TAIMANIN
YAMIYUKI
Episodio 44: Unidad
de Tentáculos Electrónicos
James, Leon, Grant, Émile y
Christian se encontraban sentados en un banco. Habían sido rescatados con
urgencia y les habían curado las heridas. Aún se encontraban muy mal, pero ya
no corrían peligro de muerte. El lujo y la comodidad del hotel Rakuen habían
terminado, y ahora se encontraban en una modesta nave abandonada de un polígono
industrial de la que el ejército norteamericano se había adueñado para usarla
como base de operaciones provisional. El banco en el que se encontraban se
hallaba justo al salir de la nave, pues los cinco jóvenes soldados necesitaban
tomar un poco de aire fresco después de aquella acalorada pelea. Ya era de
noche: habían pasado todo el día recibiendo tratamientos de urgencia y siendo
atendidos por médicos contratados expresamente para aquel día.
Del lugar no tardó en salir una
mujer que se acercó a hablar con los chicos. Medía dos metros exactos, y su
estatura era sólo una de sus imponentes bazas corporales: tenía un cuerpo muy
marcado, atlético y robusto, con extremidades anchas y largas, hombros
desarrollados, cadera prominente, cintura marcada y pechos muy grandes. Su
cabello, rubio y largo, iba recogido en un apretado moño a excepción de dos
mechones que caían a ambos lados de su cabeza. Sus ojos eran de un color marrón
intenso y vivo con un deje rojizo. Llevaba unas gafas de montura fina
rectangular. Vestía una camisa blanca de manga larga con puños abombados, un
lazo rojo muy ostentoso pasado por las solapas del cuello de la camisa, una
larga y vaporosa falda de color naranja y unas botas negras con refuerzos
metálicos y tacón de aguja. Bajo su falda podían adivinarse unos leggings de
camuflaje verde y marrón. Asía una regla bastante larga en una de las manos.
Los cinco chicos se levantaron,
se irguieron e hicieron el saludo militar. La mujer, que parecía tener
bastantes más años que ellos, se puso firme y les devolvió el saludo. Al
parecer, se trataba de una soldado.
Como sabéis, soy la teniente
Margaret Johnson.-se presentó la mujer-Nuestro pelotón se alegra de que estén
fuera de peligro, soldados.
Mil gracias, señora.-respondió
James-Soy el líder de este grupo, el soldado James Silver…quien le llamó por
teléfono.
Descansen, soldados.-dijo la
mujer relajando su postura-Hiciste bien, muchacho…podríais haber muerto si no
hubieras hecho esa llamada. Si Layl…la sargento Phoenix está desaparecida, será
cuestión de buscarla. Por supuesto, contamos con mis hombres, quienes son
compañeros vuestros de equipo. Son un grupo reducido de soldados más veteranos
que vosotros y que tienen roles militares importantes. ¡ES HORA DE PRESENTARSE!
De la nave salieron cuatro
hombres. Llevaban las mismas chaquetas que los otros cinco y también vestían
pantalones y botas de combate. Eran un grupo muy heterogéneo y parecían muy
fuertes. Ninguno tendría menos de veinticinco años.
¡FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIRMES!-les
ordenó Margaret.
Los cuatro soldados se irguieron.
¡Os presentaréis al resto de
soldados que están presentes!-mandó la mujer-¡Saludad cuando seáis
nombrados! ¡Artillero Gordon Powers!
El más alto de aquellos hombres
se adelantó. Su chaqueta era de color verde botella ennegrecido. Llevaba
pantalones de combate de color gris claro con muchos bolsillos y unas toscas
botas de asalto negras con revestimientos metálicos de color verde
fluorescente. Su cabello era negro y lacio, bastante largo y tupido, y lo
llevaba recogido en una cola de caballo baja bastante frondosa. Peinaba su
flequillo a medio lado, y tenía un mechón teñido de un brillante e intenso
color verde eléctrico. No sólo era alto, sino que, además, su complexión era
infranqueable: ancho, robusto y muy musculoso, apreciable incluso con tanta
ropa. Sus ojos eran de color gris. Efectuó el saludo militar y, tras serle
devuelto por la mujer, se apartó de nuevo.
¡Torturador y verdugo Andrei
Kagami-Volkov!-nombró Margaret.
