priscille estaba en ropa interior, supuestamente poniéndose el uniforme, pero sentado en un banco, con una pierna cruzada sobre la otra y un libro muy grueso apoyado.
¡Buenos días, Myo!-respondió Michelle mientras se ajustaba las gafas y se apartaba la melena para vislumbrar bien a su amigo-¿Estás mejor?
Mucho mejor.-respondió el chico de ojos amarillos-Sigo muy nervioso e intranquilo, pero esta noche he podido dormir un mínimo y esta mañana he desayunado.
Me alegro mucho, de verdad.-Michelle asintió con una candorosa sonrisa-Creo que tendría que vestirme…
Sí, no es habitual leer en calzoncillos en el vestuario. -Myo le sacó la lengua a su amigo mientras se quitaba su ropa de calle.
Priscille se puso en pie y se miró. Sólo llevaba los calcetines y unos bóxers algo anchos de color blanco con líneas rosas. Comenzó a ponerse el uniforme con mucho ánimo.
Me he quedado encantado esta mañana con este libro.-explicó el estudioso chico-Lo he encontrado en la estantería de mi madre. Me encantan los temarios de estructuras...
No tienes remedio.-dijo Myo mientras se anudaba la corbata-¿Cuánto llevas leído?
Hasta la página por la que está abierto.-respondió su amigo mientras se abrochaba la camisa.
Myo observó que llevaba más de la mitad del libro leído.
¿Y lo has empezado esta mañana?-preguntó Myo.
Sí…-respondió Priscille sonriente-¡es apasionante!
Yo no sería capaz de entender ni los títulos de los temas, supongo…-dijo Myo-…pero me alegro de que te guste.
¡NO!-oyeron detrás de ellos-¿Ya leyendo de buena mañana? ¿Y en el vestuario? ¿No te puedes esperar?
Podría decir lo mismo de ti y las bandas de no quiero ni imaginarme cuántos kilogramos que llevas en los tobillos y en las muñecas.-respondió Priscille, quien no había tardado en reconocer la voz de Michelle.
Buenos días a todos…-Alice apareció detrás de la ancha espalda de Michelle. Habían llegado juntos.
¿Qué hay?-preguntó Michelle mientras se quitaba las pesas de encima de los botines-¿Alguien a quien partirle las piernas, Myo?
No, hoy estoy mejor.-respondió Myo inclinándose cortésmente ante su amigo-No sé cómo puedo estar tan tranquilo, en realidad estoy de los nervios, pero bueno…
Eso es una buena señal.-observó Alice antes de cerrar la puerta de la cabina para cambiarse.
Priscille cerró el libro y lo guardó en su cartera, que estaba mucho más hinchada que las de sus tres amigos.
¿Cuántos libros llevas ahí dentro?-preguntó Myo-Por curiosidad.
Todos los de las clases de hoy…-contó Priscille-…el de mi madre…y cuatro novelas que tengo que devolver a la biblioteca.
Y luego soy yo el chico raro por llevar un disco de cien kilos entre los libros.-dijo Michelle con aires de indignación.
Los tres se rieron. Alice terminó de cambiarse. Nada más verlo salir, Myo recordó lo que quería decir.
¿Podemos ir afuera?-preguntó-Ahora que estamos los cuatro, necesito que hablemos a solas un momento.
Asintieron y salieron al pasillo. Buscaron un rincón sin gente y esperaron a que Myo contara lo que tuviese que contar.
Ayer…-dijo un poco nervioso-…por la tarde…intenté hacer algún ademán con las manos…y sopló viento. Creo que tengo, de verdad, ese poder. Esta mañana, por otra parte, he intentado hacer salir las dagas y no lo he logrado…
Cuestión de tiempo.-supuso Priscille-Tal vez requiera más concentración…
Puede ser que sólo aparezcan en situaciones de riesgo…-aportó Michelle.
Ése también es un buen enfoque…-opinó Alice.
Sea lo que sea, el tiempo nos ayudará.-especuló Priscille-Con el tiempo podrás aprender a ejercer control sobre esa capacidad…o eso supongo.
Gracias por escucharme, chicos.-Myo se sintió aliviado-Me gustaría enseñároslo, pero es muy arriesgado hacerlo por aquí y no sé si voy a poder hacer que se manifieste cuando quiera…
No has de preocuparte.-dijo Alice-Ya surgirá la oportunidad. Ahora, es mejor que vayamos a clase. Pronto sonará el timbre.
Los demás le dieron la razón y, juntos, se dirigieron al aula. Las clases transcurrieron con total normalidad hasta la hora del recreo. Cuando iban a salir del aula para almorzar en algún hueco del pasillo, Alice se paró en seco.
Acabo de recordar una cosa.-dijo-Hoy tengo que ir a la oficina de correos a firmar unos impresos para corregir el envío de unos leotardos que pedí por Internet. Priscille me va a acompañar porque está de camino a la biblioteca y hoy tenía que devolver unos libros, ¿no es así?
Sí, así es.-respondió Priscille-No vamos a poder quedarnos a charlar después de las clases. Myo, Michelle, lo sentimos.
No pasa nada, chicos, que se os den bien vuestras gestiones.-respondió Michelle con una sonrisa.
Lo mismo digo.-dijo Myo mientras buscaba algo para comer en su cartera.
El recreo transcurrió sin mayores incidencias, y las siguientes clases se sucedieron de la misma manera. Una vez en los vestuarios, Priscille y Alice se cambiaron muy rápido, se despidieron y se fueron a su largo paseo. Entró con prisa entonces un chico con la equipación de baloncesto.
¡Shimazu-san!-dijo cuando vio a Myo-Tú que eres buen amigo suyo, ¿has visto a Sakurai-taicho por algún lado?
Está aquí detrás…-dijo señalando a los bancos del fondo.
Michelle se asomó con la cabeza cubierta por la camisa del uniforme.
¿Qué pasa, Yamada-chan?-preguntó con preocupación al verlo tan agitado.
¿Tienes planes para ahora?-preguntó el chico-El entrenamiento del jueves que viene se va a tener que cancelar porque el gimnasio del centro cerrará por limpieza. Todos estamos aquí y no tenemos nada que hacer, así que me preguntaba si te vendría bien hacerlo ahora mismo para que el número de horas mensuales de práctica se mantenga.
Michelle se quitó finalmente la camisa y miró a Myo.
Myo, ¿te importaría quedarte un par de horas?-le preguntó con cara de estar en un aprieto-No podemos perdonarnos un entrenamiento y necesito que me expliques el problema de Química de anteayer. Ya le he dado mucho trabajo a Priscille esta semana y vi en clase que sabías hacerlo bien. Por favor…
Después de todo lo que ha pasado últimamente, eso ni se pregunta.-respondió Myo sonriente-Estudiaré un poco en el aula de libre acceso y te vendré a buscar al vestuario dentro de dos horas, ¿te parece?
¡De acuerdo!-Michelle levantó el dedo pulgar-¡Muchísimas gracias, enano!
Os dejo que habléis.-dijo Myo mirando al chico-¡Quiero verte en el próximo partido! Nunca fui bueno en el baloncesto, pero tú lo serás por mí.
Michelle le dedicó una sonrisa y empezó a ponerse la equipación de baloncesto.
Al llegar al aula de libre acceso, Myo se sentó, sacó sus libros de clase y se puso a repasar lo que habían dado ese día, intentando entenderlo todo bien y memorizar los conceptos clave. Había pocas personas en la sala, unos cuatro chicos más, dispersos, cada uno en su mundo, haciendo sus tareas o chateando en los ordenadores.
. . .
¡TRIPLE!-exclamó uno de los chicos del equipo-¡Capitán, eres el mejor! ¡Imbatible!
¡Gracias!-Michelle sonrió-Vamos, chicos, hay que moverse, no quiero que ninguno de vosotros se quede frío. ¡Al primero que me quite el balón lo invito a un menú XXL de la hamburguesería de la estación!
Todo el equipo se abalanzó sobre Michelle. Éste los fintó a todos y volvió a tirar un limpio y perfecto triple.
¡Más reflejos esta vez!-animó Michelle-¡Al primero que me quite el balón lo invito a un menú XXL de la hamburguesería de la estación Y si lo lográis antes de que os haga una finta a cada uno, os enseño las revistas que me compré ayer en oferta!
Los chicos prorrumpieron en vítores y se volvieron a lanzar a por su capitán. Las largas piernas de Michelle bailaban en la cancha, esquivando a sus compañeros.
¡TRIPLE!-exclamó Michelle al lanzar-Os quedáis sin ver mis revistas.
El entrenador pitó.
Es hora de que practiquéis las nuevas estrategias de pases y entradas. ¡VAMOS!-los animó.
. . .
¡Oh, no!-exclamó Myo mientras corría por el pasillo-¡Se me ha ido el santo al cielo! ¡He estudiado tanto que Michelle estará harto de esperarme! Eso sí, me sé las lecciones bien…
Al abrir la puerta del vestuario, se encontró a Michelle de espaldas, que se había vuelto a cambiar y llevaba los shorts ajustados negros y la camiseta blanca ceñida.
¡Michelle!-exclamó Myo-¡Lo siento, lo siento, lo siento, me he concentrado demasiado estudiando!
¡Myo!-se alegró Michelle-¡Creía que te habías ido! Me he motivado tanto entrenando que, tras dejarlos en las duchas, me he cambiado otra vez y me he bajado al gimnasio de nuevo a hacer un poco de pesas…
Vaya, ¡qué coincidencia!-Myo se alivió-Podemos volver juntos, ninguno hemos sufrido por la impuntualidad del otro. Te esperaré mientras te cambias.
Sí, voy a adecentarme un poco.-dijo Michelle-Una buena ducha, una buena masturbación, me cambio y nos vamos.
¿Has cogido como costumbre masturbarte después cada sesión de ejercicio?-le preguntó Myo.
Sí.-Michelle sonrió como un niño pequeño ante un caramelo-Me encanta hacerlo y, además, relaja un montón. Tras eyacular, todos los músculos se sueltan y el cuerpo queda laxo y en mejores condiciones para recuperarse de los esfuerzos. Mira que les digo a los chicos que lo hagan después del baloncesto, pero yo creo que no me hacen ni caso…
¿Les dices eso?-Myo se sorprendió-¿En serio?
Por supuesto, no obligo a nadie.-Michelle se excusó-Sólo se lo recomiendo. Tal vez sean pudorosos en ese tema…pero creo que a más de uno le gusta el jueguecito.
Myo se rió.
Como nunca hay nadie más que yo en mi casa, puedes pasarte ahora a mirar lo de Química.-ofreció Myo.
