sábado, 4 de junio de 2016

[TY] Episodio 84: Mujer

TAIMANIN YAMIYUKI
Episodio 84: Mujer

El último programa que Christian había cargado en Elizabeth había hecho efecto. La que un día fue una mujer enferma de muerte había vuelto a su estado de supresión de personalidad, siendo de nuevo una máquina asesina sin sentimientos. Mientras los Taimanin y los militares se separaban unos de otros y se dividían en combates uno contra uno repartidos a lo largo y ancho de la zona, Kongqe, el Taimanin que se había hecho pasar por el espía del ejército norteamericano Yellow Peacock, se había quedado con ella para observar su evolución. Al no ser un experto en la salud humana ni en la tecnología robótica, no había podido curar a la pobre víctima de ninguno de los dos grandes males que la atormentaban: la leucemia y la conversión en híbrido mecánico. No pensaba que aquello fuera culpa suya, pero sí sentía en su interior el imperativo moral de hacer algo por mejorar aquella situación tan desgarradora.

¿Elizabeth?-preguntó el joven chino, dudoso del estado de aquella mujer mancillada.

La respuesta fue el lanzamiento de un tentáculo larguísimo que avanzaba cortando el aire con una fuerza aterrorizante. El Taimanin lo esquivó con una elegante maniobra giratoria.

No quiero pelear contra ti.-insistió-No somos enemigos. Eres una víctima más de esos monstruos. Tienes que volver en ti, Elizabeth. Quiero ayudarte.

Sin mediar palabra, la mujer robótica desplegó una gran cantidad de tentáculos a través de su espalda y comenzó a fustigar con ellos todo cuanto encontró, avanzando inexorablemente hacia el hombre al que consideraba su enemigo.

Para, por favor.-insistió Kongqe-Te estás equivocando, Elizabeth.

El joven se vio obligado a alejarse  de la mujer: no podía saltar porque los tentáculos lo alcanzarían de la misma manera que si intentase flanquear a su fuente emisora. No quería atacar a Elizabeth, por lo que, tras dar varios pasos hacia atrás, se dio cuenta de que la única opción que tenía era utilizar las pistolas gigantes con las que seguía contando y levantarlas para interceptar los tentáculos. Haciendo esto, logró atenuar en gran medida la tempestad de ataques, pero las pistolas no tardaron en caer al suelo, dejando al joven hombre indefenso a merced de los tentáculos, ante cuya arrolladora fuerza salió volando por los aires.

Tiene que haber alguna manera de deshacer los algoritmos que ha introducido Christian Miller en Elizabeth.-pensó el joven mientras hacía por incorporarse después de caer al suelo-Con lo que me ha costado devolverle a esta pobre persona su identidad…

Cuando por fin consiguió ponerse en pie de nuevo, Kongqe miró hacia arriba y vio que Elizabeth había saltado hacia él, dispuesta a caerle encima con una patada. El joven se apartó con una voltereta, observando el cráter que la androide dibujaba con su pie en el suelo.

¡Vuelve a ser Elizabeth Goldmine, por favor!-insistió el Taimanin-¡Tienes que reaccionar! ¡Aún no está todo perdido!

Impasible, la robot golpeó a Kongqe en el abdomen con un fortísimo puñetazo, levantándolo del suelo y haciendo que escupiera sangre.

Me niego a dejar que sigas siendo una herramienta de esos bastardos.-insistió el joven-Puede que no sea capaz de curar tus dolencias, pero al menos sí podré asegurarte que termines tu vida de la mejor manera posible, no siendo esta criatura maldita.

Dicho esto, se apartó de su contendiente, pudiendo poner de nuevo los pies en el suelo. Seguía vestido con el uniforme del ejército, sus ropas amarillas, las que lo habían acompañado en su periplo. Sentía muchas ganas de deshacerse de aquello y volver a vestir su uniforme de combate de Taimanin, pero no disponía de él en aquel momento, por lo que, pensó, sólo le quedaba aprovechar al máximo los recursos del equipo del que Estados Unidos lo había dotado.

. . .-Elizabeth parecía más ofuscada que nunca en su propósito de eliminar a los Taimanin.

Lanzó otro puñetazo contra Kongqe, pero esta vez lo pudo esquivar. Aprovechó para colocarse detrás de la peligrosa androide y manipular el armazón de su espalda. Aún conservaba el dispositivo USB que le había colocado como prueba para Kuroageha de que no era ningún impostor. Por su mentalidad estratégica y previendo que una situación como la que estaba viviendo podría llegar a ocurrir con facilidad, usó una memoria extraíble con un diseño especial. Estaba dotada de un botón que al pulsarlo daba la orden de volver a vaciar los ficheros en la máquina de destino. Al hacer tal operación, el Taimanin esperaba que la reprogramación final de Christian fuese suprimida o reescrita, devolviéndole así la consciencia a Elizabeth.

¡AAAAAAAAAAH!-chilló la mujer.

