miércoles, 1 de octubre de 2014

[WCIII] Episodio XIII: Hombre contra hombre

REACTION
WORLDS COLLIDE III
Episodio XIII · HOMBRE CONTRA HOMBRE

Tras varios minutos de forcejeo, persecución e intercambios de golpes, Ayame empujó a Itami hacia el interior de una sala bastante oscura, cerrando y bloqueando la puerta de la misma tras ello, quedando los dos solos en aquel habitáculo.
¡Enciende la puta luz, no me gusta follar a oscuras!-bramó Itami.
No hemos venido aquí para tener sexo con nadie, lo siento.-respondió Ayame.
Claro que no.-siseó Itami-¡Con nadie! ¡Tú y yo! ¡Te voy a follar hasta por las cuencas de los ojos de tan mala leche que me estás poniendo, pedazo de error evolutivo!
Eres muy maleducado, Itami, tanto como siempre.-le reprochó Ayame.
Ibara también lo es y seguro que en ella te parece “un hermoso y vivaz rasgo de poder natural y femenino”…o alguna de esas mierdas que sueltas.-Itami lanzó una provocación.
Bueno…-Ayame intentaba terminar la conversación-…Ibara es muy diferente a ti.
Somos iguales, no te niegues a admitirlo.-respondió Itami-Almas gemelas. ¿Por qué piensas que dos perros solitarios como nosotros nos hemos acercado mutuamente e incluso somos novios? Piensa un poco, cabeza hueca…no tenemos amigos, pero, más allá de eso, somos PAREJA.
Mientras Ayame intentaba articular una respuesta, Itami recordó lo que le había contado mientras recorrían varios pasillos del barco. La estafa de Shiroi, las condiciones de esclavitud a las que estaban sometidos…y el ultimátum. Pese a que él vivió lo mismo con Ibara, no sintió ningún tipo de pena.
No te quedes tan callado, Ayame…-dijo Itami sonriéndose en la oscuridad-…quiero hacerte una pregunta.
No quiero oírla.-respondió Ayame.
Más que una pelea tradicional, aquello parecía una pelea mental, un enfrentamiento psicológico, un choque de espadas hechas de diálogo.
Pues te jodes, porque vas a oírla.-respondió Itami-Verás, tengo una inquietante duda sobre tus labores en las filas de Shiroi…
Ayame permaneció callado.
…cuando se te descolocaba la polla del becario de la oficina, ¿cómo te la volvías a meter en la boca sin forzar demasiado el cuello?-preguntó Itami-Porque está claro que te tenían atado con un collar como a los perros y que con las manos no podías hacer nada ya que tenías que limpiarle los zapatos al becario mientras se la comías hasta llorar de las arcadas. ¡JAJAJAJAJA!
¡Desgraciado!-bramó Ayame intentando sofocar la aguda y estridente risa de hiena de Itami.
Vaya…-dijo Itami-… ¿me he equivocado? ¿Sólo le hacías pajas con los pies? ¿Ponías el culito para que te lo reventara? ¡JAJAJAJAJAJA! ¡PARDILLO!
Eres tan sucio como siempre…-le espetó Ayame-…no has cambiado NADA.
Encendió las luces. Se vieron mutuamente. Itami se había sentado en el suelo después de haber sido lanzado por Ayame, quien permanecía de pie ante él apoyado en una pared con los brazos cruzados. Parecía que Ayame conocía el portaaviones por dentro, pero Itami era un recién llegado, por lo que miró a su alrededor: estaban en una sala redonda llena de columnas cilíndricas dispuestas en el perímetro, con una enorme columna en el centro en la cual se encontraban empotradas unas máquinas que parecían regular algún tipo de función de movimiento del barco.
 Parece…-Ayame continuó hablando-…que has olvidado que antes que nosotros fuiste tú quien vivió esto a manos de Shiroi Kamiyama.