Michelle asintió. Tragó saliva. Ya era bastante tarde. Todos los chicos se habían ido. Necesitaba ayuda con esa asignatura, así que no le importaba estar un rato en casa de Myo.
Oye, Myo…-Michelle se llevó las manos a las caderas y separó un poco las piernas.
¿Sí?-respondió inmediatamente su amigo.
He pensado que…-Michelle empezó a trabarse-…sería divertido…bueno, me gustaría…
¿Ajá?-Myo estaba interesado en saber cuál era ese plan tan divertido.
…tener sexo contigo.-concluyó Michelle contundentemente.
¿Qué?-Myo sintió un calambre.
No quieres, ¿no?-Michelle se rascó el pelo-No pasa nada, olvídalo.
Yo no he dicho eso…-Myo estaba pensándose cada palabra-…sólo me has cogido de sorpresa. Supongo que…no hay nada malo en ello, ¿no? Aunque es un poco súbito…pero no pasa nada, ambos somos amigos, estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites y a tu lado no tendré miedo.
Myo tenía ante sí la oportunidad de comprobar qué era lo que le gustaba. No podía negarse, por descabellado que pareciese. ¿Sexo con su mejor amigo? Podría ser inconcebible para otras personas, pero él necesitaba probar. Además, Michelle era muy guapo y tenía un buen cuerpo.
Y…-se aventuró Myo-¿aquí mismo?
No hay nadie nunca a estas horas.-le aseguró su amigo tendiéndole la mano-Nadie podrá interrumpirnos.
Myo tomó su mano y se dejó levantar del banco en el que se había sentado para hablar.
Cierra la puerta.-le pidió Michelle.
Myo fue hasta la puerta del vestuario y la cerró. Cuando volvió a girarse, Michelle se había quitado la camiseta, las zapatillas, los calcetines y los pantalones. Llevaba unos bóxers muy ceñidos de un color rojo tan saturado que hacía daño a la vista. Tenían unas palabras aleatorias escritas en blanco en el lado izquierdo, y una flecha de color gris oscuro apuntando hacia arriba en la pernera del mismo lado. Se leía en ellos una creciente erección. Myo nunca había visto completamente desnudos a sus amigos, pero pudo ver que el pene de su pelirrojo amigo era bastante grande, más que el suyo como mínimo. Se lo esperaba dada su corpulencia, por otra parte.
Sin saber qué decir, el joven de cabello verde se quitó la bufanda y se levantó la camiseta. Cuando se la hubo quitado, Michelle se acercó a él y lo agarró dulcemente por la cintura.
Quiero probar tu pene.-le pidió-Es algo con lo que llevo fantaseando algún tiempo. Nunca he probado uno, quiero saber lo que se siente. Quiero que nuestros cuerpos se unan, que mi cuerpo proteja al tuyo y te haga olvidar lo mal que lo pasaste con esa mujer…
Myo se conmovió con aquellas palabras. Le gustaba abrazar a Michelle porque solía guardar muy bien el calor, lo que era de agradecer en un otoño tan frío. Además, entre el entrenamiento que acababa de hacer y la excitación, se encontraba tan caliente que pensó que podría quemarse.
Con sus enormes manos, Michelle apoyó a Myo en el suelo apretándole levemente sobre los hombros, dejándolo sentado con la espalda apoyada en la pared. Comenzó a besar y a lamer su cuello. Bajó por su torso, besando su plano abdomen. Cuando llegó a la cintura, le hizo un gesto para que estirase las piernas. Enrojecido y extasiado, Myo las estiró. Se encontraba muy excitado.
No te pongas nervioso…-dijo Michelle en voz baja al ver que su amigo tiritaba.
Le desató las zapatillas, se las quitó con delicadeza, las dejó en el suelo e hizo lo mismo con los calcetines. Besó sus pies y, acto seguido, se deslizó entre sus piernas hasta tener la cabeza entre sus piernas mientras le acariciaba el tronco superior con las manos. Estiró un brazo para desabrocharle el botón del pantalón y bajarle la bragueta. Volvió a colocar sus dos brazos en el pantalón y se lo quitó lentamente. Procedió entonces a quitarle de golpe la ropa interior. El pene de Myo, erecto, se vio liberado y emergió. No era demasiado grande, aunque tampoco excesivamente pequeño. Estaba ligeramente curvado hacia la derecha y no tenía mucho arco hacia arriba. Michelle lo miró unos segundos. Lo tocó, humedeciendo sus dedos en el líquido preseminal que estaba segregando. No lo dudó más: lo agarró, le retiró el prepucio con lentitud y delicadeza y bajó su cabeza hasta abarcar su glande con los labios. Movió la lengua haciendo círculos, deteniéndose en el frenillo en cada vuelta. Myo se convulsionaba. Michelle volvió a levantar la mirada. Sus ojos se cruzaron con los de su amigo, que estaba sonrojado y con cara de éxtasis. Siendo consciente de su propio calor corporal, Michelle volvió a bajar la cabeza y comenzó a lamer el pene de Myo de manera uniforme. Tras ello, se lo introdujo entero en la boca y se lo fue sacando y volviendo a introducir de manera lenta y medida. Con una mano le sujetaba la base del pene y con la otra jugaba con los testículos de su amigo.
…-Myo emitía sonidos de placer, pero no podía mediar palabra. Se sentía en el paraíso. Su amigo lo hacía muy bien para ser primerizo…aunque tampoco tenía mucho de donde comparar, pues nunca le habían hecho una felación.
Siguieron así unos minutos. En su baño amniótico, Myo no se dio cuenta de que iba a eyacular…hasta que lo hizo. Sintió cómo su, en comparación con el de Michelle, modesto pene bombeaba varios chorros de semen en la cálida y experta boca de su amigo.
¡Lo…-se intentó disculpar Myo-…lo siento! Te tenía que haber avisado…espera, buscaré la papelera…
El joven hizo ademán de levantarse, pero Michelle se lo impidió poniéndole las manos en las rodillas. Se miraron. El pelirrojo tragó sin cerrar del todo la boca. Mientras tragaba el semen de Myo, un chorro salió de las comisuras de sus labios.
Es tan…-dijo Michelle en su sopor-…dulce…
Myo sintió una atracción prácticamente magnética al ver ese chorro de semen caer entre las marcadas clavículas de Michelle. Sin poder evitarlo, se lanzó a lamer su torso de arriba hacia abajo recorriendo el camino del semen. Todo el cuerpo de su amigo estaba caliente y muy sudado. Sintió familiar el olor a sudor y semen, aunque, esta vez, le gustó más: el sudor era de Michelle. Mientras saboreaba su propio semen y el sudor de su amigo, disfrutaba pasando su lengua por el cuadriculado abdomen.  Sin darse cuenta, tenía ambas manos amasando el cubierto pene de su corpulento compañero.
Con una mano tiró de la tela de los bóxers y, con la otra, sacó a relucir el pene. Era muy ancho y musculoso, con los vasos sanguíneos bastante marcados. Era también bastante largo y con un pronunciado arco hacia arriba. Sus testículos eran también muy grandes. De la gran erección que tenía se le había bajado solo el prepucio. Volvieron a cruzar sus miradas. Michelle se soltó la coleta y Myo intentó hacerle una felación a su amigo. Encontró dificultades, pues el pene era muy grande. Intentó hacerlo todo lo cariñosa, lenta y consideradamente que pudo. Lamiendo en todas las direcciones y sentidos, introduciendo buena parte de él en su boca, saboreando cada segundo ese pene tan fuerte como los brazos de su dueño, que tanta seguridad y confianza le inspiraban. El sabor que le daban el sudor y el líquido preseminal a ese pene tan caliente lo estaba volviendo loco.
Michelle gemía entrecortadamente. Sintió un fuerte calambre en los testículos. En medio de un grito que no parecía de su voz, soltó una caudalosa eyaculación en un chorro que pareció una marea. Le retiró el pene de la boca a su amigo. Ahora que había eyaculado, su erección comenzaría a bajar y su miembro quedaría lacio por su peso. Por su parte, Myo estaba mirando hacia arriba, con la boca abierta y sin saber qué hacer. El semen le chorreaba por ambos lados de la boca. Su sabor lo estaba haciendo indescriptiblemente feliz.
¿Te…te gusta…?-preguntó Michelle descansando en el suelo.
Myo hizo ademán de asentir con la cabeza, pero seguía sin saber si tragárselo.
Oye…-volvió a hablar Michelle-ya que tú has probado el tuyo propio y el mío…yo también quiero probar mi semen para que ambos estemos completos.
Se levantó e introdujo su lengua en la boca de Myo, llevándose todo el semen que pudo. La saliva de la boca de su amigo goteaba por su barbilla mezclada con la suya propia. Mientras intercambiaban fluidos con la boca, comenzaron a masajearse el pene el uno al otro. Estaban húmedos, envueltos en saliva y semen. Tras este último acercamiento, los dos se miraron, ya un poco recuperados del profundo éxtasis. Coincidieron en que estaban exhaustos. Se ducharon juntos en la misma ducha. Ambos se sentían complacidos y revitalizados, y muy contentos. Charlaban alegremente de varios temas mientras se duchaban y se vestían, pero, sobre todo, comentaban lo que acababan de hacer.
Me lo has hecho tan bien…-Michelle se sentía profundamente agradecido.
Tú también.-respondió Myo-¿Alguna vez antes habías hecho esto con alguien?
No, nunca…-contestó Michelle.
¿Cómo sabías cómo hacerlo así de bien?-preguntó Myo-Me has dejado seco.
Me fijo mucho cuando lo hacen en el porno…-respondió Michelle-…si quieres, puedo enseñarte a hacerlo.
Si repetimos esto alguna vez…-dijo Myo-sentiré que es mi obligación complacerte bien. Tu pene es realmente grande y es difícil de chupar…aunque me parece sumamente bonito. Me costará aprender, pero me esforzaré.
El tuyo también tiene su atractivo, Myo.-concluyó Michelle-¡Oye, mira la hora! ¿Me vas a ayudar con Química o ya es muy tarde?
Myo se rió.
Tenemos todo el tiempo del mundo, no pasa nada si esta noche nos acostamos tarde…-dijo el chico de cabello verde-…ven a mi casa y te lo explicaré. Pero no hemos de tardar, tus padres se preocuparán si se enteran de que llegas tarde a casa.