Se llevó las manos a la cabeza. Comenzó a retorcerse y se quitó a Kongqe de encima con un brusco golpe. Parecía estar debatiéndose internamente.

¡Elizabeth!-exclamó el Taimanin preocupado-¡Resiste!

La mujer cayó al suelo. Comenzó a retorcerse de dolor, llevándose las manos esta vez al pecho. Con poca frecuencia emitía algún quejido o sonido similar de dolor.

¡Aguanta, Elizabeth!-Kongqe saltó hacia ella-¡Te ayudaré!

El joven Taimanin trató de calmar a su potencial enemiga transmitiéndole sus buenos sentimientos a través del tacto de sus manos, pero fue rápidamente empujado de una patada.

Está claro que no voy a conseguirlo de esa manera…-se lamentó el espía mientras aterrizaba.

Entre espasmos y convulsiones, Elizabeth se retorcía y agonizaba. La imagen de aquello era sobrecogedora. El dolor de aquella persona parecía no tener solución.

¡Tiene que haber algo que pueda hacer!-pensó Kongqe-¡Me niego a dejar esto así!

¡NO!-gritó de pronto la androide-¡NO QUIERO GOLPEAR A MI SALVADOR! ¡DETENTE, CUERPO MALDITO!

¡¿Elizabeth?!-se sorprendió el Taimanin-¿Eres tú?

¡Soy yo!-chilló ella, presa del dolor-Pero…no puedo… serlo… mucho tiempo… mis fuerzas me…

¡No dejes que te abandonen!-pidió Kongqe-¡Aférrate a la consciencia! ¡Que tus fuerzas no se vayan de tu lado! ¡Lucha, Elizabeth! Estoy intentando luchar por ti, darte una compensación por lo que esos monstruos te han hecho, pero… ¡no puedo hacerlo solo! Si tú también luchas por ti misma, tal vez entre los dos… ¡consigamos romper los barrotes de tu prisión!

¡Mi cuerpo amenaza con romperse en pedazos!-gritó Elizabeth entre sollozos-La fuerza que hago para impedir que se mueva y te golpee no es suficiente. ¡Me estoy desgarrando!

¡No pasa nada, estoy acostumbrado, soy un guerrero!-insistió el Taimanin-¡Golpéame si es necesario, pero no te hagas más daño del que te han hecho! ¡Concéntrate en gobernar tu mente y luchemos juntos por estabilizar el desequilibrio de tu cuerpo!

Si hago eso…-balbució la mujer-… ¡acabarás malherido!

Estoy dispuesto a que así sea.-Kongqe no dejaba de afirmar-Llevo mucho tiempo malherido. Vestir las ropas de esta mafia desalmada ha quemado mi piel, y tener que mostrarme como enemigo de las personas que han ayudado a construir mi vida, incluyendo a la mujer a la que amo, ha desgarrado mi corazón, hundiéndolo en una cama de espinas emponzoñadas. ¿Crees que voy a venirme abajo por unos golpes? ¡Quiero que estés tan dispuesta a salvarte como lo estoy yo, tanto a ti como a mí mismo!

¡Perdóname!-gritó Elizabeth mientras se lanzaba con una patada giratoria aérea.

Finalmente, la mujer había dejado de hacer fuerza para reprimir las órdenes de las máquinas que la gobernaban por dentro. Kongqe esquivó la patada y miró a los ojos a su agresora, quien ya no tenía aquella mirada fría y asesina, sino la de una persona con sentimientos.

¿Lo ves?-el Taimanin sonrió-No pasa nada. El combate es una de mis especialidades. Está todo bajo control.

Gracias por lo que estás haciendo, Ling Kongqe, ¡gracias!-dijo con sinceridad Elizabeth mientras los tentáculos se desplegaban de su espalda.

Uno por uno, aquellos flexibles apéndices de combate se clavaban en el suelo con fiereza. Su dueña no podía controlarlos, por lo que el joven chino debía sortearlos como pudiera.

Me prometí a mí mismo que te salvaría en cuanto descubrí tu historia.-explicó el joven-Voy a devolverte a tu ser. Siento mucho no poder curar tu enfermedad, pero al menos podré librarte del yugo de las máquinas.

¡No quiero hacerte daño!-insistió con desesperación Elizabeth al ver que los tentáculos seguían patrones de ataque cada vez más peligrosos-Has demostrado tener un gran corazón, y con eso ya estoy contenta. ¿Por qué no lo dejas? Al fin y al cabo, como dijo la sargento Phoenix, yo moriré de todas formas. Gracias por este último regalo, de verdad, pero… sálvate tú. No sé si estas máquinas podrán matarme.

