TAIMANIN
YAMIYUKI
Episodio 76: Con tacones y a patadas
En el feroz intercambio de golpes
y amenazas en el que se había convertido aquella noche, Hagane y Émile se
habían separado de sus respectivos grupos, quedándose solos y frente a frente.
Parece que esta noche es la
definitiva.-comentó Émile-¡Es la noche de cazar Taimanin!
¿Seguro que no es la noche de
cerrar bocas de soldados fanfarrones y pomposos?-preguntó Hagane.
Veamos si te queda algo de filo en
esa lengua tan puntiaguda cuando acabe contigo esta noche.-insistió el
soldado-¡El Reino de Tokyo es demasiado pequeño para dos divas!
Sólo una persona puede llamarme
así, princesita.-Hagane se mostró amenazador-Y no eres tú.
¡Oh!-se sorprendió el soldado-¿He
tocado una fibra sensible?
En absoluto.-respondió el
ninja-Sólo has utilizado una palabra con la que únicamente me designa una
persona que significa mucho más para mí de lo que tú podrías llegar a
comprender.
El chico recordó la gran cantidad
de veces que Kuroageha lo había llamado “diva”. Para él, el ser llamado así le
recordaba a los grandes momentos de felicidad que había compartido con sus
amigos, y también le hacía pensar en todos los que les quedaba por vivir,
unidos como siempre habían estado. No quería bajo ningún concepto que un
enemigo como Émile manchara esa palabra.
Hmmm…-murmuró Émile mientras
jugueteaba con su larga melena-… te llamaré como me dé la gana. Al fin y al
cabo, esta noche vas a oler la fragancia de tu derrota.
Émile se mantenía erguido y
orgulloso frente a su contendiente. Más que estar en guardia, se estaba
exhibiendo. Se mostraba provocativo: con una mano jugaba con su melena y la
otra la tenía apoyada en la cadera. Cruzaba su pierna izquierda por delante de
la derecha, apoyando sólo la punta del pie, dejando ver sus tacones, así como
los bazookas que tenía a ambos lados de la pierna. En las manos se veían sus
frascos de perfume bien llenos y reluciendo con la luz de la Luna.
¿Seguro?-lo provocó Hagane
mientras abría sus abanicos y se colocaba en guardia.
¡Totalmente!-respondió Émile-¡Prepárate
para combatir!
Con la pierna que tenía
adelantada, el soldado lanzó una patada alta al aire, elevando su extremidad
hasta rozarla con el extremo de su nariz. Esto levantó una gran cantidad de
polvo hacia el Taimanin, quien no tardó en disiparlo con los abanicos.
Jugando sucio desde el principio,
¿eh?-el Taimanin hablaba con tono provocativo.
¡Voy a pelear como un
hombre!-respondió el militar-¡Nada de jugar sucio!
Mientras Hagane alejaba el polvo
para evitar que le entrara en los ojos y en la garganta, Émile lanzó una
hermosa y brutal patada giratoria aérea. El Taimanin se dio cuenta y la paró
golpeando con la parte roma de un abanico el pie que amenazaba con impactar
contra él.
Mi Taekwondo no es moco de
pavo.-advirtió Émile-No creo que tus enclenques brazos puedan parar mi fuerza
mucho más tiempo.
Habló el campeón de
culturismo.-respondió Hagane con sorna-No tienes un gramo de músculo, sólo te
vales de la elevada masa de las armas que llevas ceñidas a las piernas.
El resultado final es el que yo
quiero de una manera o de otra, ¿no es así?-insistió el soldado mientras
trataba de saltarle a Hagane el abanico con el que lo estaba bloqueando.
No si yo puedo hacer algo para impedirlo.-lo
rebatió el Taimanin-¡HAAAAAAAH!
El ninja empujó con su abanico y,
finalmente, logró alejar a Émile de él. Éste, sin rendirse, trató de acertarle
con otra patada, pero recibió otro bloqueo, esta vez con una patada: los dos
jóvenes chocaban sus piernas como espadachines que cruzan aceros.