Descuida…-respondió Michelle-…saben que tengo unos amigos maravillosos con los que no me pasará nada si estoy con ellos.

[SSS] Capítulo 3: Conmoción

Capítulo 3: Conmoción

¿¡QUÉ!?-exclamaron los tres amigos de Myo a coro mientras se ponían de pie de un salto.
Alice se llevó las manos a la cara como si fuera a llorar.
¿Có…-se lanzó a preguntar Michelle mientras se le hinchaba la vena del cuello.
¡Esperad!-dijo Priscille alzando la voz-No debemos acribillarlo con preguntas ni con cosas que podemos decirle después de hablar. Nos acaba de decir sin tapujos que la víctima del ataque de ayer fue él. No podemos agobiarlo.
Se agachó y cogió a Myo por los hombros.
Myo, tranquilo.-le dijo con tono suave-Dinos lo que quieras contarnos, y no te sientas obligado a contarnos lo que no quieras. Adelante, no te vamos a agobiar.
Me caí al suelo del susto…-dijo Myo tiritando. Los nervios y el frío lo habían destemplado-…y ella se abalanzó sobre mí…contra la columna…
Michelle se desató la gabardina y se la echó a su amigo por encima, pero no medió palabra.
…empezó a tocarme…a hacer movimientos de seducción…me quitó la bufanda…-Myo sentía que las palabras lo iban a desbordar y se iba a desmayar, pero el calor de la gabardina, que había sido calentada por la amplia espalda de su amigo, que siempre estaba a buen tono a pesar de que se acababa de duchar-intenté negarme, pero enloqueció y se convirtió en una de esas…súcubos que aparecen en la mitología...se puso a chillar y dejó claras sus intenciones de violarme y matarme…
Myo tiritaba violentamente. Priscille se sentó a su lado y lo abrazó contra sí. Michelle se sentó al otro lado y también lo abrazó. Alice puso sus manos en su regazo y se acercó a él como si quisiera protegerlo con su cuerpo.
…no dejaba de manosear mi pene por encima de mi ropa…-las lágrimas de Myo habían empezado a brotar-…intentaba masturbarme a pesar de mis forcejeos.
¿Por qué nadie me pregunta por qué sigo vivo?-pensó Myo-No me atrevo a decirlo en frío, es demasiado…me cuesta decirlo en voz alta y tengo miedo…
¿Cómo pudiste librarte de que te matara?-le preguntó Priscille mientras le guiñaba un ojo. La empatía de ese chico rozaba lo paranormal.
Eso es lo que me lleva reconcomiendo todo el día.-dijo Myo con total seriedad. Había dejado de tiritar y se sentía momentáneamente envalentonado-Me libré de ella. Si no os digo cómo, me sentiré fatal porque habré traicionado nuestra confianza absoluta. Si os lo digo, me sentiré fatal porque creeré que pensaréis que me estoy intentando quedar con vosotros. Ha pasado algo muy extraño. Sobrenatural.
Dilo sin ningún tapujo.-dijo Michelle poniendo la mano en el aire.
Escucharemos lo que tengas que decirnos y te tomaremos en serio.-Alice puso la mano sobre la de Michelle.
Te queremos, Myo, eres nuestro amigo. -Priscille se unió a la montaña de manos-No vamos a dejarte.
Está bien, allá vamos. -Myo puso su mano sobre las de sus amigos- Creo que estaba sufriendo pequeños delirios, pues me daban ramalazos de valentía para gritarle que me dejara en paz y, al segundo, volvía a tener miedo. Temí estar en el inicio de un trastorno bipolar. Me abrió el pantalón de golpe, de hecho, me lo rompió por la bragueta. He venido cosiéndomelo mientras andaba. Comenzó a masturbarme con una habilidad que jamás pensé que sentiría en mi cuerpo. Sé que os habéis masturbado más de una vez a lo largo de vuestra vida, -Alice se contoneó un poco- y yo también, pero aquello no tenía ni punto de comparación. Jugaba con mi prepucio como si fuera el control de una máquina de precisión. Cambiaba el ritmo como si me leyera la mente, me acariciaba los testículos con sus uñas…era brutal. No sé si atribuirlo a que era prostituta o a que la mutación les confiere ese poder. Sabía que, si eyaculaba, se tragaría mi semen…o haría lo que fuere con él, pues decía que iba a tener una hija conmigo…y, después, me mataría. No me gustaba nada que tocaran mi pene contra mi voluntad, y menos para hacer algo tan malvado. No estaba disfrutando. La masturbación era buena, pero la situación no podía ser más horrible. Es incomprensible el hecho de que, por mucho que me tocara o se contonease, no fuese capaz de provocarme una erección, incluso cuando su vulva se deslizó por mi torso. La erección me vino cuando pensé en que no quería acabar así, en que quería vivir. No sé cómo, pero, a raíz de la erección, fui sintiendo una fuerza creciente en mí que me daba la valentía…o temeridad, como queráis llamarla…para contestar a sus sucias palabras. No podía retenerme más, mi pene estaba muy hinchado, me dolía, notaba la presión en él, estaba tan caliente que pensé que mi cadera se quedaría helada por el desplazamiento de la sangre. Tenía los testículos a punto de reventar, como si me hubiera golpeado contra una pared. El suelo a mi alrededor empezaba a verse verde…creo que eran efectos ópticos. Intenté forcejear una vez más y, por ello, eyaculé fuertemente, como nunca había hecho, ni tras haberme masturbado por primera vez en un mes, y me empapé entero. Entonces…sucedió la magia.
¿Magia?-preguntó Alice.
Ante todo, sabed que respetaré que no queráis creerme.-dijo Myo-Me está costando mucho deciros esto, pero lo siguiente es aún peor. Esto va a ser chocante, pero, si os lo cuento, tal vez me quite un peso de encima. Veréis…al eyacular por todo mi cuerpo, saqué fuerzas para levantarme y gritarle de nuevo a esa cosa. Me vi de reojo un segundo en el espejo de la pared de mi apartamento. Mi cuerpo brillaba…en un tono verde muy saturado… ¡del verde que sabéis que a mí me encanta! No sé cómo, pero, de mis manos lancé una masa extraña de esa luz verde, reventó contra el pecho de esa criatura y formó un viento muy fuerte que sopló por toda la sala y empujó a la criatura contra el techo. Lo único que quería hacer era ponerme el prepucio en su sitio, que su aspecto dejase de recordarme que había sido tocado por las manos de ese ser abominable.  Tras hacerlo, se lanzó a por las gotas de semen que se me habían quedado pegadas en los dedos. Mi miedo se convirtió en rabia y, de pronto, de mis manos salieron dos dagas descomunales con las que no dudé en apuñalarla, tras lo que se desvaneció.
Hubo un silencio absoluto. Myo miró, una tras otra, las caras de sus amigos. Alice estaba llorando y murmurando que lo sentía. Priscille se había quedado pensativo y con las gafas caídas, con un aspecto triste. Michelle tenía cara de rabia, pero todos sabían que era una rabia por no haber podido proteger a su amigo de semejante tortura.
Y no es sólo eso…-Myo siguió desahogándose ya que nadie decía nada-…aparte de que ahora soy…o, por unos minutos, he sido un mago…o algo así…está el hecho de que soy un asesino. He matado a mi vecina Mikoto, chicos…-Myo comenzó a llorar como si fuera a morir-…la he matado…tenía un hijo pequeño… ¿qué va a ser de él? He dejado a un niño sin su madre. Soy horrible…merezco la cadena perpetua…
¡Ya es suficiente!-susurró Priscille-No te tortures más, Myo. No eres un criminal. Eres la víctima. Mikoto sólo fue otra víctima.
Tú no has matado a nadie, Myo…-dijo Alice-…ella ya estaba muerta. En el momento que fue elegida para mutar, perdió su vida.
Este país tiene medios para encargarse de los menores en situaciones adversas.-dijo Michelle-El hijo de esa mujer no morirá de hambre. Lo sustentarán como es debido. Se lo llevarán de ahí y no tendrás que mirarlo a la cara. Crecerá con las necesidades cubiertas y aprenderá la verdad sobre su madre cuando llegue el momento.
Entonces…-dijo Myo.
No hay nada más que tengas que justificar.-dijo Alice-Ya está todo dicho.
Por supuesto que te creemos.-respondió Priscille-¿Por qué no ibas a poder invocar armas o crear corrientes de viento si las mujeres de nuestra ciudad se dedican a convertirse en fieras asesinas y hay incluso grabaciones públicas de vídeo que lo constatan?
Myo, te ayudaremos a aprender a aceptar tu nueva situación.-dijo Michelle-Mira el lado positivo. Tienes poder para defenderte de esas cosas. Para defender a quienes tengas al lado. Puedes plantarles cara. Si los hombres de Tokyo estamos destinados a ser violados y asesinados por una de esas cosas tan feas, es incluso positivo que alguien pueda hacerles frente. El fuego policial es inútil, ya lo dijeron en la prensa.
El joven de cabello verde empezó a cabecear.
No digo que te envidie, claro…-dijo Michelle-…comprendo lo dramática que es esta situación. Pero lo malo ya ha pasado. Sólo quedas tú, sano y salvo. Vivo. Y con fuerza para plantarles cara a esos seres.
No sé si realmente tengo esos poderes.-dijo Myo-Tal vez hayan aparecido una vez y ya nunca más volverán. Pero lleváis razón. He sobrevivido y estoy aquí con vosotros. Muchas gracias.
Myo lloraba de felicidad. Había sido capaz de expresarse, de decir la verdad. Y lo habían creído. Había triunfado. Abrazó a sus mejores amigos sin desprenderse del calor de la gabardina de Michelle.
. . .
Puede que, como él, haya más elegidos.-teorizó Priscille una vez se hubieron levantado del banco.
Se dirigían hacia el punto donde siempre se separaban. Cada uno vivía en una punta de la ciudad, no podían acompañarse en el camino de vuelta.
Si alguna persona pudiera defenderse…-caviló Alice-…tal vez habría esperanzas para solventar esta crisis nacional.
Tal vez los que tengan el poder puedan indagar, cooperar junto con la policía y descubrir por qué está pasando esto.-dijo Priscille, a quien le encantaba planificar, programar y elucubrar-La solución no es que hombres y mujeres nos batamos en una guerra a muerte. La solución es lograr que ninguna mujer mute nunca más en un ser de semejantes características.
Yo no quiero involucrarme en nada ahora mismo…-dijo Myo-…no sé si tengo lo que decís…y quiero centrarme en los estudios y en el día a día, como cualquier estudiante normal.
Tranquilo, Myo, no vamos a involucrarnos en nada.-dijo Priscille-Vivirás como te lo propongas. Vámonos a casa, todos tendremos cosas que hacer, ¿verdad?
Los otros tres asintieron.
Myo.-dijo Alice-No se te ocurra estar toda la tarde reprimiéndote. Si necesitas algo, coge el teléfono y llámanos.
O preséntate en cualquiera de nuestras casas.-añadió Michelle-Sin avisar. Estaremos a tu disposición.
Todos para uno y uno para todos.-parafraseó Priscille.
Gracias, chicos, sois los mejores…-Myo se sentía extenuado y se intentaba secar todas las lágrimas.
Tras unas palabras más de despedida, cada uno se fue hacia su casa.
Myo llegó, preparó su mesa para estudiar y pensó en lo que hizo. Le lanzó…una especie de proyectil de energía eólica a aquella cosa. Se miró la mano izquierda, con la que se había cubierto el glande antes de invocar las dagas. Pensó en lo mucho que le había servido hablar con sus amigos. Ya se sentía mucho más tranquilo. Se le ocurrió que pronto volverían a él el apetito y las ganas de estudiar y entrenar. Mientras pensaba en el consuelo de sus amigos, apretó el puño y lo volvió a soltar. Un soplo de viento movió su pelo y agitó las cortinas.
¡…-Myo iba a exclamar de la emoción, pero se quedó sin palabras.

