TAIMANIN
YAMIYUKI
Episodio 84: Mujer
El último programa que Christian
había cargado en Elizabeth había hecho efecto. La que un día fue una mujer
enferma de muerte había vuelto a su estado de supresión de personalidad, siendo
de nuevo una máquina asesina sin sentimientos. Mientras los Taimanin y los
militares se separaban unos de otros y se dividían en combates uno contra uno
repartidos a lo largo y ancho de la zona, Kongqe, el Taimanin que se había
hecho pasar por el espía del ejército norteamericano Yellow Peacock, se había
quedado con ella para observar su evolución. Al no ser un experto en la salud
humana ni en la tecnología robótica, no había podido curar a la pobre víctima
de ninguno de los dos grandes males que la atormentaban: la leucemia y la
conversión en híbrido mecánico. No pensaba que aquello fuera culpa suya, pero
sí sentía en su interior el imperativo moral de hacer algo por mejorar aquella
situación tan desgarradora.
¿Elizabeth?-preguntó el joven
chino, dudoso del estado de aquella mujer mancillada.
La respuesta fue el lanzamiento de
un tentáculo larguísimo que avanzaba cortando el aire con una fuerza
aterrorizante. El Taimanin lo esquivó con una elegante maniobra giratoria.
No quiero pelear contra
ti.-insistió-No somos enemigos. Eres una víctima más de esos monstruos. Tienes
que volver en ti, Elizabeth. Quiero ayudarte.
Sin mediar palabra, la mujer
robótica desplegó una gran cantidad de tentáculos a través de su espalda y
comenzó a fustigar con ellos todo cuanto encontró, avanzando inexorablemente
hacia el hombre al que consideraba su enemigo.
Para, por favor.-insistió
Kongqe-Te estás equivocando, Elizabeth.
El joven se vio obligado a
alejarse de la mujer: no podía saltar
porque los tentáculos lo alcanzarían de la misma manera que si intentase
flanquear a su fuente emisora. No quería atacar a Elizabeth, por lo que, tras
dar varios pasos hacia atrás, se dio cuenta de que la única opción que tenía
era utilizar las pistolas gigantes con las que seguía contando y levantarlas
para interceptar los tentáculos. Haciendo esto, logró atenuar en gran medida la
tempestad de ataques, pero las pistolas no tardaron en caer al suelo, dejando
al joven hombre indefenso a merced de los tentáculos, ante cuya arrolladora
fuerza salió volando por los aires.
Tiene que haber alguna manera de deshacer los algoritmos que ha
introducido Christian Miller en Elizabeth.-pensó el joven mientras hacía
por incorporarse después de caer al suelo-Con
lo que me ha costado devolverle a esta pobre persona su identidad…
Cuando por fin consiguió ponerse
en pie de nuevo, Kongqe miró hacia arriba y vio que Elizabeth había saltado
hacia él, dispuesta a caerle encima con una patada. El joven se apartó con una
voltereta, observando el cráter que la androide dibujaba con su pie en el
suelo.
¡Vuelve a ser Elizabeth Goldmine,
por favor!-insistió el Taimanin-¡Tienes que reaccionar! ¡Aún no está todo
perdido!
Impasible, la robot golpeó a
Kongqe en el abdomen con un fortísimo puñetazo, levantándolo del suelo y
haciendo que escupiera sangre.
Me niego a dejar que sigas siendo
una herramienta de esos bastardos.-insistió el joven-Puede que no sea capaz de
curar tus dolencias, pero al menos sí podré asegurarte que termines tu vida de
la mejor manera posible, no siendo esta criatura maldita.
Dicho esto, se apartó de su
contendiente, pudiendo poner de nuevo los pies en el suelo. Seguía vestido con
el uniforme del ejército, sus ropas amarillas, las que lo habían acompañado en
su periplo. Sentía muchas ganas de deshacerse de aquello y volver a vestir su
uniforme de combate de Taimanin, pero no disponía de él en aquel momento, por
lo que, pensó, sólo le quedaba aprovechar al máximo los recursos del equipo del
que Estados Unidos lo había dotado.
. . .-Elizabeth parecía más
ofuscada que nunca en su propósito de eliminar a los Taimanin.
Lanzó otro puñetazo contra Kongqe,
pero esta vez lo pudo esquivar. Aprovechó para colocarse detrás de la peligrosa
androide y manipular el armazón de su espalda. Aún conservaba el dispositivo
USB que le había colocado como prueba para Kuroageha de que no era ningún
impostor. Por su mentalidad estratégica y previendo que una situación como la
que estaba viviendo podría llegar a ocurrir con facilidad, usó una memoria
extraíble con un diseño especial. Estaba dotada de un botón que al pulsarlo
daba la orden de volver a vaciar los ficheros en la máquina de destino. Al
hacer tal operación, el Taimanin esperaba que la reprogramación final de
Christian fuese suprimida o reescrita, devolviéndole así la consciencia a
Elizabeth.
¡AAAAAAAAAAH!-chilló la mujer.
Se llevó las manos a la cabeza.