Aquel joven de aspecto
extravagante superaba por muy poco la estatura de la estricta mujer. Estaba muy
delgado y sus extremidades eran severamente largas. Parecía reacio a mantenerse
erguido y siempre se movía encorvando su cuerpo ligeramente. Su chaqueta era
negra, y llevaba unos pantalones rectos estilo cargo también negros. Sus pies
iban recubiertos por unas enormes botas blancas. Su cabello era negro, fino y
ralo, casi lacio, y lo llevaba recogido en una coleta alta salvo dos mechones
que decoraban ambos lados de su cabeza. Lo que más llamaba la atención de él
era el color de su piel, que era gris, así como sus ojos, cuyos globos oculares
eran negros y sus iris y pupilas eran rojos. Tras saludar y esperar a que
Margaret le devolviese el saludo, volvió a replegarse.
¡Técnico de asesinatos Púrpura
Delgado!-nombró la mujer.
Se trataba del segundo más alto
de aquel grupo. Su complexión era muy delgada y atlética. Su chaqueta era de
color violeta claro, y sus pantalones eran de color rosa, ajustados y elásticos, muy
parecidos a unos leggings. Calzaba unas botas metálicas de caña alta de color
violeta perlado con algunos entresijos plateados. Su cabello era de color
violeta intermedio, lacio y largo hasta la altura de los rodillas, y sus ojos
eran grandes, muy vidriosos y de color violeta perlado. Su piel pálida resonaba
con el brillo de la Luna. Mientras saludaba, dejó ver en su rostro una
expresión llena de peligrosidad, con un aire muy amenazador. Tras serle
devuelto el saludo, se retiró.
¡Técnico de inteligencia y espía
Yellow Peacock!-anunció la teniente.
Aquel hombre era el menos alto de
los cuatro y se hacía llamar por un nombre en clave. Era delgado y de
complexión atlética. Su chaqueta era de color amarillo muy saturado, y en las
piernas llevaba unos pantalones estilo legging de color ambarino. Sus pies
estaban cubiertos por unas botas altas metálicas con chapas negras, plateadas y
ambarinas. Su piel era muy pálida, y su cabello era negro como el carbón,
recogido en una larga y fina coleta baja. Su rostro estaba tapado por un
antifaz amarillo con forma de pavo real, imitando el plumaje de la cola de un
macho encima de los ojos, tapando la frente y los laterales de la cabeza.
Saludó y, cuando Margaret le devolvió el saludo, se retiró.
Éstos son los hombres que
dirijo.-dijo Margaret girándose hacia James y los suyos-Como veis, sus roles
son distintos a los vuestros y, por tanto, os podréis complementar.
Volvió a girarse a sus cuatro
subordinados.
¡Hombres!-exclamó-¡Vuestra misión…
NUESTRA misión es permitir que los hombres de Phoenix se recuperen y se
integren, así como cooperar con ellos en la búsqueda y el rescate de la sargento
en caso de que se encuentre en condiciones adversas!
¡SEÑORA, SÍ, SEÑORA!-exclamaron
los cuatro a coro mientras saludaban.
¡Descansen, hombres!-mandó
Margaret después de devolverles el saludo.
.
. .
Nioiko estaba en su habitación.
Había varias perchas colgadas de un perchero que estaba fijado a la pared. Una
de ellas tenía su traje gris de mayordomo, otra su malla rosa de enfundar
armaduras de combate y otras tenían algunos disfraces para infiltraciones.
El plan está saliendo a las mil
maravillas…-dijo en voz alta mientras se miraba en el espejo que tenía en la
puerta del armario.
Agarró la percha que contenía la
malla rosa. Se la puso con presteza después de ajustarse la ropa interior. Con
el cuerpo totalmente cubierto, Nioiko ya se sentía más que dispuesto a ponerse
una de las armaduras Fuuma.
Es hora de beneficiarme de los
frutos de mi esfuerzo.-dijo Nioiko agarrando un teléfono móvil-Mis estrategias
harán que mi plan salga a las mil maravillas.
Marcó un número. En cuanto le
contestaron, habló.
Llevad la ETU al punto
estratégico.-pidió-Voy a infiltrarme.