Existía. El poder estaba allí.

[SSS] Capítulo 2: Maremágnum emocional

Capítulo 2: Maremágnum emocional

¡NO!-gritó Myo mientras abría los ojos y se incorporaba de golpe.
El reloj de pared marcaba las siete menos veinte de la mañana. Apenas podía vislumbrarlo, le había costado horrores enfocar la vista. Veía borroso, estaba dolorido, cansado, con un tremendo dolor de cabeza y con mucho calor. El sudor recorría su esbelto cuerpo. Estaba en ropa interior. El tremendo calor que estaba pasando le habría hecho quitarse la ropa entre sus delirios nocturnos. Empezó a reconstruir los hechos. Recordó claramente cómo había puesto fin a la vida del monstruo que lo intentó violar. Lo demás comenzó a emborronarse. Se tiró al suelo y empezó a pensar en muchas cosas a la vez, le subió la fiebre, sus lágrimas se mezclaron con sudor y la extenuación acabó por sumirlo en un sueño intranquilo, lleno de pesadillas, despertares intermitentes e inquietud general. Realmente tenía mucho calor. El sudor que bañaba su plano pero poco musculado abdomen había hecho que todo el semen que tenía por encima no se resecara. Estaba pringoso, húmedo y caliente por todas partes. El olor del semen se mezcló con el del sudor a lo largo de la noche. Se hallaba embriagado en su propia aura soporífera. Se levantó, sintiendo unas fuertes agujetas en todo el cuerpo, en adición con los dolores posturales de haber dormido en el suelo. Rápidamente metió toda su ropa en la lavadora. Se quitó los castigados y empapados bóxers y los añadió también al tambor de la máquina. Puso a lavar todo lo que llevaba puesto el día anterior, activando la opción de secado posterior. Acto seguido, se fue a la ducha, todo ello de manera mecánica, como si fuera un autómata sin juicio. El agua fría arrastró toda la suciedad de su cuerpo mientras rebajaba su excesivo calor corporal. Mientras pensaba en todo lo que había pasado en las últimas horas, se enjabonaba el cuerpo. ¿Por qué se estaba duchando? ¿Qué sentido tenía lo que hacía? ¿Por qué sucedía todo? El joven estaba perdido. Su mente sólo procesaba dos ideas: contactar con sus padres y rodearse de sus amigos. Haría mecánicamente todo cuanto fuese necesario para lograr tales propósitos, y lo primero era quitarse la fluida y cálida película que envolvía su castigado cuerpo. Salió de la ducha sin secarse lo más mínimo y caminó por su casa con todo el cuerpo mojado y desnudo. La ropa estaría lista en pocos minutos. Tenía que desayunar, pero no tenía hambre. Decidió saltarse cualquier actividad que implicase introducir materia en su ya de por sí revuelto estómago. Mientras se secaba al aire, esperaba con paciencia a que la máquina terminase su tarea. Entró, impaciente, a su cuarto, donde abrió su armario y sacó unos bóxers amarillos de un cajón que no tardó en ponerse. No quería cambiarse de ropa ese día. Quería llevar la misma ropa con la que estuvo a punto de morir, esta vez limpia y libre de impurezas. Se dejó caer en la cama, mojando el edredón con su todavía húmedo cuerpo. Mientras pensaba en el hijo de Mikoto y en la propia Mikoto, a quien había asesinado, oyó el pitido de la lavadora-secadora. Sacó la ropa y se la puso. Mientras se ataba la bufanda, sonó su móvil.  Lo cogió y casi lloró de la emoción al escuchar la voz de su madre.
Myo, hijo mío… ¿estás bien?-preguntó una dulce voz de mujer.
¡Mamá!-exclamó Myo sin apenas poder retener las ganas de llorar de miedo, impotencia, inseguridad y debilidad.
Hijo, sólo quiero decirte que espero que estés cuidándote, dando lo mejor de ti y esperándonos tanto como nosotros esperamos verte a ti.-dijo la mujer-Apenas tenemos tiempo…tu padre quiere ponerse.
¡Myo!-se oyó una voz masculina muy animosa y algo grave-¡Seguro que has crecido! ¡Ya estarás más cerca de ser un hombre hecho y derecho!
Padre…-Myo estaba llorando a lágrima viva en el más absoluto de los silencios-…yo…os quiero mucho. Gracias por llamar. ¿De verdad que no podemos hablar?
La línea se va a cortar en breve.-se lamentó su padre-Nos encantaría. ¡Tu madre te manda muchos besos! ¡Cuídate, hijo! ¡Preséntanos a la madre de nuestros nietos cuando volvamos! ¡JAJAJA!
La conexión se cortó súbitamente. Myo lloraba. Se sentía horriblemente mal por no poder hablar con sus padres, pero, a la vez, se encontraba muy revitalizado ahora que había escuchado sus reconfortantes voces. Su ánimo para ir a clase había incrementado una pequeña brizna, lo suficiente como para no llegar tarde y ver a sus amigos. Miró el reloj. Estaba a tiempo. Cogió la cartera tras introducirle, sin ganas ni entusiasmo, el material que iba a necesitar para ese día, salió, cerró con llave y echó a andar.
Alice, Priscille y Michelle lo esperaban. Ellos sabrían darle el apoyo que necesitaba. Se paró en seco durante unos segundos. ¿De verdad tenía que juntarse con ellos? ¿No sería mejor esperar a que su caos mental se disolviese un mínimo? ¿Qué pensarían sus amigos si les contaba, con pelos y señales, lo que había pasado? ¿Tendría que evitarlos?
Volvió a caminar, esta vez con paso fuerte y ligero. Bajo ningún concepto evitaría a sus mejores amigos, el pilar fundamental de su vida, sus hermanos, sus confidentes, sus compañeros en todo. Sus dudas y sus miedos no debían cegarlo en ese sentido. Entre los cuatro, las únicas cosas que no existían eran los secretos, la vergüenza (salvo la timidez de Alice en los vestuarios), los tabúes, etc.
Ya divisaba las puertas del instituto Torikamiya, su escuela privada masculina.  Quedaban diez minutos para que comenzaran las clases. En el vestíbulo distinguió al pequeño y delgado Alice. Estaba hablando con un chico más alto que él y que el propio Myo. Era también bastante delgado, no tanto como el huesudo Alice, sino más o menos de la complexión de Myo. Su cabello era de un blanco resplandeciente, lacio y largo hasta un poco por encima de los codos. Tenía unos brillantes, grandes y solemnes ojos rosas cuya mirada, profunda y sabia, se escudaba tras unas gafas de lentes rectangulares con bordes redondeados y montura fina y plateada. Sus ojos se cruzaron con los de Myo.
¡Eh!-exclamó mientras en su rostro se dibujaba una enorme y sincera sonrisa a la vez que saludaba con el brazo-¡Myo!
Myo sintió un calor que comenzó a debilitar las cadenas de hielo que fustigaban su alma. El chico, que llevaba el uniforme escolar con la corbata en color violeta, hizo que Alice, que también llevaba ya el uniforme, también se girase y saludase con su pequeño atisbo de voz.
Alice…Priscille…-Myo estaba todavía dándole vueltas a la cabeza-¡buenos días!
¿Qué te pasa, Myo?-preguntó Priscille con un marcado tono de curiosidad que siempre se notaba cuando hacía alguna pregunta y armonizaba mucho con su voz melodiosa y juvenil.
Myo tragó saliva. Se vio y se oyó perfectamente cómo su prominente nuez se movía.
Creo que…-dijo Myo-…hay algo de lo que debemos ha…-una voz fuerte le interrumpió.
¡Hola, mis pequeños amigos!-exclamó una voz grave de tendencia varonil, con todavía un marcado dejo de juventud e inexperiencia.
Por el otro lado del pasillo, que partía del vestíbulo había llegado un chico más alto que los otros tres, de hombros muy anchos, músculos bastante marcados pero poco prominentes en todo el cuerpo, brazos grandes, piernas largas y de aspecto duro y musculado, piel pálida y lampiña y ligero de ropa. Llevaba unos shorts negros muy ajustados, una camiseta sin mangas blanca también ceñida y unas deportivas blancas con cordones rojos. Sus ojos eran rojos, del mismo color que su pelo, desordenado y encrespado, del que partía, sujeta con un coletero muy apretado, una fina cola de caballo, como una hebra, larga hasta la altura de sus ingles.
¡Buenos días, Michelle!-dijo Priscille con tono animoso-¿Qué haces tan temprano vestido para hacer deporte?
Ya sabes, joven Einstein.-respondió con cariño el atlético recién llegado-La semana cultural se acerca y vamos a competir con otras escuelas de la ciudad en muchas actividades. Mientras los ratoncillos de biblioteca flipan ante la derrota que les vas a impartir, yo… ¡les enseñaré a los fortachones de qué está hecho el capitán del Club de Halterofilia!-apretó el puño mientras encogía su brazo para marcar bíceps.
Alice sonrió y bajó la mirada. Myo no sabía si alegrarse o resentirse por haberse visto interrumpido cuando se había decidido a dar el paso de contar lo que había pasado.
¡Tres minutos!-reparó Alice-¡Myo, Michelle, id y poneos el uniforme!
¡Cielos, no me había dado cuenta!-exclamó Michelle-¡Llevo desde las cinco de la mañana entrenando aquí con los del club! ¡Tendría que ducharme!
Vas a tener que hacerlo en el recreo, tenemos Matemáticas dentro de tres minutos, el profesor no soporta la impuntualidad.-recordó Priscille, quien se llevaba muy bien con todos los profesores, sin ser el de Matemáticas una excepción.
¡Bien pues!-dijo el joven Michelle-¡CORRAMOS!
Agarró a Myo de las costillas y se lo llevó corriendo como si fuera un paquete.
…-Myo no sabía si decir algo o no.
Podía sentir el calor corporal de su amigo. Su olor a hombre. La humedad de su sudor. Lo que le gustaba verdaderamente de todo eso era la confianza subyacente, el hecho de que no le importase llevarlo corriendo para no llegar tarde y de que él mismo le perdonase a su amigo el ir sin ducharse. Eran un placer, un bienestar y una tranquilidad indescriptibles. Llegaron a tiempo a la clase. Cuando el profesor entró, Alice le estaba ajustando a Michelle el nudo de su corbata, que era roja. Con las prisas, no lo había hecho bien.
. . .
Matemáticas y demás materias corrieron por las fluidas carreteras del tiempo. Llegó la hora del recreo. Los cuatro amigos salieron del aula con sus carteras. Tenían media hora de descanso, y lo que solían hacer siempre era sentarse en corro en algún rincón apartado y comer algo mientras charlaban y desconectaban durante un rato de las intensas clases.