Bonitos tacones.-comentó Émile
haciendo un breve gesto con el mentón hacia el pie que Hagane tenía
levantado-¿Dónde te los has comprado?
Forman parte de mi uniforme de
combate y no se venden a particulares.-respondió Hagane-Tus botas tampoco están
nada mal… ¿o es que quieres hacer un intercambio? ¿Cuánto calzas, reina?
¿De pie?-preguntó el soldado con
una sonrisa lasciva-¿O de…
Lo siento, no me interesa ese
rollo.-respondió Hagane muy cortante-¡Piérdete!
Hagane se agachó, retiró su
pierna, giró sobre sí mismo y lanzó un barrido con la otra pierna, golpeando el
tobillo del pie que Émile tenía apoyado y logrando que cayera al suelo.
¡Craso error!-exclamó el
soldado-¡Voy a remodelar ese maquillaje que llevas! Jambes Explosives!
(¡Piernas explosivas!)
Émile levantó las dos piernas y
disparó los cuatro bazookas a la vez. Rápidamente, Hagane se apartó con dos
volteretas hacia atrás, observando la trayectoria de los proyectiles explosivos
hacia el cielo.
Me gusta mucho mi maquillaje,
gracias.-dijo Hagane-No invierto mi tiempo cada mañana para nada.
No habría sido para nada.-comentó
Émile levantándose-¡Habrías estado muy guapo para recibir a la muerte!
El que penséis que podéis
derrotarnos niega tajantemente la edad que tenéis.-respondió el Taimanin-¡Ni a
un crío se le ocurrirían semejantes ideas descabelladas!
Ya lo veremos. La noche es joven y
aún queda mucha por delante. En garde!-el soldado contestó con energía.
(¡En guardia!)
Levantó sensualmente una pierna y
apuntó a Hagane con ella. Volvió a lanzar su ataque Jambes Explosives, esta vez
agitando ferozmente la pierna como si lanzara una sarta rápida de patadas al
aire. Decenas de proyectiles explosivos de gran tamaño volaron hacia el
Taimanin amenazadoramente.
Ninpô – Fuuton no Jutsu!
Kamaitachi!-exclamó el Taimanin.
(¡Arte ninja del viento! ¡Viento Cortante!)
El chico dejó salir una corriente
de aire afilado que cortó los proyectiles que disparó su contendiente, haciendo
que explotaran en el aire. Las ondas
expansivas de las explosiones empujaron fuerte y dolorosamente a ambos.
Al menos me he ahorrado una muerte segura.-pensó Hagane.
¡Mierda!-bramó Émile-¡Tengo que
recargar!
Aprovechando el humo de las
explosiones, el soldado trató de alejarse del campo de batalla, pero Hagane,
que lo había oído, se había puesto en marcha para impedírselo.
¡Esas cosas no se dicen en voz
alta, señorita!-gritó el Taimanin-¡Das ventaja estratégica a tus oponentes!
¡Maldita sea!-gruñó el soldado
mientras veía a Hagane caer desde el aire frente a él.
¡No vas a ir a ninguna
parte!-amenazó el chico de ojos verdes mientras mantenía sus abanicos bien
abiertos.
Lanzó entonces una feroz combinación
de cuchilladas con ambos abanicos. Como si fuese un bailarín, el Taimanin se
movía ágil y certeramente, dejando a Émile con la única opción de bloquear los
golpes con sus bazookas o esquivarlos.
Si esto sigue así, va a acabar rompiéndome los cañones.-pensó
Émile-Una patada, ¡sólo una patada!, y lo
lanzaré lejos de mí para evitar que eso suceda. Tengo que ser rápido y artero,
pero, si fallo… ¡me manda al hospital!
¿No era tan joven la
noche?-preguntó Hagane con aire provocativo-¡Te veo con pocas ganas de
festejarla!
¡YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-gritó
Émile con su voz dulce y afeminada.