Mi memoria funciona tan perfectamente como mi nada modesto falo, gracias.-respondió Itami levantándose y encarando a Ayame-No he olvidado nada de lo que pasé junto a ese hijo de un catamarán lleno de putas, pero eso no implica que tenga que importarme lo que te pase a ti. ¿En qué te basas? ¿En algún tipo de principio de empatía? Parece mentira que no me conozcas, Ayame…no soy una buena persona, ni jamás lo seré. Me importa una mierda que estés pasándolo mal o que estés condenado a muerte. Tal vez esto te haya pasado por enamorarte de quien no debías…admítelo de una puta vez, Ayame, Ibara es lo que la sociedad considera una mala persona, así como también lo soy yo. Somos unos cabronazos y no vamos a cambiar porque nos va bien así. Sé idiomas, ¿sabes? Como última voluntad, puedes pedirme en cuál quieres que te explique que me alegro de que estés tan jodido.
Puede que las cosas vayan mal en mi vida, pero no está todo perdido.-dijo Ayame apretando y alzando los puños-¡Puedo derrotarte y continuar con mi camino en aras de lograr lo que quiero!
Pero, ¿qué cojones me estás contando, subnormal?-le gritó Itami llevándose las manos a la cabeza y sobreactuando con sorna-¡Luego soy yo el que está mal de la cabeza por mi forma de vestir o por mis hobbies! ¿Te estás oyendo, cabronazo? No tiene puto sentido nada de lo que has hecho todo este tiempo, ni lo tiene ahora, ni jamás lo tendrá. La única manera de no morir es matándome a mí y luego matando a Shiroi, porque está más que claro que te matará aunque superes la condición de su ultimátum. Si mueres, se acaba el juego, pero, si no mueres…significará que yo habré muerto… ¡y tu queridísima Ibara se pondrá muy triste y sólo querrá ver arder el mundo! ¿Así pretendes conquistar a una tía, Ayame? ¿Hiriéndola profundamente donde más le duele? Tiene tan poca lógica todo lo que haces que creo que sólo podrás servir de modelo o en el negocio de la prostitución, y dando gracias de que no tiene nada que ver lo bueno que estás con lo gilipollas que eres.
¡BASTA YA!-gritó Ayame lanzando un puñetazo.
Itami bloqueó el golpe atrapando el brazo de su enemigo entre su brazo y sus costillas, ejerciendo presión como si fuera una pinza.
¡Nos hemos equivocado, sí!-continuó Ayame-¡Pero siempre hay una salida! ¡No vamos a estancarnos aquí!
Os habéis puesto vosotros solos en jaque mate, patanes.-le espetó Itami-Ikaruga está haciendo con Ibara lo mismo que tú conmigo, ¿verdad? ¿Crees que si Ikaruga matase a Ibara yo iba a enamorarme de ella? ¡Al contrario! ¡Hostigaría y hundiría a esa zorra de tal manera que lo único que iba a poder hacer sería desear la muerte sin putas fuerzas ni para cumplir su sueño dorado de suicidarse! ¿Pelear? ¿Torturarla? ¿Violarla? ¡Una gran mierda todo! ¡Haría de su vida un completo infierno SEGUNDO POR SEGUNDO! Y, sin embargo, a ella tampoco le importa…así como a ti te suda la polla lo que le pase a Ibara si yo caigo. Somos malas personas, pero déjame decirte que tanto tú como Ikaruga también lo sois. Dais asco. Verdadero asco.
¡Entonces estamos en el mismo barco, Itami!-exclamó Ayame-¡Y el barco se hunde! Ya sabes lo que dicen: cuando el barco se hunde, las ratas son las primeras en abandonarlo… ¡veamos quién es aquí la rata!
Yo soy un perro de raza, alimaña, no me compares con un animal inferior como tú.-le espetó Itami.
Lo veremos…-murmuró Ayame.
El chico de cabello verdoso intentó sacar su brazo de la presa de Itami, pero éste giró su cadera a la vez que atrasaba su hombro, atrayéndolo hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, pegó su entrepierna a su cara, rodeó su cuello con sus piernas y se dejó caer, pudiendo estamparlo contra el suelo fuertemente. Una vez en el suelo, Itami descruzó sus piernas y clavó su tacón en la espalda de Ayami con una de ellas a la vez que le sujetaba el cuello con la otra y frotaba su entrepierna contra su cara.
¿Te gusta, Ayame?-preguntó Itami con sorna-Siente su calor…disfruta su fragancia… ¡vas a probarlo centímetro a centímetro hoy a este paso!
¡Apártate!-exclamó Ayame separando las piernas de Itami de su cuerpo con sus manos.
El joven se levantó y, con las piernas de Itami aún agarradas, intentó contraatacar. Trató de tirar de las piernas de su enemigo separándolas con fuerza, pero la inmensa flexibilidad de éste hizo inútil el movimiento.
¿Quieres que tengamos ese tipo de enfrentamiento?-le preguntó Itami retorciendo su cuello hacia él mientras se equilibraba apoyando las manos en el suelo.
He intentado explicarte muchas veces que no me gustan los hombres…-dijo Ayame-…pero veo que tendré que enseñártelo de manera más… ¡gráfica!
Ayame dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre la espalda de Itami a la vez que le levantaba las piernas con objeto de doblar al chico sobre sí mismo.
Me haces daño…-dijo Itami entre gemidos-…si sigues así me voy a poner muy duro, Ayame…
Puede que el dolor te cause placer…-dijo Ayame-…pero no podrás hacer nada contra mí con la cadera rota…
Como si pudieras hacerme algo así.-se mofó Itami intentando estirar las piernas.
El joven sadomasoquista estiró ambas piernas, catapultando a Ayame lejos de él. Tras esto, se levantó, fue hacia él y le pisó el pecho con el pie izquierdo.
Más te vale rezar lo que sepas.-lo amenazó-No vas a salir bien parado de ésta.
Eso aún está por ver…-dijo Ayame con una media sonrisa.
El brazo izquierdo de Ayame aumentó de tamaño hasta hacerse gigantesco. Con la enorme mano que ahora tenía, agarró a su enemigo como si fuera un mosquito, levantándolo con facilidad.
Hasta tu cuerpo amante del dolor puede hacerse añicos bajo presiones elevadas…-dijo Ayame mientras se otorgaba la victoria en su interior.
Tu poder de modificación de tamaños sería perfecto si agrandar o empequeñecer partes de tu cuerpo anulase la sensibilidad de las mismas.-dijo Itami con mucha tranquilidad.
Ayame sintió un pinchazo en la palma de la mano. Un dolor muy agudo recorrió su brazo, obligándolo a soltar a Itami a la vez que su extremidad volvía a su tamaño original. Se miró entonces la palma de la mano: tenía un pinchazo pequeño que sangraba bastante.
Grande a demanda en cuerpo, pero nimio en intelecto, como siempre.-dijo Itami levantando sensualmente una pierna y señalando la cuchilla curvada y ensangrentada que había brotado del empeine de su bota.
No necesito exponer mi piel para aplastarte, Itami.-le recordó Ayame mientras saltaba-¡HAH!
Lanzó una patada voladora. Su pierna se hacía más y más grande, creciendo en dirección a Itami.
Eso ha sido tan obvio…-dijo Itami apartándose con una voltereta lateral.
El gigantesco pie de Ayame tiró dos columnas antes de volver a su forma y tamaño originales en tiempo casi nulo.
Podrías aprovechar esa inmensa fuerza si fueras más inteligente.-dijo Itami-Siempre pensáis que soy un loco psicópata que obra por concupiscencia y sed de sangre, pero no es así. Soy tan estratega como luchador, y puedo adivinar tus movimientos. Admite tu inferioridad, arrodíllate, retírame el prepucio a lengüetazos y hazme una buena mamada: tal vez te deje ser mi esclavo. El que eso sea mejor o peor que morir a manos de Shiroi lo dejo a tu criterio.
Voy a obviar todas tus sucias y pervertidas referencias a partir de ahora.-dijo Ayame adoptando una elegante guardia-Lo que haré será centrarme en que dejes de tomarme por idiota de aquí en adelante…
No te equivoques.-dijo Itami con serenidad-No te tomo por idiota, sólo le recuerdo a cada uno su realidad de una manera objetiva especiada con mi toque personal.
Te callaré esa bocaza, Itami, quien avisa no es traidor.-Ayame parecía lleno de motivación-El perro tendrá un bozal.
¿Quieres ponerme un bozal?-preguntó Itami-Yo quiero ponerte una mordaza de araña con objetivos obvios…
¡A callar!-bramó Ayame-¡Deja tus provocaciones barriobajeras y pelea como un hombre!
Ayame lanzó un golpe de palma a distancia elongando y agigantando su brazo. Itami se lanzó contra aquella mano gigante y le dio un puñetazo. No logró parar el impacto, pero lo frenó mientras hacía surcos en el suelo por rozamiento.
Tiene gracia que me hable de pelear como un hombre alguien que nunca ha conocido la hombría.-dijo Itami mientras era empujado hacia la pared.
Habla cuanto quieras, pero vas a tragarte ese muro si no haces algo.-dijo Ayame con una sonrisa.
Lo veremos.-dijo Itami parafraseando a su contendiente.
Estiró su pierna horizontalmente, clavándola en la pared e impidiendo ser incrustado.
Estoy entre la manaza y la pared.-se burló Itami-¡JAJAJAJAJA!
Bien…-Ayame sonrió aún más-…justo como quería.
Como una centella, Ayame apareció frente a Itami y le cruzó la cara de un puñetazo, tras lo cual le dio varias patadas y lo empujó contra el suelo.
Puedo elegir el sentido en el que decrecerán mis miembros antes de volver a su forma original.-dijo Ayame-Es como si una araña te pegase uno de sus hilos y luego saltase sobre él para picarte.
Y razón que no te falta.-dijo Itami-Las arañas dan asco, y tú también.
No insultes a mis amigas.-dijo Ayame sacando un mando a distancia.
Pulsó un botón, haciendo que se encendieran varias luces detrás de las columnas, cuyo fondo estaba todavía bastante oscuro. En todas ellas había apilados varios recipientes llenos de insectos, arácnidos y miriápodos.
Hacerme vomitar no te dará la victoria, lo siento mucho.-dijo Itami.
No es ése mi objetivo.-dijo Ayame saltando hacia uno de los tarros.
Destapó el contenedor vítreo, sacando de él un escorpión que lanzó al centro de la sala. Chasqueando los dedos, lo convirtió en un amenazador y venenoso gigante.
¡Ataca!-le ordenó Ayame-¡Destrózalo!
Itami paró el fugaz aguijón de aquel animal con una daga que llevaba oculta bajo la ropa. En estos escasos segundos de forcejeo, la bestia agarró al chico con una de sus pinzas, levantándolo del suelo. Mientras Itami hacía fuerza con sus brazos para abrir la pinza con objeto de no ser cortado por la mitad, una tarántula y una escolopendra de gran tamaño se unieron al combate: la tarántula atacaba junto al escorpión mientras que la escolopendra daba vueltas alrededor de la sala para poder cazar a la presa si intentaba moverse.
Qué asco de bichos.-dijo Itami mientras rompía la pinza del escorpión con la fuerza de sus brazos.
Itami cayó de pie al suelo y sacó un arma de aspecto compacto y pesado. Apuntó al escorpión y disparó, causando una explosión que lo hizo saltar en pedazos.
Por muy grandes que sean…-dijo Itami-…unos invertebrados hacen poco frente a un lanzagranadas.
Ayame saltó de la escolopendra hacia la tarántula, cabalgándola para dar caza a Itami.
¡Vamos, mi fiel servidora!-le ordenó Ayame-¡Acabemos con él! ¡Devóralo!