Realmente tiene que ser mucho y muy intenso el ejercicio diario que haces para no engordar con ESO, Michelle-kun.-dijo Priscille mientras su enorme amigo devoraba un perrito caliente.
¡Esto se quema con unas doscientas flexiones de cada tipo!-respondió con una sonrisa mientras se quitaba las manchas de kétchup de los labios con una servilleta.
Cuánta fuerza, paciencia y dedicación para hacer tantas flexiones…-reparó el joven de gafas.
La misma que tienes tú para devorar en tiempo récord libros más pesados que mis mancuernas de entrenamiento, supongo…-respondió Michelle alabando el intelecto de su amigo.
Es una buena perspectiva.-concedió Priscille con una sonrisa de satisfacción. Ambos se miraron con mucha felicidad.
Mientras Priscille y Michelle comían y hablaban, Alice tomó un trago de té del termo que llevaba en la cartera. Acto seguido, reparó en que Myo estaba cabizbajo y sin tomar nada.
¿Qué te pasa, Myo?-preguntó Alice inclinando la cabeza para intentar cruzar su mirada con la de su amigo-¿No comes nada?
No tengo hambre…-respondió Myo con tono lastimero.
Michelle y Priscille, algo ajenos a la conversación entre Myo y Alice, se callaron y se giraron de golpe hacia ellos. Priscille se ajustó las gafas y Michelle se rascó la barbilla mientras arqueaba una ceja.
¿Qué sucede, Myo-chan?-preguntó Michelle alterado-¿Por qué estás así? ¡Pareces un alma en pena!
¿Te ha sucedido algo grave o difícil de asimilar últimamente?-inquirió Priscille-No tienes buen aspecto, y no estás comiendo nada. Eso no es nada propio de ti…eres el que mejor sonríe de los cuatro, ¿por qué ahora no lo haces?
Alice se llevó las manos a la boca y puso ojos de sorpresa.
¡Pequeñajo!-Michelle le puso una pierna a Alice en el regazo. Era bastante flexible para los músculos que tenía-¿Tú sabes algo?
Si ha pasado algo durante estos cuatro días que hemos estado ausentes preparando la semana cultural…-dijo Priscille-sabes que puedes contárnoslo. Me imagino que Alice sería tu única compañía en ese mal trago…
No, no es eso…-a Alice se le cortaba la voz.
El delgado y pequeño joven le puso a Myo una mano en un hombro.
Ha habido otro ataque…-dijo con un hilo de voz-…en el bloque de viviendas de Myo…fue ayer por la tarde, a la hora a la que, más o menos, suele llegar a casa siempre…
¡Cielos!-exclamó Michelle volviendo a recoger la pierna-¡Esta mañana no he podido ver las noticias, llevo aquí desde las cinco!
Sabía que dejarle el mando de la tele a mi hermano para que pusiera el telediario a la hora y que me avisara para dejar de estudiar y ponerme a verlo no era buena idea…-dijo Priscille.
Es eso, ¿no?-dijo Michelle en tono sobreprotector-Tienes miedo, ¿verdad? No temas, no estás solo. Te acompañaremos a todas partes. ¡IREMOS CONTIGO AL BAÑO SI HACE FALTA! ¡NOS DUCHAREMOS JUNTOS! ¡TE LLEVAREMOS LA COMIDA A CASA!
Todo el pasillo se giró.
¡Michelle!-susurró Alice con incomodidad.
Perdón…-dijo Michelle con una sonrisa de vergüenza mientras se rascaba el pelo por la zona de la nuca.
Puedo idear trampas para proteger tu apartamento.-dijo Priscille-No es lo más normal en estos casos, pero tu seguridad es prioritaria.
Myo se sentía abrumado. Precisamente de eso quería hablar. Si mencionaba lo sucedido ayer, rompería a llorar delante de todo el alumnado.
Yo…-dijo Myo mientras notaba cómo se le calentaba la cabeza y le empezaba a doler a la vez que la fría mano de Alice hacía por aliviar sus líos-…es por eso…quiero hablar de…
No sabía cómo hacerlo. Quería hacerlo, pero sólo entre sus amigos. No quería que estuviera todo el pasillo cerca. Sonó el timbre que puso fin al recreo. Myo se armó de valor, tragó saliva y se levantó.
¡Os lo contaré a la salida, cuando estemos libres!-dijo como si fueran a matarle si no decía una frase satisfactoria-Pero, por favor, por favor…-hizo ademán de caer de rodillas, pero el fuerte Michelle lo sujetó con un brazo y le dejó que lo agarrara del mismo-…que estemos…los cuatro solos…sin nadie alrededor.
¡Dalo por hecho!-dijo Michelle con un tono muy fraternal-Pero no te nos desmayes por esto, o te llevaré corriendo al hospital aunque tenga que saltar por la ventana para atajar y me deje las piernas en el trayecto.
Por supuesto, Myo.-le aseguró Priscille mientras le palmeaba un hombro-Nadie nos interrumpirá. Escucharemos lo que nos tengas que decir.
Ya lo sabes…-dijo Alice enfocando con sus manos el rostro de Myo hacia el suyo para que sus miradas se enfrentaran-…estamos aquí para ayudarte en lo que necesites. No quiero verte triste.
Gracias…-dijo Myo con los nervios a flor de piel. Le temblaban las piernas.
Entraron al aula de nuevo. Segundos después,  llegó otro profesor.
. . .
Terminadas las clases, Myo, Alice, Michelle y Priscille se fueron al vestuario junto con otro enorme tropel de chicos. Los de secundaria tenían vestuarios en el piso de abajo, en un sótano. Entre los de Bachillerato, había un vestuario para cada curso. Pronto, todos los púberes bajaron unas escaleras y los más veteranos subieron otras. Los cuatro chicos se quedaron en la misma planta y entraron al vestuario junto con el resto de chicos de su promoción, formada por cinco grupos.
La mayoría de los chicos se cambiaban en medio de la amplia estancia, entre los bancos y las perchas. Myo, Priscille y Michelle hicieron lo propio. Alice se retiró a la seguridad de una mampara opaca.
Mientras Myo se ponía la ropa, recordó, de nuevo, que era la ropa con la que había estado a punto de morir y con la que había pasado unas agónicas horas untado en una tórrida capa de sudor y semen. Su mirada sin enfoque se perdió hasta bañarse en rojo. Cuando parpadeó, vio que lo que había llamado su atención eran los bóxers de su amigo Michelle, blancos, muy ceñidos y con el dibujo de una piedra preciosa roja en la entrepierna, con el elástico en color rojo.  Pronto apartó la mirada y se puso a atarse las zapatillas. Algo negro y voluminoso lo rozó.
¡Ah, perdona!-se excusó Michelle mientras recogía su gabardina-¡Se me ha escapado!
Un día le vas a sacar un ojo a alguien con eso…-dijo Priscille mientras se ajustaba la ropa.
¿Eso lo dices desde el más profundo rencor?-preguntó Michelle con cierta picardía-¿Porque fuimos juntos a la tienda el día que me la compré, te gustó y no había de tu talla?
Perdóname por no ser un gigante.-respondió Priscille poniendo los brazos en jarras, haciendo ademán de enfadarse-Además, sé que te encantaron.-el joven estiró la pierna y mostró su pie a Michelle-De la misma tienda, compradas el mismo día, y no había de tu número. Parece que los gigantes tendéis a ser un poco pies-grandes también, ¿no?
¡Me llevé tu gabardina porque te llevaste mis botas!-respondió Michelle haciendo muecas de enfado sobreactuadas.
¡Me llevé tus botas porque te llevaste mi gabardina!-Priscille apretó los puños como si estuviera enfadado.
Esta gabardina te quedaría como a un fantasma su sábana.-dijo Michelle sacudiéndose los hombros.
Estas botas te quedarían como preservativos en los pies.-respondió Priscille sin inmutarse.
Michelle rompió a reír y abrazó con mucha fuerza a Priscille. Éste se giró hacia él y le devolvió el abrazo.
Algún día sacaré más nota que tú en un examen.-dijo Michelle sin poder contener la risa.
Claro, lo programaremos para el día en el que te levante del suelo con una mano.-respondió Priscille con una sonrisa.
Esto…-dijo Alice-¿ya nos podemos ir?
Acababa de salir del vestuario y estaba listo para marcharse a casa. Myo, Michelle y Priscille asintieron.
El estrambótico cuarteto se dirigió hacia la salida. El forzudo y el erudito no eran poco llamativos. Michelle ostentaba una camisa blanca abierta hasta la mitad del esternón, mostrando su lampiño cuello, sus marcadas clavículas y sus anchos pectorales, unos pantalones negros rectos, algo estrechos, de tiro alto y sujetados con un ancho cinto de tela de color rojo muy saturado. Caminaba con unos botines negros con poca suela, y llevaba una voluminosa gabardina negra atada a su cuello mediante un cordón que unía las solapas del cuello, de tal manera que le colgaba como una capa y le cubría los hombros. Priscille llevaba un chaleco negro recubierto de plumas negras, una camiseta blanca ceñida de manga corta con una cruz rosa grande en el centro, unos pantalones negros muy ajustados con una pequeña sobrefalda de plumas negras hasta un poco por debajo de las ingles, unos guantes negros y unas botas altas de suela gruesa, cierto tacón y que le llegaban hasta algo más de la mitad de las espinillas.
Vamos por aquí.-señalo Michelle-Ningún chico del instituto toma este camino para volver a casa. Estaremos solos, tal y como Myo lo ha pedido.
Asintieron y avanzaron juntos hasta un banco que estaba entre dos árboles y al amparo de la niebla, en un poco transitado y algo lóbrego parque.
Dejaron que Myo se sentara en el centro y los demás se quedaron acuclillados en el suelo a su alrededor, mirándolo y dispuestos a tenderle sus manos si él se entristecía.
Tómate tu tiempo para pensar lo que quieres decir…-pidió Priscille-…o para decidir si quieres decírnoslo o no. Te esperaremos lo que haga falta.
Veréis…-dijo Myo muy nervioso-…quiero saber una cosa antes. Alice… ¿qué has escuchado en las noticias?
Pues…básicamente, que, ayer por la tarde…-Alice comenzó a hablar-…una mujer llamada Mikoto falleció tras dejar a su hijo solo en casa y salir dando gritos y echando maldiciones. Era la prostituta de tu barrio, tu vecina de al lado, ¿verdad? Los analistas decían que su perfil coincidía totalmente con el de las demás mujeres mutadas. A diferencia del resto, Mikoto ha muerto, pero se sabe que las otras huyeron tras cometer el crimen y andan sueltas donde nadie las ha encontrado aún. Se desconoce quién fue la víctima del ataque de esa mujer…así como las circunstancias de su muerte.
Ya sabían que Mikoto estaba muerta. Tal vez, toda la noticia de aquella mañana le serviría para agilizar el proceso y sacarse la espada que tenía clavada en el corazón.
Pues, veréis…-se aventuró a decir Myo…

Triple S ~ Capítulo 1: ¿Me ayudas?