Tras colgar, pulsó una
combinación de botones en un panel numérico que tenía en la pared. Un trozo de
ésta se retiró, revelando un hueco en el que había una brillante y
peligrosamente armada unidad de equipo individual Fuuma. Miró fijamente aquel
pesado equipo. Unos rayos azules muy finos y débiles salieron de sus ojos. La
armadura desapareció de allí. Acto seguido, colocó el trozo de pared en su
sitio y agarró un espejo de mano que tenía en su escritorio. Se miró la cara.
No estoy mal.-se sonrió el chico.
Miró fijamente al espejo y le
lanzó los mismos rayos oculares que a la armadura. Rebotaron en el espejo e
hicieron que el chico desapareciera de allí.
.
. .
Con un chasquido casi silencioso,
Nioiko apareció en un almacén lleno de robots desguazados. Parecía que los
Mazoku habían agarrado algunas muestras después de haber peleado en el hotel
Rakuen, hecho del que ya estaba más que informado. Entre los escombros había
una flamante armadura de color rosa violáceo de los Fuuma.
Ha llegado sana y salva…-el joven
se sonrió de nuevo.
Antes de enfundarse la armadura,
se guardó el espejo de mano, pues aún lo tenía agarrado. Tras equiparse
completamente, se puso el casco, haciéndose irreconocible. Abrió la puerta del
almacén de una patada y comenzó a surcar los pasillos de aquel edificio en
busca de objetivos.
No puedo creerme que esté en los cuarteles generales de los Neo-Nómadas…-pensó
Nioiko-…todo se acabará si atrapamos a
Tigres. ¡Seguro que está por aquí!
Pasó cerca de lo que parecían
unas puertas de seguridad. Distinguió a la doctora Kuritöö entre varios mercenarios
Mazoku de rango raso. Decidió esconderse detrás de una columna para enterarse
de lo que sucedía.
¿Para qué se me
requiere?-preguntó la mujer.
Piden acceso y dicen que van de
su parte.-dijo una mercenaria.
Activad las cámaras.-ordenó
Kuritöö.
Una imagen se mostró en una de
las pantallas más cercanas. Era Layla Phoenix.
¡Layla Phoenix!-exclamó
Kuritöö-¡Abridle las puertas!
Sin rechistar, los mercenarios
dejaron que la militar pasase. Al parecer, Layla y Kuritöö se conocían y tenían
un trato favorable. Una vez se hubieron encontrado frente a frente, se
sonrieron.
¡Doctora Kuritöö!-exclamó Layla
con cordialidad-¿Cómo ha podido ser? ¡Tanto tiempo trabajando en el mismo país
y no nos habíamos visto en persona hasta nunca! ¡Dichosos los ojos!
¡Sargento Phoenix!-Kuritöö
también parecía contenta con el encuentro-¡Qué alegría verte de nuevo!
Adelante, entra. ¿Qué te trae por aquí?
Nioiko pensó que si se tuteaban
estaba claro que podían haber estado tramando algo codo con codo durante más
tiempo del imaginable.
Esos asquerosos hombres de
armaduras rosas me han impedido volver con los críos.-dijo malhumorada la
sargento-No he tenido otra opción que la de replegarme hasta aquí. Necesito un
favor…que me mandéis de vuelta al hotel Rakuen.
¡El hotel Rakuen ya no existe!-pensó Nioiko-¡La peregrinación a la que hemos obligado a esta mujer favorece su
desinformación!
Por supuesto.-respondió la
científica-Acompáñame a una sala de espera y déjame que consulte cómo podemos
hacerlo de la mejor manera posible…
Nioiko las siguió con extremo
sigilo. Una vez entraron en la sala de espera, la científica demoníaca se
despidió y se fue. Era el momento para atacar a una de las dos. El comunicador
del joven Fuuma comenzó a sonar: le comunicaron que los hombres ya estaban
listos para entrar en combate. Decidieron, pues, ir a por Layla, quien estaría
cansada de moverse.
Irrumpieron en la sala sin
miramientos. Nioiko fue el que movió la puerta, pero sus subordinados no
tardaron en colarse con sigilo. Layla se levantó y se puso en guardia.
¿Vosotros otra vez?-preguntó la
sargento-¿Qué hacéis aquí?
Layla Phoenix…-dijo Nioiko-…eres
uno de nuestros objetivos prioritarios.
¡Hemos desactivado los sistemas
de seguridad que protegen esta sala!-informó uno de los hombres-¡No vendrán
refuerzos Mazoku!
¡Ni falta que hacen!-bramó la
mujer.
Agarró dos cuchillos que llevaba
ocultos en su chaqueta y los lanzó con patadas hacia dos hombres, haciéndolos
caer al suelo.
¡Disparad!-ordenó Nioiko.
Aquella sala se convirtió en el
escenario de un tiroteo. Layla rodó y se escondió detrás del enorme sofá para
evitar las balas.
¡Malditos pesados!-exclamó
mientras lanzaba cuchillos a ciegas a base de puntapiés-¡Acabaré con vosotros!
Algunos hombres fueron presa de
los cuchillos, pero no todos. Se dio la suficiente holgura para los Fuuma como
para volar el sofá por los aires y obligar a Layla a salir.
¡Voy a mataros!-los amenazó.
La fiera mujer comenzó a acortar
distancias con los Fuuma, cuya principal baza era el combate a distancia. A
base de fuertes patadas, fue noqueándolos, evitando que dispararan más. Entre
el forcejeo, Nioiko se fijó en que sus compañeros habían dejado una enorme caja
encima del trozo transparente de techo que tenía esa sala.
¿Qué miras?-le preguntó Layla
mientras le daba una patada frontal en el pecho-Eres el cabecilla de todo esto,
¿no es así?
No me corresponde hablar de
eso.-respondió Nioiko-Hemos venido a llevarte con nosotros. Ríndete.
¡Jamás!-exclamó la sargento-KICK
AND KNIFE!
(¡Patear y apuñalar!)
Layla saltó y comenzó a hacer que
los cuchillos llovieran sobre los Fuuma. Al ver que podría quedarse solo,
Nioiko sacó un mando a distancia y pulsó el botón rojo de activación.
¡Activando ETU!-exclamó Nioiki.
¿¡ETU!?-bramó Layla-Así que…
¡aquí estaba!
ETU – Electronic Tentacles Unit (Unidad de Tentáculos Electrónicos) –
Elizabeth, -apeló Nioiko- ¡ATACA!
El tanque que había visto Nioiko
antes se abrió. De su interior salió una figura antropomorfa que penetró por el
trozo de vidrio del techo, cayendo pesadamente en cuclillas frente a Layla.
Cuando se incorporó, dejó ver que se trataba de una mujer bastante alta. Su
cuerpo era poco femenino a excepción de sus anchas caderas y sus grandes
pechos. Era tosca, robusta y compacta, concentrando gran cantidad de masa
corporal en una figura delgada. Iba ataviada con una malla de cuerpo entero de
camuflaje verde y marrón, con una placa pectoral y abdominal de color negro,
unas hombreras a juego y unas botas altas negras flexibles con cordones. A
juego con las botas llevaba unos guantes ceñidos y elásticos, también negros.
De su espalda pendía un enorme armazón metálico lleno de orificios grandes. Su
cabello era largo y de color ocre, y sus ojos eran de un color verde brillante
bastante poco natural.
¡Elizabeth!-exclamó Layla-¡Por
fin te encuentro! ¡Me vienes genial para reagruparnos!
La recién llegada lanzó un corto
y fugaz puñetazo contra el estómago de la sargento.
¡UGH!-boqueó Layla-¿Por qué te
insubordinas?
La ETU Elizabeth ya no es tu
herramienta…-dijo Nioiko-…sino la nuestra.
¿La habéis reprogramado?-preguntó
Layla enfurecida-¡Hijos de puta!
Y, según tengo entendido, es
demasiado dura como para que una persona pueda hacer mella en su cuerpo.-dijo
Nioiko-Veamos cómo te las apañas para no sucumbir ante nuestro poder…
Layla estaba en un apuro. Aquella
recién llegada no era una mujer, sino un robot militar con forma de mujer. Su
construcción estaba muy orientada a la guerra, y poseía armas muy potentes así
como un cuerpo impenetrable de gran defensa. Las armaduras de los Fuuma eran de
papel en comparación con la dura coraza de Elizabeth.
Es fácil…-respondió la sargento-…
¡pasaré de ella y acabaré contigo!