Itami se abrió de piernas, se dobló sobre su cadera y disparó el lanzagranadas por el hueco que había dejado entre ambas extremidades inferiores. Ayame comandó al animal para saltar, pero la explosión le hizo perder tres patas, quedando en desequilibrio.
¡Adiós, arácnido asqueroso!-bramó Itami.
Un disparo más hizo volar en pedazos a aquella enorme tarántula. Saltando y haciendo piruetas, Ayame se posó de nuevo sobre la cabeza de la escolopendra a la vez que le ordenaba rodear y apretar a Itami, clavando sus patas en él.
El dolor me sigue poniendo a tono, pero esta cosa me da mucho asco.-dijo Itami sin perder la tranquilidad-Has sido sagaz a la hora de tirarme el lanzagranadas al suelo con este movimiento, pero no te creas que esto es lo único que tengo.
Aprovechando que sus piernas estaban libres, Itami volvió a hacer alarde de su gran flexibilidad y levantó una pierna verticalmente, dejando la puntera de su bota encima de su cabeza y apuntando al enorme animal. Un chorro de un fluido pulverizado salió de la puntera de aquella bota, provocando que la escolopendra cayera contra el suelo y lo soltara.
¿Qué le has hecho a mi amiga?-bramó Ayame.
Sólo he testeado una fórmula magistral de Freya.-dijo Itami encogiéndose de hombros-Hace un tiempo, antes de vernos las caras en la nave de los extraterrestres, me dijo que veía obvio que tú ibas a intentar enfrentarte a mí a solas, por lo que, de manera gratuita, me obsequió con un biocida creado por ella que, según me dijo, podría matar a cualquier artrópodo con una pequeña dosis.
¡Joder!-maldijo Ayame.
Basta de prolegómenos…-dijo Itami-… ¡vamos a descapullar!
¡Qué asco puedes llegar a dar!-Ayame hizo ademán de taparse los oídos.
Yo seré asqueroso, pero tu mente es débil.-Itami lo torturaba psicológicamente-Respondes puerilmente a cualquier provocación. Los dos sabemos de sobra que sólo te gustan las mujeres, pero aquí te tienes, molestándote por cualquier insinuación de lo contrario. ¿Vas a transformarte ya? ¡Dame algo de diversión! Esta pelea está siendo aburrida…
Resolvamos esto por fuerza entonces…-concedió Ayame mientras se transformaba en mántido.
Luchemos como monstruos…-asintió Itami mientras se transformaba-…me gusta.
Ayame lanzó varios ataques con sus pinzas, pero Itami los repelió con las alas, tras lo cual lo lanzó contra el suelo de un latigazo con la cola.
Sabes hacerlo mejor.-lo provocó.
¡VATES MUTILOBATA!-bramó Ayame.
Se convirtió en una mantis gigante de tonos anaranjados con cuatro grandes alas. A la vez que amenazaba a Itami, minúsculo ante aquello, con sus pinzas, hizo que todas sus mascotas rompieran los tarros y saltaran hacia el vampiro.
Craso error.-dijo Itami.
Su cuerpo se deshizo en murciélagos que comenzaron a destrozar a los pequeños animales. Algunos pudieron ser agigantados por la magia del mántido, pero los murciélagos se rodearon de un aura negra gigante  que los hizo superar en tamaño a los otros animales, pudiendo aplastarlos con facilidad. Acto seguido, liberaron las auras en forma de disparos de oscuridad contra la mantis gigante, volviendo los murciélagos a conformar el cuerpo de Itami, quien no dudó en lanzar una patada clavando las garras de su pie en la garganta de aquel insecto gigante. Éste batió entonces sus alas, generando un viento que hizo salir expelido al vampiro-íncubo, cuyo enorme y expuesto pene se convirtió en un gigantesco pincho con el que rompió una de las pinzas que lo amenazaban.
Me hace mucha gracia lo frágil que eres.-dijo Itami mientras sobrevolaba al enorme Ayame-Diría que me parto la polla de la risa, pero no es así… ¡mi polla te parte! ¡JAJAJAJAJA!
¡Maldito!-gritó Ayame mientras intentaba cazar a su enemigo con la pinza que le quedaba sana.
Itami lanzó una onda cortante de oscuridad que rompió la pinza, obligando a Ayame a volver a su forma antropomorfa. Agrandó una de sus pinzas, lanzando un zarpazo de nuevo contra Itami, que lo paró con el pene para, acto seguido, clavar la punta de su cola en la extremidad del contendiente e inyectarle así una dolorosa corriente de oscuridad.
¡Argh!-gimoteó Ayame-¡Ahora verás!
Intentó saltar hacia Itami, pero dos enormes cepos atraparon sus verdes y escamosas piernas. Ibara no le había dado el anillo de erección, pero, en su forma de monstruo, no necesitaba su objeto mágico para poder ejecutar su poder.
¡DEROPLATYS LOBATA!-gritó Ayame.
Convirtiéndose en una enorme mantis plateada con pinzas anaranjadas, logró romper los cepos. En ese momento, cambió su estrategia: usó su magia de variación de tamaño para hacerse microscópico. Aprovechó que Itami no podía distinguirlo para saltar hacia su cuerpo y, una vez fijadas sus patas en él, adoptó un tamaño de aproximadamente medio metro, con lo que pudo atrapar los descubiertos pezones del íncubo, cuya única vestimenta era un reducido lote de correas alrededor de su cuerpo, y retorcerlos con fuerza.
Tú sí que sabes hacerme gozar, Ayame…-Itami quedó extasiado momentáneamente.
Goza esto…-susurró Ayame.
Aprovechando el placer de Itami, se volvió a hacer gigante, aplastando contra el suelo a su enemigo con una pata.
¡Cuidado!-bramó Itami con cara de preocupación fingida-¡Es una trampa!
Una enorme bola metálica con espinas cayó sobre el lomo de la mantis, haciéndola caer despatarrada contra el suelo. Itami aprovechó para zafarse de su agarre y, colocándose a la altura de su cabeza, lanzó una voltereta con patada que la cortó longitudinalmente en buena parte de su cuerpo.
¡SPHAEROMANTIS SPINULOSA!-gritó Ayame.
Para evitar morir de la herida, cambió a otro tipo de mantis, esta vez una de color rojo con la parte trasera del cuerpo algo curvada sobre sí misma y pinzas negras.
Ya me aburres…-dijo Itami.
Voló directo a la cabeza de la mantis con objeto de arrancarla de cuajo, pero se vio atrapado por la ágil y pesada pinza.
Acabaré…-jadeó Ayame haciendo presión con la pinza-…contigo…
¡Y una mierda!-le espetó Itami.
Abrió vigorosamente sus alas, rompiendo la pinza y permitiéndole conjurar un péndulo cortante que la cortó por la mitad. Un destello de luz dejó el cuerpo humano de Ayame malogrado y con la ropa rasgada en el suelo. Itami permaneció en su forma de monstruo, bajó al suelo y le pisó el cuello con el gigantesco zanco negro que llevaba.
¿Listo para despedirte?-preguntó Itami con un tono dulce y sensual.
Reparó en la casi total desnudez en la que había quedado Ayame. Su ropa interior estaba intacta pero expuesta: unos calzoncillos algo atípicos que eran mitad bóxer por la pierna derecha y mitad slip por la izquierda. En la pierna izquierda, rodeándole la ingle, llevaba un aro brillante de color anaranjado que se adaptaba perfectamente a la forma de su pierna.
Oh…-reparó Itami-…tu objeto mágico…lo que te permite modificar el tamaño de la materia…
Itami separó sus piernas de tal manera que pudo agacharse sin dejar de pisar el cuello de Ayame. Acercó su cara a la entrepierna de su vencido enemigo mientras trataba de acariciar el aro que tenía en la ingle.