Capítulo 1: ¿Me ayudas?

“Hola, me llamo Myo, tengo 16 años, me he registrado en este foro porque he visto que participáis muchos bisexuales y homosexuales. No tengo muy clara mi orientación sexual, desde siempre me he fijado en las chicas, pero creo que me empiezan a atraer mis compañeros de clase, amigos íntimos desde la infancia. Llevo así cosa de un año, y, desde los últimos sucesos que han aparecido en las noticias, esta atracción se ha acentuado, lo que tal vez demuestre que, independientemente de vivir bajo una u otra orientación sexual, soy un cobarde. Me preocupa más el hecho de que sea un cobarde que el de no tener claro lo que me gusta. ¿Me ayudas? Gracias.”
¿Qué estás haciendo?-preguntó Alice.
¡Na…nada!-respondió Myo.
Borró todo el mensaje y cerró el portátil de golpe.
Intentaba resolver un problema de clase, pero no me sale…-dijo Myo con cara de pesadumbre-empiezo a creer que soy un negado en Física.
Devolvió la mirada a Alice. Era uno de sus mejores amigos, presente en su vida desde su infancia. Era más bien bajo, tenía un cuerpo extremadamente delgado y se le marcaban todos los huesos. Su piel era brillante y tersa. Tenía unos brazos y unas piernas muy delgados que le daban un aspecto débil y enfermizo, pero su rostro siempre reflejaba serenidad. Sus ojos, de un color azul claro plateado, eran brillantes y estaban llenos de empatía y bondad. Llevaba su larga cabellera de color azul claro mate recogida en una cola de caballo recta que le llegaba hasta casi la cintura, mientras que lo tenía suelto y en corte de cazo por los lados de la cara.
No te preocupes, Myo, el examen es dentro de un mes y medio.-lo tranquilizó Alice con su voz suave y dulce, algo afeminada en armonía con su rostro-Además, no eres ningún negado. Todos los años has estado aprobando todas las materias. Física no será una excepción, ya lo verás.
Myo bajó la cabeza.
Sí, he aprobado todas, pero, ¿en qué situación?-se lamentó-Nunca subo del 6, muchas veces apruebo por los pelos, me quedo al borde del suspenso y lo paso muy mal…ya me gustaría tener una media de 10 con Matrícula de Honor en todas las asignaturas, como Priscille.
Alice se plantó frente a Myo y le estiró de las mejillas, forzando una sonrisa en su cara.
¡Myo!-le dijo con cariño y una tierna sonrisa-¡Esto no te corresponde, tú no eres así! ¿Dónde está el Myo alegre, animoso, fuerte y valiente al que todo el grupo quiere tanto?
El joven Myo sintió un escalofrío cuando las manos de su amigo comenzaron a tocar su piel. Un escalofrío que hizo que sus preocupaciones se aliviasen…un escalofrío de placer, tal vez. Alice siempre tenía las manos frías. Era un chico gélido en todos los sentidos. Siempre aislado, intercambiando las mínimas palabras posible, sin inmutarse ante nada ni nadie…sólo abierto ante sus amigos. Un manojo de timidez y delicadeza.
Está bien, está bien, Alice…-Myo cogió las frías manos de su amigo y las dejó sobre la mesa, volviendo a sentir ese dulce escalofrío-…por cierto… ¿has visto las noticias?
Hubo otro ataque anoche.-dijo Alice con preocupación.
Sí, tío…-Myo estaba muy preocupado por las noticias de su barrio-…cuesta creer que haya una especie de enfermedad, mutación o lo que Dios quiera que sea que afecte únicamente a las mujeres y las convierta en monstruos devoradores y asesinos de hombres…
Menos mal que éste es un colegio privado masculino.-dijo Alice-Por lo menos, aquí dentro estamos a salvo.
Sí, pero…-se quejó Myo-es muy arcaico. Que sólo tengamos profesores y ninguna profesora…que no podamos relacionarnos con chicas…es como si nuestra vida estuviese incompleta.
¿Tan interesado estás en las chicas ahora mismo?-preguntó Alice con un esbozo de timidez.
Pues…-Myo daba vueltas a su cabeza-como todos a esta edad, ¿no?
Ya…-dijo Alice sonrojándose levemente-bueno…
Myo miró la hora.
¡Eh, Alice, mira qué hora es!-dijo Myo-¡Vamos a cambiarnos y larguémonos a casa ya!
Alice se fijó en el reloj de pared que estaba mirando su amigo y le dio la razón con la cabeza.
Se dirigieron juntos a los vestuarios, donde colgaron sus uniformes escolares y comenzaron a ponerse sus ropas de calle. El uniforme escolar no gustaba a nadie. Era una horrible camisa blanca genérica, un pantalón negro muy incómodo, unos zapatos marrones nada juveniles y una corbata obligatoria, pudiendo elegir el color de la misma. La de Alice era de un color azul helado y la de Myo, amarilla. Por vergüenza de Alice, cuando los chicos se cambiaban juntos para volver a casa, lo hacían en mamparas separadas en lugar de en medio del vestuario como cuando estaban los demás. Myo lo agradeció. No sabía cómo reaccionaría si viese a Alice en ropa interior, con ese cuerpo tan estilizado y ese porte…
Terminaron de vestirse y se miraron. La verdad es que los cuatro amigos eran un grupo muy peculiar a la hora de vestir. No se parecían en nada, y eran todos unos extravagantes de cuidado, con modas propias. Alice llevaba un extraño mono azul brillante muy ajustado, sin mangas y sin perneras, con pelo artificial de color blanco en los hombros y las ingles, con unos guantes a juego hasta la mitad del antebrazo y unas botas de suela casi plana hasta la mitad de la espinilla. Cuando salía de clase, se soltaba la coleta y se le quedaba marcada y suelta en disonancia con su corte de cazo. Myo no se parecía en nada, parecía un héroe de videojuego, con su camiseta sin mangas ajustada de color naranja con dibujos tribales negros, unos pantalones de campana negros con forro interior rojo, zapatillas deportivas de suela gruesa, en color negro y con cordones amarillos chillones, varias pulseras en ambas muñecas y una larguísima bufanda naranja, amarilla, verde y negra formando extraños patrones tribales. Su cabello verde engominado y sus ojos amarillos y felinos le daban el toque final de vistosidad. Así, ambos amigos salieron del vestuario, tras cerrar sus taquillas, con sus uniformes dentro, con llave. Un chico enseñándolo prácticamente todo y otro con una bufanda por los tobillos. Total disparidad bajo la que hay una irrompible amistad. Caminaron hacia la salida del instituto mientras cargaban con sus carteras y conversaban. Al salir a la calle, un viento escalofriante y algo ominoso los azotó levemente. El cielo estaba un poco nublado, parecía que se avecinaba una tarde deprimente.
¿No vas a tener frío así?-preguntó Myo al fijarse en el ya familiar y común atuendo de su amigo.
Yo nunca tengo frío…-dijo Alice mientras miraba hacia el cielo.
Oye, esta atmósfera me da pena…-dijo Myo-parece que hoy va a reinar el aburrimiento. Tengo que estudiar Física, Priscille y Michelle no están por los temas de los clubes y la semana cultural, hace mal tiempo…
Venga, Myo, deja de torturarte.-repuso Alice-Ve a casa, relájate y haz lo que tengas que hacer. Mañana será un día mejor. Volveremos a estar los cuatro juntos, como siempre.
Myo forzó una sonrisa.
Tienes razón.-le respondió-¡Nos vemos mañana!
Alice se despidió con una sonrisa y un movimiento de su cabeza y echó a andar en sentido contrario a Myo. Sus casas estaban diametralmente opuestas en la céntrica ciudad de Tokyo. Lo miró una última vez. Se alejaba, con sus andares apesadumbrados y la impresión de que el viento lo arrastraría. Parecía anémico, y su trasero era totalmente plano. Pero estaba sano como una manzana.
Myo vivía solo. Sus padres estaban trabajando en Tel Aviv, la capital israelita, como médicos. Rara vez podía comunicarse con ellos: la telefonía móvil era muy cara entre Japón e Israel, y la conexión vía Internet era difícil debido a las diferencias de franjas horarias, la poca disponibilidad de los padres y el ajetreo que el propio Myo se imponía. Se mataría a estudiar. Aprobaría ese condenado examen de Física. Y haría cientos de abdominales y flexiones hasta caer dormido en el suelo. Quería ser tan listo como Priscille y tan fuerte como Michelle. Eran lo más importante que tenía en la vida, junto con Alice y sus padres, y quería estar a su altura. Los admiraba mucho. Las dudas de su sexualidad, el revuelo de las mutaciones de mujeres en Tokyo, los exámenes, sus auto-imposiciones, la soledad y la ausencia de dos de sus mejores amigos durante, hasta ese momento, cuatro días, lo tenía alicaído. Andando sin ganas, llegó a su apartamento. Abrió la puerta, cerró con llave tras de sí y se dispuso a dejar la cartera encima de una silla cuando, del susto, se le cayó y dio un golpe contra el suelo. Había una persona allí.
¿Qué hace aquí?-preguntó entre jadeos-¿Cómo ha entrado?
Se giró. Era una mujer alta, con los labios pintados de rojo, el cabello rubio y rizado y un vestido negro y rojo muy rococó con tacones de aguja: su vecina de al lado. Todos sabían que se dedicaba a la prostitución para mantener a su hijo ya que su padre los abandonó.
¡Myo-kun!-dijo la mujer sonriendo cordialmente-¡Buenas tardes!
Mikoto-san…-Myo seguía sin entender qué hacía ahí esa mujer ni cómo había entrado a su apartamento-… ¿puedo…puedo ayudarla en algo?
El corazón de Myo se aceleró. Pensó que moriría de un infarto. Su mente dibujó el esquema de golpe. La forma de actuar de Mikoto no era la habitual. Iba a ser atacado. Lo iba a matar en su propia casa…sin poder despedirse de sus padres. Cayó de rodillas sin darse cuenta y su cara empezó a mojarse.
¿Por qué lloras, cielo?-le preguntó con un tono muy dulce-¡Claro que puedes ayudarme!
La mujer se lanzó ágilmente hacia él y lo estampó contra una columna. Comenzó entonces a quitarle la bufanda lentamente.
¡No, Mikoto-san!-suplicó Myo aterrorizado-¿Por qué hace esto?
Eres un hombre, ¿no es así?-preguntó una iracunda Mikoto-¡HAZME TUYA AHORA!
La ramera se contorsionó y comenzó a frotar sus pechos contra el pecho de Myo.
¡PARE, POR FAVOR!-Myo estaba desesperado.
Mikoto comenzó a acariciar el cuello de Myo y siguió bajando por su torso, sin quitarle nada de ropa. Pronto llegó a su cintura entre movimientos obscenos, gemidos y risotadas aterrorizantes.
¡Ahí no, por favor!-el joven era incapaz de moverse.
¡NINGÚN HOMBRE ES CAPAZ DE RESISTIR LA TENTACIÓN DE UNA MUJER!-gritó Mikoto a la vez que su voz se desfiguraba y adquiría un tono metalizado y animal-¡NINGÚN HOMBRE ES CAPAZ DE RESISTIR MI TENTACIÓN!
La señora Mikoto comenzó a acariciar el pene del chico por encima de sus pantalones mientras su ropa ardía y se caía a trozos. Su piel se hacía grisácea, sus ojos negros se volvían rojos, su pelo se volvía negro y adquiría una textura rala. Le salían alas de la espalda. Su dentadura se tornó afilada. Desnuda, histérica y enloquecida, Mikoto se había convertido en una fea súcubo de pechos caídos. Según la cultura popular, todas las súcubos eran guapas…
¡NOOOOOOOOOOOOOO!-gritó Myo esperando que alguien lo oyera y entrase en la casa-¡SOCORRO!
¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!-la mujer prorrumpió en gritos y risas mientras hacía ademán de masturbar al joven por encima del pantalón.
Myo lloraba desconsolado y gritaba como un niño. Veía su vida pasar por diapositivas. Iba a morir ahí y en ese instante. Su llanto se hizo aún más fuerte cuando se dio cuenta de que, además de de sus padres, tampoco se había despedido de Priscille ni Michelle. Sólo de Alice. Alice…
¿POR QUÉ NO ESTÁS ERECTO TODAVÍA?-gritó la impaciente súcubo mientras frotaba su lampiña vulva contra las costillas del chico.
Alice…
De pronto, un ramalazo de fuerza inundó su cuerpo, haciéndole desear gritar.
¡Porque no me gustas!-le espetó el joven, sin creerse lo que estaba diciendo.
¿CÓMO TE ATREVES?-gritó la sádica criatura mientras le crecían afiladas garras en las manos.
¡No me gustas, eres fea, malvada y asquerosa!-gritó Myo, aún sin creerse dentro de sí lo que estaba diciendo y el riesgo que ello suponía.
Una brutal y casi súbita erección se marcó en sus pantalones.
¡HAS SUCUMBIDO, HOMBRE DÉBIL!-gritó el monstruo-¡INSEMÍNAME Y PREPÁRATE PARA MORIR! ¡MI HIJA BASTARDA ME AYUDARÁ MIENTRAS ESCUPE SOBRE EL CADÁVER DE SU PADRE!
La súcubo le destrozó la bragueta de un mordisco e introdujo su áspera mano en su ropa interior. Comenzó a retirarle el prepucio lentamente.
¡NO!-Myo volvió a su estado de shock, dándose cuenta de que iba a ser violado antes de morir.
¡MIS MANOS SON HÁBILES, HUMANO!-gritó la súcubo mientras agitaba rítmicamente el pene del chico sin aumentar la velocidad a la que le retiraba el prepucio. Con un dedo que tenía libre, comenzó a acariciarle los testículos con la uña, provocándole escalofríos.
No podía acabar así. Con una insulsa despedida con su amigo, sin ver a su familia ni al resto de sus seres queridos, sin afrontar el examen que lo atormentaba, sin nada…
¡No vuelvas a tocarme!-Myo volvió a cambiar, su voz se agravó levemente y espantó a la súcubo.
¿Se estaría volviendo bipolar?
El monstruo comprendió que Myo no estaba erecto por ella. Comenzó a inquietarse. El joven pudo leer sus pensamientos en cierto modo. Lo que él no veía era que su cuerpo estaba brillando con un tenue resplandor verde.
No…-Myo comenzó a jadear y sonrojarse.
La súcubo comenzó a masturbar al chico frenéticamente, sacando su pene al descubierto.
NO…-Myo sintió que no podía contenerse.
¡CAERÁS!-gritó el persistente demonio
¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!-Myo gritó para contradecir a su acosadora y se mezcló con un orgasmo. Mientras el semen brotaba de su glande a medio descubrir y manchaba su ropa y sus brazos, la luz verde que lo envolvía se intensificó hasta hacer que el monstruo se retrotrajera.
¡Atrás, criatura infernal!-gritó Myo mientras agitaba sus manos.
Un brillante proyectil verde impactó entre los senos de la súcubo, liberando una corriente de viento que la estampó contra el techo. El chico seguía sin creerse nada de lo que estaba pasando. Tenía… ¿poderes? Una criatura que sólo había visto en videojuegos y libros le había provocado un orgasmo involuntario. No obstante, algo le hizo disfrutarlo y aprovecharse de su energía.
¡Seres como tú dais mala fama a las mujeres!-le espetó el joven, envuelto en una luz verde aparentemente mágica, con el pelo moviéndose como si hubiera un fuerte viento, empapado en semen y con el pene de fuera, todavía erecto.
Myo se llevó la mano al pene, se volvió a cubrir completamente el glande con el prepucio y apuntó con los dedos a la súcubo. Sus dedos tenían un casi transparente pero visible resto de semen a punto de gotear contra el suelo. El monstruo sacó la lengua y se dispuso a lamer los dedos de Myo cuando, de pronto, volvió a emanar ese resplandor verde de sus manos, esta vez convirtiéndose en dos enormes dagas plateadas de empuñadura dorada con las que, sin pensarlo dos veces, ensartó y descuartizó a la criatura maligna, quien, entre gritos y maldiciones, se deshizo hasta explotar en partículas negras que fueron esparcidas por la corriente de viento creada por la manifestación tan paranormal del cuerpo de Myo, hasta salir por la ventana y perderse en el cielo.