Comenzó a retorcerse y se quitó a Kongqe de encima con un brusco golpe. Parecía
estar debatiéndose internamente.
¡Elizabeth!-exclamó el Taimanin
preocupado-¡Resiste!
La mujer cayó al suelo. Comenzó a
retorcerse de dolor, llevándose las manos esta vez al pecho. Con poca
frecuencia emitía algún quejido o sonido similar de dolor.
¡Aguanta, Elizabeth!-Kongqe saltó
hacia ella-¡Te ayudaré!
El joven Taimanin trató de calmar
a su potencial enemiga transmitiéndole sus buenos sentimientos a través del
tacto de sus manos, pero fue rápidamente empujado de una patada.
Está claro que no voy a conseguirlo de esa manera…-se lamentó el
espía mientras aterrizaba.
Entre espasmos y convulsiones,
Elizabeth se retorcía y agonizaba. La imagen de aquello era sobrecogedora. El
dolor de aquella persona parecía no tener solución.
¡Tiene que haber algo que pueda hacer!-pensó Kongqe-¡Me niego a dejar esto así!
¡NO!-gritó de pronto la
androide-¡NO QUIERO GOLPEAR A MI SALVADOR! ¡DETENTE, CUERPO MALDITO!
¡¿Elizabeth?!-se sorprendió el
Taimanin-¿Eres tú?
¡Soy yo!-chilló ella, presa del
dolor-Pero…no puedo… serlo… mucho tiempo… mis fuerzas me…
¡No dejes que te abandonen!-pidió
Kongqe-¡Aférrate a la consciencia! ¡Que tus fuerzas no se vayan de tu lado!
¡Lucha, Elizabeth! Estoy intentando luchar por ti, darte una compensación por
lo que esos monstruos te han hecho, pero… ¡no puedo hacerlo solo! Si tú también
luchas por ti misma, tal vez entre los dos… ¡consigamos romper los barrotes de
tu prisión!
¡Mi cuerpo amenaza con romperse en
pedazos!-gritó Elizabeth entre sollozos-La fuerza que hago para impedir que se
mueva y te golpee no es suficiente. ¡Me estoy desgarrando!
¡No pasa nada, estoy acostumbrado,
soy un guerrero!-insistió el Taimanin-¡Golpéame si es necesario, pero no te
hagas más daño del que te han hecho! ¡Concéntrate en gobernar tu mente y
luchemos juntos por estabilizar el desequilibrio de tu cuerpo!
Si hago eso…-balbució la mujer-…
¡acabarás malherido!
Estoy dispuesto a que así
sea.-Kongqe no dejaba de afirmar-Llevo mucho tiempo malherido. Vestir las ropas
de esta mafia desalmada ha quemado mi piel, y tener que mostrarme como enemigo
de las personas que han ayudado a construir mi vida, incluyendo a la mujer a la
que amo, ha desgarrado mi corazón, hundiéndolo en una cama de espinas
emponzoñadas. ¿Crees que voy a venirme abajo por unos golpes? ¡Quiero que estés
tan dispuesta a salvarte como lo estoy yo, tanto a ti como a mí mismo!
¡Perdóname!-gritó Elizabeth
mientras se lanzaba con una patada giratoria aérea.
Finalmente, la mujer había dejado
de hacer fuerza para reprimir las órdenes de las máquinas que la gobernaban por
dentro. Kongqe esquivó la patada y miró a los ojos a su agresora, quien ya no
tenía aquella mirada fría y asesina, sino la de una persona con sentimientos.
¿Lo ves?-el Taimanin sonrió-No
pasa nada. El combate es una de mis especialidades. Está todo bajo control.
Gracias por lo que estás haciendo,
Ling Kongqe, ¡gracias!-dijo con sinceridad Elizabeth mientras los tentáculos se
desplegaban de su espalda.
Uno por uno, aquellos flexibles
apéndices de combate se clavaban en el suelo con fiereza. Su dueña no podía
controlarlos, por lo que el joven chino debía sortearlos como pudiera.
Me prometí a mí mismo que te
salvaría en cuanto descubrí tu historia.-explicó el joven-Voy a devolverte a tu
ser. Siento mucho no poder curar tu enfermedad, pero al menos podré librarte
del yugo de las máquinas.
¡No quiero hacerte daño!-insistió
con desesperación Elizabeth al ver que los tentáculos seguían patrones de
ataque cada vez más peligrosos-Has demostrado tener un gran corazón, y con eso
ya estoy contenta. ¿Por qué no lo dejas? Al fin y al cabo, como dijo la
sargento Phoenix, yo moriré de todas formas. Gracias por este último regalo, de
verdad, pero… sálvate tú. No sé si estas máquinas podrán matarme.
Hablas con una persona que ha
vuelto de entre los muertos.-la rebatió Kongqe mientras esquivaba los
tentáculos y en ocasiones era golpeado por algunos-Me negué a morir por poder
volver a estar con mis seres queridos y con mi prometida y, ahora que la he
vuelto a ver y nos hemos besado de nuevo, siento que no moriré en ningún
combate. ¡Nada podrá conmigo! E incluso si llegara el fatídico caso de que me
mataran, volveré a la vida una y otra vez, como he hecho ahora… ¡COMO EL AVE
FÉNIX! El fénix vuela y reparte el fuego de la vida. Quiero que sus alas te
abracen y te den la calidez que mereces, que derritan la frialdad de la que te
han rodeado y que te protejan hasta el último momento. No te preocupes por mí,
Elizabeth, pues eres tú quien necesita ser salvada. Déjate ayudar. Merecerá la
pena.
Incluso si me rescatas de las
garras de la tecnología, la leucemia me matará…-dijo amargamente la mujer a la
vez que sus tentáculos formaban espirales para intentar abatir a Kongqe-… no
merecerá la pena en absoluto. Podrían quedarte lesiones irreparables fruto de
este combate. Ya he apreciado tu bondad y me has hecho feliz con ella. No es
necesario que sigas.
Si no quieres que siga por ti, lo
hare por mí.-el Taimanin se mostró tajante-Nutriré mi orgullo desproporcionado
jactándome de que te salvé. ¿Es eso lo que quieres? La gente ha sido tan egoísta
y tan hija de puta contigo que si yo también lo hago no te parecerá nuevo y no
intentarás detener el cambio, ¿verdad? ¡Que así sea!
La maltrecha Elizabeth comenzó a
llorar a lágrima viva.
¡Nunca había pensado que me
encontraría con un corazón tan puro y bello como el tuyo!-gritó la híbrida
mientras miraba al cielo y a su adversario a la vez-No dejarás de intentar
salvarme de cualquier manera, ¿verdad?
Verdad.-respondió Kongqe con una
sonrisa.
Entonces, si no puedes vencer al “enemigo”…-dijo
Elizabeth-… ¡únete a él! ¡HAAAAAAAAAH!
Haciendo fuerza contra sí misma,
logró agarrar los tentáculos con sus manos y arrancárselos uno a uno.
¡NGHHHHHHHHH!-gruñó la mujer.
¿Te duele?-se sorprendió el
Taimanin.
Por alguna razón, sí.-las lágrimas
de Elizabeth eran ya una mezcla entre dolor físico y psicológico-Estos
tentáculos malditos y asquerosos parecen parte de mí. El dolor me va a matar
antes que la enfermedad a este paso. ¡NO PUEDO RESISTIRLO!
Elizabeth…-suspiró Kongqe.
¡POR FAVOR!-chilló Elizabeth entre
lágrimas mientras se arrancaba los tentáculos-¡PON FIN A ESTE DOLOR! ¡DÉJAME
SIN CONOCIMIENTO! MIENTRAS ME ESTÉ AUTOLESIONANDO NO PODRÉ ATACARTE. APROVECHA
ESTA OPORTUNIDAD. SI TANTO QUIERES AYUDARME, HAZME ESTE FAVOR. ¡SÁLVAME DE ESTE
TORMENTO!
El Taimanin apretó los puños. Con
los ojos humedecidos por unas lágrimas que amenazaban con brotar, se acercó a
sus pistolas, las que habían salido volando cuando las había utilizado de
escudo, y las agarró de nuevo.
¡AUNQUE ME QUEDE DÉBIL Y PIERDA TODA
LA FUERZA QUE AHORA TENGO!-gritó la mujer-¡AUNQUE ME DESPIERTE CON DOLOR Y NO
PUEDA VOLVER A DORMIR POR ÉL UNA NOCHE MÁS! ¡AUNQUE LAS GARRAS DE LA LEUCEMIA
DESPEDAZEN MI CUERPO! ¡ME DA IGUAL! ¡SÁLVAME, KONGQE! ¡QUIERO SER UNA
MUJEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!
¡MALDITOS MILITARES DE ESTADOS
UNIDOS, PAGARÉIS POR ESTO!-chilló Kongqe mientras disparaba sus pistolas a toda
potencia.
De los cañones comenzaron a salir
preciosos cristales de colores cargados de chispeante energía. Los tentáculos que
le quedaban a la mujer fueron destruidos uno a uno. La armadura que cubría su
cuerpo también, revelando que en su interior seguía su figura primigenia,
quedando desnuda y revelando una triste realidad: era mucho más delgada de lo
que su armadura la hacía. La enfermedad se la estaba comiendo. Estaba llena de
hematomas, cicatrices y punciones, y algunos cables sobresalían de su cuerpo,
puenteando diferentes zonas de su maltrecha e injustamente tratada anatomía.
Una mujer…-Elizabeth perdió las
fuerzas para gritar-…quiero ser una mujer… y quiero… vivir…
¡Estás viva aún!-Kongqe sonrió.
Tengo…frío…-susurró la mujer
mientras sentía que la abandonaban las fuerzas.
El Taimanin corrió hacia ella y la
sujetó con sus brazos justo antes de que cayera al suelo por el desmayo que
acababa de experimentar.
Doctora Himehagi…-dijo el joven en
voz alta mientras miraba al cielo para no contemplar la figura desnuda de
Elizabeth-…me alegraré de volver a verte, pero, antes de celebrarlo, tengo
trabajo para ti.
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