Ya sabes lo que pasa si intentas tocar el objeto mágico de otro monstruo…-le advirtió Ayame.
Sí.-respondió Itami mientras acariciaba el aro-Una dolorosa descarga nos recorre. Es tan placentera…tan dulce y suave como el calor, el tacto y la fragancia de tu expuesto paquete. No estás poco dotado, la verdad… ¿quieres que te haga sentir éxtasis?
¡Vete al infierno!-bramó Ayame-¡Mátame antes de hacer esto!
Ikaruga está muerta.-dijo Itami-Estoy seguro de que Ibara la ha matado. Conozco muy bien a la mujer de mi vida, ¿sabes? No obstante, ella y yo lo hemos hablado muchas veces: los dos sois un asco de personas, pero Ikaruga es peor con diferencia…ergo no merecéis acabar igual. No voy a matarte…no de momento, al menos. Te utilizaremos bien…créeme.
Itami  palpaba los genitales de Ayame por encima de su ropa interior.
¡Déjame!-se resistió Ayame.
Tu mente está tan dañada como tu cuerpo…-le explicó Itami-…me he encargado bien de ello. Gracias a esto, por muy hombre heterosexual que seas…mi potente seducción de íncubo penetrará en ti. No es que la homosexualidad esté manifestándose en ti…simplemente te da igual todo, estás desesperado…
Itami parecía una araña doblando una pierna para pisarle el cuello a Ayame mientras se frotaba contra él desde el suelo. Estaba disfrutando la tortura.
¡NO!-gritó Ayame incorporándose.
¡SÍ!-lo burló Itami tumbándolo de un puñetazo.
El puñetazo deshizo la coleta que llevaba Ayame, dejando su melena totalmente suelta. Sus ojos se cruzaron con los de Itami y su vista comenzó a nublarse. Sentía mucho calor. Algo le rozaba ahí abajo…
Así me gusta.-dijo Itami mientras su pene punzante se iba convirtiendo poco a poco en uno de carne-Déjate hacer…
¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!-chillaba Ayame.
El influjo mental de Itami, quien no sólo era inteligente y manipulador, sino que, además, poseía un poder mágico capaz de privar de juicio a sus víctimas, era potente, pero le permitía darse cuenta de las cosas: no podía parar de chillar por un cúmulo de razones.
¡NO!-gritó-¡PARA! ¡PARAAAAAAAAAAAAAAA!
En la mente de Ayame se juntaban el horror por haber sido derrotado, la preocupación por el futuro inmediato, el asco de ser masturbado por su archienemigo, un innegable placer que hacía que su miembro viril se humedeciera y un dolor tan agudo que le hacía querer desaparecer: Itami estaba rompiéndole las extremidades lenta y ruidosamente mientras lo masturbaba.
¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!-el íncubo se reía sádicamente ante el atormentado joven.
No quiero…-boqueó Ayame-…que me masturbes. Termina de matarme, pero no me hagas esto…
Defiéndete.-le dijo Itami-Sólo podrás librarte de mí si me quitas por la fuerza…
La lengua de Itami recorrió el pene de Ayame, limpiándolo de las secreciones preseminales.
Tienes un sabor fuerte.-dijo Itami-Muy masculino. Me gusta.
Clavaba sus garras una por una en la piel del chico, que tenía las cuatro extremidades rotas ya. Ayame estaba a punto de desmayarse.
Vive.-le ordenó Itami mientras soltaba el pene de Ayame.
El joven de cabello verdoso se desmayó en un orgasmo. Sintió su semen manchando su cuerpo y salpicando a Itami, pero no fue capaz de pensar mucho más: perdió el conocimiento y entró en un profundo sueño.

2 comentarios:

  1. La virgen que intensidad se ha parecido a uno de los finales chungos de Dramática Murder. No creas a mi en el fondo me dan pena xD son dignos de ella.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entonces, ¿te ha gustado? Éste iba un poco para cambiar la tónica, para sorprender al lector. Veo que más o menos he atinado...

      Eliminar