Giró elegantemente sobre sí mismo
y golpeó a Hagane en el abdomen con la bola del pie derecho, alejándolo de él.
¡Es hora de darle una lección!-pensó el soldado-¡Una lección por su insolencia!
¡HAAAAAAAAI!-el soldado continuó
su ataque.
Acertó en el cuerpo de su enemigo
con la palma de la mano, concretamente debajo de su esternón, obligándole a
abrir la boca para soltar el aire.
¡Agh!-boqueó el Taimanin.
Los ojos se le habían humedecido
levemente por el atragantamiento con el aire dentro de su cuerpo, pero no lo
suficiente como para no ver la verdadera intención de aquel golpe de palma: la
mano de Émile estaba ahora muy cerca de su cuerpo, haciendo que también lo
estuvieran todos los frascos que la rodeaban.
Canon de Parfum!-exclamó el
soldado en perfecto francés.
(¡Cañón de perfume!)
Roció a Hagane con sus líquidos
aromáticos empleando varios frascos a la vez.
¡Qué bien huele!-pensó Hagane, quien no había podido evitar la
penetración de las partículas suspendidas por tener la boca abierta-No obstante, esos líquidos no son simples
esencias. Ahora mismo huelo a canela porque reconozco ese olor, es una especia
muy común en la cocina, pero, ¿hasta qué punto será esencia de canela con lo
que me ha rociado? ¿Quién me dice que no son toxinas perfumadas?
Émile se sonrió y, tras guiñarle
un ojo al Taimanin, lanzó una patada giratoria inversa, golpeándole en la
cabeza y haciendo que cayera al suelo. Entre una mezcla de aromas de canela,
limón, naranja y jengibre, Hagane se extrañó.
Esta mezcla de olores que hace que el campo de batalla parezca un horno
con una tarta dentro me está sentando fatal.-pensó el Taimanin-¡Menuda patada me ha soltado el hijo de
puta! Y la estaba viendo perfectamente…
El Taimanin miró con asco a Émile.
Has reducido mis reflejos,
¿verdad?-preguntó.
Es una de las miles de cosas que
puedo hacer con mi aromaterapia especial.-se jactó el soldado-Si has tenido
problemas para esquivar una patada y te la has acabado tragando, ¡imagínate lo
difícil que te será esquivar un proyectil demoledor!
Émile disparó un explosivo con la
pierna en cuyas armas seguía teniendo munición, pero Hagane movió un abanico y,
gracias a su poder del viento, creó una fortísima corriente que hizo que el
proyectil volviera contra su dueño. Impactó en un muro, pero parte del fuego y
la onda expansiva golpearon al soldado.
¡ARGH!-gruñó Émile mientras se
incorporaba.
Vio que Hagane se había alejado
mucho de él.
¿Te acobardas?-preguntó el
soldado.
Sólo me voy lejos del
olor.-explico Hagane-No soy un suicida.
No había que ser muy listo para inferir que estos líquidos no son
simples emisores de olor, sino drogas perfumadas.-pensó Émile-No obstante, el hecho de que lo sepa no lo
va a hacer menos vulnerable tras el alcance.
Es una lástima para ti que pueda
regular la presión de los pulverizadoras para llegar hasta ti estés donde
estés.-dijo Émile con tono amenazador-¡Chúpate ésta!
El joven soldado disparó un chorro
a alta presión, llegando hasta el Taimanin, cuyos ojos comenzaron a lagrimear
fuertemente.
¡Joder, cómo escuece!-pensó Hagane-¡No voy a poder defenderme así! ¡Mierda!
¡Empiezas a tocarme la
moral!-gruñó el Taimanin.
Hagane lanzó sus abanicos
horizontalmente. Se abrieron formando ruedas cortantes y volaron
amenazadoramente hasta Émile, quien aprovechó el desequilibrio de su
contendiente para acercarse a él corriendo y atropellarlo con un brutal
rodillazo tras el cual desencadenó una tempestuosa combinación de patadas.
¡Toma esto, damisela!-gritó Émile
con suficiencia-¡Jódete!
Las patadas del soldado se hacían
particularmente dañinas por el peso añadido que suponían los cuatro bazookas.
Desprovisto de sus abanicos, Hagane sólo podía cortar aquella cadena de patadas
bloqueando con alguna de sus extremidades.
Me va a romper un hueso si bloqueo una patada así con los brazos o con
las piernas.-pensaba Hagane mientras hacía acopio de fuerzas para resistir
el dolor-Sólo me queda atizarle una
buena.
Con los ojos cerrados, Hagane
agarró el tobillo de Émile en una de las patadas, giró sobre sí mismo y
aprovechó la fuerza del giro para lanzar a su contrincante contra el suelo.
Tras esto, se le subió encima y le golpeó en el centro del pecho con un fuerte
puñetazo. Acto seguido, saltó y rodó por el suelo, alejándose del lugar donde
estaban las partículas de líquido en suspensión que le irritaban los ojos.
Mis abanicos…-pensaba mientras tanteaba el suelo con las manos-… ¿dónde coño están?
Estando lejos de la nube
aromática, las lágrimas de Hagane podían terminar de arrastrar los residuos y
limpiar sus ojos definitivamente para que dejaran de escocerle. Mientras sentía
que la molestia remitía poco a poco, terminó por encontrar sus abanicos en el
suelo e, instintivamente, los cerró y formó un aspa con los espadines donde
hacía unos segundos estaba su espalda. El golpe que sintió le hizo entender que
su predicción era acertada: Émile había lanzado una fuerte patada, pero el
intento de agresión fue frustrado.
Vas a pagarme cada patada muy
cara.-dijo el Taimanin abriendo finalmente los ojos y notando que ya no le
escocían-Ninpô – Fuuton no Jutsu! Sakura Kagetsu!
(¡Arte ninja del viento! ¡Temporada de Cerezos!)
Elegantemente, Hagane saltó hacia
Émile y le pasó de largo mientras con las manos obraba un sello ninja. Cuando
le dio la espalda, terminó el sello y desencadenó un viento rosado que,
arrastrando brillantes pétalos de cerezo, envolvió al soldado en una impactante
explosión de fuerza, haciéndole caer de rodillas.
Ninpô-Fuuton no Jutsu!-continuó
Hagane mientras apretaba un puño.
¡Bastardo!-bramó Émile mientras se
giraba de nuevo hacia el Taimanin y le apuntaba con sus frascos-¡Te mataré!
Canon de…
Fuuseiken!-gritó Hagane.
(¡Puño del Viento!)
…Parfum!-exclamó Émile a la vez.
Hagane lanzó un puñetazo al aire,
dejando salir de su puño un poderoso chorro de viento concentrado. A su vez,
Émile dejó salir una serie de chorros de sus frascos. El chorro de viento
impactó contra el esternón del soldado, lanzándolo por los aires y haciendo que
se deshiciera en un grito de dolor. Sin embargo, al estar tan concentrado en
una dirección, ese viento no pudo desviar los perfumes que el militar había
disparado, por lo que Hagane contuvo la respiración y se alejó.
Je…-rió Émile mientras yacía en el
suelo-… ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!
¿De qué te ríes?-preguntó Hagane
mientras se alejaba de la nube perfumada.
¿No te sientes húmedo?-insistió el
soldado.
¿Qué demonios…-Hagane reparó en su
piel.
Aquella mezcla se le había pegado
a la piel. Emitía un fuerte y apetitoso olor especiado, pero algo le decía al
chico que no la mezcla no era algo era tan bueno como su olor podía dar a entender.
Como sé que sois chicos muy listos…-explicó
Émile mientras se incorporaba-…decidí diseñar esta mezcla para mi arma. Se pega
a la piel y se absorbe, surtiendo efecto sin necesidad de respirarla o tragarla,
haciéndola ineludible una vez se ha vertido en el campo de batalla. Te
preguntarás para qué quiero que sea tan persistente, y la explicación es
sencilla: ¡es ALTAMENTE TÓXICA y la más letal de mis mezclas! ¡Tienes los minutos
contados! ¡El veneno te poseerá silenciosamente sin causar ningún dolor,
ninguna molestia ni ninguna bajada de rendimiento, pero te matará sin que te
des cuenta!
¡Maldito enfermo!-bramó Hagane,
entendiendo el peligro que lo rodeaba.
Tranquilo, soy médico.-dijo
Émile-Te trataré bien. El deber de un médico es alargar la esperanza de vida de
las personas, así que voy a asegurarme de que tus últimos minutos de vida se
hagan eternos. ¡Es la hora de que sufras, Hagane Kurobara!
Voy a joderte vivo, majadero, ¿me
oyes?-lo amenazó Hagane, tras lo cual se sorprendió al ver lo que hacía su
contendiente-¿Qué cojones haces? ¿Te estás despelotando?
¡Te voy a mostrar lo buen médico
que soy!-respondió Émile con una sonrisa de falsa cordialidad.
No quiero que me enseñes tu
inyección.-dijo Hagane con humor ácido.
Es algo mucho mejor.-insistió el
soldado-¡Uniforme fuera!
Lanzó su ropa por los aires.
Debajo llevaba una camisa de manga corta de color blanco entallada y con una
cruz roja dibujada en el lado derecho del pecho, unas mallas blancas muy
ajustadas que dejaban ver sus tobillos y unos zuecos de tacón, también de color
blanco. Se había arrancado las cintas que llevaba en el pelo y las había
sustituido por una cofia blanca con una cruz roja. En las manos se había puesto
unos mitones blancos. Chasqueó los dedos y sus cuatro bazookas comenzaron a
vibrar, flotando hasta colocarse en su espalda, ocultos tras su larga melena,
donde se transformaron y se recombinaron.
¿De qué va esto?-preguntó Hagane,
quien, como Émile había dicho, se sentía perfectamente a pesar de estar
envenenado.
Me he querido mostrar con mis
mejores galas para tus últimos momentos de vida.-explicó el soldado.
Sin más explicaciones, saltó muy
alto y, describiendo una hélice girando sobre sí mismo, cayó encima de Hagane
con una patada de talón que éste trató de bloquear juntando sus dos abanicos.
Al no llevar los bazookas en las piernas, la carga que tenía que vencer era
mucho menor, pero aquella patada era especialmente devastadora. Aunque mitigó
notablemente el impacto, Hagane vio sus abanicos vencidos y se llevó un golpe
con la fuerza residual de aquel talonazo.
¡YAAAAAH!-gritó Émile.
Con una patada giratoria, el
militar golpeó al ninja en la cara, dejándolo arrodillado en el suelo.
¡Escoria!-el soldado se
regodeaba-¿De verdad pensabas que podías vencerme?
Este tío es un guerrero formidable.-pensó Hagane-No lo olvidaré después de matarlo…
Para sorpresa de Hagane, Émile se
llevó una mano a la espalda y de ella sacó un florete negro que emitía una luz
que cambiaba de color. Este florete iba unido a su espalda con un cable.
Además de ser graduado en Medicina
con la mejor nota de mi promoción y cinturón negro de Taekwondo, estudié
esgrima en la academia militar con la mismísima Ederika Schroden.-se jactó
Émile-No tienes ninguna posibilidad de vencer las artes combinadas de la espada
de Ederika con mis conocimientos médicos. ¡Lo llamo el estilo
Schroden-Delacroix!
¡Deja la palabrería y pelea si
tantas ganas tienes de exhibir tus artes!-bramó Hagane mientras se lanzaba de
nuevo a por su oponente.
Émile manejaba el florete con gran
maestría. Sus estocadas podían parar los abanicos de Hagane, pero sólo tenía un
arma, frente a su oponente, que tenía una en cada mano. Esto hizo que el
intercambio de golpes acabara con la ventaja de Hagane, quien logró golpear
repetidas veces a Émile, aunque sin poder llegar a hacerle un corte.
Este florete es especial, no sirve
sólo para la esgrima.-explicó Émile-¡La luz que emite ioniza el perfume que le
llega desde el cable y me permite usarlo como un sifón tóxico!
Así que ese cable no sólo transmite electricidad para alimentar el haz
luminoso, sino que también tiene un tubo de conducción de líquido.-asimilaba
el Taimanin-Serán dos cables recubiertos
como uno y, en ese caso, si lo corto, lo joderé por partida doble. Gracias por
revelar tus secretos.
Con artísticas volteretas, Émile
se alejó de Hagane y comenzó a lanzar estocadas y a ejecutar elegantes
maniobras en el aire, liberando chorros de líquidos tóxicos mientras lo hacía.
A caballo entre líquido pulverizado, gas y plasma, los fluidos se movían como
si fueran el chorro de un sifón, regando con rapidez el campo de batalla. Con
el calor que aportaba la luz, los perfumes liberaban su olor con mucha más
rapidez e intensidad, llegando antes a Hagane, quien trataba de desviar todos
los chorros con ondas de viento.
No puedo estar así mucho más tiempo…-pensó Hagane-…no noto molestias, pero noto que algo
invade mi cuerpo. ¡Este veneno no era un farol!
¡Voy a darte algo de lo que no
podrás escapar!-amenazó Émile-¿Estás preparado?
De la espalda del chico rubio
comenzaron a salir cables que empezaron a hacer dibujos y a sostenerse con
rigidez colgando de su espalda. Tras el despliegue, los cables quedaron
montados con la forma de las alas de una libélula que se encendieron con luces
de colores, exactamente igual que el florete.
¡Muere!-gritó el soldado.
Batió sus alas artificiales,
liberando una gran cantidad de chispas y chorros de perfume a la vez que
acompañaba con el florete, lanzando elegantes chorros como latigazos. El
Taimanin se vio superado por aquel ingente ataque y voló por los aires del
impacto, sintiendo gran dolor por las chispas. Los líquidos parecían actuar
como intensificadores del dolor. Al caer, Hagane notó algo que lo aterrorizó.
¡Me van a explotar todas las vísceras en cadena!-pensó Hagane
aterrorizado-¡Tengo que hacer algo! ¡No
puedo morir aquí!
Hagane pensó. Podrían ser sus
últimos segundos de vida si no hacía algo. Recordó todas las reacciones
químicas que podían suceder en el cuerpo de una persona, todo lo que había
estudiado como biólogo. Una idea le vino a la mente.
Ninpô – Fuuton no Jutsu!-exclamó.
¿Vas a intentar atacarme antes de
morir?-preguntó el soldado-Puedo ver en tus ojos que ya lo notas: tu vida se
está acabando.
Sin hacer caso a las palabras de
Émile, Hagane se atravesó a sí mismo con la energía espiritual del viento para
manipular todo el aire que había en su cuerpo.
Condujo las toxinas con chorros de aire lejos de sus vísceras y las
movió hacia zonas de expulsión, todo ello causándose un inmenso dolor.
¡AAAAAAAAAGHHH!-gimió.
De su nariz empezó a brotar sangre
entremezclada con hilos blanquecinos. Acto seguido, regurgitó un chorro de un
líquido desconocido mezclado con sangre.
Joder…-dijo el Taimanin entre
jadeos-…casi no lo cuento… ¡pero lo he conseguido!
¡Mierda!-bramó Émile mientras daba
un sonoro pisotón-Según mis cálculos, tendrías que haber muerto hace diez
segundos.
Y habría muerto si no hubiera
hecho salir de mí tu mierda de mezcla.-respondió Hagane-Qué puto dolor, macho,
¡qué puto dolor! He sentido fuego recorriendo mis venas, casi me desgarro
varios músculos y por poco me explota el corazón… pero ya no siento
absolutamente nada relacionado con tu envenenamiento, todo ello gracias a mi
manipulación del aire.
¡Te mataré de todas formas,
maldita rata insistente!-chilló Émile fuera de sus casillas.
Comenzó a disparar chispas y
chorros de líquido mientras giraba sobre sí mismo y corría hacia Hagane. Trató
de ensartarlo con el florete en un movimiento desesperado, pero no se dejó.
¡Y una mierda!-se negó el
Taimanin.
Apoyó las manos en los hombros de
Émile y saltó por encima de él como si de un potro se tratase. Acto seguido, le
lanzó una elegante patada giratoria que le impactó en el cuello y otra recta
que lo alejó de él. En ese momento, pudo ver un enorme tanque de líquido atado
a su espalda y conectado al florete.
¡Aún no he terminado mi
ataque!-insistió el soldado.
Se giró de nuevo hacia Hagane y
lanzó una patada, pero se la bloqueó y contraatacó chocando sus abanicos con él
en medio como si quisiera dar una palmada con ellos. Este aturdidor movimiento
permitió al Taimanin golpear fuertemente con una voltereta con patada,
impactando en la mandíbula del militar y alejándose de él.
Después de lo que me has hecho
pasar, tío…-dijo Hagane muy serio-… ¡VOY A JODERTE!
El Taimanin comenzó a moverse
elegantemente. Parecía que iba a iniciar una danza.
¿Qué cojones estás
haciendo?-preguntó Émile-¿Te has vuelto loco?
¡Loco has tenido que estar tú
desde el principio para decidir por tu cuenta y riesgo el enfrentarte a
mí!-respondió Hagane en tono amenazador-¡Despídete, matasanos de pacotilla!
Émile apuntó a Hagane con su
florete, pero algo parecía ir mal. El viento a su alrededor estaba formando
aros concéntricos y tenía dificultades para avanzar de uno a otro.
Ninpô – Fuuton no Jutsu! Hissatsu!
Momoiro no Mai!-gritó Hagane.
(¡Arte ninja del viento! ¡Técnica exterminadora! ¡Danza Rosada!)
Hagane intensificó sus
movimientos. Los aros concéntricos comenzaron a teñirse de un color rosado y el
aire se llenó de pétalos de cerezo. Cada aro comenzó a formar una pared
cilíndrica, tanto más alta cuanto más pequeño era el aro. Émile se vio atrapado
y su rubia melena se agitaba hacia arriba. Finalmente, el Taimanin saltó,
concentró una potentísima luz rosa en su cuerpo y la disparó en forma de flecha
contra su enemigo a la vez que su moño se deshacía y su melena ondeaba libre y
salvaje por la fuerza de reacción. Esta flecha rosa tomó por unos instantes la
forma de un dragón chino hecho de pétalos de cerezo. Tras impactar contra
Émile, desapareció silenciosamente a la vez que los aros se esfumaban, dejando
el campo de batalla intacto. El Taimanin cayó de pie al suelo y, con una
sensual pose, finalizó la danza, chasqueando los dedos y provocando una
explosión sorda que se vio macabramente decorada por el desgarrador grito de
Émile. Su traje blanco se deshizo en jirones, el tanque de su espalda explotó,
todo el líquido se pulverizó, el florete se hizo añicos, y su rubia melena se
vio parcialmente esparcida por el suelo. Su cuerpo desnudo cayó al suelo
inerte. Ni sus calzoncillos se habían salvado.
Tras poner fin al combate, el
Taimanin se acercó al cuerpo inconsciente de su enemigo.
No tienes mala polla…-observó-…aunque
ese tajo estúpido que os metéis los estadounidenses la afea bastante. En
cualquier caso, ¡que te parta un rayo!
Hagane avanzó hacia la dirección a
la que miraba, pasando por encima del cuerpo de Émile, pisándolo lenta,
concienzuda y sádicamente con sus tacones. Se sonrió y continuó andando, no sin
antes escuchar el ruido de un golpe muy fuerte, como si alguien cercano hubiese
dado o recibido un brutal puñetazo.
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