La corriente cesó, el brillo se apagó y la erección del chico comenzó a bajar. Miró su pene, mancillado por una criatura lujuriosa y macabra. Estaba muy enrojecido y le dolía un poco por el orgasmo tan intenso que había tenido. Aún le goteaba semen del prepucio. Cayó de rodillas y, posteriormente, al suelo, mientras los pensamientos acelerados le ponían la cabeza como un bombo. Volvió a meter su pene en sus boxers negros con una cruz invertida verde en la entrepierna.  Le asaltaban todo tipo de temores y dudas. Había matado a una mujer. Había dejado a su hijo solo. Había hecho… ¿magia? Lo habían cuasi-violado. Le habían robado el primer orgasmo a manos de una persona que no fuera él al masturbarse. Se sentía sucio, dañado y triste, pero, a la vez, aliviado por su salvación. Comenzó a ver la Física un juego de niños mientras se preocupaba por todo lo que había pasado. ¿Qué sucedería con el hijo de Mikoto? ¿Cómo les contaría esto a sus amigos? O, lo que era más inmediato… ¿tendría que contárselo? El mal tiempo, la creciente oscuridad, la humedad y tacto pegajoso en toda su ropa por la eyaculación y el concentrado olor a semen lo abrumaban mientras cavilaba en el suelo sin poder dejar de llorar por una mezcla de sentimientos con tanta entropía que le estaba causando un dolor inimaginable.

viernes, 30 de agosto de 2013

Reseña: Xenosaga Episode II - Jenseits von Gut und Böse (PS2)


Shion Uzuki, nuestra intrépida y peculiar heroína, tras su radical cambio de ropa, cara, cuerpo y personalidad del episodio anterior a éste.

Llegando a tierras japonesas en 2004 y al resto del mundo en 2005, Xenosaga Episode II: Jenseits von Gut und Böse es la secuela del anterior juego que reseñé, esto es, Xenosaga Episode I: Der Wille zur Macht, también de PS2. Esta profunda trama llena de entresijos continúa en una segunda aventura llena de novedades y cambios, algunos de ellos tan (para mi gusto) aberrantes como profundos. Al ser una secuela directa (recordemos ese "TO BE CONTINUED" de notable tamaño...), el marco y los personajes se mantienen, así que, en este texto, recogeré los cambios más notables y mi opinión al respecto. Sin más prolegómenos, procedemos a ello.

El marco

Tal vez seamos generosos en demasía si suponemos que han pasado unos... ¿tres? días entre el final del primer episodio y el principio del segundo.No hay ningún salto, no ha pasado nada detrás de las cámaras, nada que resumir, todo sigue desde donde se quedó. Para evitar incurrir en spoilers, en el episodio anterior pasan todo el juego diciendo que necesitan ir a un sitio y, en éste, por fin lo pisan. Sigue la trama, siguen las intrigas, sigue la historia, la amenaza de la Gnosis continúa viva y nuestros héroes se ven en la imperiosa necesidad de volver a viajar juntos para contrarrestar los cada vez más amenazantes y peligrosos movimientos de las fuerzas político-militares que quieren hacerse con los objetos más misteriosos de la saga para, según dicen, erradicar la Gnosis, siendo esto un pretexto para sus cuestionables ambiciones. No hay mucho más que contar si quiero que esto sea un texto libre de spoilers...


Los personajes

Nuestros héroes, sin haberles dado tiempo a envejecer un ápice, vuelven a la carga. Los personajes son exactamente los mismos que describí en el anterior texto, siguen manteniéndose fieles a su forma de ser y, conforme avanza el juego, el pesado y denso velo de misterio e incógnitas que los rodea se va, dando gracias, atenuando. Al elenco de personajes jugables se une un nuevo fichaje: Jin Uzuki, quien, por el apellido, podéis inferir que es familia de Shion, siendo ni más ni menos que su hermano mayor, uno de los personajes más peculiares que se podrían introducir en una aventura del siglo LXI. Entre tanto robot y tanta tecnología dominando absolutamente todo cuanto existe, Jin es un hombre TRADICIONAL con las letras mayúsculas: se dedica al manejo de la katana, peleando como un samurai, lleva kimono y es médico de profesión (en una época en la que no hacen falta, pues con una pequeña inyección de nanobots que todo el mundo puede administrar, desaparecen las lesiones...y no es un juicio mío, son palabras -no textuales- del propio Jin), pasando después a librero (sí, exacto, en una época en la que los libros de papel son reliquias casi imposibles de encontrar y que absolutamente nadie quiere ni utiliza, siendo Jin y Jr. las únicas excepciones notables). Tiene el típico rol de hombre maduro azotado por los errores que cometió en el pasado, es el hermano mayor que sabe y siente que falló a su única familia, que busca redimirse y no sabe cómo. Sinceramente, en el campo de batalla me resulta curioso, original y efectivo, así que estoy esperando a que haga algo para que deje de caerme tan rematadamente mal, porque me parece bastante insoportable, probablemente por mi favoritismo hacia Shion. En cuanto a los antagonistas, aprendemos más de los que ya conocíamos y conocemos a otros nuevos. Del primer episodio regresa Albedo, un psicópata en toda regla, sediento de poder y guerras...un malvado en condiciones del que poco puedo decir para no arruinar la trama. Asimismo, seguimos siendo perseguidos por el inquisidor Margulis, un poderoso espadachín del que poco sabíamos en el primer título y del que descubrimos mucho en éste, y su mano derecha, Pellegri, una mujer que se está haciendo mucho de rogar para poner sus cartas sobre la mesa. De manera fugaz pero memorable por lo mal que nos lo hace pasar vemos a Orgulla, una inquisidora con tanto mal carácter como poder destructivo (¿tal vez más?) e incluso al Patriarca, al que los inquisidores dan sus manos a la hora de servir. Aprovecho para hablar de algo importante en los personajes: el profundo cambio que han sufrido. Si os fijáis, siempre describo marco, personajes, jugabilidad y algún que otro detalle que me haya llamado personalmente la atención, esto es, no hago un apartado técnico para hablar de gráficos y sonido, pues no soy superficial, me parecen, en cierto modo, lo de menos y me conformo con calificarlos someramente y decir lo que más y menos me gusta de ellos, pero...pero...PERO...lo de este juego clama al cielo, al infierno, al purgatorio, al limbo, al Nirvana, al Valhalla y al bar de debajo de mi casa. Han rediseñado a todos los personajes y han cambiado de ropa, lo cual está muy bien (especialmente chaos, me encanta su nuevo uniforme, parece más alto con esas botas que lleva), pero también de cara y de cuerpo, lo cual está fatal porque no parecen los mismos, y está aún peor porque no sólo están cambiados sino que son bastante feos. Me explico: el primer episodio tenía una muy marcada estética anime, pero en el segundo han intentado hacerlo más realista, con nuevas proporciones y con rostros menos acusados...y han conseguido lo que a mis ojos constituye un bodrio. Con estas nuevas caras, los personajes parecen burdas imitaciones americanas, los ojos han perdido mucho carácter, tienen unas narices de patata que no pueden con ellas (incluso Shion se parece bastante a una figura de la política española contemporánea que no pienso nombrar porque odio ese tema...) y hasta sus cuerpos son horrendos: por algún extraño motivo, Shion tiene menos pecho y KOS-MOS tiene más (es lo más lógico, dotar de senos grandes a un androide, que los va a necesitar muchos con la de hijos que tendrá a lo largo de su vida), Jr. tiene el pecho exageradamente hinchado, M.O.M.O. tiene los hombros abombados hasta tal punto que, con uno de sus trajes, le sobresalen más que el pecho, lo cual jamás había visto en una mujer real (no hablamos de tener poco pecho, hablamos de tener los hombros como burbujas...), Ziggy, el único al que no han desgraciado, ha sido obsequiado con unas ojeras por las que podrían fluir el Nilo y el Amazonas, uno en cada ojo...y, para mayor calvario, los personajes secundarios, los que no pintan una mierda (hablando pronto y mal) en el grueso de los acontecimientos...siguen intactos, exactamente iguales que en el primer episodio. Hablando de todo un poco, no sé qué parece KOS-MOS, sinceramente...con unos pendientes de lentejuelas y luces de neón azules...en fin.

La jugabilidad

La jugabilidad ha experimentado cambios sustanciales. Seguimos teniendo la posibilidad de luchar con ataques propios de cada personaje, con Ether y con los demás elementos ya conocidos. Esta vez, los combos de cuadrado, triángulo y círculo son más numerosos y variados para cada personaje, pudiendo verlos realizando estilosos, gratificantes y hermosos combos en batalla. Las habilidades que pueden aprender los personajes son las mismas para todos, se dividen en cuatro niveles, cada uno de los cuales tiene ocho clases, cada una de las cuales tiene cuatro habilidades: gastando puntos, podremos aprender técnicas de Ether, habilidades pasivas acumulables y habilidades pasivas que se pueden equipar (hasta tres). Con esto, podemos dotar de distintos roles a nuestros personajes y dedicarlos a lo que más nos guste para cada uno. Algo que no me gusta nada es que Shion y M.O.M.O. han perdido todo su melee y han sido reducidas a personajes que atacan a distancia (M.O.M.O. incluso cambia de arma gratuitamente, de un cetro a un arco...), perdiendo riqueza: si bien no era lo más poderoso del juego, en el primer episodio me encantaba ver a Shion ejecutando técnicas de artes marciales. Se mantiene el sistema de boost, el cual no expliqué en el anterior título y consiste en una barra que se va llenando hasta tres veces y, por cada una, puedes activar (¿boostear? Yo ya lo digo así...) a uno de tus personajes para que sea su turno inmediatamente después del turno en curso, no importando el orden establecido de los turnos (el cual puedes ver siempre, algo parecido a Final Fantasy X). Al boost se unen dos nuevos elementos muy jugosos, que son el stock y el break. Con stock, un personaje mantiene un turno inactivo para recargar una casilla (hasta tres) de su barra de stock. Break consiste en romper las defensas de los enemigos, en abrirlos para poder vapulearlos (si no hacemos break a los jefes, poco daño les vamos a hacer), dividiéndose para ello los cuerpos en tres zonas de altura: A (alta, sólo alcanzable con personajes capaces de disparar), B (media, botón cuadrado y círculo) y C (baja, botón triángulo). Combinando boost, break y stock podemos hacer sufrir al enemigo. Lo explicaré con un ejemplo: supongamos que nos enfrentamos a un enemigo cuyo patrón de ruptura es BCBB. Tenemos tres boost y tres stock con todos los personajes, así que procedemos de la siguiente manera: con el primer personaje, antes de nada, boosteamos al siguiente y golpeamos con BC, con el siguiente, boosteamos al que irá después y golpeamos con BB, tras lo cual podremos liberar tantos ataques con botón círculo como stock tengamos (hasta tres), los cuales tienen la peculiaridad de que, una vez rota la guardia del enemigo, pueden mandarlo por los aires o estamparlo contra el suelo, siendo cualquiera de las dos posiciones una ventaja que aumenta el daño enormemente. Así, boosteando repetidamente a los personajes mientras el enemigo está en el aire, podremos destrozarlo o, en su defecto, hacerle un gran daño. Nótese que no todos los personajes pueden atacar a enemigos en el aire: chaos y Ziggy no pueden, mientras que Shion, KOS-MOS, Jr., Jin y M.O.M.O. sí. No obstante, chaos y Ziggy pueden estampar al enemigo contra el suelo, posición en la que todos alcanzan a repartir unos golpes bastante dolorosos. Además de eso, se añade un interesante sistema de técnicas dobles, muy en la línea del mítico Chrono Trigger, en las que dos personajes unirán fuerzas para lanzar un contundente ataque. En algunos combates son bastante útiles. También se ha mejorado el control de las peleas con los robots, que ya no son A.G.W.S., sino E.S. (cómo cambian las cosas...). Tendremos tres: el Zebulun, pilotado por M.O.M.O., la única capaz de lanzar Ether pilotando, el Dinah, pilotado por KOS-MOS y el Asher, pilotado por Jr., pudiendo cualquiera de los demás personajes ser copiloto: cada copiloto dota al robot de un ataque especial distinto. Lo último que me queda por contemplar de la jugabilidad es que el título está REPLETO de misiones secundarias que nos otorgarán habilidades (muchas de las que se pueden aprender están marcadas con interrogantes hasta que se desbloqueen con llaves secretas), técnicas dobles y objetos útiles, así como también está repleto de puzzles en todos los lugares que se visitan, tanto obligados como por misiones secundarias, las cuales le dan al título más horas de minijuegos que de historia.

Lo mejor
-Podemos seguir la trama que nos plantea esta peculiar trilogía.
-Los combates están dotados de un mayor dinamismo visual.
-La banda sonora es muy buena en ciertos puntos del juego.
-Continúan las referencias históricas y culturales de nuestro mundo.

Lo peor
-Se han cargado a los personajes.
-La mejora en el sistema de batalla no tiene el peso que tendría si el juego tuviera más repartidas las horas de historia y las de misiones, en las cuales no hay combates.
-Seguimos teniendo escenas larguísimas y jugabilidad poco repartida: el título es más corto que su predecesor y he vuelto a patearle el trasero al jefe final sin llegar al nivel 40. Anoche mismo llegué y me pregunté de qué manera me ensartaría cual aceituna...pero no, terminé ensartándolo yo a él.
-Si no haces las misiones secundarias y buscas a los jefes opcionales, este juego no dura NADA. Creo que no he llegado a 30 horas y, si bien la rejugabilidad y los elementos opcionales compensan sólidamente, la historia avanza muy poco para lo que es el juego. Y, paradójicamente, ocupa dos DVDs, frente a títulos el triple de largos que ocupan uno.


En resumen...lo mejor que tiene esta trilogía, para mi gusto, es la trama. Los personajes son muy buenos, quitando los destructivos cambios de diseño y la atmósfera invita a seguir jugando. Si bien la jugabilidad no es mala, no está a la altura de muchas sagas de RPG y, ¿para qué mentir?, las inconsistencias mantenidas en este título y su predecesor me llevan a preguntarme si Namco estaba del todo en sus cabales con esta trilogía. En las fechas en las que estamos, creo que voy a tener tiempo suficiente para acometer el tercer título y finalizar así la saga antes de empezar las clases. Tengo, no obstante, muy buenas expectativas con el tercer episodio, y espero que salve a la saga tras el, en mi opinión, bache que ha supuesto este episodio.