Layla esquivó el segundo ataque
de Elizabeth y se lanzó a por Nioiko, aunque no sabía que se trataba de él.
Dirigió una feroz patada giratoria contra su cabeza, pero fue restringida desde
su espalda: del armazón trasero de Elizabeth salieron unos tubos metálicos muy
largos, flexibles y pesados que se asemejaban a los tentáculos de los demonios.
Estos tentáculos artificiales atraparon a Layla por las cuatro extremidades,
impidiéndole seguir luchando, aunque la patada llegó a su objetivo y le saltó
el casco antes de aquella atadura.
Nioiko quedó con la cara
descubierta ante la sargento. Se miraron mutuamente.
¡NIOIKO FUUMA!-bramó la
sargento-¡ASÍ QUE HAS SIDO TÚ TODO ESTE TIEMPO! ¡ME LA HAS JUGADO! ¡TRAIDOR!
¡SINVERGÜENZA!
Era necesario para la consecución
de mis planes.-dijo el mayordomo de los Fuuma-No es nada personal…
¡Vete al infierno!-bramó la mujer
militar-¡Acabaré contigo! ¡Suéltame, Elizabeth!
Elizabeth no hablaba, pero
cumplía las órdenes de los Fuuma a rajatabla.
¡He dicho que me sueltes!-reiteró
la soldado.
Negativo.-respondió Elizabeth con
una voz algo artificial-Mi misión es atraparte.
¿Olvidas quién soy?-preguntó la
mujer.
Negativo.-insistió Elizabeth.
Y, aun así, ¿te muestras así ante
mí?-Layla no daba crédito.
Afirmativo.-corroboró Elizabeth.
Nioiko sonrió con satisfacción.
Mi plan ha sido brillante.-pensó-Ha sido muy sencillo: me hice pasar por aliado del ejército para
venderles a los Taimanin. Con la pelea entre los Taimanin y Estados Unidos
asegurada, queda garantizado el cansancio de ambos bandos. Si, en un segundo
paso, se obliga a corregir la trayectoria de retirada a los soldados estadounidenses,
es obvio pensar que se moverán a territorio Mazoku por el intenso trato de
favor que se tienen. Logrado este repliegue de militares hacia demonios, es más
que elemental atacar a los dos mandos juntos: Mazoku y soldados de Estados
Unidos. Haciendo caer a todos estos guerreros y convirtiéndolos en nuestros
títeres, el futuro de los Taimanin está decidido: morirán. ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
La puerta se abrió violentamente:
Kuritöö llegó con varios mercenarios.
¿Qué está pasando aquí?-preguntó
la científica extrañada.
¡Sería bueno que me echaras una
mano!-pidió Layla.
¡Eso está hecho!-Kuritöö se
relamió.
La científica se acercó hasta
Elizabeth y la lanzó por los aires de una patada.
La doctora Kuritö…-pensó Nioiko-…
¿cómo puede tener tantísima fuerza? Ha movido a Elizabeth con un golpe…
Los mercenarios Mazoku comenzaron
a batirse con los hombres de los Fuuma. Mientras tanto, Elizabeth forcejeaba
con Kuritöö y Layla se abalanzó hacia Nioiko.
¡Te vas a enterar!-lo amenazó.
¡Hombres, cubridme!-pidió Nioiko.
El chico agarró su casco perdido,
se lo volvió a poner y se alejó de la sala.
¡Ven aquí, cobarde!-exclamó
Layla.
¡Espera!-le pidió Kuritöö-¡No
vayas tras él! ¡Tenemos que contener a este androide!
Te echaré una mano entonces.-dijo
Layla-Es justo después de lo que acabas de hacer por mí…
Kuritöö y Layla comenzaron a
luchar juntas contra los Fuuma, ahora comandados por Elizabeth, quien,
paradójicamente, existía para ser comandada. En medio de la pelea, no vieron
cómo Nioiko se esfumaba de allí con un espejo de mano.
Menos mal que no ha ido detrás de él…-pensó la científica-…hacer un buen teatro ahora puede
conducirnos a una gran oportunidad… ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!
-.-'' Este capítulo me ha dejado patinando, supongo que poco a poco iré entiendiendo más por qué actuan como lo hacen.
ResponderEliminar¡Por supuesto! ¡Todas las incógnitas tienen su respuesta!
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