Hablas con una persona que ha vuelto de entre los muertos.-la rebatió Kongqe mientras esquivaba los tentáculos y en ocasiones era golpeado por algunos-Me negué a morir por poder volver a estar con mis seres queridos y con mi prometida y, ahora que la he vuelto a ver y nos hemos besado de nuevo, siento que no moriré en ningún combate. ¡Nada podrá conmigo! E incluso si llegara el fatídico caso de que me mataran, volveré a la vida una y otra vez, como he hecho ahora… ¡COMO EL AVE FÉNIX! El fénix vuela y reparte el fuego de la vida. Quiero que sus alas te abracen y te den la calidez que mereces, que derritan la frialdad de la que te han rodeado y que te protejan hasta el último momento. No te preocupes por mí, Elizabeth, pues eres tú quien necesita ser salvada. Déjate ayudar. Merecerá la pena.

Incluso si me rescatas de las garras de la tecnología, la leucemia me matará…-dijo amargamente la mujer a la vez que sus tentáculos formaban espirales para intentar abatir a Kongqe-… no merecerá la pena en absoluto. Podrían quedarte lesiones irreparables fruto de este combate. Ya he apreciado tu bondad y me has hecho feliz con ella. No es necesario que sigas.

Si no quieres que siga por ti, lo hare por mí.-el Taimanin se mostró tajante-Nutriré mi orgullo desproporcionado jactándome de que te salvé. ¿Es eso lo que quieres? La gente ha sido tan egoísta y tan hija de puta contigo que si yo también lo hago no te parecerá nuevo y no intentarás detener el cambio, ¿verdad? ¡Que así sea!

La maltrecha Elizabeth comenzó a llorar a lágrima viva.

¡Nunca había pensado que me encontraría con un corazón tan puro y bello como el tuyo!-gritó la híbrida mientras miraba al cielo y a su adversario a la vez-No dejarás de intentar salvarme de cualquier manera, ¿verdad?

Verdad.-respondió Kongqe con una sonrisa.

Entonces, si no puedes vencer al “enemigo”…-dijo Elizabeth-… ¡únete a él! ¡HAAAAAAAAAH!

Haciendo fuerza contra sí misma, logró agarrar los tentáculos con sus manos y arrancárselos uno a uno.

¡NGHHHHHHHHH!-gruñó la mujer.

¿Te duele?-se sorprendió el Taimanin.

Por alguna razón, sí.-las lágrimas de Elizabeth eran ya una mezcla entre dolor físico y psicológico-Estos tentáculos malditos y asquerosos parecen parte de mí. El dolor me va a matar antes que la enfermedad a este paso. ¡NO PUEDO RESISTIRLO!

Elizabeth…-suspiró Kongqe.

¡POR FAVOR!-chilló Elizabeth entre lágrimas mientras se arrancaba los tentáculos-¡PON FIN A ESTE DOLOR! ¡DÉJAME SIN CONOCIMIENTO! MIENTRAS ME ESTÉ AUTOLESIONANDO NO PODRÉ ATACARTE. APROVECHA ESTA OPORTUNIDAD. SI TANTO QUIERES AYUDARME, HAZME ESTE FAVOR. ¡SÁLVAME DE ESTE TORMENTO!

El Taimanin apretó los puños. Con los ojos humedecidos por unas lágrimas que amenazaban con brotar, se acercó a sus pistolas, las que habían salido volando cuando las había utilizado de escudo, y las agarró de nuevo.

¡AUNQUE ME QUEDE DÉBIL Y PIERDA TODA LA FUERZA QUE AHORA TENGO!-gritó la mujer-¡AUNQUE ME DESPIERTE CON DOLOR Y NO PUEDA VOLVER A DORMIR POR ÉL UNA NOCHE MÁS! ¡AUNQUE LAS GARRAS DE LA LEUCEMIA DESPEDAZEN MI CUERPO! ¡ME DA IGUAL! ¡SÁLVAME, KONGQE! ¡QUIERO SER UNA MUJEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!

¡MALDITOS MILITARES DE ESTADOS UNIDOS, PAGARÉIS POR ESTO!-chilló Kongqe mientras disparaba sus pistolas a toda potencia.

De los cañones comenzaron a salir preciosos cristales de colores cargados de chispeante energía. Los tentáculos que le quedaban a la mujer fueron destruidos uno a uno. La armadura que cubría su cuerpo también, revelando que en su interior seguía su figura primigenia, quedando desnuda y revelando una triste realidad: era mucho más delgada de lo que su armadura la hacía. La enfermedad se la estaba comiendo. Estaba llena de hematomas, cicatrices y punciones, y algunos cables sobresalían de su cuerpo, puenteando diferentes zonas de su maltrecha e injustamente tratada anatomía.

Una mujer…-Elizabeth perdió las fuerzas para gritar-…quiero ser una mujer… y quiero… vivir…

¡Estás viva aún!-Kongqe sonrió.

Tengo…frío…-susurró la mujer mientras sentía que la abandonaban las fuerzas.

El Taimanin corrió hacia ella y la sujetó con sus brazos justo antes de que cayera al suelo por el desmayo que acababa de experimentar.


Doctora Himehagi…-dijo el joven en voz alta mientras miraba al cielo para no contemplar la figura desnuda de Elizabeth-…me alegraré de volver a verte, pero, antes de celebrarlo, tengo trabajo para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario