COALESCENCE
†
WORLDS
COLLIDE II †
Episodio XV · ESTALLIDOS DE LOCURA
Agh…-boqueaba
Yurika.
Sentía
una punzada de dolor que emanaba desde sus rodillas y serpenteaba, ácida y
ardiente, por sus muslos, debido a que había caído arrodillada de golpe sobre
el duro suelo. Aquel niño le iba a causar la muerte por asfixia…ese aro mágico
le apretaba el cuello cada vez más y no podía quitárselo. El dolor que le
producía en el propio cuello era lo de menos en aquel momento: le preocupaba
más su creciente dificultad para respirar. Comenzaba a ver borroso…la sonrisa
psicópata del niño perdía nitidez. Escuchó un pequeño golpe en el suelo: se le había
caído algo. Miró y vio que era una pieza de ajedrez: su amada reina negra de
cristal, pieza del juego que sus padres le habían regalado al ser reconocida
oficialmente su cualidad de superdotada y ser promocionada a la universidad a
sus 16 años. Al ver a esa reina negra, tan alta, con un porte tan elegante y
con tanto poder, se recordó a si misma que, en un futuro, quería ser como la
reina del ajedrez, no sólo por lo que ese juego representaba para ella, sino
por la grandeza que suponía extrapolar ese rol a la vida real. Se envalentonó e
intentó luchar, ignorando el dolor, ignorando la falta de aire, ignorando el
peligro. Se levantó mientras agarraba el aro de su cuello con las manos,
recibiendo dolorosas descargas en los brazos. Apretó los dientes fuertemente y
miró al niño con decisión. Abrió la boca de nuevo y soltó una patada
desesperada.
¡HAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!-gritó
la chica con una mezcla de ira, dolor y ahogo.
La
pierna de la chica se convirtió en una larga cuchilla biselada con bisagras en
la rodilla, produciendo una patada cortante que deterioró un poco la cubierta
del libro, del que comenzó a salir magia negra a chorros. El aro se debilitó y,
finalmente, concentrando su magia en sus propias manos, logró arrancárselo.
Tomó aire fuertemente y encaró de nuevo al niño.
Vas a
decirme quién eres, qué relación tienes con ese libro y por qué estás aquí.-lo
amenazó Yurika.
Pecas
de vanidad.-le dijo el niño mientras jugueteaba con el libro cerrado en una de
sus manos-Que hayas sido capaz de salvarte de la muerte una vez no te hace lo
invencible y perfecta que piensas que eres. Tu orgullo acabará matándote, maga
de las piernas metamórficas.
¡Cállate!-gritó
Yurika lanzando una bola de fuego.
El
libro no se inmutó ante las llamas, que se dispersaron como si hubieran topado
con un cortafuegos.
No
podrás librarte tan fácilmente del influjo del libro.-dijo el niño
riéndose-Será mejor que te rindas y pases a formar parte del cuento de mi
mente. Conviértete en un personaje de mis historietas y todo habrá acabado.
¿Crees
que voy a ceder ante un mocoso como tú de manera gratuita?-preguntó Yurika.
Si no
quieres…-dijo el niño-…haré que quieras.
Abrió
el libro. De alrededor de los pies de Yurika emanaron unas manos negras que la
agarraron de las muñecas, de los tobillos, de los hombros, del cuello, de las
caderas, de las rodillas y de la cintura, inmovilizándola mientras clavaban
dolorosamente sus uñas en su cuerpo.
¿Hasta
qué punto resistirás la tortura de las manos de la negrura?-preguntó el niño
mientras las manos la dañaban.
Comenzaron
a retorcer sus articulaciones y sus músculos lenta y dolorosamente mientras
seguían clavándole las uñas. Yurika no se inmutó.
No
puedo creerme que no te duela.-dijo el niño.
¿A ti
qué te importa?-le espetó Yurika con voz tranquila y serena-Si me duele o no no
es de tu incumbencia.
Las
piernas de la chica se convirtieron en motosierras que comenzaron a funcionar a
plena potencia, destrozando las manos que la agarraban. Notó sus tobillos y sus
rodillas muy tocados al revertir el hechizo: la presión de aquellas manos
podría causarle lesiones si no tenía cuidado. Antes de que apareciesen nuevas
manos para agarrarle las piernas, hizo fuerza con los brazos sobre las manos
que la agarraban de cintura para arriba, pudiendo levantar su cuerpo y, a base
de giros de cadera, destrozar el resto de las manos con poderosas patadas
transformando sus piernas en distintas armas. Al final cayó al suelo, libre de
manos pero con la ropa destrozada, arañazos, magulladuras y un palpitante y
horroroso dolor en varias zonas del cuerpo.
¿Te
imaginas lo que pasaría si ese cuerpo del que te sientes tan orgullosa quedase
inutilizado?-le preguntó el niño con voz suave y tierna.
Me da igual
que seas un niño…-dijo Yurika-…para mí no eres más que un monstruo…uno de
tantos que han caído bajo mis piernas en ese libro que tanto pareces apreciar…
¡experimenta el mismo destino!
Con
dolor y dificultades, Yurika se puso en pie y lanzó una burbuja de agua con una
mano, una esfera de rayos con la otra y, saltando, dirigió una patada de talón
hacia el niño. Una pantalla brillante se interpuso, haciendo que el agua y los
rayos impactasen contra su cuerpo en el aire. Las mangas de su traje reventaron
y se cayeron. El impacto la dejó en trance y volvió a ver borroso mientras caía…no
obstante, en ese preciso momento…notó el brillo. Parecía que su cuerpo tenía
luz propia. Proyectó un hechizo que hizo que las paredes estallasen en llamas,
obligando a retirarse al niño. Para evitar morir abrasado, se evaporó de allí,
no sin antes guiñarle un ojo. Extenuada,
Yurika cayó al suelo, quedando a cuatro patas, atontada y dolorida. Miró a su
alrededor: por algún extraño motivo, su traje estaba lleno de quemaduras. Las
llamas calentaban la sala y la hacían sudar.
Verás
cuando se entere Freya…-dijo en voz alta.
Tomó
varios de los libros que más le gustaban y se dirigió a su habitación para ver
si conservaba sus cosas, no sin antes volver a coger y guardarse la reina negra
que se le había caído. Recordó también que podría instalar el sistema de
teletransporte en su habitación y comunicarla con la del edificio que Dalton
les había cedido…
. . .
Un
puñetazo. Otro, y otro más. Una combinación de ganchos y demás golpes de puño
hacía danzar a Ibara para esquivarlos todos.
Boxeas
como un muñeco de juguete a pilas, Ikaruga.-le decía Ibara mientras su
contendiente lanzaba puñetazo tras puñetazo con un estilo británico muy
ortodoxo.
Paralelamente,
el extravagante chico que acompañaba a la tal Ikaruga alzaba su pierna y dejaba
caer el talón contra Itami, que se defendió con el antebrazo, desviando el
golpe y girando sobre sí mismo a la vez que saltaba y se agachaba
alternativamente, esquivando la rítmica e interminable combinación de patadas
del joven.
Creo
que es hora de que me toque a mí, ¿no estás de acuerdo?-siseó Itami.
Con una
estilosa y vehemente voltereta, giró sobre sí mismo horizontalmente en el aire
y le cruzó la cara con las dos piernas alternativamente, cayendo en el suelo de
piernas abiertas y con los brazos elegantemente separados. Aprovechando que el
joven de cabello verdoso estaba desequilibrado, Itami se levantó, lo agarró de
los hombros y le propinó un fuerte rodillazo debajo de las costillas, tras lo
cual trepó por su esbelta y alta figura, lo estranguló con las piernas y,
pegando bien su entrepierna a la nuca de su contendiente, le dio la vuelta y lo
empujó contra el suelo, donde quedó hundido con él sentado encima.
¡Ayame!-exclamó
Ikaruga al verlo.
Notó
cómo una fuerza opresora muy dolorosa asía su muñeca izquierda y le levantaba
el brazo, dejándola abierta a un penetrante codazo en las costillas, justo
debajo del pecho.
¿Nunca
te han enseñado a no apartar los ojos de tu oponente?-preguntó Ibara-¡Vas al
suelo, como ese baboso amigo tuyo!
Ibara
se encaramó al brazo de la chica y lo rodeó con brazos y piernas como si fuese
un animal trepador en el tronco de un árbol. Giró sobre sí misma, retorciéndole
y crujiéndole el brazo con una dolorosa presión, tras lo cual se dejó caer para
arrastrarla a ella, que quedó tendida en el suelo con su brazo todavía en manos
de la chica de cabello rojo.
¡Aprende,
zorra!-le espetó Ibara mientras le retorcía la muñeca con intenciones muy
crueles.
Agh…-se
quejó Ikaruga.
¡Despídete
de tu brazo!-dijo Ibara-¡Voy a arrancártelo!
Ikaruga
levantó una pierna, sacudiéndose a Ibara de encima y levantándose ágilmente
mientras estiraba y se masajeaba el brazo. Mientras tanto, Itami acariciaba el
cuello de Ayame, intercalando dolorosos pellizcos y agarres, torturándolo en
buena medida.
¡Proporcióname
la música de fondo perfecta para este espectáculo!-reía Itami-¡Gime, chilla,
grita, retuércete! ¡JAJAJAJAJAJA!
Ikaruga
saltó hacia Itami y le cruzó la cara de una patada, tras lo cual le hizo una
llave de Judo y lo proyectó contra el suelo.
Eh, eh,
bombón, se mira pero no se toca.-dijo Ibara agarrándola por la espalda con los
dos brazos.
La
empotró en el suelo con un suplex alemán. Ayame aprovechó para agarrarle el
tobillo y tirar de él para levantarse.
¡No me
toques, baboso!-le soltó Ibara mientras pateaba y pisoteaba su cara.
Itami
participó en el intercambio de parejas, interceptando a Ikaruga, que intentaba
atacar a Ibara por detrás de nuevo.
No tan
rápido, zorrilla…-dijo melodiosamente Itami deteniendo su patada con la palma
de una mano-…oh, eres patética, no sabes clavar un tacón…tienes tanto que
aprender de Ibara…en fin, es una de las múltiples razones por las que me das
asco, ¿sabes?
¡No te
burles de mí!-exclamó Ikaruga haciendo fuerza con una pierna.
Ayame
logró esquivar un pisotón de Ibara, rodando por el suelo tras ello para ponerse
en pie. La chica de ojos plateados no dudó en apuntarle con un revólver al
pecho.
Tus
vísceras no quieren que sigas moviéndote, créeme.-dijo Ibara fríamente.
Itami
le retorció el tobillo a Ikaruga, tras lo cual le barrió del suelo la pierna
que tenía apoyándola, dejándola caer girando sobre sí misma. La agarró de
debajo de la axila izquierda para hacerle una luxación de hombro y, en ese
momento, vio un brazalete de color azul cobalto en su muñeca. Intentó tocarlo,
pero saltaron chispas que le causaron dolor.
Llevaba
tiempo sin verlo…-dijo Itami-…tu fuente de poder, tu objeto mágico…oh, es tan
obvio…un brazalete…
¡Ayame!-apeló
Ikaruga-Sabes que no te pasará nada si te da un tiro, ¿por qué no la desarmas?
El
chico apuntó al cielo.
¿Nos
obligan a retirarnos?-Ikaruga estaba en estado de incredulidad.
Tal vez
nos requieran para algo más importante.-dijo Ayame.
Algo
negruzco y gigantesco bajó del cielo. Con pesados aleteos, alejó a Ibara y a
Itami y se llevó volando a Ikaruga y a Ayame.
Otra
cosa más a la lista de mierdas inexplicables.-concluyó Itami-Vamos a ver mi
casa y a reagruparnos lo antes posible, ¿no crees?
Sí.-acordó
Ibara-No creo que tardemos mucho en volver a verlos…
. . .
¡Argh!-exclamó
Dalton. Otra cruz voladora de llamas oscuras impactó contra su pecho-¡AAAAARGH!
El
silencioso y macabro invasor lo estaba castigando duramente con sus poderosos
hechizos y sus portentosos golpes cuerpo a cuerpo.
Ether…-tartamudeó Dalton-…Drive…¡Medica!
Un
resplandor curative cubrió su cuerpo, aliviando su dolor. Tras ello, alargó uno
de sus brazos.
¡Activando
M.W.S. reducido!-exclamó.
Una
placa bastante corta y plana se materializó sobre su antebrazo derecho. Apuntó
con ella a su clon y comenzó a disparar proyectiles cargados de energía
eléctrica, pero no surtieron efecto.
¡Maldito
seas!-exclamó Dalton-¡Encontraré tu punto débil! ¡Lunar Blade!
Corrió
hacia su peligrosa copia mientras una cuchilla asomaba por el arma que había
materializado. Lanzó un vehemente tajo que no hizo el menor efecto en aquel
oscuro individuo.
¡Double
Shot!-Dalton saltó hacia atrás y disparó dos misiles gemelos contra el chico,
produciendo una explosión.
Cuando
el humo se disipó, vio a su contendiente intacto, que lanzó una llamarada
oscura a ras de suelo. Intentó rodar hacia un lado para esquivarla, pero se
torció y comenzó a perseguirlo.
¡Open Ether Circuit!-exclamó-¡Ether Shield!
Una
pantalla protectora se dibujó ante Dalton, pero las llamas lo arrollaron y lo
dejaron tendido en el suelo.
Si el
Ether Shield no ha surtido ningún efecto…-dijo Dalton mientras se levantaba con
esfuerzo-…es que, efectivamente, nada de lo que haces tiene que ver con el
Ether… ¿será esto la magia de la que tanto hablan? ¿Será la magia la razón por
la que has podido entrar aquí?
El chico
de negro se limitó a chasquear los dedos, provocando, desde el centro de
gravedad del cuerpo de Dalton, una explosión violeta que lo arrasó por
completo, dejándolo de nuevo vencido en el suelo, respirando a duras penas.
Agh…-jadeó
mientras se levantaba de nuevo-…podrás ser más destructivo que yo…inmune a mis
ataques…pero no inmune a mi testarudez. ¡Caerás, como todos acaban haciendo
ante el peso de un poder controlado y estudiado!
Apuntó
con su arma plateada y lanzó unos cuantos disparos más que no hicieron ningún
efecto. Decidió cambiar de táctica, desmaterializando ese objeto y poniendo
entre sus manos una escopeta recortada con la que comenzó a disparar ráfagas
demasiado rápidas para tratarse de una escopeta normal. Corría hacia su enemigo
en un grito de guerra mientras disparaba cada vez más cerca del tiro a
quemarropa. Al llegar a las proximidades de su clónico oponente, esquivó el
puñetazo con el que lo recibió y su escopeta se deformó, revelando una hoja
plegable en su interior y terminando por convertirse en una espada con la que,
con una mano, lanzó varias estocadas. Su enemigo las esquivó todas y le saltó
el arma de una patada. Teniéndolo desarmado, lo agarró del cuello y lo levantó
del suelo. Comenzó a insuflarle energía negativa mediante una corriente de
rayos violetas que circulaba por su brazo y llegaba al cuello del aparentemente
indefenso Dalton.
. . .
Yamiyuki
había llegado al sitio donde había estacionado el vehículo prestado. Se había
cambiado de ropa: llevaba un pantalón negro muy ajustado, botas altas del mismo
color y una ceñida y estilizada chaqueta entallada de color rojo con puños y
hombreras rosas, ajustada al resto de su cuerpo mediante un cinturón alto
también rosa. Sobre uno de sus brazos llevaba doblada una enorme tela negra. Se
sintió acompañado, por lo que no dudó en girarse. Vio a Freya.
Tan
avispado como siempre.-dijo Freya a modo de saludo. Había aterrizado con el
vehículo al lado de donde Yamiyuki tenía el suyo-¿Cómo lo llevas todo?
Freya
llevaba una camiseta negra muy ajustada sin mangas y de cuello vuelto, una
minifalda de tablas de cuadros escoceses plateados, negros, blancos, rojos, rosas
y grises, unas botas altas rígidas blancas con placas plateadas y tacones
metálicos muy altos, unos mitones negros y rojos y, atado a la espalda, un
enorme y semitransparente lazo del que colgaban dos tiras que le llegaban a los
tobillos.
Muy
bien.-dijo Yamiyuki-Iba a volver ya a la base provisional. He traído esto –señaló
el manto negro-por razones que ya te imaginarás.
Ya lo
veo…-dijo Freya-…esperemos que arroje algo de luz sobre el asunto.
Yamiyuki
asintió.
¿Te
falta mucho?-le preguntó.
He
terminado.-Freya sonrió y asintió con satisfacción-¿Volvemos juntos? Tal vez
suframos un ataque…
De
acuerdo.-concedió Yamiyuki-¿Qué te hace pensar eso?
La
suerte a la que nos conducen todos estos hechos.-dijo Freya-Noto más magia de
la que nosotros manifestamos en conjunto. Se ha acercado algo…o alguien…y no me
espero nada bueno.
Será
mejor que volvamos entonces.-dijo Yamiyuki.
Freya
asintió. Se montaron en sus vehículos y echaron a volar a la zona del hangar
del edificio.
Espero que los demás hayan hecho
su labor de manera productiva: Yurika en la universidad, Metallurgy en la
fábrica, Ibara e Itami en sus hogares y Nikola en las alcantarillas.-pensaba Freya mientras
pilotaba-Aquanika y Pamela se van a
acordar de mí antes de lo que se piensan…
Me ha gustado mucho. Primero la parte de Yurika hasido agobiante porque el maldito niño parecía que iba a salirse con la suya. Me sigue intrigando quién es y por qué tiene tanto poder. Por otra parte los contrincantes de Ibara e Itami son patéticos aunque claro... estamos hablando de Ibara que es una diosa, En cuanto a Dalton me encanta que sea cabezón y no se deje vender aunque ahí me he quedaod pensando como saldrá de esta.
ResponderEliminarMe hace gracia Yami y Freya tan campantes ajenos a todo xDD
¡Muchas gracias por comentar! Me alegro de que te esté gustando, y...veo que estoy consiguiendo lo que quería con el niño. ¡Intriga! ^^ Verás los hechos posteriores en la próxima semana ^^
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